Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝔼𝕏𝕋ℝ𝔸 #𝟡



Extra 009; VITTORIA!



AÑOS ATRÁS

EDADES
Ashtray: 32          Millie: 31
Amirah: 10            Noah: 6




Narra Mills

HABÍAN PASADO MESES desde que mi familia y yo habíamos superado aquella crisis que nos había estado acechando durante bastante tiempo; y desde que le había dado a Ash una gran noticia, que estaba embarazada de nuestro tercer hijo, o hija, claro.

Actualmente, estaba de 8 meses y medio. Cuando me quedé embarazada de Amirah, mi barriga no estuvo tan abultada como cuando estaba de Noah; y esta vez estaba más abultada que ambos casos, por eso suponíamos que iba a ser un niño. Sí, queríamos que fuese una sorpresa el sexo del bebé.

—Ashtray —lo llamé susurrando—. Eh, Ash, despierta.

—¿Mh? —preguntó el girándose a mí aún con los ojos cerrados.

—Tengo hambre —dije casi lloriqueando—, y mucha.

Él arrugó su frente suspirando y dándome la espalda—. ¿Hambre? ¿Estás teniendo un antojo?

—Eso creo —respondí rascándome la nuca algo agobiada.

El pelinegro solo se cruzó de brazos pareciendo que iba a volver a dormir—. ¿Y qué es lo que tienes antojado si se puede saber?

—Helado mediano de Oreo, con nata encima... creo, de esos que vimos el otro día en el restaurante de comida rápida, ¿recuerdas? —especifiqué rascándome la nuca.

—¿Aquel que te provocó náuseas? —el arrugó su expresión confuso—. ¿Ahora lo tienes antojado?

Yo asentí con una mueca de culpabilidad—. Lo siento...

Ashtray suspiró frotándose sus ojos, y abriéndolos por primera vez en la noche. Su vista se desplazó hasta su móvil, lo levantó y miró la hora.

—Cariño —empezó a decir con un tono muy suave—, ¿de verdad te apetece comer un helado a las cuatro de la madrugada? Además, estamos en el mes de noviembre...

Yo pensé unos segundos y luego negué, sintiéndome algo culpable por estar molestándole tan temprano—. No importa, perdona por haberte molestado.

—No, no —él me interrumpió estirándose un poco—, iré a por tu helado.

—¿Seguro? No hace falta que vayas —me entristecí repentinamente y lo agarré suavemente por su brazo—. Jo, ahora me siento mal, porfi, no vayas.

Él se levantó de la cama y comenzó a vestirse indiferentemente, como si no fuese un esfuerzo levantarse—. ¿Por qué te sientes mal?

—Te he despertado a las cuatro de la mañana para que vayas a por un miserable helado, solo porque me apetece —unas frías lágrimas cayeron por mis mejillas—. Soy una egoísta de mierda, perdóname.

—Anda ya, tonta. No digas eso —se acercó a mí carcajeado y depositó un beso en mi frente—. Qué jodidas son las hormonas, ¿eh?

—En serio lo digo, Ash. Quédate, trabajas por la mañana y te tienes que levantar a las siete y media, y encima viniste muy tarde de trabajar —comenté haciendo puchero—. Venga, vuelve a la cama, anda.

Él rodó sus ojos divertido por mi actitud—. Que no importa, rubia, tú eres más importante.

Yo asentí y sobé mi nariz como una niña pequeña—. Bueno... ten cuidado, Ash.

—Por supuesto, no te preocupes —abrió la puerta de la habitación dispuesto a marcharse silenciosamente de no despertar a nuestros dos niños.

—Espera —lo frené y él se giró a mirarme—.

—¿Mh?

—Mejor que sea un helado grande, no mediano. Tengo mucha, pero que mucha hambre.

Él rodó sus ojos con diversión—. Por supuesto.

Volvió a abrir la puerta de la habitación cuando mi voz lo frenó.

—Ash... —lo llamé de nuevo.

