
51. 𝐄𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐜𝐮𝐧𝐝𝐚𝐫𝐢𝐨𝐬.
✩。:•.───── ❁ ❁ ─────.•:。✩
✩。:•.───── ❁5,4k words❁ ─────.•:。✩
⊱❑┇ Loki ┇❑ ⊰
La noche no fue la mejor.
Puedo admitir —asegurarlo— que han habido muchas, muchísimas mejores.
Podría decir que aquellas fueron más tranquilas porque no existía todo este caos entre _____ y su tratamiento. Pero si soy sincero... tal vez fue porque entonces no me había dado cuenta de nada. Porque no miraba bien.
Tengo el sueño ligero. Otra desgracia de mis encantadores traumas. El más mínimo ruido puede despertarme, y esta vez no fue distinto.
Un golpe seco. Algo contra la cerámica, el sonido hueco de una caída. Me despertó de inmediato.
La habitación estaba oscura, con apenas un rayo de luz colándose entre las cortinas y la luz tenue del baño encendida. Supuse, por costumbre, que ella se había levantado al baño como tantas otras veces.
Pero pasaron minutos. Más de los que deberían.
Entonces llegaron las arcadas. Ásperas, duras, como si algo en su interior estuviera desgarrándola de raíz.
—____... —susurré, medio incorporándome, aún con un ojo medio cerrado.
No hubo respuesta.
Solo el sonido gutural de su cuerpo luchando contra sí mismo.
Me levanté de golpe. Dos pasos bastaron. Y allí estaba.
Tirada junto al lavamanos, temblando como una hoja, las rodillas casi dobladas, una mano aferrada al mármol como si fuera lo único que la sostenía en esta realidad. El camisón pegado al cuerpo por el sudor. El cabello desordenado, el rostro...
Dioses.
Pálida. No de ese modo dramático que suele tener por genética, sino como si se hubiera vaciado por dentro. Las ojeras tan marcadas que parecían moretones, los labios rotos, casi blancos.
—____... Por los dioses —fue lo único que salió.
No hubo sarcasmo, ni queja, ni altanería. Solo esa frase. Con un nudo en la garganta que me apretaba más que cualquier hechizo que alguna vez haya conjurado.
Me arrodillé a su lado, la sostuve con cuidado. Con miedo. Miedo real. El que no suelo permitir que se me vea.
Ella giró apenas el rostro hacia mí. Y me sonrió. Una de esas sonrisas. Falsas y desesperadas. Como si me dijera "no pasa nada" mientras su cuerpo gritaba exactamente lo contrario.
—Lo siento —jadeó—. No quería despertarte...
—Ya deja de disculparte por existir —murmuré, sosteniéndola un poco más fuerte.
Un rastro delgado bajando de su nariz. Pequeño. Pero suficiente para encender todas las alarmas de mi interior.
—¿Qué te duele? Estás sangrando...
—Solo... debe ser la fiebre.
"Solo". Esa palabra me provocaba deseos de destrozarla del diccionario.
Ella no se golpeaba así como así. Su cuerpo no colapsaba sin aviso. Y sin embargo, aquí estaba. Temblando, frágil, en mis brazos, y yo sin saber si mover un dedo la haría peor.
La sentí arder. Su piel quemaba, pero al mismo tiempo tenía escalofríos. Una contradicción viviente, mi contradicción favorita, hecha trizas.
La levanté. No esperé más. La llevé de vuelta a la cama como si fuera lo más valioso que alguna vez cargué. Probablemente lo era.
La dejé recostada con cuidado, corrí las sábanas. Busqué algo entre el armario: un camisón más fresco. Algo que no se sintiera como una tortura empapada.
Volví. Y allí estaba ella, intentando levantarse otra vez.
—¿Y tú para dónde crees que vas? —pregunté, medio incrédulo, medio aterrorizado.
—El baño... dejé sucio... —susurró, visiblemente avergonzada.
—Eso es lo que menos importa ahora, linda. Después pondré a Thor a limpiarlo con la lengua si es necesario—intenté bromear, darle aire. Pero no estaba para risas.
—No... yo puedo... —musitó, terca incluso al borde del colapso.
—_____, por favor. Apenas si puedes hablar.
La ayudé a quitarse el camisón empapado, con el cuidado que uno tiene al desenvolver algo frágil. Se lo cambié con la mayor delicadeza que podía ofrecerle. Y entonces, conjuré lo poco que podía: calor moderado para que no se helara, una corriente de magia para estabilizar su temperatura, empujar el dolor hacia los bordes.
