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ADOLESCENCEAshtray

037; EPILOGUE!



                                      UN FUERTE DISPARO hizo que Fezco apartarse la mirada del cuerpo de su hermano pequeño. No quiso ver aquella escena, pero por el ruido que se produjo de fondo sabía que le habían disparado a la cabeza.

—No, Ash...— susurró débilmente Fezco mientras tapaba su cara con sus manos comenzando a llorar dolorosamente. —Bro...

Un grito desgarrador hizo a Fez volver a la horrorosa realidad.

—¡Ashtray! ¡Ashtray!— gritó una rubia corriendo por el pasillos. —¿¡Estás bien!?

La joven portaba una escopeta en sus manos, había sido ella quien había disparado, ¿y a quién había disparado? Al policía que apuntaba a Ashtray.

—¿¡Millie!?— preguntó Ashtray sin creérselo. —¿Qué haces aquí? ¡Tienes que irte!

Ella se sentó en el suelo a su lado y lo abrazó fuertemente. —Escuché tu audio y vine corriendo lo más rápido que pude.

Los ojos de la pareja se aguaron, y lágrimas no tardaron en salir de ambos.

—¿Estás bien, Ashtray?— preguntó la rubia mientras situaba su mano en la mejilla húmeda del pelinegro. —Ese tío estuvo apunto de dispararte.

Él asintió con una sonrisa. —¿Y tú?

Mills asintió de la misma forma que él. Ambos juntaron sus frentes mientras cerraron sus ojos suspirando. Habían estado tan cerca de perder el uno al otro.

Ambos se fundieron en un beso lento que reflejaba tranquilidad por haber sido capaces de salvarse. El pelinegro abrió sus ojos inesperadamente cuando yo pasos al inicio de aquel pasillo. Era el pasillo donde Fez una vez les dijo que parecían zombies.

¡Cuidado!— exclamó Ashtray mientras enrollaba su brazo alrededor de la cintura de la rubia y ambos se giraron, quedando Ash delante ella.

El pelinegro levantó su arma ya cargada y disparó contra los policías nuevos que habían entrado. La rubia se preparó también y comenzó a disparar con la suya.

—Vamos, rubia. ¿Tú con una metralleta disparando?— preguntó el pelinegro con una sonrisa de lado.

—No te rías, antes te salvé.— le sonrió la joven algo triste.

No me quería imaginar lo que hubiera pasado si no hubiese llegado a tiempo.

Cuando por fin terminaron con todos los oficiales que iban llegando, fueron hacia Fezco.

¡Fez! ¿Estás bien?— preguntó preocupada.

Él asintió costoso. —Solo me han golpeado la cabeza. Tenéis que iros sin mí, si no hay nadie aquí entonces nos buscarán. En cambio, sí me quedo aquí todo me caerá a mí.

—¡No! ¡Nos quedaremos contigo!— gritó Ashtray mientras Fezco negaba.

—¡No, no, y no! ¡Debéis iros! Saldré en unos años de prisión, serán pocos, tengo contactos en la justicia.— comentó él.

—¡Que no, Fezco! ¡Que no te pienso dejar solo y que pagues con todo tú!— gritó con furia el pelinegro mientras varias lágrimas descendían por su mejilla.

El pelirrojo dirigió su vista a su cuñada. —Mills, necesito que os vayáis. Lejos de aquí, encontrad dónde hospedarnos, una casa. Y allí tendréis que iniciar vuestra vida, yo volveré en unos años. Pero tenéis que marcharos.

—Está bien.— accedió ella mientras limpiaba sus lágrimas.

—¿Cómo? ¿Piensas dejarlo aquí?— preguntó Ashtray furioso.

—Ash, Fezco tiene razón. Debemos irnos, ¿o prefieres que Fezco vaya a la cárcel y nosotros a un centro de menores?— le dijo mientras le agarraba el brazo. —Tenemos que irnos.

Ashtray rompió en llanto mientras veía a su hermano asintiendo por lo que la rubia había dicho. La joven abrazó fuertemente a su novio situando su mano en su nuca.

—¿Tenemos que irnos? ¿Vale?— le preguntó Mills mientras Ash asentía costoso. —Fez, ¿tú aguantarás hasta que venga la policía y una ambulancia?

—Sí.— asintió seguro. —Pero debéis marcharon rápido, llegarán en unos minutos.

—Está bien. Vamos a agarrar unas cosas y nos vamos.— le dijo mientras la rubia se levantaba. —Vamos, Ashtray. Recojamos algunas cosas y huyamos.