—Dime.

—¿Me puedes ayudar a ir al baño? —pedí levantando mis brazos como una niña pequeña un poco avergonzada—. Me hago pis.

Él suspiró suavemente sonriendo y asintió. Se acercó a mí y me agarró de los brazos, consiguiendo levantarme con delicadeza. Aquello solía hacerlo últimamente, pues por culpa de mi panza, apenas podía moverme por mí misma.

—Gracias —sonreí mientras me ayudaba a llegar al baño.

Esperó unos segundos a que yo terminara, y volvió a llevarme a la cama; aquel día había tenido bastantes dolores, la verdad, y la médica nos dijo al principio de todo que yo debía guardar reposo durante casi todo el embarazo. Después de dos abortos, seguía siendo muy probable que fuera otro más.

(...)

Había pasado casi media hora desde que Ash marchó para conseguirme aquel helado que tenía antojado.

Escuché como la puerta principal era abierta con suma delicadeza tratando de no despertar a nuestros dos niños; aunque ya sabía que él había llegado, pues había oído el motor de su coche desde que entró en el terreno.

Bendita audición tengo.

Ya estoy aquí —susurró entrando a nuestra habitación y cerrando la puerta detrás de él.

El pelinegro venía cargando con una pequeña bolsa de plástico y un bote dentro. Se sentó en uno de los filos de la cama y luego se giró para verme.

Yo sonreí con ternura al verlo y gateé hasta estar junto a él.

—Holi, caracoli —lo abracé por detrás de su espalda y planté un cariñoso beso en su cuello.

Holi, caracoli —me imitó burlón haciendo gestos que yo solía hacer, pareciendo un poco loco.

Arrugué mi rostro con confusión, y sentí una rara y repentina sensación de tristeza.

—¿Te estás burlando de mí? —pregunté con la voz rota—. ¿Te parezco patética y por eso te avergüenzas de mí?

Él fue ahora quien me miró sonriendo tiernamente; se levantó y me hizo un cariño en mi mejilla delicadamente.

—Claro que no, cariño —respondió pareciendo sincero, tratando de ocultar una pequeña carcajada—. No seas tonta, anda.

Le di una mirada incrédula y me crucé de brazos.

—Toma, esto es tuyo —me acercó la bolsa de plástico.

Dentro de ella estaba un vaso grande y una cuchara, era el helado de Oreo. Lo agarré con emoción, bajo la atenta mirada del pelinegro, y le quité la tapadera al vaso.

—¡No te has olvidado de la nata! —susurré feliz.

—Claro que no —se empezó a quitar la ropa para meterse a la cama por fin—. De eso no me podía olvidar.

Yo sonreí y probé un poco con la cuchara, quedando embelesada con el sabor del helado. Hacía meses que no comía uno.

—Qué maravilla es esta, Dios mío —halagué cerrando los ojos.

Escuché una carcajada proveniente de mi marido mientras se quitaba la camiseta, y luego noté cómo dejaba caer su peso en el colchón al acostarse a mi lado.

—Está realmente bueno —dije abriendo mis ojos de par en par.

—Ya lo sé, cariño, me lo dices todos los días —respondió el pelinegro burlón.

Hice caso omiso a su comentario y le acerqué el cucharón lleno de helado—. ¿Quieres probarlo?

Él sonrió y negó con su cabeza—. No, gracias.

—Oh, vamos, prueba un poco, Ashtray —le insistí.

—No, de verdad. No me apetece helado a las 4 y media de la madrugada —carcajeó él viéndome.

Yo suspiré algo enojada—. Vamos es solo una cucharada, venga.

—Que no.

—Oh, venga —la cuchara estaba literalmente pegada a su boca—. Se va a derramar, y todo por tu culpa. Una cucharada no hará daño, mi amor.

—Te he dicho que...

Decía mi marido cuando lo interrumpí.

—¡QUE TE LO COMAS! —ordené con una voz grave que dio bastante miedo a decir verdad.