Nada parecía suficiente.
Se quedó en silencio. Ni un solo quejido.
Solo esa mirada... Sus ojos verdes, apagados, parecían pedir permiso para rendirse.
La cubrí con una manta ligera y me senté a su lado.
¿Qué puedo hacer?
¿Qué puedo hacer cuando ni mi magia sirve?
La miré, respirando con dificultad, y me rendí.
No ante el miedo. Sino ante la única idea que me costaba más que admitir mis errores.
—¡Natasha! —grité hacia la sala.
No sabía si me oiría.
—Máquina parlante —dije, cansado.
—¿Sí, señor Laufeyson?
—Llama a Natasha.
El sistema lo hizo de inmediato. Pocos minutos después, golpes en la puerta. Me levanté. Abrí.
Allí estaba Romanoff, descalza, en pants, con cara de "más te vale que esto sea importante".
—¿Qué sucede? Son casi las seis de la mañana...
—Ya no sé qué más hacer... —dije. Y me odié por lo fácil que salió esa frase.
Natasha me miró. Por una vez, sin burla. Sin juicio.
Miro hacia dentro de la habitación y su mirada cambió de una sorprendida a una de preocupación. Entro a la habitación y se hizo a un lado para pasar su mano por la frente de ella.
— ¿que sucedió? Está hirviendo en fiebre.
— logré regularla, cuando la encontré en el baño parecía como si le hubieran prendido fuego.
Natasha no respondió, la miró y examinó por todos lados.
— esto no es normal.
— tal vez si hay un hechizo o...
— no, nada de magia.
Su tono me molestó, como si no hubiera nada que pudiera hacer, estaba seguro que yo podría hacer algo mejor que cualquier medicina midgardiana. De hecho por eso mismo es que ella estaba en ese estado.
—¿Entonces qué? ¿Vamos a seguir confiando en medicamentos que la están destruyendo desde dentro?
—¿Y tú qué piensas hacer? ¿Agitar tus manos y conjurarle un útero nuevo?
—Ya bajé la fiebre y puedo seguir haciéndolo —respondí—. No necesitamos más dramatismos.
—¿No necesitamos qué? ¿Más atención médica? ¿O más semidioses creyendo que pueden arreglar desequilibrios hormonales con una vela y buenos deseos?
Rodé los ojos. Natasha se puso de pie y, para mi horror, sacó el celular.
—¿Qué haces? —pregunté fastidiado.
—Llamar a Bruce.
—No.
—Sí.
—Natasha...
— Loki —añadió ella con molestia.
— pendejos —susurró en un jadeo _____.
Instintivamente volteamos a verla.
—dejen de pelear... parecen un zorro y un gato.
Ambos nos miramos ante su comentario, Natasha se sentó nuevamente en la cama y tomó su mano. Claro, como si eso ayudara en algo
—Loki —me miró con sorna otra vez —. No tengo tiempo para tus reparos místicos. Si ella se nos desmaya otra vez, no pienso explicar esto con conjuros a Tony.
Marcó. Puso altavoz. El tipo contestó en segundos.
— Natasha, hola —se oyó su voz casi dormida— ¿pasó algo?
Ella me miró por un instante, con esa mirada fría de espía de quinta.
— lamento molestar, pero tenemos un problema.
— no, no molestas ¿qué sucede?
— es sobre _____...
Hubo un silencio del otro lado.
—¿Está herida? —preguntó él.
—No. Está... mal. Físicamente. tiene fiebre, vómito, caída de presión. Vuelve a preguntar cuando estés aquí, no por teléfono.
—esta bien, Voy para allá.
Colgó.
_____ apenas murmuró desde la cama:
—No quiero que venga...
—Y yo no quiero que estés así —respondio Natasha, tomándole la mano—. Pero a veces, querer no basta.
30 Minutos después, Bruce llegó.
No golpeó la puerta. No sonrió. No preguntó si podía entrar con un sarcasmo médico. Solo apareció en el umbral con una mochila médica y esa cara de "voy a ser calmado hasta que se me acabe la paciencia científica".
—¿Dónde está?
—Aquí —dije sin moverme del borde de la cama.
Bruce se acercó sin vacilar. Esta vez, para mi sorpresa, no me ignoró. Me dirigó una mirada breve pero consciente. Un gesto sutil, pero cargado de intención. Estaba allí para ella, pero no pretendía excluirme. No del todo.