Él se levantó cuando lo agarró de la mano, y fueron a su habitación. Joder, habían vivido tantas cosas allí.

Toma, todo lo que nos llevemos debe de estar en esta bolsa.— Mills le pasó una bolsa a Ash.

—Ve recogiendo tú lo que necesites.— contestó Ash.

Él agarró varias camisetas, pantalones y zapatos entre otras cosas, sus guantes de boxeo que la rubia le había regalado y el libro de los poemas.

—Yo ya estoy, ¿y tú?

La rubia asintió, ella había agarrado los discos de vinilo que Ash le había regalado y el tocadiscos de su abuela, con más ropa.

—Ajá, vamos.— le dijo mientras volvían con Fez.

—¿Ya os vais?

Ambos asentimos tristes. Esto era demasiado difícil.

En ese caso, tened cuidado. Cuidad siempre el uno del otro. Nos vemos dentro de unos años, si Dios lo quiere.


8 AÑOS DESPUÉS

Edades
•Ash: 26
• Millie: 25

Narra Mills

EL TIMBRE DE MI CASA sonó haciéndonos a mi marido y a mi despertar sobresaltados.

—Voy yo, no te preocupes.— le dije mientras le apoyaba la mano en la espalda.

Él siguió con los ojos cerrados. —¿Segura?

—Claro, sigue durmiendo.— le sonreí y me puse una bata.

Bajé las escaleras de mi casa con algo de prisa. ¿Quién sería? Miré por la mirilla antes de abrir, estaba dejaba ver a una pelinegra, bien peinada y vestida. Oh, no puede ser.

Abrí la puerta con los ojos como platos. —¿Maddy?

—¡Mills!— exclamó la pelinegra aplaudiendo mientras me abrazaba fuertemente.

—¡Dios, qué de tiempo!— exclamé eufórica, realmente la había echado de menos. —Pasa.

—Ya ves, ¿cuánto hará que nos veamos? ¿Ocho años?— preguntó mientras entraba en el salón.

Cerré la puerta y asentí. —Desde aquella obra de Lexi, ¿recuerdas?

—Dios, sí, desde ahí ya no te vi. Huíste sin más, ¿que ocurrió?— preguntó ella mientras nos sentábamos en el blanco sofá.

—Ash y yo tuvimos unos problemas... y por ello huimos.— le expliqué algo triste. —No fue nada fácil.

—Entiendo... y hablando de Ash, ¿qué fue de él? No escuché nada de él desde entonces.— me preguntó la pelinegra.

Yo sonreí. —Qué raro, bueno, yo hablé hace unos días con él y me dijo que estaba bien y eso.— le respondió con una ligera risa.

Ella pareció entenderlo, y por ello asintió. —Oh, eso es genial... ¿Sabes? Realmente llegué a creer que tú y Ash terminarían juntos.

Yo apreté los labios fingiendo una ligera tristeza. —Ya, pero bueno... ¿y tú qué te cuentas?

—Oh, yo nada en especial. Conocí a un chico llamado Jackson, y llevamos dos años juntos ya.

Yo reí aplaudiendo. —¡Y dice que no se contaba nada especial!

Ella sonrió tímida. —Soy muy feliz con él, Mills. Me trata genial.

—Me alegro mucho de escuchar eso, Maddy.— le respondí con una sonrisa.

Varios segundos pasaron hasta que ella volvió a preguntarme sobre el tema.

—Mills, ¿qué fue lo que te pasó con Ashtray? Erais tal para cual.— decía cuando una voz aguda llamó su atención.

—Good morning, mum.— me saludó mi hija de 4 años bajando las escaleras.

—Good morning, sweetheart.— le respondí con una sonrisa.

La pelinegra se giró hacia ella sin creérselo. —¿¡Cómo!? ¿!Tienes una hija!?

—Ajá. Cariño, ven.— le indiqué a mi pequeña. —Ella es Maddy, una amiga mía del instituto.

La mayor sonrió. —Hola, ¿cómo te llamas?

—Hola, me llamo Amirah.— respondió algo tímida.

—Encantada.— dijo Maddy ladeando su cabeza. —¿Cuántos años tienes?

—Tengo cuatro.— respondió levantando cuatro dedos de su mano izquierda. —¿Y sabes cuántos idiomas hablo?

—No, ¿cuántos?— cuestionó Maddy interesada.

—¡Dos! Inglés y español.

Maddy se llevó las manos a la cabeza. —Dios, eso es muchísimo. Eres muy lista.

