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La tarde estaba llena de ajetreos. No del tipo heroico, ni siquiera del tipo útil. Era el tipo de caos que nacía cuando dos personas con opiniones fuertes, estilos opuestos y tolerancia limitada intentaban hacer algo tan aparentemente sencillo como decorar una casa.

Su casa.

Desde cajas en la habitación de Louise y Loki con algunas de sus cosas ya empacadas —la gran mayoría eran más de ella que de él— ycomedor el del penthouse, normalmente impecable, parecía ahora un santuario al desorden estético. Muestras de tela cubrían la mesa como si alguien hubiera vaciado la sección de tapicería de una tienda de lujo. Había catálogos de pintura abiertos, post-its arrugados con ideas tachadas, anotaciones con la caligrafía inclinada de Loki y otras con la letra precisa, aunque algo más rabiosa, de _____.

Tenían incluso una muestra de alfombra en el suelo con una nota que decía: "¿Y si simplemente quemamos todo esto y traemos piel de una bestia mil veces mejor que este material?" escrita claramente por alguien con tendencias asgardianas.

Había pasado una semana desde su viaje a Washington. Siete días desde que dijo que sí al programa. Ahora sus días estaban divididos entre leer archivos clasificados, analizar estadísticas de impacto global... y decidir si las cortinas debían ser de lino crudo o de terciopelo burdeos.

Y la ayuda de Loki, como era de esperarse, era limitada. En el mejor de los casos. En el peor, era puro saboteo con estilo.

—La decoración humana tiene el mismo encanto que un campo de batalla después de la lluvia —comentó él desde el sofá, con una copa en la mano, hojeando un catálogo como quien revisa un libro de cocina escrito en un idioma que desprecia.

—Gracias por tu apoyo incondicional, frosty —replicó _____, sin levantar la vista de las muestras—. No sé qué haría sin tus opiniones tan útiles como un trono en un estudio de 60 metros cuadrados.

—Estoy aquí para evitar desastres estéticos, nada más —dijo con solemnidad falsa y una sonrisa fingida—. Porque si vas a obligarme a vivir entre colores tierra y estampados florales, al menos permíteme morir con dignidad.

—Nadie te obliga a vivir conmigo, y algunas cosas ya las escogí por que tú no querías ayudar; te lo recuerdo, mi vida. Puedes quedarte en la Torre con tus sábanas de satén, tus túnicas asgardianas y tu ego.

—Oh, no. Ya estoy demasiado involucrado. Además, nadie más aquí me prepara café sin veneno ni amenazas —añadió con una sonrisa ladeada.

Ella soltó un suspiro largo y dejó caer una muestra de tela sobre la mesa con dramatismo contenido.

—Estás siendo insoportable.

—Estoy siendo coherente. Lo insoportable es esta propuesta de alfombra color "humo antiguo". ¿Qué demonios es un humo antiguo, y por qué querrías pisarlo?

_____ lo miró con cansancio y al mismo tiempo con esa pequeña chispa que aparecía solo cuando él lograba desquiciarla justo lo suficiente.

—¿Sabes qué? Quédate con tu opinión  rara. Yo voy a elegir el comedor. Porque, aunque no lo creas, uno no puede conjurar una cena en un plano existencial de buen gusto si no hay mesa donde servirla.

—Claro que se puede. Solo necesitas imaginación... y un encantamiento de nivel cinco —replicó él, estirando los brazos por encima de la cabeza, como si todo esto lo agotara más que una batalla.

—¿Y qué vas a hacer cuando venga gente normal a visitarnos? ¿Lanzarles hechizos para que vean un comedor invisible con cubiertos encantados?

—¿Visitas? —repitió Loki con desdén—. Oh, no, gracias. Si alguien intenta irrumpir en nuestra burbuja decorativa, me encargaré de que se arrepienta antes de tocar la puerta.

Ella se rió por lo bajo, con los dedos en las sienes.

—Vas a ser un vecino encantador, apuesto que si llegan a tocar el timbre saldran serpientes o arañas para ahuyentarlos.

— me conoces muy bien, preciosa. sabes que soy un ser encantador, en general —respondió él, con una reverencia teatral desde el sillón.

Y así continuaron: entre discusiones por tapices, negociaciones sobre muebles, y lanzamientos ocasionales de cojines a modo de tregua armada. No se hablaba del trabajo, ni del programa. Por una tarde, lo único importante era decidir si el el cabecero de la cama debía ser azul petróleo o gris tormenta, y si alguien sobreviviría a tener una alfombra "mostaza cálida" sin consecuencias por malas caras.

aún que ni ella ni él lo dijeran en voz alta, había algo reconfortante en ese caos doméstico compartido.

Porque al final del día, construir un hogar —uno real— también era eso: discutir por cortinas, negociar el control del color de las paredes... y, de algún modo, saberse juntos en medio del desastre.

aún que aquello no duro mucho.

—Este sofá no tiene presencia —declaró Loki, señalando una de las fotos del catálogo con repulsión digna de una tragedia griega—. Parece una ofensa acolchonada. ¿Quién en su sano juicio se sienta sobre esto y siente dignidad?

—¿Y qué sugieres, oh príncipe del buen gusto? ¿El trono pero tallado en piedra con respaldo de dragón?

—¡Exactamente! Bueno, sin el dragón vivo. Pero sí. Madera noble, líneas imperiales, inscripciones rúnicas... algo que no grite "comprado en oferta en una tienda de pasillo fluorescente".

—cuernitos, eso no existe aquí. No estamos en Asgard —respondió ella, ya masajeándose las sienes—. ¿Dónde se supone que vamos a conseguir un trono rúnico medieval de proporciones épicas? ¿En IKEA versión nordico?

—Thor podría traer uno —replicó, como si fuera la cosa más lógica del mundo—. Tiene acceso a los talleres de los artesanos reales. Solo necesitaríamos un portal y algo de buena voluntad.

—¿Thor? ¿Buena voluntad? ¿Hacia ti? ¿Después de la vez que lo encerraste en la dimensión esa rara del ecosolo porque no quisiste prestarle uno de tus libros de astronomia?

—Fue una lección. Aprendió a no tocar mis cosas, te recuerdo que la ultima vez ese libro de "astronomia" resulto ser un libro de magia del caos, que tu tomaste sin permiso.

Ella quedó en silencio por un momento.

— fue idea de el... te lo recuerdo ahora yo a ti, y es algo que ya paso, asi que deja de mencionarlo —dijo volviendo su vista a una de las revistas de muebles que tenia sobre su regazo— aparte, Estuvo atrapado repitiendo la frase "¡tengo hambre!" durante tres horas. dudo que quiera colaborar con eso ahora.