—¿Puedo revisarte? —le preguntó con suavidad, sin rodeos.
—Hazlo rápido. Pero sin cara de funeral —replicó ella, su voz apágada pero firme en su ironía.
Bruce no dijo nada. Sacó su instrumental, sus manos se movieron con práctica precisión: controló el pulso, temperatura, reflejos, tensión arterial. Su ceño se frunció con cada resultado que obtenía, pero no habló hasta haber terminado.
—¿Qué fue lo que pasó?
Ella me miró. Esa mirada de advertencia silenciosa que decía: "Ni se te ocurra abrir la boca". Pero el error fue dirigirla a la persona equivocada.
—Está iniciando un tratamiento hormonal —intervino Natasha, sin anestesia verbal, como si soltar la información fuera la mejor forma de protegerla.
Bruce alzó la vista, sorprendido, pero su voz siguió siendo mesurada.
—¿Fertilidad?
—Casi nula —susurró ella con una sonrisa triste que pretendía ser una broma.
Bruce asintió con lentitud, como quien comprende más de lo que está dispuesto a decir. No hizo preguntas adicionales, respetando el espacio que ella claramente quería conservar. Volvió a enfocarse en sus tareas.
—¿Cuántos días llevas con el tratamiento?
Ella dudó. Buscó nuestras miradas, como si buscara permiso o fortaleza.
—Hoy es el primer día tras las primeras dosis.
—¿Cuánta cantidad te administraron?
—El triple de una dosis estándar —contestó en un suspiro, como si con eso admitiera más de lo que quería.
No lo sabía. No con exactitud. Y la revelación me atravesó como una daga. Me había enfocado tanto en lo que yo podía controlar, que no había considerado del todo cuánto implicaba para ella. Cuánto podía costarle.
—¿Puedo ver los estudios? —preguntó Bruce.
Ella asintió y dirigió su mirada hacia mí. Me levanté de inmediato y busqué la bolsa de tela donde había guardado los papeles de la cita anterior. Bruce los tomó, los hojeó con rapidez, leyó en silencio.
—Intuyo que los síntomas están siendo exacerbados por su biología... —murmuró mientras analizaba los valores. Ella asintió apenas.
—Tú sabes que ella no suele enfermarse. Ni fiebre, ni gripes comunes. Jamás la había visto así —intervino Natasha.
—Lo sé, Nat. Pero hay que recordar que su fisiología no responde como la del resto. Tanto ella como Steve presentan una inmunidad anormalmente alta. Eso también puede hacer que reacciones fisiológicas ante desequilibrios hormonales sean inusuales, impredecibles incluso.
Me crucé de brazos, frustrado.
—¿Entonces por qué este colapso?
—No soy endocrinólogo —respondó Bruce, tranquilo pero firme—, pero sé que la sobreestimulación hormonal puede generar efectos intensificados, sobre todo si el cuerpo está siendo forzado a adaptarse rápidamente. Y si a eso le sumas que la dosis que recibió es excesiva... su sistema está intentando resistir sin herramientas suficientes. No es alarmante. Aún.
Me giré ligeramente.
—Eso es tu forma de decir: "no se está muriendo, pero mejor no bajes la guardia", ¿verdad?
Bruce me miró. No con rabia. Con esa compasión que molesta más que cualquier reproche.
—No vine a darte garantías, Loki. Solo vine a ayudar. Porque, así como para ti ella es vital, para todos aquí también lo es. Así que estoy haciendo lo que está en mis manos para evitar que la pierdas por orgullo.
Quise responder. Defenderme. Pero no lo hice. Porque tenía razón. Y el silencio fue mi forma de admitirlo.
—Voy a colocarle un suero, algo leve para el dolor y una lista con los síntomas que deben alarmarlos —dijo Bruce al levantarse—. Descanso. Hidratación. Y nada de emociones fuertes.
—Eso se lo dicen desde que lo conoció —comentó Natasha con una ceja arqueada en mi dirección.
Bruce sonrió apenas.
—Esta vez lo digo como médico. No como amigo frustrado.
Cuando se marchó, el silencio se instaló de nuevo. Uno menos tenso, pero cargado de algo que no sabía nombrar.
Ella miró a Natasha, agotada.
—Gracias... por no detenerlo.
Ambas sonrieron, yo aún estaba parado en la esquina. Como un imbesil.
Ella volteó a verme con una sonrisa pequeña, se veía tan frágil.
