Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

55. 𝐋𝐚 𝐞𝐜𝐮𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐫𝐨𝐭𝐚

✩。:•.───── ❁ ❁ ─────.•:。✩

✩。:•.───── ❁10.7k❁ ─────.•:。✩



Se sentía frío el suelo, el concreto rasposo debajo de sus pies la obligaron a avanzar hacia adelante, se sentía diminuta, pequeña ante ese ambiente hostil.

El olor a formol, sangre vieja y óxido le llenó las fosas nasales. Un perfume familiar del horror. Los gritos desgarrados detrás de puertas cerradas, el chirrido de bisturís cayendo al suelo y las luces parpadeantes que zumbaban como moscas eléctricas la alarmaban. Era conocido ese lugar, ese pasillo y sus puertas marcadas con números rojos. En cada una se oían voces: unas lloraban, otras rezaban en ruso. Un susurro metálico: "эксперимент 02... ждет".

Hasta que unos pasos, detrás de ella, la paralizaron.

Un suspiro ahogado le heló la espalda. Lo conocía.

Era él.

Ese hombre, ese monstruo con bata blanca. Sus zapatos manchados con algo oscuro dejaban huellas pegajosas en el suelo. El brillo quirúrgico de sus lentes redondos y esa sonrisa torcida como bisturí.

No podía hablar, cada que trataba de hacerlo, un pitido llenaba su cabeza. Alto. Penetrante. Un zumbido que vibraba en su cráneo como un enjambre. Una presión constante, como si algo invisible apretara su garganta desde adentro. El científico... ese hombre le hablaba. Gruñía entre dientes palabras sueltas en ruso: "тихо... мышка... ты дома..." |tranquila...ratita... estás en casa| Pero no le entendía del todo. O no quería entenderlo. Era más grande que ella, gigante, deformado por la pesadilla. Se miró las manos y estaban más pequeñas. El cuerpo... ella lo era. Era esa niña.

La "ratita" con la que experimentaban y se divertían golpeando. La que se desmayaba sin gritar. La que dejaron en una celda sin ventanas.

—Has vuelto a casa... —sonrió, poniéndose en cuclillas para observarla mejor. Sus pupilas parecían dilatadas de emoción—. Hydra nunca olvida a sus hijos... ¿lo sabías?

Eso la dejó pasmada.

Intentó hablar pero su garganta era carrasposa. Como si le hubieran arrancado las cuerdas vocales con una cuchilla de afeitar oxidada. Solo salía un sonido agónico, un quejido animal.

Trató de retroceder, buscar una salida, pero el pasillo parecía alargarse con cada paso. No podía moverse. Sus pies estaban congelados al suelo. El hombre la tomó del brazo —su piel ardía al contacto— y la arrastró por todo el pasillo. Las paredes parecían derretirse, goteando sangre espesa desde las lámparas. Las puertas gritaban como miles de voces y golpes que trataban de salir de lo que parecia ser un infierno adentro.

Parecía no tener fin.

Sus pies se arrastraban contra el suelo mientras trataba de zafarse. Las uñas se le rompieron intentando agarrarse de las paredes o tuvos cercanos, parecia que no tenia la fuerza para safazse de ese agarre. la arrastro hasta llegar a una sala. Una habitación oscura, con luz blanca clínica, parpadeante. Las sombras se retorcían en las esquinas. En el centro, una máquina vieja vibraba como si respirara.

En ella estaba sentada esa figura.
Grande. Oscura. Triste y fuera de sí.

Era el Soldat.

Sintió su respiración agitada, la garganta se le cerraba, el corazon le latia como loco. Esos ojos azules cristalinos parecían fundirse en una oscuridad profunda que la abrumaba. Brillaban, sí, pero no con esperanza o vida. solo habia un vací como el de un pozo sin fondo. Como si ya no quedara alma dentro.

Trató de gritar más fuerte, un intento de súplica que rasgaba su garganta en intentos fallidos. El pitido en su oído izquierdo se volvió insoportable. Ya no sabía si era sueño o recuerdo, todo se sentia tan real que le daba miedo.

—Acércate... sé que quiere saludarte.

El hombre la empujó con brusquedad ante el Soldado. cayo al suelo u su cabello —ahora largo—le tapaba su vista, se sentia ahogada entre cada bocanada de aire que trataba de tomar, estaba agitada. alzo su vista con terror al distingir esa botas negras de cuerina llenas de tierra humeda, Lo miró con terror. Con esa mezcla de trauma infantil y reconocimiento. Como si viera al mismísimo demonio, como si sintiera que en cualquier momento la aplastaria con su sola presencia.

Pero algo había de diferente en él.

Su mirada se veía perdida y cansada. Como cuando se quedaba a cuidarla afuera de su celda, como cuando le pasaba una manzana escondida. Como cuando le susurraba una que otra palabra de aliento.

—Él te estaba esperando... igual que yo... igual que todos nosotros.

Esa última frase le erizó la piel. La habitación pareció llenarse de otros niños. Niños sin rostro. Niños con agujas clavadas, con golpes y laceraciones. Todos observándola. Todos llorando en silencio.

La mirada del Soldado cambió.

Se veía molesta. Inhumana. Como poseída.

Y entonces, habló.

Zima...

Esa voz carrasposa, distorsionada entre un recuerdo antiguo y una pesadilla. Lo vio levantarse de golpe. Las correas de su silla cayeron al suelo como serpientes muertas. Su brazo de metal brillaba. Estaba afilado en los dedos. Un zumbido se encendió con cada movimiento uno mas fuerte que el otro.

Y no dudó.

La tomó del cuello.

Los dedos fríos y duros de titanio vibranium la rodeaban como tenazas. Ahogándola. Ella pataleaba, arañaba el brazo, buscaba con desesperación oxígeno y poder liberarse de el. Las uñas se partían, se veain los rastros de sangre en el metal que brillaba con la luz blanca del lugar.

Y entonces...

Se vio a lo lejos.

Una segunda versión de sí misma. Ella  adulta, observando impotente desde una esquina de la habitación. Viendo a la niña que fue, convulsionar en el aire, colgada del cuello por esa bestia. Viendo al científico reír. Reír con un eco que se retorcía dentro de sus huesos.

"Zima... zima... маленькая крыса... ты принадлежишь нам."|pequeña rata... aun eres nuestra.|

Ella trató de gritar. De intervenir. Pero algo le cosía la boca. Cada palabra intentada era una puñalada en la lengua. Ambas eran una. Ambas estaban atrapadas.

Y ambas sabían que no era un simple sueño.

Era un recuerdo que jamás moriría.

Un código que nunca se borró del todo.

El pitido no paraba. Las luces del laboratorio se fundían con el zumbido de la máquina. El Soldado le apretaba más fuerte la garganta. Sus pies ya no tocaban el suelo. Su rostro se tornaba rojo, luego morado. Sus ojos se clavaban en ella misma, en esa versión adulta e inútil que no podía detener nada.

El brazo de metal vibró una última vez antes de que todo explotara en un silencio blanco.
Un destello.
Una sacudida.
Un ruido de cristales.
Y luego...

Un gritó.

Un grito real. uno aterrador. Que desgarró la noche y la habitación.

—¡Louise! —la voz de Loki fue lo primero que se oyó, ronca, desesperada—. ¡despierta, por los Nueve...!

Ella se incorporó de golpe en la cama del hotel, los ojos desorbitados, empapada en sudor, con la bata pegada al pecho y el cuerpo temblando violentamente. Estaba jadeando como si hubiera corrido un maratón bajo el agua. Las manos, el cuerpo, el corazon le temblaban. Y el grito seguía saliendo, pero ya sin sonido.

Estaba ahogándose.

No podía respirar.

Sus manos estaban en su cuello. Buscaban el brazo metálico, ese que ya no estaba.
Seguía sintiéndolo, se sentia trapada y axficiada.

—¡No! ¡No-no-no, suéltame! —sollozó, golpeando con una fuerza descomunal a Loki sin reconocerlo aún. Su puño le dio en el hombro y luego en el pecho—. ¡Déjame en paz!

El aguantó, no era la primera vez que pasaba por esas pesadillas. Pero está, tenía más dolor, más fuerza que ella no sabía cómo controlar.

—¡Eres tú, estás conmigo! —Loki la sostuvo con fuerza, sin soltarla, aunque ella se debatía como un animal atrapado—. No es real, estás a salvo. Estás aquí. En el hotel. Conmigo.

Ella lo miró un segundo, pero sus ojos no lo veían, todo estaba borroso. Seguía en la sala. Seguía en ese cuartel de Hydra. Seguía siendo una niña.

