⠀ 𝐭𝐡𝐫𝐞𝐞. the anniversary effect
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˚⋆ ┊ ADVENTURES IN BABYSITTING ┊ ⋆˚
☆⋅⋆ ─ act i. don't you want me, baby?
CAPÍTULO TRES — el efecto aniversario
( episodio uno ; madmax )
⠀ ⠀ NO ENCONTRÓ NINGÚN TIPO DE REGOCIJO EN DEJAR atrás a su hermano pequeño, pero Peyton le había advertido suficientes veces que se iría sin él si llegaba más tarde de lo que habían acordado. Y, no fue hasta que estuvo a más de la mitad del camino a casa que la culpa de volver sin Parker, y ya viendo la cara de decepción de su padre, que finalmente decidió darse la vuelta.
Había algunos lugares a los que Parker podría haber ido. La casa de los Sinclair, Henderson o Wheeler ocupaban un lugar destacado en esa lista, pero lo más cercano a su casa era el arcade.
Localizar a los chicos fue bastante fácil. Menos Wheeler y Byers, Peyton vio al grupo escondido detrás de un coche vigilando la entrada del arcade. Con cuidado, Peyton caminó sobre la punta de sus botas de combate para silenciar el sonido de sus pasos mientras se acercaba sigilosamente a los chicos. Con los brazos cruzados sobre su pecho, se debatía entre esperar más tiempo o revelarse antes de darles un susto de verdad, Peyton optó por no aclararse primero y se limitó a utilizar un tono de voz fuerte y sentencioso para hacerlos sobresaltar al preguntar.
—¿Qué estáis haciendo, bichos raros? —Girándose de repente, todos los chicos gritaron de sorpresa y miedo, sin que el alivio se hubiera producido al ver a la hermana mayor de su amigo. Mirando al cielo, Peyton se movió sobre sus talones, dejando que sus ojos recorrieran las miradas avergonzadas de cada uno de ellos— ¿La estáis espiando?
—¿Qu─
—¡No!
—Eso es─
—¡No! —Las palabras se convirtieron en un sinsentido mientras buscaban cualquier tipo de excusa plausible, todos hablando por encima de los demás hasta que Peyton agitó la mano para hacerlos callar como un director de música de mierda frente a los tres instrumentos más molestos del mundo.
—Os dais cuenta de que stalkeando no es cómo se consigue una novia, ¿verdad? —Los ojos de la rubia se posaron en la mano de Lucas, y los entrecerró con incredulidad sin hacer nada por ocultar su divertida sonrisa— ¿En serio, Sinclair? ¿Prismáticos? —Los chicos, sin saber qué decir, sólo bajaron la mirada avergonzados, pero los suspiros nerviosos de los adolescentes fueron ahogados por el fuerte rugido del Camaro de Billy.
Henderson se giró con los ojos muy abiertos, agarrando a Lucas y obligándole a girarse mientras la mirada culpable de Parker se detenía un momento más en su hermana.
—A las diez.
—¿Qué?
—¡A las diez! —Decidiendo girarse al ver la cara de su hermana, la mezcla de alivio y temor de Parker era evidente por su expresión ladeada.
Su hermana, sin embargo, estaba confiadamente perturbada. Si era perfectamente honesta, Peyton prefería pasar desapercibida para el chico Hargrove, especialmente después de su actitud de mierda hacia ella durante todo el resto del día después de enrollarse en el armario de la limpieza.
—¡Mierda!
—¿No quieres ir a ver a tu novio? —preguntó Parker, burlándose de su hermana mientras apoyaban sus espaldas contra el coche tras el que se escondían.
—¡Él no es mi novio! —Con dureza, agarró a su hermano por la oreja, apretando lo suficiente como para que le doliera pero no tanto como para que le hiciera alguna clase de herida.
—¡AY! —se quejó, empujando a su hermana en un empujón de lado.
Sus habituales chillidos y discusiones llenas de bofetadas continuaron hasta que un duro "¡SHH!" de Dustin los dejó helados con expresiones más divertidas que agitadas.
—Discuten, discuten —dijo Lucas, con los prismáticos pegados a los ojos y Dustin y Parker intercambiaron miradas exasperadas.
—Oh, por Dios.