—Gracias por dejarlo hacer su trabajo...
—Quise detenerlo. Pero ya no soy tan idiota. No del todo.
Ambos nos dimos esas miradas, esas cómplices que solo los dos entendíamos. Me acerqué para sentarme a un costado de la orilla de la cama y la tomé de la mano.
—muy bien... yo creo que iré a tratar de descansar. Si necesitas algo me avisan.
Ambos asentimos y ella salió del cuarto. Estuvimos en silencio un rato, ese silencio que requería de un apoyo más grande. Su mirada se veía suplicante y la entendí, me acomodé a su lado y me arrope con las sabanas frías.
_____ Apoyó la cabeza en mi hombro y se acurrucó buscando un poco de calor, yo aún la sentía caliente así que regulé un poco más mi hechizo.
Parece que sintió un alivio, el suspiro que salió de sus labios me lo confirmó.
—No estoy fallando por estar así... ¿verdad? —habló por fin.
Le besé la sien con cuidado.
—No. Solo estás peleando una guerra que no pediste. Pero no estás sola. No mientras yo respire. O incluso si dejo de hacerlo... es mi turno de cuidarte
Ella cerró los ojos.
— aún recuerdo cuando te encontré... así, casi muerto.
—Sí. Yo también lo recuerdo. Te recomiendo evitar ese capítulo en el futuro.
Río suavemente. Me abrazó con más fuerza.
—Creo que te aplicaré la ley del hielo. Ya que se repite la situación.
—Oh, querida. Sabes que no eres capaz de hacer eso.
—Tienes razón —respondó con voz adormilada—. Por más que me molestes... se me hace imposible ignorarte.
Y por fin, descansó otra vez.
La luz del la tarde se filtraba con descaro a través de las cortinas.
No dormí desde ese momento. Solo la observé.
Ella se mantuvo aferrada a mí como si mi respiración fuese un amuleto. Sus dedos entrelazados a los míos, la frente apoyada en mi hombro, su cuerpo tibio —ya no ardiente, pero tampoco en calma.
Le hice un par de ajustes mágicos cada hora, solo lo justo. Nada que pudiera interferir. Solo lo que un dios asustado podía hacer por la mujer que amaba sin parecer desesperado.
Pero lo estaba.
Desesperado.
Cuando por fin sus respiraciones comenzaron a estabilizarse, escuché la puerta del ascensor abrirse. No con la entrada típica y ostentosa a la que nos tiene acostumbrados Stark. Esta vez fue más rápida. Urgente.
Unos pasos, acelerados. Y luego el inconfundible golpe de sarcasmo contenido.
—¿Dónde está? —gruñó Tony.
Natasha fue la que respondió, desde la cocina.
—Dormida. Loki la estabilizó. Bruce pasó hace un rato.
—¿Y por qué diablos nadie me llamó antes? ¿Por qué siempre tengo que enterarme cuando ya está colapsada?
—Te llamé —dijo Natasha con toda la calma de quien puede matar sin mover un músculo—. Justo después de que Loki me gritara como un adolescente en pánico. Tú decidiste venir corriendo a las cinco y media de la mañana. No es mi culpa que estuvieras de vacaciones en otro continente.
La acomode de una manera en la que estuviera sentada pero semi acostada por si tenía vómito otra vez. Ese escándalo me estaba desquiciando y salí de la habitación justo cuando Tony entraba al pasillo.
Nuestros ojos se cruzaron.
Y fue suficiente.
—Claro, el magito con complejo de mártir —murmuró él con evidente rabia—. ¿Qué pasó, tus "trucos de manos" no fueron suficientes esta vez?
Me crucé de brazos.
—Cuidado, Stark. No estoy de humor para tus chistes con olor a culpa mal gestionada.
—¿Mi culpa? —dio un paso al frente—. ¿Quién permitió que se metiera en un tratamiento de fertilidad a espaldas de todos? ¿Quién creyó que podía "cuidarla" con magia y abrazos?
—¿Quién la empujó a creer que debía hacerlo sola? ¿Quién desapareció en Bali por semanas mientras ella se partía en dos?
Silencio.
Tony se quedó quieto. Su mandíbula apretada. La rabia contenida no era por mí. Era por él mismo. Pero no iba a admitirlo. Yo tampoco.
—No vine a discutir —dijo finalmente—. Vine a verla.
—Entonces baja el volumen —respondió Natasha desde la sala—. Y compórtense como adultos. O se van los dos.