—¡NO ME TOQUES! —chilló—. ¡No quiero volver! ¡No quiero que me lastimen! ¡No más agujas! ¡No más castigos!

La lámpara de la mesita de noche explotó en mil pedazos. La magia y su poder inestable  empezaba a activarse otra vez.

Loki reaccionó al instante, apretándola contra su pecho con un hechizo suave de contención, envolviéndola en un campo de energía cálida para intentar protegerla de sí misma.

—Estoy aquí, _____ —dijo en un tono mucho más bajo, con los labios rozando su frente—. Soy yo, soy real. No hay científicos, no hay laboratorios... No estás en Rusia. No estás sola.

Ella lo escuchó decir eso... y algo se quebró.

Su cuerpo dejó de resistirse. Empezó a llorar. Llorar con fuerza, con el pecho retorciéndose, con el alma escupiendo veneno ácido. Las lágrimas no eran suficientes. Se le escapaban los alaridos, los espasmos, los recuerdos.

Loki la meció como a una niña pequeña, repitiendo su nombre en voz baja, mientras afuera la lluvia golpeaba las ventanas del hotel con violencia. trataba de sostenerla, em mismo sabia que era tener ese tipo de sueños, con la diferencia que se habia acostumbrado a solo despertar y no hacer ni un solo ruido despues de tenerlos.

Cuando por fin logró respirar de nuevo, su rostro seguía escondido en el cuello de Loki. Las uñas clavadas en su espalda. El cuello aún estaba rojo.

La voz apenas le salía, como si sus cuerdas vocales estuvieran desgastadas despues de tantos intentos de gritar por ayuda.

—Me... me estaba... matando...

—No lo logró —murmuró Loki, acariciándole el cabello empapado—. No lo hará, no puede.

—Yo... me vi... vi cómo la ahorcaba. A ella. A mí. ¡A las dos!

—Lo sé.

—Él estaba ahí, Loki. El bastardo. Él lo permitió.

—No tiene poder sobre ti. El ya no está vivo, ____. tu misma te encargaste de eso...

Ella cerró los ojos con fuerza, pero la silueta del brazo metálico seguía latiendo en su retina. Las luces blancas. El olor a formol.

—No puedo respirar bien... me duele el pecho...

—Estás hiperventilando —le dijo con calma, aunque por dentro estaba hecho pedazos—. Respira conmigo. Escucha mi voz. ¿Si? Concéntrate. Inhala... así... ahora suelta...

Un trueno sacudió las ventanas.

Ella intentó obedecer. Tosía, se atragantaba con sus propias lágrimas, pero seguía su ritmo. Loki la acunaba contra él, sus dedos enredándose en su cabello húmedo.

Aún temblaba.

Aún estaba en guerra consigo misma. Hasta que su respiración se controló un poco.

La habitaciónestaba en penumbras. Solo quedaban los destellos de los faroles de la calle filtrándose por las cortinas del hotel. La lámpara rota chisporroteaba aún, con una fragancia leve a cable quemado flotando en el aire. Loki la sostenía con cuidado, como si tuviera miedo de que se deshiciera entre sus brazos.

Ella se había calmado... más o menos. Al menos ya no gritaba. Pero su cuerpo seguía rígido, tenso, los ojos abiertos y fijos en la nada. La respiración aún irregular se aparto de el dandole la espalda, a la orrilla de su lado de la cama.

—¿Quieres hablar de lo que viste? —preguntó el en voz baja, sin apurarla.

No hubo respuesta. Solo silencio.

Hasta que ella se pasó la mano por la cara, temblorosa, empujando el cabello mojado de sudor hacia atrás.

—No fue nada —murmuró.

—Eso no fue "nada", Louise.

—Fue un sueño. Los tengo desde que tengo memoria, ya lo sabes, es normal.

Loki la observó desde la el reflejo del espejo de la habitacion, con ese gesto silencioso que usaba cuando sabía que le estaba mintiendo. Pero no la presionó. Solo la acaricio un poco más, sentado a su lado, con las piernas dobladas sobre la cama, dejando que ella se acomodara si quería.

Ella suspiró, harta de sí misma, odiando sentirse así de expuesta.

—Era el pasillo. El de antes —dijo, como si eso bastara—. El concreto, el olor a formol...

—¿Hydra...?

Ella asintió apenas.

—Y él estaba ahí. Ese maldito infeliz con bata blanca.

—¿El científico?

—Sí... aunque ni siquiera recuerdo si tenía nombre. Solo era... el tipo de las jeringas, las grabadoras, el que se reía cuando me lastimaban... Ese.

Calló un segundo. La voz se le quebró, pero no dejó que se notara. Se levantó de la cama, como si necesitara sacarse la pesadilla del cuerpo, y se cruzó de brazos. Tratando de contenerse a sí misma.

—Me hablaba, pero no le entendía. Como si me hablara en ruso. O... como si me hablara a través del agua —susupiro y agito su pierna contra el suelo—. Y yo era... pequeña otra vez. Tenía las manos chiquitas... No podía ni correr.

—¿Te hizo daño?

—No. No él. El otro —tragó saliva, torciendo el gesto como si le costara decirlo—. Él... me llevó con el soldat. Estaba ahí. Sentado. Esperándome. Como si no hubiera pasado ni un solo día.

—el soldado...

—si... pero había algo —contesto seca. Casi automática—. No era él. O tal vez sí... No sé. Tenía los ojos apagados, como cuando... como cuando me cuidaba en la celda después de que me dejaban medio muerta.

Loki se levantó despacio y caminó hasta ella. No la tocó. Solo se puso a su lado, esperando.

—el hombre de tu pesadilla... dices que lo conocías antes ¿no?

Ella nunca le contó mucho sobre el "soldat". De hecho, era muy poco lo que sabía Loki sobre su pasado en sí. Sabía que habían cosas pesadas involucradas en el, como un científico, esa organización y hasta su propia "madre". Pero ella casi no se permitía hablar más de eso. Solo lo "necesario".

— lo conocí ahí adentro, cuando era niña —volteó a mirar a Loki y luego se dirigió hasta una de las ventanas cercanas—. El siempre tuvo una mirada fría...

Ella respiró hondo, trató de ver hacia la ciudad. Las luces titilaban pero la lluvia las volvía distorsionadas, como si reflejo.

— otras veces era vacía...—continuó— se notaba mucho que el no quería estar ahí tampoco.

Loki se acercó hasta la ventana y con una mirada le ofreció un abrazo, pensando que tal vez ella se negaría. Pero al contrario ella lo aceptó.

— sabes... siempre me pregunté que sucedió con el cuando escape de ahí.

—¿te preocupaste por alguien que te llegó a lastimar? —cuestionó contra su cabello—. Eso no tiene mucho sentido, linda.

_____ suspiró.

— lo sé, pero con el tiempo entendí que, así como yo, el tal vez tenía un lado humano... lo veía en sus ojos, cuando se lo llevaban por actuar de una manera más compasiva conmigo.

El recuerdo de esa mirada azulada estaba grabada, como un tatuaje, en su memoria. Cómo llegó a ser con ella; esa dualidad que manejaba entre un ser condescendiente a una máquina de tortura y muerte.

— se que lo tenia, aunque ellos lo jodieran como a mí, pero mil veces peor.

Loki la tomó por los hombros y la miró fijamente, trataba de analizar que pasaba por su cabeza.

—sabes... viéndolo de ese modo, creo que tienes un patrón —enarco una ceja acompañado de una sonrisa burlona—¿segura que no has hablado de esto con tu terapeuta?

Ella le golpeó el brazo. Entendía que trataba de calmar el ambiente, hacerlo menos tenso, pero eso solo la desquiciaba (con una sonrisa imposible de ocultar).

—a veces me pregunto cómo es que me enamoré de un estúpido como tú...

El río, era poco lo que podía hacer por ella. Pero por lo menos lograba sacarla poco a poco de ese tormento.

—Claramente tienes un gusto exquisito —respondió él, encogiéndose de hombros—. Con una tolerancia absurda al sarcasmo y mis comentarios .

Ella apretó los labios y miedo hacia el ventanal, veía las gotas deslizarse entre la lluvia.

Loki la miró sin pestañear, como si hubiera escuchado algo que dolía más de lo que esperaba. La forma en que sus dedos volvieron a tocarse el cuello lo dejó en silencio un segundo más de lo normal.

—Me... me llamó —continuó ella con voz baja—. Me dijo Zima. Y luego me agarró del cuello. Me levantó. Me estaba ahorcando, Loki. Me estaba matando.

Sus dedos recorrieron su cuello. Como si aún pudiera sentir las marcas invisibles. Como si el metal estuviera ahí.