La pelinegra escaneó a mi hija durante unos segundos. El pelo era negro como la noche; sin embargo, tenía mis ojos, y su pelo era completamente liso, como el mío. Otros rasgos como su boca, nariz,... eran iguales a los de una persona.

—¡Joder! Es clavada a...— decía Maddy cuando fue interrumpida.

Un hombre alto y pelinegro, con la cabeza rapada, dos tatuajes bajo sus ojos y dos cortes en sus cejas apareció bajando las escaleras. Vestía con una camiseta de tirantes negras, y unos pantalones cortos de deportes grises.

—¿Quién llamó, rubia?— preguntó mi marido cuando su mirada cayó en la pelinegra.

—Dad!— exclamó Amirah yendo hacia él.

—¿¡Ashtray!?— exclamó Maddy señalándolo.

—¿Quién eres tú?— preguntó confundido el hombre. —¿Maddy?

—¡Sí, soy yo!— rió ella. —Cuánto tiempo.

—Pues sí.

La pelinegra se volvió hacia mí. —¿Por qué no me dijiste que estabas casada con él? Me diste a entender que os habíais separado.

—Ah, ¿sí?— preguntó irónico Ashtray.

—¡No! Yo solo quería darte la sorpresa de que si estaba casada con Ash y que teníamos una hija.— expliqué yo sincera.

—Ah, entiendo.— respondió Maddy riendo. —Una cosa, ¡no me invitasteis a vuestra boda!

—La celebramos con nuestra familia mas cercana. Fueron solo mis padres, Fez, Lexi, Rue, Francesca y mi hermano.

—¿Francesca?

Hablando de Michael, el actualmente vivía con mi madre, y venía a visitarnos muy a menudo.

Algunos toques se hicieron presentes en la puerta.

—Ya han llegado.— le comuniqué a Ashtray.

Él asintió en respuesta. Me acerqué a la puerta y la abrí, dejando ver a Fez y a Lexi, y a Rue con su actual pareja, Francesca.

Fez y Lexi llevaban como cuatro años juntos creo, el pelirrojo solo estuvo en la cárcel durante otros 4 años, afortunadamente fue lo mínimo que le pudo caer.

Rue conoció a Francesca en una marcha que hubo en Italia cuando la de rulos estaba de viaje. Eso fue hace tres años, y desde entonces están juntas, son muy monas.

—¡Hey, familia! ¿Qué pasa?— exclamó Fez energético. —¡Amirah!

—¡Tito!— exclamó mi pequeña con alegría. —¡Tita Lexi!

—Hola, cariño.— respondió la morena.

Rue y Francesca entraron de la mano a la casa. —Hey, people, ¿qué os contáis?

—¡Titas!— las saludó Amirah a las dos con un fuerte abrazo.

—Hola, peque.— respondieron las dos a la vez.

Noté como Ashtray me agarraba del brazo y me llevaba a nuestra cocina.

—¿Qué ocurre, Ash?— le pregunte confundida.

—¿Crees que es buena idea tener aquí a Rue y a Maddy? Antes de que nos fuésemos no se podían ver.— me preguntó mientras las miraba.

Yo pensé durante unos segundos. —No sé, temo un poco las reacciones, pero bueno. Ya que Maddy vino de visita la vamos a invitar a comer.

—Claro.

Los dos salimos con algo de miedo para ver cómo se estaban llevando los presentes con Maddy, y lo que vimos nos sorprendió. Todos estaban riendo entre ellos con mucha energía.

—Vaya...— dije.

—¿Ves? Eres demasiado exagerada, rubia. Siempre igual.— me comentó burlón mi marido mientras situaba sus manos en mi cintura.

Me giré quedando cara a cara con él. —¿Ah, sí? Tú pensabas lo mismo, así que los dos somos los exagerados.

Él sonrió de lado mientras me robaba un suave beso.

—Estoy muy contenta con todo lo que hemos conseguido, Ash.— le comenté orgullosa.

—Yo igual, me alegro tanto de que lo consiguiésemos.— respondió él. —Nos lo merecíamos.

—Cierto.

Ambos volvimos a darnos otro beso, conseguimos nuestro sueño. Formar un futuro y familia juntos, los dos, sin preocupación, sin nada sobre las drogas, sin presión. Solamente él, nuestra familia y yo.

—¿Por y para siempre, rubia?— preguntó Ash con una sonrisa.

Yo asentí. —Por y para siempre, cielo.

Y aquí queda escrito en este libro escrito por Mills O'Neill-LeBlanc, que nuestro amor no fue solo en la adolescencia.

FIN

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