—¡Sí, ya lo oigo! No sé ni por qué los has traído. —Peyton no pudo evitar sonreír, abrazándose las rodillas mientras escuchaba las quejas de Dustin— Dios, qué idiota eres —Henderson entornó los ojos, esperando cuando Parker se levantó despacio a tiempo para ver cómo Max le levantaba el dedo de en medio a Billy antes de que este se fuera agresivamente con el coche. Mirando a su lado, donde la sonrisa de Peyton se había convertido en una mueca nerviosa, Dustin parecía más comprensivo que molesto antes de darle un ligero empujón en el costado con el borde de su zapato—. Muy bien, Evans, no hay moros en la costa. —El alivio inundó a la rubia, y finalmente se puso de pie. Pero su viaje improvisado al arcade, por desgracia, estaba lejos de terminar.
Poniendo los ojos en blanco, Peyton exhaló como si eso permitiera que la exasperación saliera de su cuerpo.
—Dejad a la pobre chica en paz —suplicó ella, sacudiendo la cabeza cuando los chicos la ignoraron por completo para luego correr hacia la puerta de cristal transparente que los separaba de la campeona del Dig Dug. La rubia tuvo un paseo mucho más casual hacia la puerta, en su lugar eligió apoyarse en la pared de ladrillos junto al cristal.
Se quedaron mirando con asombro y cariño.
—Tíos, es increíble —dijo Lucas maravillado y Dustin asintió con la cabeza.
—Es cierto...
Al unísono, los tres chicos se dieron cuenta.
—Madmax.
⠀ ⠀ ⠀ ⠀ AUNQUE INSISTÍA EN NEGARLO EN VOZ ALTA, Peyton disfrutaba bastante de la noche de cine en casa de los Byers. Al igual que la mencionada familia, esas ocasiones domésticas estuvieron muy ausentes en su infancia. Era agradable poder compensarlo juntos.
A Will y a Parker les quedaba poco por hacer para estrechar lazos; eran amigos desde siempre, y estaban disfrutando bastante la compañía extra.
Sin embargo, Jonathan y Peyton tenían una amistad más bien nueva y basada en una dimensión alternativa. Pero no dudaron en intentarlo. Eran el tipo de chicos que sabían que sus padres habían antepuesto su propia felicidad durante demasiado tiempo.
Al extender el papel de aluminio sobre la estufa, el olor a palomitas de maíz flotó en el aire mientras Bob utilizaba su cámara de vídeo para documentar el acto perfectamente ordinario.
—Para —se rió Joyce, agitando la mano—. ¡Para!
Bob se encogió de hombros inocentemente, mirándola a través de la lente con el ojo izquierdo bien cerrado.
—¿Qué? —él sonrió—. Vamos, tienes que acostumbrarte. Es el futuro.
—Pues suelta el futuro y pásame un bol limpio —dijo Joyce con una risita cariñosa, pero antes de dejar la cámara, Bob hizo una panorámica hacia Peyton, que jugueteaba ociosamente con el mantel mientras estaba sentada lo más cerca posible de una esquina. No tardó en sentir que la cámara la enfocaba, su sonrisa se desvaneció rápidamente.
—¡Papá! —protestó Peyton, ocultando su rostro tras el mantel individual colocado frente a ella en la mesa. A pesar del amor de su padre por la tecnología y la documentación de sus vidas, Peyton odiaba absolutamente salir en cámara. En el espejo, ella podía elegir cómo posar, cómo se veía a sí misma, bajo qué luz estaba. Pero en el vídeo, era cándida. Su verdadera cara, su verdadera sonrisa. Le asustaba saber qué verían los demás cuando la vieran. Incluso si nadie más que su padre, y tal vez Joyce, las vería de todos modos.
Pero su padre se limitó a sonreír, bajando la cámara sin dejar de parecer complacido por tener alguna imagen de su hija en vídeo. Algo que añadir a los innumerables vídeos caseros y recuerdos que había hecho.
—Bob, deja a la pobre chica en paz —bromeó Joyce, ganándose una mirada de agradecimiento cuando Peyton bajó el mantel individual lo suficiente como para asomar los ojos por encima. Dando vueltas con la sartén caliente, Bob colocó finalmente el bol limpio que ella había pedido mientras la madre de los Byers miraba a su hijastra—. Peyton, cariño, ¿podrías traerme un bol limpio?
Con una suave sonrisa, Peyton volvió a bajar el mantel sobre la mesa y se puso de pie, con los brazos cruzados sobre la camiseta de los Ramones que llevaba pegada a su esbelta figura.
—Claro. —Cruzándose con su padre mientras intercambiaban sus lugares, Bob salió de la cocina en dirección al baño.
Con la camiseta levantándose un poco mientras se estiraba para coger un bol bastante grande, Peyton notó la expresión distante y preocupada de Joyce. Y no necesitó preguntar por qué. La rubia sabía poco, pero lo suficiente, de las visitas de Will Byers al Laboratorio de Hawkins. Sus episodios de ─ ese lugar ─ cada vez eran más frecuentes, y realistas.