—por eso mismo, me debe uno de cuantos favores y por fin entendió lo que es irritar a alguien.

___ se echó hacia atrás en la silla, frustrada.

—No vamos a llenar la sala con reliquias asgardianas que brillan en la oscuridad y pesan más que un auto. Ya es suficiente con que tus libros flotan y se ordenan solos. Aparte, solo tenemos solo unos días para terminar de escoger todo antes de irnos.

—Eso es eficiencia. Y elegancia. No como este catálogo de... cosas acolchadas que parecen salidas de un comercial de seguros.

_____ agarró el catálogo, lo agitó en el aire y le apuntó con él como si fuera una espada desde el comedor.

—Esto, esto es lo que hay. Porque vivimos en la Tierra. Porque tu sofá de piedra lunar tallado por ancestros místicos no entra por la puerta de la casa, y porque la última vez que Thor intentó traer algo por el Bifrost... ¿recuerdas lo que le pasó al jardín de la Torre?

—Un cráter encantador, sí. Tenía carácter.

—Mató tres plantas y casi desintegra al jardinero.

—Se recuperó. Y además, nadie pidió que pusieran begonias justo en el punto de entrada mágico.

Ella dejó caer el catálogo sobre la mesa con un golpe seco y se quedó unos segundos en silencio, respirando hondo.

—Voy a pedir el sofá gris, con patas de metal, y será normal. Industrial. Sólido. Que no brilla. Y no, no vas a conjurarle nada magico.

—Eso es culturalmente ofensivo —murmuró Loki, cruzándose de brazos con teatralidad.

—Es diseño funcional. Aprende a vivir con eso.

—¿Y si conjuro un trono invisible que solo yo pueda ver y sentir?

—Entonces tú y tu trono invisible van a dormir en la sala, amor mio ¿te parece bien?.

Hubo un silencio tenso. Luego Loki habló con gravedad fingida.

—Esta unión doméstica es una prueba constante a mi paciencia divina.

—Y tú eres una prueba constante de que las deidades también pueden ser insoportables... no se como te soporto tanto.

Se miraron, cada uno firme en su trinchera estética. Hasta que, como era costumbre en ellos, la tensión empezó a ceder bajo el peso del absurdo compartido.

Loki suspiró, resignado. sabian que esa discucioj no llegaria a ningun lado, mas con ella quien se negaba a las pocas ideas y opiniones que aportaba. las continuas batallas sesaron, el acepto a la decicion de un sofa gris que poco le gusto, pero con la condicion de el poder escoger el arte que adornaria las paredes. a lou le parecio justo pero añadiendo su extra de "sin magia ni gritos en la noche", el asintio y aunque trato de persuadirla para que le permitiera siquiera añadirles un encantamiento que les hiciera brillar en el atardecer ella solo le llamo con su tipico "loki..." en forma de regaño haciendolo desistir de su idea.

Aún estaban en su tensa tregua decorativa cuando la voz de JARVIS interrumpió desde el techo con su tono sereno e inapelable:

—Señorita Stark, son exactamente las 15:00 horas. Es momento de aplicar la dosis correspondiente al tratamiento. El kit ha sido preparado en la unidad médica del piso.

El silencio fue inmediato.  ____ no se movió. Ni siquiera pestañeó. maldecia internamente al escuchar que hoy tenia una dosis delm medicamento. esta al borde del colapso por decoracion y ahora tenia que hacer eso que tanto estaba odiando llevar. sus dedos golpetearon el marmol del comedor con ansiedad y se aferro al borde de este, como si no moverse le haria evitarlo.

Loki la miró. Esperó alguna reaccion o movimiento. Siguió esperando y el silencio en la habitacion se torno ensordecedor. el la entendia, cada que se aplicaba una dosis era una reaccion diferente, o se ponia muy triste, muy euforica o preferia no  hablar de nada. podia variar entre todo aunque ella trataba de regular y controlarse un poco, sabia que ella entre todo era alguien que dentro de lo poco que demostraba sentia mucho. pasaron dos minutos mas en silencio. hasta que claramente loki, con una ceja levantada y su sarcasmo comun decidio hablar.

—¿Planeas hacerte la estatua o vas a moverte por voluntad propia?

—Estoy procesando... —murmuró ella, evitando ver el kit.

—¿Procesando qué? ¿Cómo escapar de tu medicina sin hacer una escena?

—Exacto.

—Tú no puedes escapar. Yo sí. Pero no lo haré —dijo, acercándose con la tranquilidad de quien ya ha vivido esto antes—. Así que debes aplicartelo, linda.

—No quiero pincharme otra vez, Loki—gruñó ella, cruzándose de brazos como una niña en plena rabieta emocional mirándolo por un momento—. Estoy harta de las inyecciones, los efectos secundarios, las náuseas, los dolores... ¿Y todo para qué? Para que mi útero decida que no tiene ganas de colaborar esta semana, otra vez.

—Tu útero está haciendo lo mejor que puede con una mezcla de caos mágico, genética fastidiosa Stark y suero del súper soldado. aun que si fuera tu, tambien estaría en huelga permanente.

—No ayuda que me lo recuerdes, cuernitos.

Loki se acercó con calma, sin presionarla, aunque por dentro claramente se estaba conteniendo para no lanzarle un hechizo de parálisis y aplicársela él mismo. podia ser algo molesta y terca cuando no queria algo y este no era la exepcion al caso.

—Sabes que la aplicación debe ser exacta. Que si no lo haces bien, no sirve. Y que si lo retrasas, puede causar más efectos secundarios. ya te dijo la doctora asi que, si queremos que funcione tienes que poner de tu parte.

—Lo sé. Lo sé. No me lo repitas como si no llevara meses haciendo esto—contesto con irritacion y molestia.

—Entonces deja de actuar como si fuera opcional.

Ella resopló con fastidio, se levantó de mala gana del la silla y caminó hasta la pequeña estación médica de la Torre, justo detrás de un panel deslizable al lado de la isla de la cocina. El estuche blanco estaba allí. Inmaculado. Frío. Demasiado meticuloso para lo que estaba a punto de hacer.

Loki se levanto y la siguio cual sombra manteniendose cerca, no demasiado, pero lo suficiente como para ver que lo hiciera y que ella supiera que no iba a dejarla sola. acompañándola como siempre desde que se inicio ese proceso.

—¿Vas a hacerlo tú? —preguntó él con suavidad.