—Y luego me vi. A mí misma. Mirándome. Como si estuviera fuera del cuerpo. Y nadie me ayudaba. Solo el científico, riéndose. Como si todo fuera... gracioso.

Se calló. Bajó la mirada. Los hombros caídos.

Entonces Loki habló, con voz firme pero suave:

—No tienes que decirme más si no quieres. Pero no finjas que fue "solo un mal sueño". Esto no fue nada normal.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que llore? ¿Que lo cuente todo? ¿Qué... me rompa en pedazos? —espetó, sin mirarlo—. No funcionó en los laboratorios, no va a funcionar ahora. Así es como vivo. Así es como respiro.

Loki la miró un largo segundo. Después de tanto tiempo, ya no se molestaba por las defensas. Por la rabia. Por las palabras cortantes. como el, entendia que a veces solo podia guardarse esos miedos y dolor aunque no fuera lo mejor.

—Perfecto. Entonces la próxima vez que te estés asfixiando sola en la cama, recordaré no interrumpir tu sesión terapéutica nocturna.

Ella le lanzó una mirada de advertencia, pero no contestó.

—Está bien, no voy a obligarte a nada —agregó, esta vez más suave—. Pero si vas a romper algo, que no seas tú. Despiértame. Grita. Golpéame si hace falta. Aunque, si no es mucho pedir, intenta no dislocarme el hombro la próxima vez. Este lado lo necesito para ayudarle a Tony en el taller.

Ella rodó los ojos, pero se mordió la sonrisa.

—¿Siempre eres tan dramático, frosty?

—¿y tú siempre eres tan violenta, mi reina del berrinche?

Ella frunció el ceño y ladeó su sonrisa.

—¿Siempre eres tan inútil en primeros auxilios?

—Tú no necesitas un médico. Necesitas un exorcismo, una terapeuta y una tonelada de chocolate.

Ella respiró por la nariz. Se estaba calmando. No lo decía, pero estaba agradecida.

—Solo... no te encierres ahí de nuevo, Lou —repitió Loki, con un suspiro—. Ya bastante tenemos con las habitaciones de hotel que quedaran embrujadas por tus traumas.

—Sí... bueno —se giró hacia la cama, con el ceño fruncido—. La próxima vez, elegiré yo el hotel, papá escogió este con ambiente de celda soviética post-traumática.

—O que te compre una piñata para que le pegues cuando despiertes.

—Si tiene forma de científico, acepto.

—Hecho, mejor te la doy yo. Pero la rompes tú, yo no quiero terminar crucificado por semejante fetiche.

Ella se recostó, de espaldas a él, aún temblando levemente. No lloraba. No hablaba. Pero ya no estaba atrapada. Y Loki, aún sentado al borde de la cama, la vigiló en silencio. Solo por si acaso.

Lou no sabía cómo agradecerle sin romperse. Así que solo se quedó quieta. Y rezó, en silencio, para no soñar con ellos otra vez.

La habitación estaba finalmente en silencio.

cuando ella dormía, esta vez en paz. Se notaban como sus párpados se relajaban lentamente, las manos sin tensión, el cuerpo cubierto con la manta hasta los hombros. Loki estaba sentado en la silla junto a la cama, aún en la misma postura que había mantenido durante casi una hora, como si moverse pudiera volver a romperla.

Le había costado más de lo que esperaba conjurar el hechizo.

Nada muy fuerte. Nada intrusivo. Solo una capa de tranquilidad mágica tejida con cuidado sobre sus sueños, una especie de velo protector que la mantuviera lejos de cualquier recuerdo que aún sangrara en su subconsciente.

No quería que ella supiera que lo había hecho. La última vez que hizo algo así, casi termina castrado.

Solo quería que pudiera descansar.

Y ahora, en la madrugada profunda, con los ojos aún abiertos y la garganta seca, hizo algo que le molestaba más de lo que admitía: deslizó el dedo por la pantalla del teléfono que ella había dejado sobre la mesa de noche y buscó un contacto que jamás pensó que usaría voluntariamente.

Si estás llamando para decirme que te rendiste con ella, dime que por lo menos lo hiciste con estilo —dijo Tony al contestar. Su voz estaba ronca, evidentemente recién despierto, pero cargada de sarcasmo automático.

—No me rindo. No con ella —dijo Loki, con un tono más bajo de lo habitual—. Pero esta noche... no supe muy bien qué hacer.

El otro lado quedó en silencio unos segundos. Luego Tony volvió a hablar, más serio.

—¿Qué pasó?

—Pesadilla. Una de esas que no son recuerdos, sino agujeros. Despertó gritando y jadeando. Sudando como si la hubieran arrastrado desde el fondo del océano. No sabía quién era. No me reconocía.

Tony dejó escapar un largo suspiro.

¿Fue el tipo ese?

—fueron ambos, supongo, pero... sí. El soldado y el científico. El lugar de donde escapó m. Dijo que el suelo estaba frío. Que su garganta ardía. Que no podía hablar sin que algo la castigara por dentro. Tenía los ojos de una niña atrapada en un cuerpo que le duele.

—murmuró Tony, más suave—. Los conozco. Lo vivi con ella muchas veces. Desde que tenía unos quince... algunas noches me tocaba despertarla a los gritos. Decía nombres que yo no conocía. A veces hablaba en ruso. Una vez la encontré intentando ahogarse en la bañera sin siquiera saberlo.

Loki bajó la mirada.

—No sabía que era tan profundo.

Porque ella no quería que nadie lo supiera. Fingía. Se armaba rápido. Salía del baño diciendo que se había caído, que estaba todo bien. Pero cuando tenía dieciséis, empecé a saber reconocer los signos. Esos silencios raros, sus pupilas dilatadas. Cómo se cubría la garganta al despertar. Me decía que eran sueños. Pero no eran sueños. Eran pesadillas, unas que ni yo me podría imaginar. Claro —añadió con ironía suave—, sin mencionar las que me causaste.

El último comentario casi le saca una sonrisa, pero no del todo.

—¿Qué hacías? —preguntó Loki, con cierta urgencia que no logró disimular.

Tony soltó una risa seca.

—¿La verdad? Lo que podía. A veces me quedaba despierto en una esquina hasta que amanecía, solo para que supiera que no estaba sola. Le dejaba un chocolate amargo en la mesa de noche con una nota estúpida que decía: "tú puedes más que esos sueños". No siempre funcionaba. Pero cada vez que volvía a salir del cuarto, con los ojos secos, yo pensaba: "un día más". Como esas frases típicas que dicen en rehabilitación.

Loki respiró profundo. El nudo en su pecho lo apretaba.

—No sé si puedo ser eso.

No tienes que ser yo, es imposible —dijo Tony—. Solo tienes que ser tú, pero sin desaparecer cuando ella se quiebre. Créeme, lo único que necesita ahora es que no huyas.

—No huyo, no lo he hecho así que deja de repetírmelo como si fuera a hacerlo —replicó Loki con un orgullo que sonó más cansado que feroz.

Ya lo sé, te lo repito por qué se que no lo harás... me lo repito a mi mismo en ese sentido —dijo Tony, con una calma que no siempre mostraba—. Por eso la dejé ir contigo, aunque sigo con mis dudas, Snape.

—¿Y si no basta?

Entonces te vas a quedar con ella igual. Porque eso es lo que hacemos los idiotas que amamos a ____ Stark. Aguantamos. Aunque nos arrastre el demonio.

Loki se quedó en silencio.

—¿Sabes qué más hacía? —añadió Tony—. Cuando no quería hablar, le ponía música. A bajo volumen. En el cuarto. Siempre una pieza instrumental. Nada con letra. Para que no se sintiera obligada a reaccionar. Solo que supiera que alguien pensaba en ella desde afuera de esa jaula mental.

—¿Funcionaba?

No. Pero le hacía compañía.

Loki asintió, aunque Tony no podía verlo.

—No me gusta pedir ayuda.

Y sin embargo aquí estás, llamando a tu casi suegro a las cuatro y media de la madrugada. Estoy tan orgulloso que me voy a tatuar tu nombre en el brazo derecho.

—Eres insoportable.

Y tú estás enamorado de mi pequeño desastre, estamos a mano.

Silencio.

Gracias por llamar, Loki. Aunque te arruine el ego.

—No lo hice por ti.

Lo sé. Lo hiciste porque te duele que ella tenga que dormir con hechizos para no colapsar.

—Sí.

Entonces, te lo repito: solo quédate. Solo hazle saber que cuando despierte... no está sola.

Loki cerró los ojos un momento, exhausto.