Ashtray me hizo caso enseguida con sus ojos abiertos de par en par.

—¿A que está bueno, Ashy? —pregunté ahora con una voz muy suave, dándole una sonrisa mientras ladeaba mi cabeza.

Él me miraba algo asustado y asintió—. Riquísimo, cariño.

—¿Ves? —carcajeé ligeramente—. ¿Quieres más?

—Uf, me encantaría —trataba de parecer seguro—. Pero es que no me entra nada en el estómago ahora mismo.

—Oh... bueno, está bien —respondí algo triste—. Me comeré el helado yo sola.

Bajé mi vista al helado, y comí una cucharada de este; luego de varias, comencé a sentir náuseas.

Mi marido se dio cuenta de ello enseguida, ¿por qué me conoce tan bien?

—¿Estás bien? —preguntó confuso.

—Ya no quiero más —dije sintiendo un asco terrible por el helado.

Él levantó sus cejas incrédulo—. ¿Me has hecho ir a por un helado a las 4 de la mañana para darle cinco cucharadas únicamente?

—Es que me siento mal... —comencé a respirar agitadamente, haciendo que él se incorporase.

—Eh, eh, eh, ¿qué ocurre? —preguntó preocupado.

Hice un gran esfuerzo levantándome por mí misma, incluso me hice algo de daño, y corrí como pude al baño de nuestra habitación; tirándome al suelo de rodillas tratando de ser cuidadosa.

—¿Millie? —escuché su voz en la puerta del baño después de haberse levantado de la cama también.

Giré mi cara hacia él, mientras estaba a punto de vomitar.

—¿Qué te pasa? —preguntó preocupado mientras se acercaba a mí—. Vas a vomitar, ¿no?

—Sí, estoy a punto —dije respirando agitadamente y cerrando mis ojos, esperanzada de que se me pasara.

Sentí como mi pelo era recogido suavemente en una coleta, retirándolo de mi rostro.

—Gracias... —agradecí—, no tienes que estar aquí, Ash. Menudo ascazo, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?

—Estoy acostumbrado a verte vomitar por náuseas —bromeó acariciando mi espalda con suavidad y cariño.

De un momento a otro, inflé mis mejillas y comencé a vomitar. Amaba estar embarazada, pero odiaba vomitar y sentir náuseas. Lo lógico, ¿no?

—Me voy a morir —dije lloriqueando—. Y todo por tu culpa, como siempre.

—Anda ya, dramática —me dio una suave palmada en la cabeza juguetonamente—. No creo que vayas a morir, la verdad, aunque... si tengo buena suerte, me dejarás una buena herencia, ¿no?

Me levanté de vomitar y lo encaré—. ¿Qué estás diciendo?

Le di un pequeño empujón en su trabajado pecho con el que no logré ni siquiera moverlo.

—¿Quieres que me muera? —comencé a decir tapando mi rostro con mis manos dramáticamente.

—Depende. ¿Cuántos cifras tiene tu saldo en tu cuenta bancaria? —preguntó en respuesta encogiendo sus hombros.

—Oh —dije con voz aguda, ambos aún en el cuarto de baño juntos—. Eso es que sí... quieres que me muera.

Él suspiró—. Me has pillado, sí. Era hora de que te enteraras... nunca te quise, solo tu dinero.

Me miró de reojo, y en su mirada noté que obviamente estaba de broma. ¿Qué pensaban? Ashtray no podría sobrevivir sin mí, apenas y sabe hacer una tortilla solo... perdón, yo no dije eso.

Le di una horrible mirada, y carcajeando se acercó a mí, echando uno de sus brazos encima de mis hombros, atrayéndome a él.

—Hasta acabada de vomitar te ves tan preciosa como siempre, jodía —comentó con diversión.

—Sí, preciosísima, me tengo que ver —respondí irónica suspirando.

—¿Estás dudando de mí? —preguntó pareciendo ofendido.