Louise abrió el estuche con movimientos automáticos. Sacó el frasco. La jeringa. las miro por un momento, reemplanteandose si todo eso estaba valiendo la pena, diariamente lo hacia y eso no la dejaba en paz.

—Tiene que ir cerca del útero —murmuró viendo sus manos dubitativas—. Zona baja del abdomen. Lo más directo posible.

—ya se, y no me mires así —dijo cuando notó que Loki la observaba con algo que se parecía mucho a compasión—. Es humillante.

—No es humillante —respondió, dando un paso más cerca—. Es valiente. Y un poco aterrador. Pero sobre todo, admirable.

Ella frunció el ceño, lo pensó y fue como si un peso le cayera en el estomago y luego la desvió con torpeza.

—No puedo... —susurró finalmente—. Hoy mi pulso esta del carajo y la verdad no quiero cagarla.

Loki no respondió. Solo estiró su mano de manera suave con una mirada llena de un intento de paciencia y cariño con la idea de sostenerla aun en esa decicion por lo que queria lograr en un futuro.

Ella dudó. Luego, con resignación y algo de alivio, asintió y le entrego la geringa con el medicamento. Se levantó lentamente la camiseta del pijama, dejando al descubierto la piel tersa y pálida del abdomen. en segundo la analizo analizo las  leves marcas de inyecciones anteriores se notaban si uno miraba con atención, pqueños intentos en algo que parecia dificil de acercarse a una realidad.

—Ni una palabra —advirtió ella.

El solo ladeó la cabeza y giró la jeringa entre sus dedos como si fuera una de sus dagas.

—Estoy hipnotizado. No tengo palabras.

—Loki...

—Lo digo en serio, tu valor me deja sin habla. Y tengo un fetiche con los abdominales bien formados —la miro guiñandole un ojo.

Ella soltó una risilla nerviosa, que se transformó en una exhalación temblorosa cuando él se arrodilló frente a ella, desinfectó la zona con movimientos suaves y preparó la jeringa con precisión quirúrgica.

—¿Lista? —preguntó con tono calmo, mirándola a los ojos.

—Hazlo antes de que me arrepienta.

La aguja entró. No le dolió tanto como temía. Él fue cuidadoso, lento, exacto, delicado como solo el sabía serlo con ella aun tratando de conter ese temor con sus dedos. Cuando terminó, apoyó suavemente la gasita contra la piel de manera delicada, y sin pensarlo demasiado, dejó un beso sobre el borde de su vientre. Cálido. Íntimo. Silencioso.

Una acción tan ya unica de el con ella. que la dejaba sorprendida, que aun así le sacó una sonrisa momentánea.

Ella parpadeó, confundida por el gesto. No por lo inesperado, sino por lo devastadoramente tierno que fue.

—¿Qué fue eso? —preguntó, sin moverse.

—Agradecimiento —respondió él—. Y respeto. A la mujer que pelea por crear algo incluso cuando el mundo... y su cuerpo, la ponen a prueba.

—Me vas a hacer llorar, idiota...

—Puedo traerte pañuelos. No me asusta tu llanto, a menos de que eso incluya el arrojarme cosas.

Ella bajó la camiseta con torpeza, aún con los ojos brillando, y se sostuvo del borde de la isla.

—Gracias por hacerlo tú. De verdad.

Loki se incorporó, con la jeringa ya descartada y el kit cerrado con chasquido de magia dejándolo a un lado.

—Lo haré cada vez que lo necesites.

—¿Como castigo? —dijo tomando una de las revistas que estaban cercanas y ojeandola minimamente.

—Como privilegio.

Hubo silencio. Un silencio cálido, cómodo, de esos que no necesitan explicación entre ellos. Louise se dirigió hasta la sala nuevamente y se recostó un poco en el respaldo del sillón, lo observó con cuidado, analizando sus pasos calmados y suaves que iban hacia ella. estiró la mano hacia él.

Loki se la tomó sin pensarlo.

⊱❑┇ _____ Stark ┇❑ ⊰

Decir que no me pesaba tenerlo conmigo en estos momentos era mentirme. Y aunque yo podía mentirme con bastante talento —me había entrenado para eso—, con Loki cerca todo se volvía más transparente de lo que me gustaría. Era mi apoyo. Catastrófico e irritante, como una tormenta elegante con complejo de rey caído... pero mío.

No podía estar más agradecida. Por cosas tan mínimas como el hecho de que fuera él quien me clavara una aguja en el abdomen con más delicadeza que la que yo tenía al lidiar con mis emociones. Para mí era solo otra dosis. Para él, parecía un acto sagrado.

Y eso lo volvía peor. Porque si seguía viéndolo así, como alguien que entendía sin necesidad de preguntar, iba a terminar creyendo que este mundo en el que vivía con él —con catálogos de decoración y discusiones sobre tapicería— era real.

Y eso me asustaba todavía.

Lo tenía frente a mí, había pasado ya un rato desde lo de la inyección y ahora seguía debatiendo con una mueca sobre si el gris tormenta combinaba con el "vinotinto imperial". ¿Qué se suponía que estaba haciendo un príncipe desterrado de otro planeta eligiendo conmigo sábanas para lo que claramente era nuestro... futuro hogar?

"Futuro hogar."

Dios. Decirlo en mi cabeza ya me daba vértigo y náuseas.

Lo último a lo mejor es por el medicamento.

A veces me preguntaba si esto no era todo un sueño. Uno largo. Uno delicado como una burbuja a punto de estallar.

Desde que caí de aquel puente. Desde que le entregué mi vida al jodido Darkhold. Desde que él volvió, sin un latido en el pecho pero con la misma maldita intensidad de siempre. Todo se había sentido... extraño.

Irracional. Hermoso, en el sentido más peligroso de la palabra.

¿Y si esto era solo un estado de shock? ¿Un espejismo que mi mente creó para darme algo de paz dentro del caos?

Sacudí la cabeza. No, no puede ser.

Si todo esto fuera una fantasía, Natasha no me seguiría el juego con ese nivel de sarcasmo comprensivo. Y papá ya me habría enviado a un centro de salud mental con habitación acolchada y terapia supervisada por inteligencia artificial.

Pero esa duda... esa jodida duda seguía ahí. Como una vocecita que susurra justo antes de dormir: "¿y si nada de esto es real?"

Lo miré. Y por un momento, me volvió a pasar. Esa sensación disociativa. Como si mi vida fuera una película que veía desde afuera. Una buena película, sí. Con presupuesto y un protagonista increíblemente atractivo. Pero ajena, no mia.

¿Y si esto no es mío?