—Buenas noches, Stark.

Cuídala.

Y colgó.

Loki dejó el teléfono a un lado y volvió la vista hacia ella.

Dormía aún. En paz. En silencio. Como si el hechizo, al fin, la hubiese cubierto por completo.

Por su mente pasaban demasiadas cosas, hiladas con desorden: ¿cómo había llegado hasta ahí?, ¿por qué estaba sentado frente a ella, tratando de mantenerla entera cuando él mismo sentía que su mundo se estaba desmoronando?, ¿cuándo fue que la oscuridad dejó de darle poder... y empezó a darle miedo?

Llevaba días replanteándose todo.

Antes era caos. Un nombre entre sombras. La sombra de su hermano. El hijo adoptivo de un padre que nunca lo eligió. Una amenaza elegante en busca de algo que nunca supo nombrar.

Y ahora...

Ahora estaba allí. Velando sueños ajenos. Llamando a Tony Stark como un hijo preocupado. Sosteniendo a alguien que lo había tocado con luz. Una luz que él no pidió... pero que no quería perder.

Pensó en Frigga. En lo que ella diría si lo viera así.

Tal vez sonreiría. Tal vez lloraría. Tal vez lo abrazaría sin decir nada, y con eso bastaría.

Tenía miedo.

No del amor. No de la vulnerabilidad que tenia con ella.

Tenía miedo de que amar lo cambiara tanto, que ya no supiera volver a ser quien era antes. De que, cuando ya no quedara nadie que lo odiara... él mismo no supiera quién era sin ese odio.

Y en ese instante, sintió que el espejo que había sostenido durante toda su vida estaba comenzando a resquebrajarse. No por una traición. No por una derrota.
Sino por algo más simple. Más aterrador.

Porque por primera vez, alguien lo había amado sin intentar destruirlo.

Y lo peor —o lo mejor— era que él también estaba aprendiendo a quedarse sin destruir.

El verse así, más midgardiano que dios, lo hacía sentirse fuera de lugar. Como si estuviera usando una piel ajena. No era él. No era lo que conocía. Lo suyo siempre había sido el filo, la distancia, el control. Y sin embargo, ahí estaba: meses después del desastre con Malekith, respirando dentro de una segunda oportunidad de vida que no pidió... pero que tampoco rechazó.

Ya no luchaba por un trono.
Ni por la atención de un padre ausente.

Ahora luchaba por algo mucho más pequeño, pero mucho más real:
por alguien.

Por alguien que dio todo por traerlo de vuelta, incluso cuando ya estaba reconstruyendo su vida sin él. Por alguien que se volvió más fuerte a través de la oscuridad, que buscó respuestas en lugares prohibidos, que renunció a principios y comodidad con tal de encontrar su propio poder... y que, en ese proceso, también lo salvó.

Ella había peleado con su familia, con sus amigos, consigo misma, solo para permitirle volver a ser parte de su mundo. A veces con dudas. A veces a la fuerza. A veces con los dientes apretados.

Pero lo metió.

Lo arrastró a su caos y lo hizo parte de el.

Ese mundo en el que ella aún busca un lugar para pertenecer, entre cicatrices y preguntas sin cerrar, lo había elegido a él como su primera calma.

Como la pausa entre el pasado que la perseguía y un futuro que todavía no sabía si quería. Como una promesa sin palabras de algo parecido a una familia, si alguna vez decidía construir una.

De lo que ya estaban intentando construir juntos, incluso sin ponerle nombre aún:
Una posibilidad de hogar. De familia. De un futuro.

El tratamiento lo había cambiado.

No físicamente —aún no lo suficiente—, pero sí por dentro. Lo había obligado a pensar en cosas que jamás se permitió imaginar.

En un hijo.
En una hija.

En una criatura que llevara parte de ella y parte de él. Una vida nueva, pequeña, a la que tendría que proteger... y que podría arruinar sin querer.

La idea le hacía ilusión.
Pero también lo aterraba.

¿Qué pasaría si era como Odín?

Duro. Lejano. Intransigente. Capaz de destruir sin darse cuenta todo lo que intentaba preservar.

¿Y si, peor aún... era como Laufey?

Frío. Violento. Ciego al amor. Monstruoso en todo sentido.

¿Qué clase de padre podía ser alguien que no supo siquiera ser hijo?

No sabía qué versión de sí mismo sería si ese futuro se hiciera realidad.
Solo sabía que, por primera vez en siglos, quería ser mejor.

Y no sabía cómo lograrlo.

Madre... —murmuró, casi sin voz—No sé cómo hacer esto. Dime qué hago. Qué no debo hacer. Dime si soy capaz.

Era ridículo hablarle al aire.
Pero la necesitaba.

Necesitaba preguntarle qué hacer.
Cómo amar sin destruir.
Cómo proteger sin controlar.
Cómo sostener a alguien... cuando tú también estás temblando por dentro.

Ella sabría qué decir. Siempre sabía.

Pero ahora, solo tenía el silencio.
Y el peso de una mujer dormida a quien había jurado no soltar, aunque el mundo volviera a arder.

Miró a Louise. A su rostro, al fin en calma. A su cuerpo que respiraba sin sobresaltos.

Y pensó:

Si alguna vez llego a tener una hija... o un hijo.
si alguna vez tiene tu fuerza, tus ojos, tus miedos...

Solo ruego a los dioses que no me parezca a ninguno de los que me hicieron a mí, ni a ti.

Porque sí...
Quería una familia. Con ella, con _____.

Por imposible, por caótica, por incompleta que fuera.

Y, sin embargo, ese deseo lo volvía vulnerable. Lo partía. Porque sabía que si fallaba... no dolería solo por él.

Dolería en ellos también. y le hizo pensar y cuestionarse... ¿que tan bueno era quedarse al lado de ella?

Louise se movió apenas entre las sábanas. Su respiración se mantuvo tranquila. La magia seguía protegiéndola, al menos por unas horas más.

Loki se recostó finalmente en el sillón, sin cerrar del todo los ojos.

La noche era silenciosa. El futuro, ruidoso que lo envolvian en dudas que caian en si mismo con las palabras de aquellos que le habían repetido en algún momento "no desaparezcas".

Y ahora eso mismo lo hacía cuestionarse.





La alarma sonó a las seis en punto.

____ no necesitó que la despertara. Ya llevaba casi una hora despierta, tumbada de lado en la cama, con los ojos fijos en la pared. Cuando el sonido vibró en el cuarto, simplemente se levantó, sin una palabra, y se encerró en el baño. La puerta se cerró con un clic seco.

Loki, que se había sentado en el borde del sofá sin molestarse en fingir que dormía, desvió la mirada hacia el baño con el ceño fruncido. Podía oír el agua correr, la torpeza con la que ella dejaba caer el frasco del jabón o golpeaba el grifo. Todo sonaba... más fuerte de lo normal.

Cuando ella salió al cabo de varios minutos, iba impecable. Un vestido elegante de lino negro con chaqueta del mismo color, el cabello en un alisado perfecto, maquillaje discreto, labios firmemente cerrados. Excepto por la palidez inusual y las ojeras apenas disimuladas, cualquiera juraría que estaba lista para una reunión diplomática, no para seguir procesando un trauma no resuelto.

El trayecto en auto hasta las oficinas de S.H.I.E.L.D. en Washington fue rápido. Los ventanales de la sede reflejaban el cielo frío, y el helicarrier a medio ensamblar se alzaba detrás como un titán dormido sobre el río.

Fury los esperaba en el hangar, con el abrigo negro al viento y ese gesto de quien ya lo ha visto todo... excepto, tal vez, la forma en que los ojos de _____ evitaban encontrarse con los suyos.

—Vaya, vaya —dijo al verlos bajar—. Los recién llegados. ¿No es muy temprano para verse tan... civilizados?

—¿Querías que viniera en pijama, Fury? —respondió ella sin humor, ajustándose el abrigo y retirándose los lentes.

—No, pero una sonrisa tampoco mataría. Bueno, por aquí.

Avanzaron juntos por los pasillos, con pasos resonando sobre el metal.

—¿Ya desayunaron? —preguntó Fury de forma casual.

—Ella sí —respondió Loki, sin siquiera mirar al director.

Fury lo ignoró. Detuvo el paso frente a una puerta de acceso reforzada y colocó su huella.

—Antes de meterme en temas técnicos, quiero hacerte una pregunta, Stark —dijo, sin girarse—. Y quiero una respuesta honesta, aunque no me guste.

____ entrecerró los ojos.

—Dispara, Hawkeye.