En ese momento, Pepper apareció. Llevaba puesto un suéter gigante. Deduje que era por el frío. Seguramente había venido directo del aeropuerto y apenas les dio para ponerse algo cálido. Los ojos hinchados de sueño y preocupación. Y aún así, con esa gracia de madre que siempre tenía.
—¿Está muy mal? —preguntó, mirando primero a Natasha, luego a mí.
—No tanto como esta madrugada —respondí con suavidad.
—¿Puedo entrar a verla?
—Está dormida, pero... sí —dije, después de unos segundos.
Pepper asintió. Entró en silencio. No hizo preguntas. Solo se sentó al borde de la cama y le acarició el cabello como si tuviera cinco años. Y por primera vez en horas, vi a alguien que no estaba enfadado, asustado o frustrado. Solo preocupado. De verdad.
Natasha se acercó también, cargando una bandeja con suero, toallas frías y un par de cosas que ni siquiera me molesté en identificar.
—Podemos turnarnos para vigilarla —dijo, sin mirarme del todo.
—No pienso moverme de aquí —respondí, sin orgullo. Solo certeza.
Tony se apoyó en el marco de la puerta. No dijo nada más. Pero su mirada me atravesó.
Y yo no bajé la mía.
Porque si hay algo que tengo claro es que esa mujer, esa criatura compleja, brillante y agotadoramente terca y valiente que ahora duerme... no necesita que peleemos por ella.
Habían pasado un par de horas desde que Bruce se fue. Natasha se había quedado rondando, entrando y saliendo con compresas y medicamentos que apenas podía pronunciar. Yo no me había movido.
Ella dormía. Al menos, eso parecía. Su respiración era estable, el color había regresado muy levemente a sus mejillas y su mano seguía agarrada a la mía con más fuerza de la que esperaba.
La puerta se abrió suavemente. No giré la cabeza, pero sentí su presencia.
Pepper Potts.
No dijo nada al principio. Solo se acercó con pasos silenciosos y colocó una taza de té caliente en la mesita junto a mí. El vapor olía a algo dulce y calmante. Manzanilla, tal vez. O lavanda.
—Nunca imaginé verte así... tan callado —dijo al fin, con esa voz suave que usaba cuando trataba con niños enfermos o ____ cuando tenía algún problema.
—El caos me sienta peor cuando no soy yo quien lo provoca —respondí sin girarme, con la vista aún fija en _____. La ironía salió sola, pero sin filo. Más como un reflejo que como un ataque.
Pepper se sentó en el borde del sillón frente a la cama. Se arropó con su propio abrigo. Observó en silencio durante un minuto que se sintió como diez.
—Sé que estás haciendo todo lo que puedes —dijo por fin.
—¿Y si no es suficiente?
—Entonces harás lo que el resto de nosotros hace cuando no lo es: te quedas. Aguantas. Y esperas que mejore. Porque eso es lo único real —respondió con naturalidad.
No pude evitar mirarla por fin.
—¿Así lidias con Tony?
—Todo el tiempo. Él no quiere ser salvado, Loki. Quiere ser útil. Quiere sentir que tiene el control. ¿Te suena?
—Muchísimo —murmuré, y mi voz sonó más rota de lo que me gustó.
—desde que la conocí... ah sido una niña especial, terca y bastante especial—dijo mientras la miraba con una sonrisa que solo una madre daría—. Es idéntica a Tony. Por eso mismo cada golpe y cada dolor que ah atravesado le afecta tanto a él.
Me miró por un instante y le dio un sorbo a su té.
—para Tony y para mí ah sido un reto cuidarla, no es normal y fue algo que a él le costó aceptar... y le cuesta aún más entender que no siempre podrá protegerla como debería.
—el y Odin tienen cierto parecido entonces.
—imagino que si... pero aún así creo que trata de mejorar, no es el mejor padre del mundo, pero se que lo ah intentado —la miro y luego a mi— y se que ella lo sabe.
Pepper sonrió, sin sarcasmo.
—No tienes que cargarla solo tú. No necesitas demostrar nada. No con nosotros.
—No soy parte de ustedes, Pepper —respondí, sin dureza. Solo... cansado.
Ella me miró con una ternura peligrosa.
—Ya lo eres. Solo que aún no lo has entendido.
No supe qué decir. Así que no dije nada.
La miré una vez más.
La mujer que amaba. Que se deshacía por intentar crear algo imposible. Y lo único que podía hacer... era quedarme.
Pepper se levantó, con delicadeza.
—Voy a preparar algo para cuando despierte. Tú quédate. Ya estás haciendo suficiente.
Y por primera vez en horas, el nudo en mi pecho aflojó, apenas.
Aunque eso no fue por mucho.
Parece que Tony esperó.
Esperó a que Pepper se fuera. A que Natasha saliera con la excusa de revisar algo en el laboratorio. A que todo quedara en silencio.
Entró al cuarto como si le costara respirar allí.
Yo seguía junto a la cama. Pero me puse de pie en cuanto lo vi.
No por respeto. Si no por tensión.
—¿Tienes un minuto? —preguntó, aunque sonaba más a orden que a pregunta.
—No —respondí. Me crucé de brazos.
Tony suspiró y me hizo una seña para que saliera.
Lo seguí, tenía que hablar con el en algún punto cerré la puerta tras de mí. Bajamos hasta la sala principal y ahí fue donde estalló.
—¿Por qué carajo nadie me dijo que estaba tan mal?
—Porque estabas en Bali. Fingiendo que todo iba bien mientras ella seguía acá lidiando con temas que te concernían a ti —le solté, sin levantar la voz. No hacía falta.
—¡No me jodas, Loki! Vine en cuanto me avisaron. Aparte ese espectáculo tuyo con ella en la fiesta de los Carusso no creo que les haya ayudado mucho.
—Sí. Cuando ya no había nada más que hacer salvo observar —me senté en uno de los sofás cercanos—. Y lo de esa fiesta no estaba en planes, ni siquiera pensé que ella asistiría.
Tony apretó los puños. Parecía que quería vomitar.
Pero un tipo de vómito verbal.
—Tú no eres su novio o esposo. Ni su médico. Ni su familia. No tenías derecho a ocultarme esto.
—¿Y tú sí? —di un paso hacia él—. ¿Tú, que ni siquiera te diste cuenta de que ella llevaba semanas apagándose? Te enteraste de lo que le pasó ¿y que hiciste?
—¡Yo no soy un dios! ¡Yo no puedo saberlo todo!
—Tampoco yo. Pero al menos estoy aquí, al menos trato de estarlo.
Silencio.
Él me miró. No con odio. Con rabia mezclada con pánico.
—¿Tú crees que yo quería esto? ¿Crees que puedo verla así y quedarme tranquilo? Cuando la veo así... solo puedo pensar en perderla. Como cuando tú hiciste de las tuyas con tu magnífica invasión o cuando llegó de tu puto mundo atravesada por una flecha.
Eso... no lo esperaba.
—no puedo perderla, no como a mi familia. Ella y Pepper son lo único que me queda y créeme... haré lo que sea por ellas.
Lo miré. El hombre detrás del sarcasmo. El padre que no supo proteger, se desahogaba de cierta manera conmigo.
—No estoy aquí para competir, Tony —dije, bajando un poco la voz—. Pero tampoco voy a pedir permiso para amarla, te lo dejé claro después de esa fiesta en noche buena.
Tony desvió la mirada. Tragó saliva.
—No me agradas —dijo finalmente.
—Tú tampoco eres mi persona favorita —respondí, y suspiré resignado— pero se que no puedo hacer nada contra ti, por más que aún me cueste creerlo, eres su padre y se cuanto le importas.
— es bueno que lo tengas claro.
Ambos nos mantuvimos en silencio. El se giró hacia las escaleras para ir a la habitación, pero antes de salir dijo:
—Pero si la haces reír otra vez... tal vez sobrevivas a esta familia.
Y se fue.
No dije nada.
Pero por primera vez desde que lo conocí... sentí que estábamos en el mismo equipo.
Mas que nada por ella.
⊱❑┇ _____ Stark ┇❑ ⊰
Desperté con esa sensación extraña de haber dormido por horas, pero sin sentirme descansada.
El sonido de la televisión se llevó mi atención. Era ya de noche y ciertamente me sentía agotada aún.
Mi garganta estaba seca, la lengua pegada al paladar y los músculos como si hubiera corrido un maratón dormida. A mi lado, algo —alguien— cálido y familiar.
Loki.
Tenía el brazo enroscado en mi cintura y la cabeza ligeramente apoyada en mi hombro. Dormía sentado, con una expresión entre tensión y paz. Como si no supiera cómo rendirse del todo, ni siquiera en sueños.
Giré la cabeza con lentitud. Y ahí estaban.
Tony, sentado en el sillón más cercano, con cara de haber pasado por una trituradora emocional. Pepper, sentada en el suelo junto a él, revisando algo en su tablet pero claramente con más atención puesta en mí.
Y Natasha... en la puerta. Reclinada contra el marco, con un café en la mano y una ceja alzada viendo la película del momento.
—Ok... esto parece una intervención o una secuela rara de Grey's Anatomy —murmuré, apenas con voz.
Tony fue el primero en levantarse. Ya era su respuesta default a cuando me levantaba de algún tipo de malestar.
—Mira quién volvió del inframundo con sarcasmo incluido.
—Hola a ti también, papá Stark —dije, con la voz ronca pero la sonrisa viva.
Pepper se acercó rápido y me acarició la mejilla con ternura.
—No vuelvas a hacernos esto, ¿sí? Nos diste un susto de campeonato.
—saben que no puedo prometer eso. Y yo solo quise... dormir —dije, en tono de broma. Pero la mirada que me devolvió me desarmó.
Ese era el problema. No había dormido en paz toda esa noche.
Loki se removió al escucharme y abrió los ojos con lentitud. Parpadeó como si no supiera si estaba despierto o soñando.
—Estás consciente —dijo en voz baja, aún ronca.
—Y tú sigues aquí mientras ellos están. Supongo que eso es buena señal —le sonreí.
—No pienso moverme ni aunque Thor baje con una orden real —respondió él, con esa voz baja y firme que me hacía sentir que el mundo podía estarse cayendo... pero yo seguiría en pie.
Tony, por supuesto, no dejó pasar la oportunidad.
—¿Y qué, exactamente, hace el dios del caos acostado en la cama con mi hijita? Yo debería estar ahí.
—Evitar que se muera por causas humanas idiotas como desequilibrio hormonal, si quieres ponerlo en términos médicos —respondió Loki sin parpadear.
—¿Ves por qué no puedo con él? —Tony lanzó un suspiro mientras se sentaba de nuevo y me miraba molesto.
—¿Y ves por qué lo aguanto? —le respondí, todavía sonriendo a medias.
Natasha soltó un bufido desde la puerta.
—Si terminan de medir sus varitas, creo que padre eh hija tienen asuntos reales que atender.
—¿Tan tarde? —pregunté, frunciendo el ceño—. ¿Qué pasó?
— no es nada grave.
La habitación se había vaciado un poco. Pepper y Natasha se habían ido a la cocina, probablemente a preparar algo caliente o a discutir en susurros sobre si debía comer sopa o avena. Loki había salido hace unos minutos a cambiarse la ropa —después de que Pepper lo empujara amablemente fuera de la habitación con una mirada que no admitía discusión.
Y entonces me quedé sola con papá.
Caminó con esa mezcla de decisión y duda que solo él manejaba bien. Llevaba una taza de café en la mano y el ceño ligeramente fruncido, como si viniera ensayando en su cabeza qué decir... y odiara cada palabra.
—¿Puedo?
—Es tu casa —respondí, sin mirarlo.
—Sí, pero es tu cama. Y probablemente tu dolor de cabeza. Así que técnicamente estoy invadiendo un territorio diplomático.
Me reí, apenas. Lo suficiente para que se relajara.
Se sentó en la silla al lado de mi cama, como si no supiera si debía acercarse más o quedarse allí. Dejó el café sobre la mesa sin ofrecerlo. Solo... se quedó.
—No me gustó cómo te vi hoy —dijo, sin rodeos.
—A mí tampoco me encantó cómo me vi —bromeé, aunque la punzada en el estómago me recordó que no estaba para sarcasmos largos.
Tony bajó la mirada por un momento. Luego volvió a mí.
—me hubiera gustado que me lo comentaras antes, un nuevo procedimiento ti... sabes que es difícil de tratar.
—la decisión fue... repentina realmente.
Mordí mi labio en un intento de contención.
Había mucho que quería explicarle pero me odiaba por no saber cómo decirlo.
— el tratamiento anterior no estaba funcionando, literalmente solo me estaba haciendo cosquillas en los ovarios —bromee pero el pareció no comprender mi intención—. Entré en crisis y solo vi que lo mejor que podía hacer era iniciarlo sin pensar, luego me apuñalaron con tres jeringas y bueno... ya vimos cómo terminó.
El pareció entenderlo, pero se veía aún preocupado por algo, o más bien ansioso.
—bien, veremos luego cómo podemos manejar esto, pero antes hay algo que quiero hablar contigo—dijo acomodándose mejor en la cama—¿Te acuerdas del Proyecto Insight?
Asentí con lentitud.
—Los helicarriers gigantes con vigilancia global incorporada. Muy sutil de parte de Shield, como siempre.
—Ajá, esos. —Se pasó una mano por el rostro—. Bueno... tengo un puesto para ti.
Lo miré, confundida.
—¿Qué? Pero si apenas cumplo en la fundación...
—no será nada extremo. Asistencia técnica. Revisión de protocolos "mágicos"dentro del software de predicción de amenazas. Supervisión remota de posibles errores de seguridad. Básicamente: leer cosas complicadas y decirnos si el algoritmo quiere explotar el mundo.
—¿Por qué yo? No tengo experiencia como tal con algoritmos, y apenas si tengo buena intuición.
—Porque necesitas estar en algo. Necesitas volver a usar la cabeza más allá de tratamientos médicos y horas con el ratito de Loki... y fue petición de fury.
—parece que jack sparrow se reúsa a dejarme afuera de sus proyectos.
—así de importante eres para esa organización, supongo.
Eso me tomó por sorpresa.
No lo dijo con dureza.
Lo dijo con cariño. Con miedo. Con esa mezcla tan Tony de "no sé consolar, así que te empujo hacia adelante".
—No estoy tratando de ponerte a prueba —añadió, más suave—. No es porque no confíe en Loki. O en ti. Es porque cuando tú no estás... no estás. Te vas. A lugares donde nadie más llega. Y no quiero volver a perderte así.
—¿estás proponiéndome que me mudé sola?
—algo así, digo, no siempre estarás acá en casa. En mi nido.
—¿ahora eres un pájaro?
—algo así, más tarde te daré de comer de mi vómito —comentó con sarcasmo.
— ahh por favor Tony —dije cerrando los ojos imaginándome esa escena traumática—, vas a hacer que vomite lo que me queda adentro.
— por lo menos te hice pensar en algo diferente.
Sentí un nudo pequeño en la garganta y sonreí.
—pero te dejaría... los dejaría si me voy.
— es una idea apenas, realmente aún sigo pensándolo aunque, quisiera también tener mi espacio. Apartado de todo esto a veces.
— ¿no te basta con tus viajes por mes?
— precisamente... quiero una estabilidad aunque aquí tengo todo lo que necesito, se que tú también tienes que encontrar la tuya.
Asentí, no sabía que significaba eso, o como podría manejarlo. Tenía veintiuno y ni siquiera era capaz de mantener vivo a un hámster por 1 mes.
—¿papá y si no puedo...? No se, lo de mi cuerpo, la fundación y ahora lo de shield —baje la mirada rendida—. Estoy en boca de todos por las fotos de la fiesta y apenas estoy comprendiendo lo que tengo con Loki.
—puedes con eso y más, lo de la prensa lo resolveré yo, déjamelo a mi. Los proyectos en shield y stark industry's son pan comido para ti... y lo de Loki...
Tomo un largo suspiro, y me miró.
—sabes que no me convence aún, pero crees en el y ahora mismo, es lo que necesitas. Creer en algo aparte de esto que te está atormentado.
— el me ha estado apoyando... por eso confío. No se ah ido.
— nada te asegura de que se quede del todo.
Lo pensé, y lo medité. De alguna manera tenía razón, pero sabía que el no lo haría, no ahora y confío que no lo hará en el futuro, ya no es ese Loki.
—no se papá... quiero rendirme ya con todo honestamente.
— nosostros, no, tú —me tomó de la mano—, tú nunca te rindes y me lo has demostrado. Y aunque no salga como esperas por lo menos lo habrás intentado. Tienes esta oportunidad para mejorar, y de paso, tendrías una buena excusa para cambiar de ambiente... a Washington.
—¿Eso también es parte del plan?
—Todo es parte del plan. Aunque me lo esté inventando ahora mismo.
Me reí. Esta vez en serio y el lo hizo con esa dulzura que me confortaba.
—¿Tengo que decir que sí ahora?
—No. Solo... piénsalo. No porque lo necesitemos. Porque tú lo necesitas. Porque tú aún eres parte de esto. De nosotros.
—De los Vengadores.
—De la familia.
Nos miramos por un momento largo.
Y, por primera vez en semanas, no sentí que estaba cayendo.
Sentí que alguien, en lugar de querer levantarme... me estaba esperando sentada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro