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صفر.

2008. AFGANISTÁN.
sede HYDRA.

El cuerpo de Dolunai se movía involuntariamente con leves descargas que su propio organismo le enviaba luego de haber sido torturada por HYDRA. El hombre que estaba encerrando a sí mismo en un rincón la miraba levemente a la niña de 10 años, observando los ojos perdidos y los choques que realizaba. Pero aún así, ella tenía sus dedos hacia arriba, mirando fijamente como con su mente podía mover y sostener la forma irregular del agua que estaba frente a ella.

Su desconcentración logró que el chorro de agua caiga al piso cuando giró su cabeza hacia la puerta al escuchar un brusco y fuerte ruido proveniendo de esta. Rápidamente su corazón comenzó a latir rápido a medida que se arrastraba a una esquina de la habitación tratando de protegerse con su propio cuerpo, pero para su suerte, no iban por ella.

El hombre forcejeaba fuertemente con las personas con trajes especiales que trataban de sacarlo a la fuerza, pero por más que haya luchado, le inyectaron quien sabe que y cayó desplomado al piso.

Dolunai se mantenía inmóvil allí, mirando levemente con sumo cuidado de no ser descubierta, deseando que los hombres que quedaban decidan irse antes de que se den cuanta que ella estaba allí. Probablemente se les había olvidado su presencia.

Cuando trajeron nuevamente al hombre con brazo de metal este parecia fuera de si, estaba lastimado y la remera sucia que tenía había desaparecido, ahora mostrando su físico con cicatrices y sin tatuajes.

Gruñía por lo bajo ante el dolor que los de HYDRA le habían dejado. Hacia varios meses que convivía con aquel hombre y nunca habían hablado, el siempre se limitaba a ver sus poderes y ella a observarlo cuando lo traían lastimado luego de una sesión.

—Puedo ayudar.

La voz rasposa de la niña llamó su atención, girando su cabeza sobre su hombro para observar el pequeño cuerpo sucio aún apretando sus rodillas contra su pecho.
El no hizo nada, se limitó a volver a darle la espalda a sumirse en su propia agonía, pero escuchando detrás de él como los pequeños pasos descalzas se acercaban.

Gimió de dolor al sentir algo frío en su herida abierta, rápidamente giró su cabeza hacia la niña, quien tenía sus ojos iluminados color celeste con la mirada fija en el agua que se adhería en la herida de su espalda, pero poco a poco el dolor fue desapareciendo.


•••


2012. AFGANISTÁN.
sede HYDRA.

El hombre con brazo metálico observo fijamente el agua que yacía en la nada, flotando en el aire frente a ellos; estiró un poco su mano humana para tocar el de la niña, quien su cuerpo daba pequeños espasmos al estar usando aquel impulso que tenía cada vez que veía un poco de agua. El hombre tocó suave un poco su codo, obligándola a levantar a penas los brazos, haciendo que el agua se eleve con el movimiento.

Dolunai observo al hombre sin quitar su concentración del agua, ganándose una azulado mirar con un pequeño brillo de esperanza al descubrir los poderes de aquella niña. Sin esperarlo, le sonrió a la muchachita frente a él, contagiándole la sonrisa llena de posibilidades y felicidad que la castaña le proporcionaba.

Habían pasado varios años desde que ellos compartían habitación, y por más que siempre los trasladaban a diferentes lugares, de alguna forma u otra el hombre se encargaba de volver a la misma habitación que la niña, de ahora, 14 años.

El Soldado del Invierno se había acostumbrado a ella y Dolunai a él, parecía ser capaz de mantenerlo a raya con su dulzura y honestidad.

Pero Dolunai no era estupida, lo único que había hecho HYDRA en ella era entrenarla para ser un soldado, violarla múltiples veces tanto física como emocional y mental, torturarla; ellos la habían destruido, sus padres la habían vendido para que la traten como una muñeca de trapo de aquí para allá, experimentando dolorosamente con ella; todo por unos pocos pesos que iban a ayudarlos a mantener al bebé que venía en camino.

Una alarma comenzó a sonar fuertemente, haciendo que el agua caiga tanto en los pantalones del hombre y la única prenda de remera grande que tenía puesto Dolunai desde hace 3 años atrás; y los moje pero no les importo, el soldado obligó a la niña a ponerse de pie y colocarla detrás de él, escuchando los fuertes gritos a los alrededores y las armas disparándose bajo órdenes afganas.

Dolunai no pudo evitar aferrarse a la espalda del hombre frente a ella, temblando de miedo ante todo lo que estaba ocurriendo detrás de esa puerta que los tenía presos.

El hombre volteo y tomó con su mano humana uno de los hombros de Dolunai empujándola a la cama para después obligarla a que se arrodille en el piso mientras el se agachaba al mismo tiempo que ella, los ojos verdes de Dolunai estaban aterrados cuando el soldado levantó las colchas de la única cama que había allí.

Normalmente era ella la que dormía ahí, pero después de que el soldado volvía de las misiones le cedía el mueble para que pueda descansar lo mejor posible.

—Escóndete— ordenó el hombre con su voz rasposa tratando de empujarla allí abajo.

—¿Que? No. Esta es la oportunidad de escaparnos— nego la muchacha al igual que con su cabeza.

—Dolunai, vendrán a buscarme para poder tener una posibilidad en el combate— ambos miraron a la puerta cuando escucharon un grito desgarrador, el hombre giró su cabeza nuevamente a ella.

—Entonces vamos a pelear para escapar— decidió firmemente la adolescente, completamente negada en dejar al único hombre que no le había faltado el respeto en todos esos años. —Parezco débil pero en su momento fui entrenada en Rusia, tenemos una chance si peleamos los dos.

El soldado miró sus ojos verdes con una pizca de arrepentimiento, Dolunai sintió el frío de la mano metálica en su hombro, empujándola fuertemente bajo de la cama por más que ella se haya estado quejando en cuanto la fuerza con que la obligaba a moverse. Dolunai saco su cabeza hacia el costado de donde estaba escondida, encontrándose con la mirada azulada del solado.

—No te vayas, por favor. Quédate.

Los susurros en súplicas junto a la pequeña mano que cubrió su mano metálica lo hicieron apretar los labios, el hombre no quería dejarla, pero no iba a arriesgarse de perder la única oportunidad de distraer a las personas para que ella escape.

—Hay lugar para los dos— insistió la muchacha mirando levemente su cuerpo bajo la cama.

—Quédate aquí y no salgas hasta que venga por ti— ordenó el hombre tragándose todo lo que tenía para decir, bajando bruscamente las colchas de la cama, escondiendo aún más a l pequeña anatomía.

Dolunai se acomodó mejor quedando pegada contra la pared, sintiendo como la oscuridad de abajo de la cama la abrazaba, observando fijamente el único lugar donde su rostro era capaz de percibir la luz de afuera.

Se obligó a ella a pensar que por un momento se había hecho invisible y capaz cabía la posibilidad que no vengan a buscar al soldado... pero todo eso se fue a la mierda en cuanto la puerta fue bruscamente abierta por varios hombres de seguridad.

Escuchó como el soldado no se oponía a todo lo que le gritaban, pero aún así, observo como lo tiraban al piso, quedando sus rostros enfrentados a unos pocos metros, los ojos azules del soldado se clavaron en los de ella, quien ya estaba soltando pequeñas lágrimas al ver como lo estaban moviendo bruscamente pero nunca despegó su mirada de Dolunai.

"Te quiero" formuló con sus labios la muchacha antes de que se lo llevaran a la guerra que ocurría detrás de la puerta.

Por las restantes horas, Dolunai ni había movido ni un solo músculo, ni siquiera cuando le había comenzado a dar un calambre en la pierna o cuando sus brazos se habían entumecido por haber estado en la misma posición durante 9 horas.

Inconscientemente las lágrimas salieron levemente de sus ojos cuando se dio cuenta que el soldado no volvería por ella. Estaba segura que el hombre no iba a abandonarla pero tenía sus dudas, quería creer que solamente había escapado y estaría buscando un lugar estable o haciendo algún plan para ayudarla y sacarla de allí.

Pero otra parte de ella pensaba en que si el no iba a volver por ella ¿por que la dejó escondida? Tenía esperanza en que el Soldado del Invierno iba a volver por quien considera una hermana pequeña.

Su cuerpo automáticamente se tensó cuando escuchó la puerta abrirse, resonando en sus oídos dos voces, una masculina y la otra restante era femenina. Ambos venían charlando sobre que Hydra había sacado nuevamente ventaja de ellos, evacuando el edificio antes de que pudieran llegar lo suficientemente a fondo para saber que había en esas celdas... pero se lo imaginaban.

Su cuerpo temblaba de nerviosismo y había dejado de respirar cuando los pasos ingresaron a la habitación, unos sigilosos y otro algo más como si fuera... metálico.

—Te lo dije, nada— la voz varonil se burló rechinando la armadura.

—Vamos a revisar cada celda, Stark— ordenó la mujer con firmeza en ella.

—Lo que digas, Natalie— volvió a burlarse enfatizando el nombre.

—Supéralo.

Escuchó como los pasos metálicos comenzaban a dirigirse a la puerta, suspirando levemente tratando de tranquilizarse al saber que iban a retirarse de la habitación. Pero volvió a tensarse cuando los pasos metálicos se detuvieron.

Por otro lado, Natasha Romanoff y Tony Stark permanecían su mirada fija en la cama que estaba frente a ellos, la agente le había señalado un pequeño rastro húmedo de lo que parecía agua, que se dirigía abajo del mueble.
La mujer le asintió al hombre mientras desenfundaba sus dos armas, al mismo tiempo que Iron Man estiraba su brazo hacia la cama.

Dolunai pegó un pequeño salto cuando quedó en claridad total, la luz de la habitación estaba encendida y la cama había volado al otro extremo del lugar. Se sentó rápidamente pegándose contra la pared con las rodillas al pecho, observando a la mujer que la apuntaba con armas sin seguro y el hombre de metal tenía sus palmas apuntando a ella iluminadas en un círculo color blanco que probablemente la parta en dos si lo dispara.

La agente y Iron Man fruncieron su ceño y compartieron miradas al ver a la muchacha casi desnuda haciéndose un ovillo temblante sin siquiera ser capaz de mirarlos.

El soldado volvería por ella.

Estaba segura de ello.


•••


2015. NUEVA YORK.
Industrias Stark.

—¡Tony! ¡Cierra la boca y déjame dormir!

—¡Cállate, Avatar y ven a desayunar!

—JARVIS— llamó la muchacha sin despegar su rostro de la almohada.

—Dígame, Afganistán— respondió la inteligencia artificial de Tony.

—¿Puedes causarle algún tipo de dolor a Tony?— preguntó sin abrir los ojos.

—Estoy seguro que eso no está permitido.

Por primera vez, Afganistán levanto su cara de la almohada, pensando rápidamente en que podía hacer JARVIS.

—¿Todavía está haciendo café?— inquirió aún con su cabeza levantada. —Quiero decir... ¿aún está conectada la pava?

—Si, Afganistán.

—Genial. Sobresaliente el agua, JARVIS, no me decepciones— balbuceó la adolescente mientras dejaba que nuevamente caiga su rostro a la almohada, abrazándola plácidamente en el proceso.

Puede haber durado segundos o capaz minutos su tranquilidad matutina hasta que escuchó el aullido de Tony por haberse quemado con el café que estaba preparando.

—¡Mocosa!

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