—¿Estás realmente lista para estar aquí? Para trabajar en esto. Porque una cosa es huir del pasado, y otra es sentarte a construir con las mismas manos que una vez casi destruyeron tu cabeza.

Ella se quedó en silencio.

—supongo que si estoy aquí, es por algo —dijo ella finalmente, con voz baja—. Estoy enfrentándolo. A mi manera.

Fury asintió con algo parecido a respeto.

—Eso espero.

El ascensor descendió hasta el enorme hangar subterráneo, y cuando las puertas se abrieron, el espectáculo era imponente.

Tres helicarriers, aún en construcción, colgaban como gigantes adormecidos sobre soportes electromagnéticos. Los ingenieros parecían hormigas bajo sus turbinas aún abiertas, conectando piezas, revisando generadores. El metal brillaba bajo la luz blanca, frío y silencioso.

—Esto —dijo Fury— es Insight.

Louise dio un paso al frente. No pestañeó pero realmente quedo sin habla por un momento.

—¿Satélites de rastreo interconectados?

—Y sistemas de respuesta inmediata. Identificación anticipada de amenazas. Armamento calibrado para ejecución sin intervención humana. Cada helicarrier podrá neutralizar objetivos desde órbita. Todo impulsado por un algoritmo predictivo que necesita ser afinado. Ahí es donde tú entras.

Ella tragó saliva.

—¿Y exactamente qué esperas de mí?

—Supervisión más que nada. Vigilar los parámetros, corregir sesgos, asegurarte de que el algoritmo no empiece a disparar a civiles porque tosieron en un aeropuerto. Además, tienes un vínculo con los Yung.

____ alzó una ceja.

—¿Los Yung?

—Sí, trabajan en protocolo de armas y sistemas defensivos. Son parte del equipo de desarrollo. la familia Yung. Benjamin Yung y su equipo aportaron gran parte del protocolo armamentístico y del diseño de respuesta. Su hijo, Nicolás, a quien estoy seguro de que recuerdas... está en nuestro programa desde hace unos meses por recomendación de su padre. Inteligente. Preciso.

Ella disimuló el gesto, apenas bajando la vista y alzando las cejas. Loki no lo hizo: la miró de forma evidente.

Fury fingió no notar nada. Hasta a él había llegado el chisme de la"ruptura".

—Y tú —añadió de pronto, volviéndose hacia Loki—. Sé que tienes muchas razones para odiarnos, pero si vas a quedarte cerca de este proyecto, necesito saber si voy a tener que preocuparme por ti.

—Depende —respondió Loki, seco—. ¿Vas a tratar de matarme con una de esas cosas?

Fury sonrió, sin humor.

—No está planeado, aún.

—Entonces no lo creo.

____ resopló suavemente. Pero Loki se adelantó un paso.

—aún así, apuesto a que juego algún papel interesante en este circo de tecnología, ¿o me equivoco?

Fury lo miró con esa neutralidad que usaba con armas potencialmente peligrosas.

—para mi desgracia si, no suelo confiar en dioses que solían querer conquistar la Tierra... pero tampoco descarto su utilidad. Podrías observar. Evaluar. Y si el caos se aproxima, reconocerlo antes que nadie.

—¿Y si el caos soy yo?

—Entonces espero que _____ haya instalado una trampa decente para ti.

Ella sonrió, apenas.

Fury los guió hacia una plataforma que daba vista directa al hangar. Abajo, un helicarrier en ensamblaje mostraba sus entrañas metálicas, sus turbinas gigantescas y torres de comunicación listas para ser activadas.

—Ese es uno de los tres —explicó Fury—. En cuanto los pongamos en órbita, el mundo cambiará.

—si esto sale mal... nos iremos al carajo—murmuró ella, contemplando el monstruo de acero.

Fury los condujo a lo largo de una pasarela que bordeaba el helicarrier central. Desde allí, podían ver el sistema de turbinas, aún desmontado para ajustes, y la zona de integración con los sistemas Stark.

—¿Reconoces esto? —preguntó, señalando una consola flotante.

—Lo diseñé para otro propósito, de hecho solo jugaba con algoritmos. Para una red de defensa, no para disparar desde el cielo como un francotirador orbital.

—Por eso necesito que lo supervises. Nadie más entenderá sus debilidades mejor que tú.

Ella se quedó en silencio analizando toda la información.

Loki, en cambio, habló.

—¿Y qué pasa si el algoritmo falla?

—Entonces más vale que la persona que lo revise no sea un idiota —respondió Fury sin rodeos.

_____ arqueó una ceja.

—Me estás ofreciendo un trabajo completo, ¿no?

—Una colaboración directa. Supervisión técnica de los sistemas Stark y parte del algoritmo que diseñaste, integración con armamento, calibración de respuestas. No es solo por tu apellido. Es por lo que sabes. Porque sabes dónde se esconden los errores.

Louise volvió a mirar el helicarrier. Su reflejo en el metal curvado la hacía parecer más pequeña. Más frágil. Pero no lo era.

Loki se acercó un poco más a ella, casi imperceptible.

—Podrías quedarte fuera de esto —susurró en voz baja, sólo para ella.

—Y tú podrías no estar aquí —respondió sin mirarlo.

Pero tampoco se alejó.

Fury observó el intercambio sin inmiscuirse.

—Tómate unos días. Piensa en ello —dijo al final—. Hay café decente en la sala de descanso, aunque probablemente tú puedas mejorarlo en cinco minutos con cualquier trasto de los tuyos. Me interesa saber tu decisión antes del fin de semana.

Ella asintió, sin prometer nada.

Cuando Fury se fue, Loki se inclinó contra la baranda, cruzando los brazos.

—¿Los Yung...? —preguntó con sorna—. Qué conveniente.

—No tenía ni idea. Creí que trabajaría en otra cosa al irse, no en esto. Pero no tiene por qué ser personal y lo sabes.

—Oh, claro. Porque tus ex siempre son tan "nada personal".

Ella le lanzó una mirada agotada, sin fuerza para discutir.

—No empieces.

—No soy yo quien empezó —alzó las manos—. Solo es el tipo que se niega a dejar de aparecer en tu vida.

Ella cerró los ojos por un segundo tratando de no estallar.

—estoy cansada de todo esto... mejor me voy a una cabaña y me pierdo en el bosque.

—bien, Entonces nos iremos ahí. Esta vez, sin mirar atrás.

Por un instante, el ruido del hangar pareció apagarse. El helicarrier temblaba bajo sus pies como si respirara.

Ella abrió los ojos y fijó su mirada en las colosales máquinas.

—pero... lo pensaré.

Al terminar, caminaron por el pasillo principal, no sin antes que les fuera entregado unas carpetas con la información precisa pero no tan explícita del proyecto. El auto que los llevaría hasta el hotel ya los esperaba en la salida de la instalación.

La ciudad pasaba a través de la ventana como si alguien la rebobinara en cámara lenta. Louise apoyó la frente contra el vidrio frío del auto y cerró los ojos por unos segundos. El zumbido del motor, el ruido amortiguado del tráfico, las luces amarillas parpadeando entre los árboles desnudos en la mitad de abril... todo parecía lejano.

—Estás muy callada —dijo Loki, desde el asiento a su lado.

—lo sé, estoy cansada —respondió ella, sin abrir los ojos.

—Cansada como en "quiero dormir", o cansada como en "me gustaría fingir mi muerte por seis semanas y que nadie me encuentre".

—Depende de si me dan la opción de fingirla con beneficios laborales.

Él sonrió, apenas.

—¿Entonces?

Ella abrió los ojos y volvió a mirar por la ventana.

—No lo sé. Lo de hoy fue... mucho. No estoy segura de si Fury me está reclutando para cambiar el mundo o para enterrarme en él.

—¿Y cuál sería la diferencia?

—El tipo de outfit que usaría para la ocasión.

Al llegar a su hotel, subieron directamente hasta la habitación, aún que el ojiverde le propuso pasar a almorzar al restaurante del lugar ella solo se negó.

La habitación olía a café rancio y tela de cortina con demasiado perfume. Louise entró primero, dejó caer la carpeta de S.H.I.E.L.D. sobre la mesa con un sonido seco y fue directo al ventanal. Afuera, la ciudad seguía su ritmo gris e inmutable.

Loki entró detrás, cerrando la puerta con el pie.

Ella se quitó el abrigo y lo dejó caer sobre el respaldo del sofá. No parecía tener energía ni para colgarlo. Loki, en cambio, comenzó a guardar sus cosas con calma, como si ese simple gesto le diera estructura a una conversación que aún no tenía forma.

—¿Estás pensando en decir que sí?

Ella se giró y caminó hasta donde estaba el para sentarse en el borde de la cama, cruzando los brazos.