—¿Cómo está él?
Sorprendida por la brusquedad y la falta de contexto de su pregunta, Joyce aún no tenía suficientes piezas del rompecabezas para armar una respuesta.
—¿Hmm? —preguntó Joyce. Y Peyton no tardó en darse cuenta de su error, y el bol de plástico abandonó su mano para apoyarse en la encimera de mármol.
—Will —explicó la preocupada hermanastra del mencionado—. Hoy ha ido a ver al médico, ¿verdad? —Desviando la mirada con incomodidad, a Peyton casi le salen las palabras para explicar que Joyce no tenía ninguna obligación de hablar con ella al respecto. Pero la tristeza se convirtió en una suave sonrisa al saber que la adolescente se preocupaba de verdad por su hijo.
—Va a estar bien —la tranquilizó Joyce, la burbuja de papel de aluminio que cubría las palomitas se desinfló—. Lo llamaron... el efecto aniversario —Peyton frunció el ceño en reconocimiento, inclinando la cabeza mientras se apoyaba en el mostrador junto al tazón—. Aparentemente es normal que él... vuelva a experimentar esas cosas que han pasado. Está a punto de cumplirse un año, así que... —Al notar lo emotiva que se había puesto Joyce, Peyton no quiso alterarla más cuando estaban pasando una noche tan agradable. Extendió la mano, encontrando el brazo de Joyce en un apretón suave y reconfortante.
—Estaremos aquí —Peyton asintió con la cabeza—. Lo ayudaremos a superarlo. —Inclinándose un poco para estar correctamente en la visión de Joyce, la rubia continuó— Y a ti. —Las lágrimas de agradecimiento amenazaron con derramarse, pero pronto se secaron al oír los pasos del regreso de Bob. Joyce sonrió, genuina y agradecida, mientras colocaba su mano sobre la de Peyton.
—Oye, ¿por qué no vas a ver por qué están tardando tanto los chicos en elegir una película? —Soltando ambas el agarre, Peyton se decidió sólo a asentir, con los labios fruncidos cuando su padre le dio unas suaves palmaditas en el hombro.
Una vez que cruzó la sala de estar, Peyton se congeló un momento al final del pasillo.
Tenía el mismo aspecto que la noche en que casi perdió la vida. Y le preocupaba tratar de entender cómo los Byers podían seguir viviendo en esa casa, después de todo lo que había pasado el año pasado. Las palabras de Joyce comenzaron a resonar en su mente, una y otra vez como un disco rayado.
Está a punto de cumplirse un año...
Lo peor de todo no le había pasado a Peyton y, sin embargo, cada vez que se encontraba invitada a su casa, los recuerdos inundaban su mente. Era como si pudiera verlo todo delante de ella. La alfombra bajo sus pies, la misma alfombra que había ardido bajo el demogorgon que chillaba de dolor. El metal soldado de la trampa para osos utilizada para capturar a la bestia, mezclado con el olor a sangre y gasolina y carne quemada. Las uñas se le clavaron en las pálidas palmas de sus temblorosas manos mientras su corazón empezaba a acelerarse tan rápido que era lo único que podía oír.
Todo era tan real.
Era de noche otra vez.
Esa noche otra vez.
Las luces de Navidad parpadeaban sobre sus cabezas mientras la pared se derretía para permitir que el monstruo les diera caza. Gruñía y chasqueaba, hambriento de sangre. De su sangre.
Estaba allí.
Detrás de ella.
Esperando.
Un frío toque en su hombro trajo a Peyton de vuelta a la realidad, pero eso no le impidió saltar para defenderse.
—¡Woah! —Una voz familiar le recordó que estaba a salvo. Peyton frunció las cejas, confundida, al ver que Jonathan intentaba ponerse en su línea de visión— ¿Estás bien? —No tenía sentido mentir. No era como si Jonathan no pudiera adivinar los pensamientos que pasaban por su mente. Pero el hecho de que fuera inútil no iba a impedirle intentarlo.
Esbozando su falsa, pero perfeccionada y extremadamente convincente sonrisa, la rubia asintió rápidamente.
—Sí, sólo me he mareado un poco por un segundo —«¡Byers no se lo cree!»—. He debido... haberme levantado demasiado rápido. —Nunca más ansiosa por seguir adelante en su vida, Peyton se dirigió hacia la habitación de Will, donde pudo escuchar a su hermano discutiendo algo sobre la Reina del Dig Dug a la que totalmente no había estado acosando con Dustin y Lucas— ¿Cuántas opciones tenemos?
—Unas cuantas —Jonathan sonrió, esperando a que Peyton llamara ligeramente a la puerta del más joven de los Byers.
—Limpieza —bromeó Peyton, con cara de satisfacción ante las miradas en blanco y las sonrisas cuando empujó lentamente la puerta para abrirla.
—Em... no sabía qué querrías y he pillado varias —explicó el mayor de los Byers, colocando las cintas, todas claramente marcadas como PG, encima de la mesilla de noche—. Elige.
Parker hizo una pausa, intercambiando una mirada con su hermana antes de mirar a Will para que tomara la decisión final. Pero el chico sólo se encogió de hombros.
—La que tú quieras.
Una mirada de preocupación fue compartida entre los hermanos mayores, la conversación silenciosa en sus mentes habló más fuerte de lo que las palabras jamás podrían mientras se cruzaban.
—Está bien —Jonathan tomó asiento frente a Will mientras Peyton se sentaba en el borde de la cama a su lado.
—¿Qué estás dibujando? —Will tenía un papel con un dibujo entre las yemas de sus dedos, Peyton se asomó por encima de su hombro para mirar su obra de arte. Will siempre había sido un niño con talento para el arte. Pero con todo por lo que había pasado, tenía que haber algún cruce entre la vida real y la imaginación. Los ojos de Peyton escudriñaron el dibujo y su corazón comenzó a hundirse. Era un niño, marchito y podrido en el bosque, con las costillas al aire y la boca llena de sangre.
Debajo de él estaba escrito, «El Niño Zombi».
Un nombre que no sería preocupante si Peyton no supiera que así era cómo le habían apodado los crueles niños del colegio.
—¿El Niño Zombi? —leyó Jonathan en voz alta, manteniéndose optimista de que sólo se trataba de un personaje a pesar de la expresión entristecida de Peyton—. ¿Quién es el Niño Zombi?
Will levantó la vista por un momento, evitando el contacto visual antes de volver a mirar su mano coloreando la hoja de papel.
—Yo.
Con una preocupación en aumento, los ojos de Jonathan iban y venían entre la hoja de papel y su hermano.
—¿Alguien te ha llamado así? —Aunque la pregunta parecía más dirigida a Parker que a Will, con el primero asintiendo en silencio mientras esperaba que el menor de los Byers respondiera. Pero él simplemente siguió pintando el dibujo con el lápiz de color verde, llenando el silencio que se había instalado en la habitación.
—Eh. —Moviéndose en su sitio en la cama, Jonathan siguió intentando comunicarse con su hermano— Puedes decírmelo. Lo sabes, ¿no? Da igual lo que pase. —Pero Will permaneció en silencio, la ira aumentando evidentemente por la forma en que garabateaba, cada vez más áspera— Will, vamos, dime algo... —presionó Jonathan.
—¡Parad de tratarme así! —espetó de repente, dejando caer el lápiz y el papel sobre la cama, enfadado.
—¿Qué?
—¿De tratarte cómo? —preguntaron confundidos los adolescentes mayores, genuinamente preocupados por cómo habían ofendido a Will.
—Como todos los demás. Como si me pasara algo malo —respondió él niño con tristeza, la ira creciente ante la ignorancia de su familia.
—¿A qué te refieres?
—Mamá, Dustin, Lucas —nombró Will con el ceño fruncido—. Todo el mundo. Me tratan como si fuera a romperme. Como un niño pequeño. ¡Como si no pudiera cuidarme solo! —hizo una pausa y tomó aire mientras la tristeza se hacía más fuerte que su ira— No me ayuda. Sólo me hace sentir más bicho raro.
Sin desear otra cosa que hacer que su amigo se sintiera mejor, Parker se acercó rodando a la cama, girando sobre la silla de oficina que Will tenía en su habitación.
—No eres un bicho raro, Will─
—¡Sí, lo soy! —enfatizó, mirándolo a los ojos durante un largo instante antes de desviar la mirada hacia su hermano— Lo soy.
Incapaz de soportar su tristeza por más tiempo, Peyton dejó que su sonrisa creciera, apoyándose en el marco de la cama.
—Puede que tengas razón. Eres un bicho raro.
La repentina confesión confundió a Will, tratando de no parecer ofendido ante el inesperado (aparente) insulto.
—¿Qué?
—No, va en serio. Lo eres. Puede que seas tan bicho raro como los demás —Sintiendo a dónde quería llegar, Jonathan empezó a asentir con la cabeza, permitiéndole continuar—. Pero, ¿a quién le importa? Vamos —le dio un codazo juguetón—. ¿De verdad quieres ser normal? ¿Quieres ser como todos los demás?
—Ser un bicho raro mola —concordó Jonathan—. ¿Vale? Peyton es un bicho raro. —La rubia asintió, lanzando un guiño bromista hacia Will— Y Parker. —La sonrisa de Will comenzó a dibujarse lentamente— Incluso yo mismo también soy un bicho raro.
Volviendo al sarcasmo habitual, Will enarcó una ceja mientras le preguntaba a su hermano:
—¿Por eso no tienes amigos?
Jonathan se limitó a soltar una carcajada, divertido.
—Sí que tengo amigos, Will.
—¿Y por qué siempre estás conmigo? —preguntó el chico, esta vez más genuino. Jonathan suspiró y dio unas palmaditas en la pierna de su hermano.
—Porque tú eres mi mejor amigo. Y prefiero ser el mejor amigo del Niño Zombi que de un aburrido cualquiera.
—¿Lo dices en serio? —preguntó Will, que seguía sin estar convencido por mucho que se esforzaran los hermanos mayores.
Mirando a Peyton en busca de seguridad, la rubia simplemente asintió:
—Oh, sí —Peyton sonrió burlonamente y se apoyó en la cabecera de la cama con cariño—. Yo prefiero al Niño Zombi que a esos bocazas cualquier día —Y aun así, Will apartó la mirada sombríamente, como un niño cuyos padres han hecho un trabajo de mierda y adivinan su dibujo.
—Vale, a ver... —empezó Parker, inclinándose hacia delante mientras las ruedas de la silla de escritorio chirriaban en señal de protesta—. ¿De quién prefieres ser amigo? ¿De Bowie o de Kenny Rogers?
Ahora ellos hablaban su idioma.
—Ugh —soltó Will con una mueca, poniendo los ojos en blanco al igual que los de su hermanastra, ya perfeccionados, mientras Parker sonreía con orgullo.
—Exacto. No hay comparación.
Chasqueando el dedo, Jonathan señaló a Parker con un entusiasta movimiento de cabeza mientras agregaba:
—La cuestión es, que nadie que sea normal ha conseguido nada importante en esta vida. ¿Entiendes?
Con la sonrisa por fin completamente recuperada, Will se detuvo a reflexionar un momento, ladeando ligeramente la cabeza mientras concluía:
—Bueno... hay gente a la que le gusta Kenny Rogers.
Y, con las cejas fruncidas, a punto de decir algo sobre su padre, Peyton fue rápidamente interrumpida nada menos que por el hombre en persona, que apareció en el umbral de la puerta como convocado por la mención de Kenny Rogers.
—Kenny Rogers —repitió Bob—. Me encanta Kenny Rogers —dijo él con una carcajada. Los cuatro intercambiaron miradas divertidas, antes de que todo se volviera demasiado para aguantarse, las risas alegres llenaron la habitación para confusión de Bob—. ¿De qué os reís?
—Nada —dijo Will, reacio a compartir, no por miedo a ofenderle, sino por querer mantener algo sólo entre los recién descubiertos hermanos.
Rebuscando entre las películas que Jonathan había colocado en los cajones, a Bob se le iluminó la cara al encontrar una de las favoritas de su hijo:
—¡Un Señor Mamá! ¡Whoo! —vitoreó, Peyton se sobresaltó un poco por el fuerte ruido pero rápidamente se echó a reír— ¡Perfecto! —Dejando a los adolescentes con ello, Bob se dirigió de nuevo a Joyce, sin darse cuenta de Peyton, que le dio a Will una última palmadita tranquilizadora antes de seguirlo de cerca.
Después de eso, pasar a la sala de estar fue bastante fácil. Las risas y el zumbido de la televisión llenaron la habitación mientras la improbable familia la veía pacíficamente.
E incluso cuando la ansiedad recorrió los huesos tanto de Joyce como de Peyton al oír sonar el teléfono, Bob estuvo allí para consolarlas, dándole unas suaves palmaditas a su pareja desde donde su brazo colgaba sobre sus hombros.
—Eh. Tranquilas, que suene —Bob sonrió, con la mirada entre las chicas y la tele—. Seguro que es una broma.
Decidiendo simplemente asentir, Jonathan y Peyton intercambiaron miradas nerviosas mientras el teléfono seguía sonando. Como si sólo estando ahí, sonando, fuera un recordatorio de que nada volvería a ser lo mismo.
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