Aparté las revistas con una frustración contenida, como si al barrer esos catálogos inútiles pudiera limpiar también el torbellino en mi cabeza. Me levanté, y sin pensarlo dos veces, fui hacia él. Me senté sobre sus piernas, de golpe, con ambas rodillas a los costados de su cuerpo, invadiendo su espacio como si fuera mío.

Porque en el fondo, lo era.

Loki me miró con esa expresión suya que mezcla fascinación y burla, como si disfrutara la intrusión pero se negara a admitirlo del todo.

—¿Tan pronto te hizo efecto el medicamento? —murmuró con media sonrisa, el tono grave, la mirada fija en mis labios.

Le tapé la boca con una mano.

—No hables —le pedí bajito, pero no sonó como una orden. Sonó... como una súplica.

Que mensa.

Lo miré, buscando algo. Una grieta. Una prueba de que estaba aquí. De que yo estaba aquí. De que no estaba soñando esta vida absurda donde un dios me aplicaba medicamentos hormonales, discutía sobre cortinas y me dejaba invadir su preciado espacio personal sin quejarse.

Lo observé en silencio, lo analice como nunca. Las pestañas oscuras, sus ojos de ese verde que podria catalogar como mi favorito, las facciones marcadas, el calor de sus manos apenas apoyadas en mis muslos. Todo parecía demasiado tangible. Y sin embargo, esa vocecita maldita seguía ahí, susurrándome que tal vez esto no era real. Que ningún universo donde yo fuera feliz duraba tanto.

—Necesito asegurarme —susurré, bajando la mano de su boca.

—¿De qué? —preguntó, con voz baja y curiosa como lo era el.

—De que estás aquí. Que esto no es algo que mi mente creó para... sobrevivir.

Loki no respondió enseguida. Me sostuvo la mirada. Me sostuvo a mí. Y entonces, levantó la mano con una lentitud que no era duda, sino reverencia, y la apoyó en mi mejilla. Su pulgar rozó mi piel como si tuviera miedo de quebrarme.

—Estoy aquí —dijo—. Contigo. Entero. Príncipe o no, muerto o no, aquí. Y si esto es un sueño tuyo... por los nueve reinos, ojalá nunca despiertes.

Su voz era baja, ronca con ese tono delicado que solo usaba cuando sabia que necesitaba oirlo. Y maldita sea, me dolía lo mucho que me hacía sentir con tan poco.

Me incliné hacia él. Apoyé la frente contra la suya y solo cerré los ojos. Sentí su respiración. Sentí sus manos —una subiendo lentamente por mi espalda, la otra aún sobre mi pierna— y por un segundo, solo uno, el mundo se redujo al calor de su cuerpo y a la forma en que me sostenía como si pudiera anclarme a la realidad con sus dedos.

era el, era real. todo esto lo era.

—Tengo miedo —confesé.

—Yo también.

Abrí los ojos, y él estaba allí. Tan cerca. La línea de su mandíbula. El leve brillo en sus pupilas. Esa mezcla insoportable de poder contenido y ternura disimulada.

—No sé qué somos, Loki—confesé en un susurro que casi me quema la garganta.

—somos lo que tú quieras que seamos.

—Eso no es justo —musite.

—No. Pero es cierto.

Mis manos encontraron su rostro. Lo enmarcaron con torpeza y determinación. Lo acaricié como si aún no pudiera creer que era sólido. Que era mío. con ese miedo absurdo a que desapareciera como neblina entre ellos.

—¿Y si esto se rompe? —pregunté.

Él sonrió. Esa sonrisa lenta, devastadora, con el filo suave del dolor pero ese amor que solo entendia de el, que me costaba comprender pero se entia tan bien tenerlo.

—Entonces lo pegamos. Con magia. Con pegamento. Con lo que tengamos a mano.

Mi boca rozó la suya. No fue un beso. Fue algo más peligroso. Una promesa latente, una pregunta aún sin responder. El tipo de roce que ocurre entre dos personas que ya se conocen desnudas, pero todavía tienen cosas que descubrir del otro.

Su mano subió por debajo de mi camiseta, cálida contra mi piel, y yo no me moví. No retrocedí. Lo dejé estar. Lo dejé tocar.

—Estás temblando —dijo, con la voz casi en mi oído.

—Lo sé...

—¿Por miedo?

—por ti...Por todo.

Lo sentí sonreír contra mi mejilla.

—Entonces déjame hacerte sentir otra cosa.

Me besó otra vez. no fue suave.

Fue como si me reconociera. Como si necesitara recordarme que estaba viva. Que él estaba vivo. Que eso que compartíamos —tan complicado, tan retorcido, tan jodidamente real— merecía tener un nombre, aunque aún no lo dijéramos.

Mis dedos se enterraron en su cuello y hasta su cabello. Sus manos me sujetaron con fuerza, con urgencia contenida. Y por unos segundos, pensé que podía dejarme caer ahí. Quedarme entre sus brazos, sobre sus piernas, con su boca y su cuerpo y su maldita magia envolviéndome.

Hasta que, por supuesto, la realidad decidió intervenir. Como siempre.

—¿revoltosa? ¿Tienes un segun—?

La voz de Natasha se cortó de golpe.

Me congelé. Sentí a Loki tensarse debajo de mí.

Giré apenas el rostro, temiendo esa reacción.

Allí estaba.

Nat. En el umbral de la puerta, con cara de "esto me lo voy a guardar para siempre". Y detrás de ella, el tío paleta. Parado como si acabara de entrar a un burdel de guerra.

Maldita sea, traume al Don decencia.

Yo claramente aun sentada a horcajadas sobre Loki. Con los labios hinchados. La camiseta algo subida. Y probablemente una expresión entre "me van a destrozar con burlas" y "quiero que la Tierra me trague y me escupa en Marte".

Fantástico.

Maravilloso. ¿Por qué no hacemos una fiesta ya que estamos?

olvidenlo solo me estoy volviendo loca.

—...¿interrumpo? —preguntó Nat con una ceja arqueada que decía lo vi todo y lo voy a usar en tu contra después.

—No —dije, demasiado rápido. Luego lo reconsideré—. O sea, sí. Pero ya están aquí, así que... demasiado tarde para negar lo obvio.

—Perfecto —respondió Natasha, como si no acabara de arruinar un momento emocional de altísima categoría—. Venía a dejarte unos archivos de S.H.I.E.L.D. Pero si estás ocupada... con Loki, puedo volver más tarde. O mejor nunca.

Steve, que seguía detrás como un pino navideño con complejo de estatua, finalmente alzó una ceja con lo que parecia ser un gesto desaprovatorio.

—¿Stark sabe que haces estas cosas en un área común?.

La miradita acusadora de rogers me provocó un sonrojo inmediato. Claro, como el nunca hizo cosas así ahora venía a juzgarme.

— ya déjalos, abuelito —regañó nat con una sonrisa burlona—. Igual no era nuestra intención interrumpirlos.

—pues aun asi lo lograron —murmuró Loki, sin siquiera molestarse en sonar diplomático.

Me bajé de su regazo con algo de dignidad y mucha resignación. Me arreglé la camiseta, aclaré la garganta y crucé los brazos como si eso eliminara lo que acababan de ver. aun me impactaba que no se acostumbraran a encontrarme en situaciones asi... digo, un rasgo que parecia a ver heredado fuerte mente de papá era el que me encontraran en situaciones sentimentoemtal eh intimanmente incomodas.

—¿Necesitan que firme algo? —me acerqué hasta donde estaba ella—. ¿Que arme un plan de defensa? ¿Restaure mi poca dignidad restante?

—Sólo los papeles. Aunque el último punto podemos discutirlo luego —sonrió Natasha, sentándose como si nada, aunque claramente se divertía con la escena.

Steve le pasó una carpeta con la misma expresión de quien preferiría estar corriendo diez vueltas al Central Park antes que compartir esta energía incómoda.

Pero había algo... algo más.

Los observé un momento. A ellos dos.

Y fue entonces cuando lo noté.

No fue algo que dijeran. Ni cómo estaban parados. Fue cómo Natasha tomó la carpeta de manos de Steve sin mirarlo directamente, y cómo él, sin pensarlo, le tocó apenas los dedos como si no supiera soltarla del todo.

Fue esa pausa minúscula. Ese espacio eléctrico que se forma entre dos personas cuando aún no se atreven a decir lo que ya sienten.

Lo vi. Lo vi con tanta claridad que casi me dolió. Ese "algo" que empieza a crecer cuando ya no hay vuelta atrás. Lo mismo que había entre Loki y yo, pero en su versión más contenida, más silenciosa. Más ellos.

¡Lo sabía!

Y por primera vez en mucho tiempo, me sentí fuera del centro. Como si los observara desde otra línea de tiempo. Como si todos estuviéramos caminando hacia un "algo", cada uno con nuestras propias complicaciones, heridas, y esperanzas necias.

Quizá eso era crecer. No sólo tomar decisiones sobre cortinas y fertilidad, sino también ver cómo los demás se permitían avanzar.

—Bueno —dije, rompiendo el silencio—. Ya que están aquí, ¿quieren opinar sobre muebles? Loki quiere importar un trono asgardiano con respaldo de dragón.

—¿Vivo o tallado? —preguntó Natasha sin parpadear.

—Depende del color de las paredes —contestó Loki.

Steve soltó una risa contenida, y por primera vez desde que entraron, el ambiente se aflojó un poco. nos dividimos, de alguna manera steve termino ojeando uno de los catalogos mientras loki le resaltaba los puntos de por que seria mejor que tdo fuera hecho por un artesano real de asgard.

—¿Sabes? —le dije a Nat en voz baja, mientras Loki y Steve debatían sobre el concepto de "sofá imperial"— Si tú terminas eligiendo muebles con el Capipaleta, me debes una explicación. Detallada. Y con fechas.

Ella me miró de reojo, con una sonrisa apenas curvada.

—Primero que ustedes lo formalicen. Luego hablamos.

Toqué mi pecho con dramatismo.

—Baja, Romanoff. Esa fue una puñalada con intención a matar.

—Esa era la idea.

Era raro ver a Steve mantener una conversación tan tranquila con Loki.

Y cuando digo rara, me refiero a ese tipo de imagen que uno pensaría que solo existe en series de televison muy optimistas o simulaciones holográficas mal calibradas. Pero ahí estaban: el Capitán América y el dios del caos intercambiando palabras... sin amenazas, sin escudos volando, sin conjuros ni sarcasmos demasiado afilados. Bueno, no. El sarcasmo sí estaba. Porque si Loki respiraba, había sarcasmo.

A mí y a Nat nos mantenían distraídas las sutiles burlas de mi caos favorito. Y, por un momento, no parecía que mi mundo estuviera a punto de incendiarse por décima vez.

Era como esas parejas que se juntaban a cenar y acaban discutiendo sobre qué equipo es mejor, como si eso tuviera algún sentido en la vida. Con la diferencia de que la historia entre Nat y Steve apenas empezaba —con esa tensión suave que aún no sabía si explotaba o florecía— mientras que la mía con Loki... bueno, la mía llevaba un desarrollo curioso, peligroso, emocionalmente catastrófico y con más giros que una temporada de telenovela turca.

—Oye... de hecho también veníamos por otra cosa —comentó Nat sin dejar de mirar la escena rara entre el debate de ellos dos, con ese tono suyo de "te voy a tirar información importante pero sin avisarte".

La miré, aún con un poco de calor en las mejillas después del show gratuito de hace unos minutos.

—¿Qué? ¿Se les olvidó entrar grabando antes de que hiciera una porno en la sala?

Ella apenas contuvo la risa y me dio un leve manotazo en el brazo.

—No, estás enferma. Las mañas de ese idiota ya se te están pegando, S.j —dijo con una sonrisa que era más cómplice que crítica—. De hecho, queríamos decirte que... puede que tengas compañía allá en Washington.

Mi cerebro entró en modo paranoico nivel Stark.

¿Otra persona más? ¿Quién? ¿Alessia? ¿Papá? ¿Mi tía perdida? ¿El espíritu vengativo de la decoración de los años 70?

—¿Qué clase de compañía? —pregunté con los ojos entrecerrados.

Natasha se encogió de hombros con un gesto casual, pero su mirada me analizaba como si ya supiera lo que iba a pensar.

—Steve. Se muda allá también. Hace poco le asignaron su nuevo destino y va a tener un apartamento cerca del complejo donde tú estarás trabajando.

Ah. Claro. Steve. El hombre con brújula moral y sonrisa de comercial de dentífrico.

¿Que podía ser peor?

—¿Steve... viviendo en Washington? ¿Por decisión propia o por chantaje emocional de Fury?

—Un poco de ambos, probablemente. Pero el punto es que el pensaba invitarte... bueno, invitarlos, a conocer su apartamento. Apenas se acomodo la semana pasada y se muda del todo, así que queria que lo vieras. Y que mejor que es cuando ustedes ya estén instalados también, algo así como una especie de fiesta improvisada por su nueva casa.

No me lo había imaginado del todo.

Siempre pensé que todos estaríamos eternamente atrapados en esta torre. Como una especie de familia no funcional con acceso ilimitado a tecnología, armas y conflictos emocionales mal resueltos. O, en mi caso, que terminaría encerrada para siempre entre las paredes del hogar de mi padre. Rodeada de historia, de legado, de espectros invisibles que pesaban más que las armaduras y su usual sarcasmo ante todo en la vida.

Pero ahora... ver cómo poco a poco todos empezaban a moverse, a cambiar, a tomar sus propios rumbos... me dio un pellizco en el pecho.

Como si la Torre o mi vida, ese refugio imposible, empezara lentamente a deshacerse entre nosotros.

—¿Y Steve está de acuerdo con que lleve a Loki? —pregunté con escepticismo—. Digo... es la única vez que lo he visto tener una conversación decente con él. Y creo que solo porque estaban discutiendo sobre tipos de madera.

—Supongo que siempre es bueno tener a tus enemigos de tu lado algunas veces —dijo Nat, tomando un sorbo de su botella como si esa fuera una verdad universal.

—Sí, bueno... a veces siento que tener a Loki demasiado de tu lado también te acerca peligrosamente al borde de la cordura.

—¿Y te molesta? aunque creo que en este punto del partido, tu lo terminaras enloqueciendo.

—¿Qué? ¿El borde? No. Me encanta vivir ahí. Lo que me molesta es que ahora lo decora conmigo y que claramente terminará en un loquero por mi bipolaridad.

Nat sonrió. Me miró con esa expresión que mezclaba fastidio, ternura, y el tipo de afecto que solo se le tiene a alguien con quien has compartido armas, secretos y botellas de vodka clandestinas.

—Te ves feliz, Stark.

—Me veo cansada, estresada, hormonal y con dos carpetas de muebles sin decidir y otras sobre un algoritmo asesino. Pero sí, feliz también.

Ella asintió, como si eso confirmara algo que ya venía sospechando.

—será la próxima semana. Steve quiere invitar solo a "los cercanos". Ya sabes, el club selecto de los emocionalmente disponibles y funcionales.

—¿Y nosotras calificamos?

—No. Pero nadie le quiso decir que somos un desastre con patas y mal caracter.

Sonreí. De verdad.

Me apoyé contra el respaldo del sofá y miré a Loki, que ahora sostenía una muestra de tela como si deliberara sobre su posible uso como capa informal.

Y entonces lo pensé:

Tal vez no todo estaba tan desordenado como creía.

Tal vez, entre el caos, las inyecciones, los muebles y los sustos existenciales... algo parecido a la paz empezaba a nacer.

Torcida, incompleta, sarcástica y demasiado emocional.

Pero real.

—Está bien —le dije a Nat—. iremos, pero no prometo que no terminemos quemando una parte de su departamento como regalo de bienvenida.

Ella me palmeó la pierna y se levantó.

—Lleva algo bonito. Y por el amor de todo, que ese idiota no vaya con una túnica brillante y una corona de esas que trae cuernos. Steve se está esforzando.

—Lo intentaré. Pero no prometo nada. Lo mío es el sabotaje emocional en pareja.

—Lo sé. Por eso te quiero —me dijo, saliendo de la sala.

Y por un momento, me quedé ahí. Mirando al dios que ahora sostenía una muestra de terciopelo como si decidiera el destino del universo.

Y pensé que sí. Que a pesar de todo, era feliz.

Y eso... eso ya era mucho decir.

Cuando Nat salió, dejándome con esa mezcla extraña entre cariño y ganas de esconderme debajo de una alfombra (preferiblemente una que Loki no haya criticado aún), me quedé en silencio unos segundos. Observando el caos de papeles, telas, tazas medio vacías de café, el kit del tratamiento aún sobre la mesa.

Y a él.

Sentado con las piernas cruzadas, girando una muestra de terciopelo azul entre los dedos como si fuera un oráculo. Había algo casi ridículamente encantador en cómo analizaba los detalles como si se tratara de estrategias de guerra.

Suspiré.

—cariño...

—Mmh —respondió sin mirarme, muy concentrado en su conflicto personal con la textura del terciopelo.

—Tenemos una reunión la próxima semana cuando estemos en la nueva casa.

—Ah, el horror, ¿otra vez? —dijo, con tono melodramático, dejando caer la tela sobre el respaldo del sofá—. ¿Otra reunión? Aún no estamos allá y ya tenemos que vernos con burócratas y escuchar sus aburridos parloteos.

—No. Bueno, sí, probablemente. Pero esta vez... es más como una fiesta. Steve nos invitó. Bueno, me invitó, pero Nat confirmó que tú también estás incluido.

—¿Rogers nos quiere allí por voluntad propia o perdió una apuesta?

—Se muda oficialmente. Tiene apartamento nuevo. Quiere que vayamos a conocerlo.

Loki frunció el ceño con ese gesto que usaba cada vez que alguien actuaba demasiado "normal" para su gusto.

— que curioso, estoy seguro que tu padre lo envio para cuidarte—enarco una ceja y me miro con esa tipica mirada de burla—. pero nosotros claramente no haremos nada asi.

— no todo gira a tu alrededor, cuernitos. todos estan haciendo su vida. hasta Tony esta planeando mudarse de aquí —tome un vaso con agua y lo voltee a ver otra vez mientra renegaba con la revista—. y creo que tambien seria mucho si hacemos algo asi.

el parecio poco convencido, y como no, aunque llevaran mese con el su confianza aun estaba en duda y el lo tenia claro.

— entonces... ¿Fiesta de inauguración? ¿Decoración con globos patrióticos y bocadillos que saben a cartón moral?

—Lo que tú digas. Pero sí, es una especie de pequeña celebración. Steve solo quiere que estén los cercanos.

—Interesante... —murmuró, aunque no parecía del todo convencido—. ¿Y tú quieres ir?

Lo miré y lo pense por un momento.

—Creo que sí. Quiero... ver cómo se siente. ya que viviremos ahi dentro de poco, con la diferencia de que estaremos entre libros magicos y expedientes de criminales.

—Entonces iremos.

No discutió. No puso una condición absurda. No hizo un trato ni sugirió cambiar el horario del viaje por diversión.

Solo lo dijo. Entonces iremos.

Me sorprendí. Y, honestamente, eso me asustó un poco más de lo que quería admitir.

Él se levantó con fluidez y caminó hacia mí con las manos entrelazadas a la espalda.

—Aunque antes de que te enfoques en eso... quiero que tengamos una cena.

—¿Una cena?

Eso... era nuevo.

—Sí. Algo... solo para nosotros. Sin catálogos. Sin JARVIS recordando horarios médicos. Sin interrupciones dramáticas de espías y supersoldados mientras estoy tratando de hacértelo en el sofá.

Lo miré con los ojos entrecerrados. Con desconfianza. Había algo raro en su tono. era demasiado solemne para una cena casual.

—¿Tú organizando una cena romántica?

—No la llamé romántica. La llamé... solo para nosotros. no me gustaria salir y sabemos que tampoco es conveniente.

—Ajá. ¿Y qué planeas? ¿Magia flotante, velas que cantan, copas que se rellenan solas? Parece que te gustó mucho ver la Bella y la Bestia ya que quieres hacer algo así.

—No —dijo, con una sonrisa ladina—. Eso sería exagerado, incluso para ti.

Lo odio. A veces. Mucho... Pero con amor.

—¿Entonces?

—Una mesa. Comida. Tú. Yo. Una conversación sin sarcasmo... o con muy poco. Además, Digamos que... quiero cerrar un ciclo. de alguna manera, le cumplí algo que le prometí a tu padre hace tiempo.

Lo sentí. En su voz. En la forma en que bajó la mirada por una fracción de segundo. Loki nunca decía exactamente lo que pensaba. Pero cuando dejaba entrever que algo importante venía... lo hacía con esa solemnidad suave que me descolocaba más que cualquier hechizo.

—¿Ah, sí? Has estado hablando mucho con Tony últimamente. ¿No será que ahora te estás enamorando de él?

Una risa apareció en su rostro. De esas que tratan de descifrar la estupidez que acabas de decir para luego hacer una mueca de asco convincente.

—Claro, preciosa. Tú solo fuiste la excusa para poder quedarme con el Hombre de Hierro.

Nos reímos los dos. Él trató de seguirme el juego aunque solo negó, y con un gesto inesperadamente suave, tomó un mechón de mi cabello y lo pasó detrás de mi oreja.

—"Cuando todos caigan... tú estarás conmigo cuando eso suceda." ¿Lo recuerdas?

Me tomé un momento para volver al pasado.

Y claro, ahí estaba: una de esas primeras interacciones con él. En la batalla de Nueva York. Aunque no fue tan romántico en su momento, considerando que tenía la intención de terminar con media ciudad... y tirar a mi padre por una ventana.

—Supongo que fue romántico para ti... quitando el hecho de que me arrojaste una mesa —dije, acercando una de mis manos al borde de su suéter.

—Bueno, el momento ameritaba algo de acción. Y aunque la mitad de eso no lo cumplí... puedo decir que, al menos, te tuve a mi lado.

Algo no me olía muy bien en esto. Y lo peor es que ahora... sonaba a cierre. Como si de verdad pensara que ya había cumplido.

—¿Debería preocuparme? —bromeé, intentando disfrazar cómo se me apretaba el estómago con cada palabra suya.

—Depende. ¿Te asustan las cosas que podrían cambiarlo todo?

¡por su puesto que me atrerraban!, Con este idiota no sabía que esperarme honestamente.

Porque cuando alguien como Loki quiere "compartir algo", es porque está a punto de hacer algo que claramente me va a dejar pensando o con el corazón destrozado.

—Dime la hora, el día... pero no me hagas vestirme como para una gala del MET.

—dame dos dias. Pero no te preocupes —dijo, dándose la vuelta con aire de conspirador satisfecho—. No será una gala. Solo... una noche que espero sea tranquila... por una sola vez.

Y se fue caminando como si no acabara de lanzarme una bomba emocional envuelta en terciopelo azul.

Genial.

Yo solo quería elegir muebles.

Ahora iba a tener que decidir si me peinaba como para una cena informal... o para el fin del mundo.

Pasaron dos días después de la "invitación a la cena" de Loki. Finalmente logramos ponernos de acuerdo en algunos puntos para la casa en Washington para que estuviera lista al momento de irnos para allá. A parte, yo aproveché para adelantar trabajo con S.H.I.E.L.D. al mismo tiempo que —en secreto— buscaba el contacto de una terapeuta nueva para cuando llegáramos. Necesitaba asesoramiento real. Uno que no viniera con subtítulos en latín, magia oscura o silencios incómodos.

Llevábamos desde la mañana configurando el algoritmo que supuestamente estaba "arreglado" por los Yung. Spoiler: no lo estaba.

¡Ja! lo sabía. Otra vez.

Así que comenzamos a reconfigurarlo desde cero con mi versión. Papá también lo miró con cara de sospecha desde el principio. Incluso él sabía que cuando algo salía tan perfecto en la primera revisión... era porque alguien lo había hecho mal con mucha intención. la idea era presentarselo a fury, tratando de respetar lo que los yung agregaron, pero conservando y mejorando mi trabajo y el de papá en el sistema.

Obviamente, unas manos extras siempre son necesarias en este tipo de catástrofes tecnológicas. Y quién mejor que Harold Joseph Hogan para acompañarnos en esta ardua, estresante y absolutamente caótica travesía.

—Happy, si vuelves a tocar ese botón sin revisar el submenú, te voy a poner a trabajar en el mantenimiento del piso cero —soltó Tony, sin siquiera alzar la vista del holograma.

—¡Estoy tocando lo que me dijiste que tocara! —replicó Happy, visiblemente ofendido—. Si no quieres que lo toque, no pongas botones gigantes, rojos, brillantes y parpadeantes como si dijeran "presióname y descubre que pasa".

—¿Y si mejor le das el control a JARVIS? —intervine, recostada contra la mesa mientras revisaba el diagnóstico—. Al menos él no suda encima del panel táctil.

—¿Sabes qué? Antes eras más amable cuando estabas medio muerta todo el tiempo —refunfuñó Happy.

—Sí, bueno. Las hormonas ahora hacen que en vez de morirme, mate—le sonreí de una manera amenazantemente aterradora.

Tony levantó la mirada, como si recién notara que llevaba escuchando nuestras estupideces durante los últimos diez minutos sin intervención oficial.

—¿Están listos para concentrarse o tengo que golpearlos con una regla de madera para que no se distraigan?

—Estoy trabajando —respondí, girando la pantalla hacia él con molestia—. Pero la subrutina de predicción de impacto sigue mal enlazada con la de navegación. Si Insight entra en órbita sin ese ajuste, la turbina se congela, y en vez de un sistema de vigilancia tendremos un trompo homicida flotando sobre la Tierra con misiles.

Tony asintió, sin pestañear.

—Excelente resumen, pequeña Stark. Si no estuvieras emocionalmente desequilibrada por tu tratamiento, te invitaría a beber algo.

—Aún puedes invitarme...

—¿y arruinar tu proceso? Ni loco.

Bufé, claramente no podía beber nada que tuviera alcohol, a duras penas mi organismo parecía absorber el medicamento, supongo que alteraron mi cuerpo para que mejor reaccionara a cosas que me hacen daño nocivo que algo que me mejorara en salud.

Malditos...

Happy nos miró, brazos cruzados, completamente superado.

—¿Están seguros de que esto es legal?

—Sí/sip —dijimos papá y yo al mismo tiempo.

—¿y... moral?

—Depende de cuánta esperanza tengas en la humanidad —le respondí, sin despegar la vista del monitor.

Pasó una hora más de trabajo, ajustes, maldiciones suaves, y un intento de Tony por amenazar con éxito a babas que decidió des configurar un prototipo. Fue entonces cuando mi padre dejó las herramientas sobre la mesa y me observó con esa mirada que venía con frases innecesariamente personales.

—Y bien... ¿qué te vas a poner para la cena?

Happy frunció el ceño como si acabara de entrar en una dimensión paralela.

—¿Qué cena?

—¡¿Qué cena?! —repitió Tony, claramente ofendido—. La cena. La de nuestra princesa traicionera con su dios emocionalmente inestable favorito. Esa.

Rodé los ojos. A veces odiaba tanto tener la sangre de ese desgraciado chismoso con buena memoria.

—Ya deberías dejar de espiar las grabaciones de las cámaras, Anthony.

—No son "grabaciones", son medidas preventivas de vigilancia afectiva. Muy distinto.

rode los ojos, tony tenia la mania de mirar lo que habia pasado en la torre cada que podia y por mas que tratara algunos de los archivos de la camarano se borraban del todo de la memoria de jarvis... por lo menos esa maquina respetaba los desnudos y algunos de los contenidos... explicitos en sonas comunes ya no tenian existencia alguna.

—No tengo idea qué me voy a poner. No dijo que fuera formal. Solo que era "una noche solo para nosotros". Sin interrupciones. Sin sarcasmo. O con poco sarcasmo. Lo cual, honestamente, ya es un logro tratándose de él.

—¿Y tú no sospechas nada?

—¿Qué se supone que debería sospechar?

—No sé. ¿Tal vez una confesión? ¿Una etiqueta? ¿Un "quiero formalizar lo nuestro con palabras que no impliquen guerra interestelar"? ¿Una trampa para separarte de mí lentamente mientras te envuelve en su plan maestro?

—No creo que quiera ponerle un nombre a esto... no es su estilo. Y yo apenas puedo decidir si quiero comer sopa o pasta sin ponerme irritable en el intento.

Happy levantó una ceja.

—¿Y le vas a dejar cocinar?

—Sí. Está emocionado. No quiero arruinarle el momento. Ya lo ha hecho antes y la cocina sigue en pie. Así que relax.

Happy lo miró con cara de "¿estás seguro de esto?" a lo que Tony respondió con un suspiro largo y resignado. Claramente, esto era una conversación que ya habían tenido. Varias veces.

Desde hace mucho, papá sabía lo que pasaba. Y como me dijo una vez: solo me queda desearte lo mejor y confiar en que no tenga que dispararle con el traje si algún día te rompe el corazón.

Un ejemplo de figura paternal.

—¿Y tú? —preguntó Tony, más directo—. ¿Estás emocionada?

Me quedé en silencio unos segundos. Tragué saliva.

—Estoy... nerviosa. Porque por una vez no sé si estoy esperando que pase algo... o si solo estoy feliz de que quiera compartir algo normal conmigo.

Tony se acercó. Y sin ese humor ácido, sin teatralidad, me dedicó una sonrisa cálida que me desarmó más que cualquier discurso lógico.

—Eso ya es mucho, pequeña. Quieras o no, estás haciendo algo que te daba pánico hace unos meses: dejando que alguien te vea de verdad. Aunque antes nos haya tratado de matar... aún no se por qué estoy permitiendo todos esto.

—Sí bueno, la vida da muchas vueltas... y ese alguien me vio llorar hace dos noches con una película sobre un perro que esperó a su dueño en una estación de tren.

—Entonces está listo para cualquier apocalipsis. Quien sobrevive tus berrinches catastróficos, ya tiene mi bendición.

Me reí. Fue una risa pequeña, pero genuina. Tony me revolvió el cabello y se apartó antes de que pudiera insultarlo.

—Anda, ve a arreglarte. JARVIS me dijo que el comedor huele a velas, pan recién horneado... y manipulación emocional.

—Perfecto. Justo como me gusta.

Happy nos miró a los dos con esa cara que uno pone cuando no sabe si reír o pedir vacaciones.

—¿Saben qué? Me voy. Ustedes son como una comedia trágica de época. Pero con superpoderes y trauma no resuelto.

—Y sin comerciales —dije, saliendo del laboratorio con las manos quemadas, la cabeza saturada y el corazón latiendo como un motor mal calibrado.

¿Y si no es una declaración? ¿Y si es solo una despedida bonita? ¿Y si me dice que lo pensó mejor y no quiere mudarse? ¿O peor... qué tal que se vaya a Asgard a conquistar otra vez su planeta y esto solo sea su forma elegante de "bye"?

Dios... ¿por qué siempre pienso lo peor de alguien que solo me ha dado lo mejor?

✩｡:•.─────  ❁  ❁  ─────.•:｡✩

Ya quiero que empiece lo que tengo planeado para Nat y Steve, Mientras seguimo' traumando a Loki y Lou.

Bueno mis criaturitas del caos,
como les dije en el anuncio, este capítulo fue más tranquilo. Una especie de "calma antes de la tormenta", o como me gusta llamarlo: el respiro que no van a volver a tener por un buen rato. :)

El domingo, desde las 12:00 a.m. (porque claramente no conozco el concepto de dormir), empieza el maratón de capítulos. Estoy tratando de que no salgan tan eternos como todo el universo del UCM, pero sí lo suficientemente intensos, bien escritos y con drama de calidad, como a ustedes les gusta. 💅✨

Gracias, de verdad, por cada voto y cada comentario. Ustedes no saben el poder energético que tienen sobre mí. Son como el café de los escritores de fics: me mantienen viva y escribiendo. Así que sigan haciéndolo, por el bien común.

Nos vemos el domingo.
¡Les amooo! 💖