—Estoy pensando en que no quiero arrepentirme.

—¿De qué?

—De no haberlo intentado. Pero también de haberlo hecho.

—Ah, esa clase de dilema —respondió Loki, abrochando su maleta—. El clásico: "si salto me mato, si no salto me me empujan y muero".

—Exacto. Solo que con helicarriers armados en órbita y mi ex trabajando en el programa.

Loki no dijo nada al respecto, pero su ceja arqueada hablaba por él. Era algo incómodo traer a ese personaje a la ecuación nuevamente.

—No voy a dejar que eso interfiera... —dijo ella, adelantándose a cualquier comentario.

El apenas sonrío con ironía ladeando la cabeza.

—No dudo de ti. Solo dudo de los hombres que se acercan a ti como si aún les debieras algo.

____ bajó la mirada.

—No le debo nada. Pero me conozco. Me afecta más de lo que quiero admitir.

Loki no lo dudo más y se sentó junto a ella.

—¿Y qué te parece esto de mudarnos? ¿A Washington?

—No sé. No me imagino a ti en traje formal dando charlas sobre control predictivo de amenazas a las ocho de la mañana.

—Puedo vestirme formal si me lo pides —dijo con sorna—. Aunque probablemente cause un colapso diplomático antes del segundo café.

—Y yo te vería hacerlo, desde la sala de vigilancia, gritando al monitor "¡te dije que no empujaras al embajador!"

Él rió, apenas.

—Entonces sí puedes imaginarlo.

Hubo una pausa. Louise desvió la mirada hacia la maleta medio abierta en el suelo.

—No es el lugar —dijo al fin—. Es lo que representa. Estar allá... significa tomar un lugar en el sistema. En algo que siempre quise evitar. Ser parte de lo que me hizo daño.

—Y también de lo que puedes transformar —añadió Loki, más suave—. No tienes que pertenecerles para rediseñar las reglas, se tu misma.

Ella se recostó hacia atrás, exhalando profundamente.

—Odio que me hagas pensar cuando solo quiero rendirme.

—Yo también. Pero si te dejo rendirte, ¿quién va a convencerme de no destruirlo todo solo por aburrimiento?

Ella lo miró. Una sonrisa perezosa se dibujó en su rostro.

—Entonces volveremos a Nueva York... Y hablaré con papá, revisaré el código. Y haré lo que hago siempre: meterme hasta el fondo... y ver si encuentro algo que me haga desistir de hacer parte de esto.

—es un buen plan —dijo Loki, recostándose con ella mientras entrelazaba su mano con la de él—. Yo estaré allí, en caso de que prefieras irte a esa cabaña en el bosque tú sola.

Ella lo miró. Asintió una sola vez con una sonrisa suave.

—Prométeme que si terminamos mudándonos... no te unirás a un club de lectura con Fury.

—Prometo que si lo hago, será para espiarlo y saber que fue lo que hizo que se quedara sin un ojo.

—si lo descubres, recuerda que debo ser la primera en saberlo, tengo que hacerle burla de eso.

al terminar de empacar todo, con un poco de caos de por medio (ella metiendo todo a la fuerza y el arreglanndolo todo para que cerrará). salieron hacia el aeropuerto, no sin antes pasar por algo de comer. Loki insistio que una simple manzana y un cafe con leche de almendra no la sostendria hasta su llegada a new york.

La ciudad se desdibujaba detrás del vidrio del auto. Louise tenía la cabeza apoyada contra el respaldo, los ojos abiertos pero fijos en ningún lugar. Loki estaba a su lado, con una pierna cruzada sobre la otra, hojeando sin entusiasmo una revista de vuelos que claramente no había pedido.

—¿Quieres música o vas a seguir mirando el horizonte como si esperaras que explote?

—Si explota, quiero escucharlo —murmuró ella—. Nada de interferencias.

—Ah, claro. El romanticismo Stark.

El vehículo se detuvo frente a una reja blindada. El guardia reconoció el escáner de seguridad sin dudar y dejó pasar la limusina hasta el hangar privado. El jet corporativo de Tony ya estaba en pista, con el motor encendido y la escalera desplegada.

Mientras subían, Loki le susurró al oído:

—¿Puedo ponerle nombre al jet?

—Solo si no es Asgardiano ni pornográfico —contesto ella con una ceja levantada.

el bufo ante su condicion, con una sonrisa traviesa.

—Bueno, ahí se va la mitad de mis ideas.

El aterrizaje fue suave. La caída de la noche en Nueva York estaba limpia, sin rastros del frío invernal. El ascensor que los llevaba directamente al piso superior de la Torre emitía un zumbido discreto. _____ no hablaba. Loki tampoco forzaba nada.

La puerta del penthouse se abrió con el sonido familiar del sistema de seguridad.

—¿Y bien? —preguntó la voz de Tony antes de que siquiera cruzaran el umbral—. ¿Washington sigue en pie o lo redujeron a cenizas?

—Todavía respira —respondió _____, dejando su bolso sobre la encimera—. Aunque no sé si debería.

Tony bajó las gafas de lectura y la miró con una ceja alzada.

—Eso suena a "me ofrecieron algo horrible pero tentador y no sé si decir que sí".

—Más o menos.

Tony no respondió de inmediato. Solo la observó con esa mezcla de sarcasmo paternal y preocupación genuina que solo él sabía manejar.

—¿Se ve desastroso?

—Sí.

—¿Y...?

—Me ofrecieron supervisar la integración de los sistemas Stark. El algoritmo. Las armas. La parte que puede matar a alguien con un clic desde órbita. Nada importante... ya sabes cómo es.

—¿Pero quieres hacerlo? Porque si no, hay un programa en—

—Basta, Anthony.

_____ se frotó la cara con ambas manos. Luego suspiró.

—No lo sé. Una parte de mí quiere. Controlar algo que me aterra. Ponerme entre la amenaza y el desastre. Pero otra parte siente que si digo que sí... voy a convertirme en eso que juré que no sería.

—Una Stark como en los viejos tiempos —dijo Tony, sin ironía—. Recuerda que la división de armas ya no está ligada a nuestro apellido.

—¿Pero cuál sería la diferencia? Es un algoritmo que maneja armas. Es lo mismo, solo que con otro tipo de gatillo.

Ella lo miró. Él sostuvo la mirada. Luego habló con calma.

—Entonces, si vas a ser una Stark... sé una mejor. Tú no eres yo. Ni siquiera mi antiguo yo. Eres tú. Y tienes algo que yo no tenía cuando hice cosas estúpidas: la conciencia de que puedes lastimar a los inocentes.

_____ pareció pensarlo, sus sentimientos estaban mezclados entre una pesadilla que aún rondaba por ahí, su dilema moral y personal y claramente por la medicación. Miro a su padre y el con esa sonrisa que parecía acolchonarle sus decisiones y dudas pareció calmarle esa batalla de pensamientos en ese momento. se acercó y lo abrazó sin previo aviso.

Tony, en un movimiento casi incómodo, la sostuvo con cuidado.

—Dios, no hagas esto emocional. Me arrugas la camisa.

—Te extrañé.

—Sí, bueno, solo fueron dos días y... me tenías a una "llamada perdida".

Loki se apoyó en el marco de la puerta, cruzado de brazos.

—¿Van a seguir con esta escena digna de una familia funcional, o hay alcohol en algún lado?

—Hay bourbon en el bar. Tómatelo antes de que se entibie con tu ego —dijo Tony, sin mirarlo.

—Qué encantador como siempre, Stark.

—al menos lo intento, Manson.

La charla concluyó ahí, con unas cincuenta preguntas más sobre el departamento que Tony les había escogido. _____ concluyó que lo veía como algo nuevo que le daba miedo comenzar, pero también que le traía cierta emoción.

Tony le ofreció un último consejo, mitad advertencia, mitad bendición: "No firmes nada sin leer las letras pequeñas. Y mucho menos si ese dios con cara bonita está de acuerdo."

Al final, ella le entregó sus maletas a Loki. Él se inclinó un poco con teatralidad para recibirlas.

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó, con una voz más suave de lo habitual.

—No... Necesito un momento. Para pensar.

Loki asintió. Su sonrisa fue cálida, casi rara en él. Luego se giró y desapareció escaleras arriba con una elegancia silenciosa.


El viento era más frío ahora, pero Natasha Romanoff parecía inmune. Estaba apoyada en la baranda, su vaso medio lleno colgando de su mano, mirando las luces de la ciudad como si le contaran secretos.

Louise salió con una tasa de té caliente y se sentó a su lado sin decir palabra.

No necesitaban anunciarse.

—¿Y qué tal Washington? —preguntó Natasha sin apartar la vista de la ciudad—. ¿Sigue oliendo a despacho viejo y ambición mal disimulada?

—Nada mal —respondió con una mueca—. Burócratas, casas iguales, vecinos que se reproducen por clonación. Ya sabes, la versión política del purgatorio. Y proyectos... tentadores. Uno en particular. Aunque tenga que trabajar con cierto personaje insoportable.

—¿Y vas a decir que sí? —La pregunta fue directa, sin suavizantes.

—Estoy pensándolo. Parte de mí quiere. Otra parte... grita que huya antes de convertirme en otra Stark con complejo de diosa del control.

Natasha bebió un sorbo largo, indiferente al frío, como si el vodka fuera suficiente abrigo.

—Si alguien puede mantener el caos contenido desde adentro... eres tú.

—¿Eso fue un halago? Anótalo, porque creo que se va a congelar el infierno.

—Es lo más cerca que vas a recibir de mí, S.j. Y solo porque estás tomando algo que no sabe a jugo de uva con pretensiones.

_____ rió por lo bajo, mirando también hacia la ciudad. Luego volvió la vista hacia Natasha, con una mezcla de ternura y análisis. Ella era como esa voz en su conciencia que no siempre pedía permiso, pero casi siempre tenía razón.

—¿Y tú? —preguntó con tono más suave, como quien abre una puerta con cuidado—. ¿Has seguido buscando... eso que no terminas de decirme hace meses?

Natasha tardó unos segundos. Bajó la mirada, giró el vaso entre los dedos.

—No. Ya no.

—¿Por qué? Creía que todavía...

—A veces hay que enterrar lo que está muerto. O lo que nunca quiso ser salvado en primer lugar, ya te lo había dicho.

El silencio cayó entre ellas, pesado pero no incómodo. Natasha tenía algo atorado en el pecho. La pequeña lo notaba. No era fácil hablar de ciertas cosas, mucho menos para alguien como ella. Y no era su lugar forzar una confesión.

Si algún día Nat quería hablar, lo haría. Y ella estaría ahí para escucharla. Así como la pelirroja lo había hecho por ella tantas veces, incluso sin pedirlo.

—¿Y eso te hace sentir mejor? —preguntó finalmente.

—No —respondió Natasha, sin rodeos—. Pero me permite mirar a alguien más sin ver siempre lo mismo.

Louise la miró de reojo, con una ceja en alto, apenas disimulando su interés. En ese momento, el teléfono de la espía vibró sobre el barandal. Ella lo revisó con rapidez, y durante apenas un segundo —un microgesto— sus labios se curvaron en una sonrisa casi imperceptible. Pero no lo suficiente como para que pasara desapercibida.

—¿Ese "alguien más" mide uno noventa, lleva un escudo y no entiende los memes ni aunque se los expliques con dibujos?

Natasha suspiró y volvió a mirar su copa, esta vez con resignación.

—Tal vez.

—Lo sabía. En algún momento esa tensión de 'compañeros en misiones de vida o muerte' tenía que romperse. ¿Y qué fue? ¿Un discurso heroico o una caída ridícula en medio del campo de batalla?

—No hay nada que saber, Stark —dijo, dándole un pequeño golpe con el codo—. Solo hablamos. De manera... temporal.

—¿Temporal como una cita casual o como una invasión alienígena? Porque en ambos casos hay destrucción emocional, solo varía el tiempo.

—Al menos yo no estaré con mi ex en el mismo edificio donde también trabajara mi casi-novio —le lanzó Natasha con una sonrisa de víbora.

—¡Que no es mi novio! —regañó en un berrinche—. No Aún...

—¿"Aún"? ¿Escuchas lo que estás diciendo? —dijo nat, arqueando una ceja—. Están planeando vivir juntos, hablaron de tener hijos... ¿y todavía no lo defines como tu pareja? ¿Qué son, compañeros de fertilidad con beneficios?

Louise se llevó la copa a los labios, tratando de no reír. Bebió un trago largo y miró hacia la ciudad, como si las luces pudieran responder por ella.

—Supongo que vamos a nuestro ritmo... O quizás a él no le gusten las etiquetas.

—Claro. El príncipe asgardiano que maneja ilusiones y porta un carisma dramático tiene problemas con las etiquetas. Qué raro.

—No quiero presionarlo. No quiero... arruinar lo que tenemos por ponerle un título.

—Lo que tienen ya es algo. Fingir que no necesita nombre no lo hace menos real. Solo más confuso. Y tú no estás para confusiones emocionales en este punto de tu vida, Stark.

____ no respondió de inmediato. Se limitó a mirar las luces de la ciudad, su expresión más calmada, más vulnerable.

—"Esto"... esto me importa, Nat. Mucho. Pero también me da miedo. Porque si lo digo en voz alta, si lo convierto en algo definido, entonces puedo perderlo. Y no sé si estoy lista para eso.

Natasha se quedó en silencio por un momento, mirándola. Luego, con ese tono seco pero cálido que solo ella sabía usar, respondió:

—El amor no es una bomba nuclear, Stark. No explota solo porque lo nombras. Aunque, bueno, viniendo de ustedes dos... no apostaría demasiado.

Ambas rieron. Una risa baja, compartida. El tipo de risa que aliviana el pecho.

Y por un instante, solo un instante, el mundo dejó de pesar tanto.



La ciudad dormía bajo la noche helada de Nueva York, pero en el interior de la habitación, el aire era denso, templado y apenas iluminado por la luz dorada de una lámpara de mesa.

La puerta se cerró con un chasquido magnético. Louise dejó su celular sobre la mesita sin mirarlo, se quitó el abrigo y caminó hacia el armario como si la gravedad solo le afectara a medias. Loki la seguía con la mirada desde la cama, desparramado con ese aire suyo de dios ocioso que finge no observar... mientras no se pierde ni un solo movimiento.

Cuando ella salió del vestidor, él bajó la tableta de inmediato.

—¿Y eso... es legal?

Ella le lanzó una mirada inocente mientras alisaba el babydoll negro con detalles de encaje sobre su cadera.

—¿Qué cosa?

—Eso —repitió él, señalando su pijama con una lentitud casi dramática—. La falta de tela. El color. El propósito deliberado de torturarme.

—Pensé que merecías un castigo visual después de tus "aportes diplomáticos" con Fury.

—Si eso es un castigo, necesito pecar más seguido.

La stark rodó los ojos, pero a él su sonrisa lo traicionó. Se acomodó en la cama y se sentó en el borde, cruzando las piernas con estudiada indiferencia.

Ella tomó un bálsamo labial de su tocador y se lo pasó con cuidado. Loki no apartó la vista ni un segundo.

—Podríamos mudarnos —dijo de pronto ella, sin mirarlo—. Si decido aceptar lo de S.H.I.E.L.D., podríamos.

—¿segura? —Loki ladeó la cabeza, evaluándola—. Con el tráfico y los trajes grises. Encantador, Siempre quise vivir en una ciudad que huele a impresora láser y café de oficina.

Ella se giró, aún de pie.

—No es tan malo.

—¿Tú estás diciendo eso... o te estás convenciendo?

Ella bajó la mirada. Luego se acercó y se sentó en la cama, cerca, pero sin tocarlo aún.

—Es que... si acepto, el tratamiento seguiría allá. Cambiarían de equipo médico. Nuevo protocolo. Más fuerte.

—Más efectos secundarios...

—Probablemente. Un poco más de dolor, cambios hormonales. Quizás me vuelva más insoportable de lo habitual.

Loki se incorporó, más serio ahora. Se acercó apenas, con la expresión que solo mostraba cuando bajaba la guardia.

—¿Y qué es lo que más te preocupa? ¿El dolor... o lo que viene si no funciona?

Ella lo miró.

—Las dos... Pero también tú.

—¿Yo?

—Sí. Que te canses. Que te frustres. Que... te arrepientas. No creas que no me eh dado cuenta que hay noches en las que te quedas mirando el techo, es más que evidente que hay cosas como dudas, que rondan tu cabeza.

—De qué, ¿de amarte?

Ella desvió la mirada, apenada.

—De quedarte.

El solo apretó los labios, sabía que estaba en lo correcto. Pero se acercó aún más, hasta que su frente rozó la de ella.

—Querida... si me hubiera querido ir, lo habría hecho cuando me gritaste, cuando me mentiste, cuando me rechazaste. Pero me quedé. ¿Y sabes por qué?

Ella no contestó. Solo jugó con sus dedos y los bordes de la tela de su pijama.

—Porque incluso con esa manía tuya de no saber mentir, incluso insoportable, incluso batallando con tu cuerpo terco... me sigues pareciendo la única persona con la que quiero terminar el día.

Hubo silencio.

Ella suspiró, y esta vez sí lo besó. No con desesperación, sino con familiaridad. Con pertenencia.

—Lo soportaré todo. Excepto una versión de ti que se apague por miedo. Mientras me dejes encenderte... todo lo demás se ajusta.

Louise se mordió el labio sin pensarlo. Luego dijo, con un sarcasmo suave cercano a su oído:

—Dios, qué poético. ¿Le robaste esa frase a Thor o a algún libro de autoayuda para villanos redimidos?

—La improvisé. Estoy muy inspirado esta noche...

Los labios de Loki bajaron lentamente por su mandíbula, por su clavícula. Sus manos le rozaron la cintura con la calma de quien no tiene prisa, pero sí necesidad. El cuerpo de ella reaccionó con ese calor suave, eléctrico, que solo él podía desatar en ella.

—Prometiste no usar magia en la cama —susurró ella, con voz más baja.

—Esto no es magia —dijo contra su piel—. Esto es talento.

Ella soltó una risa entrecortada. Y justo entonces...

El teléfono vibró.

Una notificación en la pantalla.

_____ estiró el brazo, algo distraída, y lo leyó.

Nicolás Yung.

Leyó un poco y eso la dejó un tanto desconcertada.

"Me alegra saber que estarás cerca. Trabajar juntos otra vez... suena casi como los viejos tiempos. Espero que estés bien. No olvides quién eras antes de todo esto."

Lou se quedó en silencio, leyendo esas últimas palabras dos veces.

—¿Quién es? —preguntó Loki, ya sabiendo la respuesta por el cambio en su cara.

Ella giró el móvil hacia él sin hablar.

Loki lo leyó lentamente. Y sonrió. De esa forma que no era alegría, sino superioridad contenida con veneno elegante.

—Qué adorable. Suena casi como un ex que todavía cree que puede opinar sobre tus decisiones. O marcar territorio desde la lejanía. ¿No se supone que era maduro?

—Nic siempre fue... afectivo. Pero esto es raro, hasta para el.

—"No olvides quién eras" —repitió Loki con burla—. Qué sutil forma de decir: "no seas mejor sin mí". Típico.

Louise suspiró.

—Quizás no fue con mala intención.

—Quizás. O quizás le molesta no ser el que te ve ahora mismo en esa pijama. Que, por cierto, jamás podrás volver a usar con otro. Está oficialmente registrada como arma de destrucción hacia mi persona.

Louise se giró para dejar el celular a un lado, pero Loki lo tomó primero y lo arrojó suavemente al otro lado del colchón, lejos de ambos.

—Ya pensaste demasiado hoy —dijo, mirándola con seriedad bajo el sarcasmo—. Ahora deja de recordar lo que casi fue... y recordemos por qué me escogiste a mí.

Ella soltó una risita llena de ternura como respuesta a su actitud.

—¿Y tú no te molestas?

—Molestarme sería darle importancia. Yo soy el que está aquí. Él... es solo una notificación perdida.

lo miró, con una ceja levantada.

—Te encanta tener la razón, ¿verdad?

—No —dijo, bajando la voz—. Me encanta que me la des en voz baja mientras te quito esa maldita tela.

Y entonces la besó.

Más profundo. Más intenso. Esta vez sin pausa. Y entre las sábanas revueltas, los nombres y las dudas se quedaron en el mundo exterior.

Al menos por una noche.



A la mañana siguiente, _____ decidió que debería analizar todo antes de concretar su decisión.

El café humeaba sobre la consola, olvidado.

Louise tenía el cabello recogido en un peinado improvisado con una diadema, las gafas azules para pantallas puestas, y los dedos recorriendo el teclado como si tradujera un lenguaje que solo ella podía entender. El monitor proyectaba líneas de código en pantalla dividida: por un lado, el esquema operativo del algoritmo central de Insight; por otro, el módulo de predicción de amenazas.

La taza seguía ahí. Fría ya. Llevaba más de cuarenta minutos leyendo; Y algo no le cerraba del todo.

Frente a ella: el algoritmo.

Línea por línea. Estructura por estructura. Capa tras capa de cálculo predictivo. Lo había diseñado desde variosd años atrás, como un modelo de análisis preventivo. Pero esta versión... no era exactamente suya.

Jarvis , historial de validaciones en los últimos siete días.

Procesando... Visualizando firmas autorizadas:

    •    Benjamin Yung – Ingeniería Defensiva, HANBADA. Departamento de Supervisión de Protocolos.
    •    Nicolás Yung – División Táctica Avanzada, Programa Insight.

    •    Autorización operativa firmada por: Agente María Hill / Supervisor técnico: Agente Leandro Suárez (Nivel 6).

Stark apretó los labios.

—¿Desea que le explique el último paquete de actualizaciones?

—No, ya lo leí. Ese es el problema. Lo leí y... no hay nada. Nada fallando. Nada fuera de sitio.

—¿No es eso algo positivo, señorita Stark?

______ frunció el ceño.

—Depende. Cuando tú haces algo perfectamente funcional y aún así te da la impresión de que... no lo hiciste tú, eso no es bueno. Ni natural.

Sabía que Benjamin estaba involucrado. Fury había sido claro en eso. Pero ver los nombres, ver las firmas asociadas a su código, incluso las partes más personales, las pequeñas "trampas" que siempre dejaba como marcas únicas, le hizo fruncir el ceño.

—verifica: las subrutinas de error deliberado en los módulos de evasión... ¿están intactas?

Negativo. Eliminadas y reescritas durante la revisión del Sr. Yung (Benjamin), bajo etiqueta de "eficiencia optimizada".

—¿Y Nicolás?

Asistencia técnica registrada. No dejó modificación directa, pero su ID estuvo activo durante la supervisión conjunta.

se reclinó lentamente, como si el respaldo de la silla pudiera absorber la incomodidad que se estaba formando en su pecho.

El código estaba bien. Demasiado bien. Perfecto en lo técnico, lo Inmaculado y preciso.

Y eso la inquietaba más que cualquier error.

—Claro, hon—susurró, cruzándose de brazos—. Vienes, limpias mi trabajo como si fuera un pasillo sucio, lo haces sin preguntar y encima firmas como si fuera tuyo.

Una parte de ella quería aceptar que tal vez sí... tal vez solo intentaban ayudar.

Pero otra parte —la que conocía a Benjamin Yung, y aún más a su hijo— no compraba esa perfección como algo inocente.

"No olvides quién eras antes de todo esto", le había escrito Nicolás la noche anterior.

Louise se quedó mirando el monitor unos segundos más. Luego cerró el código, guardó una copia aislada, fuera del servidor central, con una contraseña que solo ella conocía desde que era adolescente.

VERSIÓN BASE - STARK (antes de Yung)

La carpeta quedó minimizada. El laboratorio volvió al silencio.

—bah... no me arruinaré el día —murmuró.

Pero algo no estaba bien.

Y lo sabía.


✩。:•.───── ❁ ❁ ─────.•:。✩

Si ustedes fueran quienes soñaran con Bucky aseguro que sería EL sueño, pero de los buenos. Hasta yo✋😮‍💨


Mis amores, ya sé que este capítulo está más largo que la espera por la próxima película de Marvel, pero créanme que era necesario. Ya entramos de lleno en los eventos de The Winter Soldier, así que prepárense para drama, acción, y revelaciones que les van a dejar con cara de "¿perdón, qué?". Y cosas jugosas y con más giros que la vida amorosa de ____ (spoiler: ningún personaje sale emocionalmente ileso de aquí, ni ustedes tampoco).

Ahora, seamos sinceras entre nosotras:
¿el formato les está gustando? ¿Sí? ¿No? ¿Les pesa más que cargar con las expectativas familiares? Porque lo sé, los capítulos ahora vienen con su buena dosis de texto, pero es que no quiero dejarme nada. Ni un suspiro, ni una mirada, ni una frase que luego les haga teorizar durante días.

Ya saben cómo soy.

Así que no sean tímidas, déjenme sus comentarios, sus gritos internos, sus amenazas pasivo-agresivas disfrazadas de emojis. Yo los recibo todos con amor y ansiedad.

Gracias por seguir leyéndome, por sufrir junto a mí, y por no abandonarme en medio del desastre narrativo.

Nos leemos el próximo miércoles... si nadie me secuestra antes para que deje de escribir tanta tragedia disfrazada de romance 💋

Les amoooo hasta que Loki decida ser emocionalmente estable (o sea, para siempre).

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro