♡08
Al día siguiente habíamos quedado en ir a un campo cerca de aquí para pasar el día juntos.
Mi hermano Tony se había encargado de buscar el sitio, y según él tenía un pequeño lago donde poder bañarnos y unas pistas de fútbol y baloncesto donde jugar, así que llevábamos una pelota de cada por sí nos aburríamos de un deporte, nos pondríamos a jugar al otro.
En verdad, es un buen plan.
Nos montamos en el coche de mi hermano, que ya tenía carnet (yo aún estaba en proceso), y pusimos rumbo a nuestro destino final.
El trayecto en sí fue muy divertido: Kate y yo cantamos a todo pulmón las canciones que sonaban, Diane tampoco tardo en unirse a nosotras y juntas aprovechábamos cada solo para demostrar que éramos las mejores cantantes. Rachel lo grababa todo mientras reía, y en un momento dado me puse a chinchar a Leo.
- Yo quiero jugar al baloncesto, no sé, me da curiosidad. ¿Alguien sabe jugar?
- Yo sé - respondió el rubio, sonriendo.
- ¿Ah, y eso? - le dije
- Hice una película llamada "Basketball Diaries" en la que interpretaba a un chico que jugaba al baloncesto, así que tuve que aprender. Soy muy bueno.
- Si, claro. Eres igual de bueno que yo.
- ¿Me estás retando? - preguntó, con una ceja levantada
- Puede. ¿Eres tan bueno como dices? Eso habrá que verlo...
- Uuuy! Problemas en el paraísooo - canturreó Rachel
- ¿Quieres jugar, Amber? - dijo Leo, sonriendo - Pues juguemos
Y desde ese momento me arrepentí de chincharlo.
Porque nada más llegar, sacó la pelota de basket y dividió al grupo en dos equipos: él con Tony y Diane y yo con Rachel y Kate.
Ni que hablar de la paliza que nos metieron entre Tony y él, porque Diane no hacía gran cosa.
No era capaz de pararlo: cada vez que intentaba irse por la izquierda y me movía hacia ese lado, se iba hacia la derecha y encestaba.
- Creo que te odio - dije, hiperventilando, en un momento dado.
- Bueno, ya te lo advertí antes - respondió, riendo - Anda, ven. Siéntate antes de que te mueras por no poder respirar.
Me senté y él trajo unas botellas de agua fría para los dos. No nos dijimos nada, pero no era un silencio incómodo, sino de esos en los que estás a gusto incluso sin hablar.
Al final, él acabó rompiendo el silencio:
- ¿Te gustaría encestar?
- ¿Eh? Repite, porfa
- Que si te gustaría aprender a encestar
- Sí, la verdad
- Pues ven, te voy a enseñar - dijo, cogiendo la pelota. Los demás estaban tan centrados jugando al fútbol que no se dieron cuenta de nada.
Bueno, Rachel sonrió un poco, pero no sé si era por esto o no.
- Bienvenida, señorita Amber, a las clases privadas de baloncesto del profesor Leonardo - dijo Leo, solemnemente - Hoy toca aprender a encestar.
- Dime, profesor DiCaprio, ¿cómo se hace esa difícil tarea? - respondí, dramáticamente
- En realidad, es bastante sencillo. Los pies, el dominante un poquito más adelantado que el otro, así...
Yo iba imitándole como podía, aunque no sé si lo estaba haciendo bien, supongo que si, dado que no me corrigió.
- ...después, coloca los brazos de esta manera - continuó, poniendo los brazos en una posición muy rara, que intenté hacer, fracasando estrepitosamente. Leo se rió - No, así no. Así.
Me cogió las manos y me las colocó en la posición correcta, pero eso no fue lo raro. Lo raro es el tirón que me dio en el estómago en el momento en el que posó sus manos sobre las mías. Contuve la respiración un microsegundo y le miré. Por su expresión, diría que sintió lo mismo que yo. Sacudió la cabeza y siguió con su cometido.
- Bueno, emmm - dijo - Ahora solo tienes que saltar, lanzar la pelota y esperar los aplausos.
- ¿Tu crees?
- No lo sabremos hasta que lances - exclamó, animándome a lanzar.
Lo hice y... fallé de lleno.
- Vaya! - comenté, en broma - Un centímetro más y habría entrado.
- Sigue diciéndolo hasta que te lo creas - respondió, riendo - Venga, inténtalo de nuevo.
Volvió a colocarme en la posición de lanzamiento, pero esta vez puso sus manos sobre las mías y prácticamente hizo todo el trabajo.
Ahora sí, entró.
- Sí, lo conseguí!
- ¡Aplausos para la reina del basket! - dijo Leo, aplaudiendo
- Gracias, gracias... - me puse a hacer reverencias al público invisible, y me reí.
Tras eso, seguimos jugando al basket. Conseguí aprender algunos movimientos más, y mejoré bastante. Después, fuimos a bañarnos al lago con los demás.
Un día perfecto.
Durante el viaje de vuelta, los que cantábamos a todo pulmón éramos Leo y yo, y cada canción la hacíamos como si fuéramos un dúo en medio de un concierto.
Kate y Rachel se reían muchísimo, y se miraban de manera cómplice.
Ya le preguntaré mañana que se traen entre manos. La curiosidad puede más, lo siento.
Cuando llegué a casa, Tony y yo les resumimos rápidamente el día a mis padres (omití categóricamente mi "escenita" con Leo) y nos fuimos a dormir, ya que estábamos reventados.
Subí directamente a mi habitación, me puse mi pijama, abrí la cama y me acosté.
Fue apoyar la cabeza en la almohada y quedarme dormida.
Aún así, un pensamiento cruzó mi mente antes de conciliar el sueño: esa reacción ante el contacto de Leo no es la típica entre mejores amigos.
Pero estaba tan cansada que me dio igual.
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