Yo asentí—. Creo que sí.

Pasamos varios segundos mirándonos a los ojos, y solo por su mirada sabía que planeaba algo.

Repentinamente, se acercó a mí y me dio un gran beso. Lo separé en cuanto pude.

—Ashtray, acabo de vomitar, por Dios. ¿No te da asco? —arrugué mi rostro mientras lo veía.

—Sí, muchísimo —dijo con ironía.

Y cuando fui a responderle volvió a besarme de forma algo brusca y juguetona.

—Qué asco, Ashtray. Podrías haber esperado a que me lavara los dientes al menos —comenté rodando los ojos.

—Anda ya, no digas tonterías.

Me alejé de él un poco en dirección al lavabo, para comenzar a lavarme lo dientes. Cuando pasé por delante de él, volvió a abrazarme y a besarme de la misma manera que antes.

Cuando pretendía decir algo, me dio una un poco fuerte nalgada.

—¡Eh! —reí un poco sonrojada, golpeando su hombro con diversión.

—¿Qué pasa? —preguntó inocente mientras iba a la cama.

Me crucé de brazos con una sonrisa—. ¿A qué vino eso?

—¿El qué? —se siguió haciendo el tonto.

—La nalgada —expliqué levantando mi ceja.

Él arrugó su rostro—. ¿Nalgada? ¿Yo a usted? Eso no es cierto, tengo una mujer e hijos... está delirando, señora.

—¿Me acabas de llamar señora? —abrí mi boca ofendida—. Ni que fuera tan mayor.

—Claro que no te he llamado nada —se sentó en la cama viéndome—. Cariño, a veces pienso que se te va un poco la cabeza...

Yo abrí mi boca de nuevo, sin saber qué decir. Bufé y volví al baño a lavarme los dientes. Cuando terminé, me acerqué a la cama con algo de sueño, y noté la mirada divertida de mi marido sobre mí.

—¿Qué? —paré a los pies de la cama, cruzándome de brazos.

—¿Qué de qué, bruja? —me llamó burlón, esperando mi reacción.

Respiré profundo antes de hablar—. ¿Cómo que bruja, idiota? Porque me has traído el helado, si no, hoy te ibas al sofá a dormir. Que es lo que te mereces.

—Claro que sí —me acosté y le di la espalda— Ouh... ¿mi bella mujer está enfadada conmigo?

—A callar, que quiero dormir —respondí de forma cortante.

Se acercó a mí y me empezó a susurrar en el oído.

—¿Ha sido por lo de la nalgada? —preguntó burlón.

Yo me mantuve en silencio tratando de no hacerme notar lo nerviosa que me ponía este hombre.

—Oh, vamos, no te hagas la inocente. Si a ti te encanta, ¿eh, pillina? —comentó él divertido ahora, dándome unos toques en el hombro juguetonamente.

—¿Quieres parar? Pesado —dije ahora un poco avergonzada, girándome hacia él.

Amaba cuando miraba en la profundidad de sus ojos avellanas, y lograba ver fácilmente el amor puro y cariño que sentía respecto a mi, él mismo que reflejaba cuando teníamos 15 años... ninguna llama se había apagado. Era tan fácil notar aquello...

—Te amo, Ash —dije yo sintiéndome sensible, agarrando su mano con delicadeza.

Él sonrió con dulzura—. Yo te amo más, rubia.

Me acerqué a él y ambos dimos un beso largo y lento. Cuando finalizó, él se separó de mí lentamente.

—Te amo a ti y a los millones de tu cuenta bancaria, claro está —susurró divertido.

—¿Otra vez con eso? —rodé mis ojos dándole un pequeño golpe en su pecho—. Te has cargado un momento bonito. Siempre igual, qué cansancio, tío.

Él atrapó mi mano enseguida y tiró de ella, haciéndome acercarme aún más a él. Sonreí y apoyé mi cabeza en su trabajado pecho, trazando con mi dedo dibujos imaginarios en él.

Ambos suspiramos a la vez y apagué la luz, para volver a la posición de antes.

—Te amo —me dijo esta vez él.

Yo sonreí sonrojada—. Yo también te amo.

Y con sus ojos cerrados, comenzó a acariciar mi pelo suavemente, mandando escalofríos por todo mi cuerpo.

Agarré su mano suavemente y la apoyé en un lado específico de mi barriga, justo donde el bebé me estaba dando varias patadas seguidas.

Suspiré algo incómoda por el dolor que estas me provocaban; y a pesar de no verlo, sabía que Ash estaba sonriendo.

—Nos va a salir futbolista —comentó con diversión.

—Sí, esta vez estoy segura de que sí —respondí.

Cuando por fin paró de dar patadas, Ash besó mi cabeza y yo cerré los ojos suspirando, sintiéndome completamente bien por fin. No sentía ningún síntoma.

Estábamos a punto de pillar el sueño, cuando el teléfono fijo de nuestra casa empezó a sonar.

—¡Oh, joder! —me sobresalté, sintiendo mi corazón en la garganta—. ¿Quién carajos llama?

Ashtray se levantó y se dirigió al teléfono—. No sé, pero espero que sea algo importante.

Cuando vio un nombre en la pantalla, se giró hacia mí, pareciendo confundido y preocupado.

—¿Qué ocurre? ¿Quién es? —dije costosa sentándome en la cama.

—Es Michael —se acercó a mi rápidamente y aceptó la llamada, poniéndola en manos libres para que yo también pudiera oír lo que mi hermano pequeño iba a decir—. ¿Michael? ¿Estás bien?

—¿Ash? Dios, siento molestarte de verdad. Lo siento muchísimo —se escuchaba alterado y nervioso.

—No te preocupes, Michael —habló rápido el pelinegro—. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

Escuchábamos sus sollozos a la otra línea del teléfono—. No... tenéis que ayudarme por favor, Ash.

—¿Cómo te podemos ayudar? Cuéntanos qué pasa —respondió Ashtray tratando de brindarle tranquilidad.

—Yo... mi madre lleva pegándome horas, se ha vuelto completamente loca. Parece como si me fuera a matar —explicó volviendo a llorar—. Estoy escondido y dentro de nada me encontrará, necesito vuestra ayuda, por favor.

Mi corazón frenó repentinamente, al igual que mi respiración. Mi mirada cayó en un punto fijo y de repente todo me sonaba a eco y la visión se me nubló. Solo era capaz de oír un pitido agudo que agonizaba en mis oídos, había dejado de escuchar la conversación de mi hermano y mi marido involuntariamente. Solamente pude reconocer un líquido que se derramaba entre mis piernas; y enseguida tuve el miedo de que este fuera sangre.

Hija de puta, juraba por Dios que la iba a matar.

Mis labios, piernas y manos temblaban, sentía como en cualquier momento mi corazón iba a explotar por la velocidad a la que palpitaba. Ashtray seguía hablando desesperadamente con Michael, cuando su mirada cayó en mí, en mi pijama mojado, y el colchón y las sábanas de la misma forma.

Abrió su boca angustiado sin saber qué hacer, y estuvo segundos en silencio y mirándome.

—¿Ash? —decía sollozando un poco—. ¿Sigues ahí?

—Eh... sí, Michael, buscaré la forma, tranquilo. Mientras tanto haz lo que te he dicho, ¿sí? —trataba de decir rápidamente carraspeando mientras no me quitaba ojo.

—Está bien, muchas gracias.

Ambos colgaron y enseguida Ashtray se acercó a mí, desesperado.

—Mierda, Millie —dijo con algo de miedo, tocando mi pantalón.

Negué con mi cabeza con ansiedad—. Ash, tienes que ir a mi casa a por él, por favor.

—No pienso dejarte aquí —sus ojos comenzaron a aguarse.

—Maldita sea, Ash, por favor... —dije comenzando a llorar—. Ash, escúchame, tienes que ir a ayudarlo, por favor.

Él ahora respiraba agitadamente mientras rascaba su nuca—. Tengo que llevarte al hospital, has roto aguas prematuramente.

—Escucha, llamaré a una ambulancia y me recogerán; ve tú a por mi hermano y tráelo al hospital. Por favor, Ashtray —le agarré del brazo con miedo—. Tú sabes que esa mujer está loca. No puedes dejarlo allí.

—Lo sé —suspiró rendido—. Está bien, llamaré a una ambulancia. Fezco se quedará con los niños.

Al cabo de los minutos, la ambulancia estaba en la puerta de mi casa, y yo ya estaba subida. Me había despedido de Ash y veía como este conducía con nuestro coche negro, alejándose por las calles.

Suspiré y cerré mis ojos, sintiendo la primera contracción, y esta no fue para nada tranquila.


(...)


—¡Empuje! —gritó de nuevo una de las molestas enfermeras.

—¡Que no! ¡He dicho que voy a esperar a mi marido! —exclamé como una completa demente de nuevo—. ¡El bebé no va a salir hasta que mi marido esté aquí conmigo!

Las enfermeras se miraron entre ellas, y pensaron en la situación. Yo estaba agarrando las sábanas de debajo de mí con mis puños tornados de blanco, agresivamente; y estaba gritando y llorando de dolor. Sentía mi pelo completamente húmedo debido al sudor por el gran esfuerzo que hacía.

—Cariño, llevas esperando casi 15 minutos, estando dilatada 10 centímetros...

—Me da igual... quiero que él esté aquí —respondí algo débil sintiendo como si fuese a morir.

De repente, una figura masculina entró a la habitación del paritorio, lucía agitado y cansado.

—Ash, eh... —le agarré la mano con mi poca fuerza—. ¿Cómo está él?

—Está durmiendo en una de las habitaciones libres... y está vigilado; no te preocupes —me indicó acariciando mi cara con cariño—. ¿Cómo estás tú?

—Lleva casi 20 minutos dilatada, se negaba a empujar si no se estaba usted, doctor O'Neill —indicó una de las dos enfermeras.

Tragué duro, agobiada.

He was asking me, not you, you whore! —lamenté con dolor.

Ya saben cómo soy, a veces pierdo el control. Perdón.

Él sonrió triste—. Oh, Millie... eso no está bien, eso no es nada bueno.

—Exacto, deberemos probar a ver si puede ser parto natural, si no, tendremos que proceder a la cesárea —indicó otra de las enfermeras.

Cállese, señora.

Yo abrí mis ojos como platos—. ¿Qué?

El sudor caía por mi frente, y algunos mechones estaban pegados a ella.

—Oh, no, no —pedí con miedo—. No, por favor.

Después de varios segundos de las enfermeras y Ashtray mirando y palpando, llegaron a una conclusión.

—Necesita una cesárea urgente —dijo él serio, lamiendo sus labios nervioso.

—El bebé se ha dado la vuelta y se ha quedado encajado... no puede nacer por parto natural, imposible —me indicó una de las enfermeras—. Esto ha ocurrido por haber ejercido fuerza y ralentiza el proceso...

Ashtray asintió serio—. Hay mucho riesgo.

Yo arrugué mi rostro con miedo—. ¿Riesgo? ¿De qué exactamente?

—Riesgo de... —el tragó seco algo tembloroso, sus ojos ligeramente aguados—, de que nuestro bebé se parta el cuello cuando salga. Está encajado de una forma algo diagonal en tu útero, lo cual llevaría a esa rotura. Debes someterte a una cesárea o de lo contrario... no sobrevivirá. Es imposible que nazca naturalmente.

Eché mi cabeza hacia atrás respirando agitadamente, mientras estaba angustiada. Aquello había impactado realmente en mí. Ya habíamos perdido a dos hijos... otro más sería algo insoportable para nosotros.

—Rubia... —me llamó Ash limpiando mi sudor con su mano, esperando a que yo diese una respuesta—. Tienes que decidir, no queda mucho tiempo.

Yo asentí viéndole—. Por supuesto, iré por cesárea entonces.

Claro que lo haría... ¿qué pensaban?

Las tres mujeres asintieron y llamaron por sus walkie-talkie.

(...)

Narrador omnisciente

Pasó casi media hora y la joven estaba posicionada en una camilla mientras la operaban. Le habían puesto anestesia; pero muy en el fondo, la joven estaba consciente.

No sentía dolor, gracias a Dios; pero si escuchaba todo a su alrededor.

Ashtray, estaba en la pared apoyado, mientras miraba todo atento; sus brazos estaban cruzados. Se había puesto allí para no estorbar.

Habían tenido complicaciones, por lo que la operación iba a tardar.

Por primera vez, una operación le estaba poniendo enfermo. Jamás sentía nada cuando operaba a sus pacientes; pero cuando vio a su mujer siendo operada, sentía su estómago y su corazón encogidos en su garganta.

—¿Doctor O'Neill? —llamó alguien detrás de la puerta—. ¿Está ahí?

—Sí, mi mujer está dando a luz —respondió con voz seria y fría—. ¿Qué quieres ahora? Espero que sea importante.

—Siento mucho interrumpir —se disculpó—, el niño despertó, y está muy nervioso.

Aquello llamó la atención de Ashtray completamente, y juraba que podía escuchar la voz de Millie diciéndole que fuese con él un rato. El pelinegro lamió sus labios.

—Está bien, voy para allá —dijo.

Salió de allí, y comenzó a recorrer los pasillos del hospital con rapidez.

Llegó a la habitación donde casi una hora y media atrás había dejado a su pequeño cuñado, y llamó a la puerta antes de entrar.

—¿Michael? —lo llamó.

El pequeño estaba abrazado a sus rodillas, llorando. Cuando escucho la voz del pelinegro, levantó su cabeza enseguida.

—Ash... —dijo entre sollozos.

El mayor suspiró con pena y se acercó a él, abrazándolo con cariño.

—Ya pasó todo —dijo, acariciando su nuca brindándole apoyo—. Tranquilo...

Se abrazaron durante unos segundos y finalmente se separaron.

—¿Quieres contarme? —le preguntó Ash limpiándole las lágrimas de sus mejillas con cuidado.

—Yo... le contesté mal —empezó a decir con dolor—, y empezó a gritarme y a golpearme repetidamente. No paró durante horas, y cuando se descuidó, la conseguí tirar al suelo, y luego me escondí y os llamé.

En la cara de Ashtray solo había una gran mueca de horror—. ¿Solo porque le contestaste mal?

—Sí... siempre suele hacer lo mismo; con mi hermana era peor —dijo refiriéndose a Millie—, con ella le jalaba de los pelos y la tiraba al suelo, incluso le pateaba. Es impresionante que me acuerde de eso, siendo yo un bebé en esos momentos.

—Lo sé... ella me lo contaba cuando empezamos a ser novios —contestó el pelinegro—. Sufrió mucho tiempo después.

—Me hago una idea... cuando vuestros hijos os contestan mal, ¿también le pegáis? —preguntó con tristeza

Ashtray sintió como su corazón dolía ante la pregunta del pequeño—. No... jamás les hemos levantado la mano a nuestros hijos.

El rubio escuchaba con atención.

—Obviamente, los hemos castigado alguna vez... pero sobre todo hablamos con ellos y les explicamos sus errores, para que los entiendan. Pero, jamás les hemos levantado la mano —explicó dándole una sonrisa triste.

Michael sonrió de la misma manera—. Sois unos buenos padres, ojalá teneros a vosotros como mis padres y no a los que tengo.

—Michael..

—Lo digo en serio, Ash.

Ambos pasaron unos segundos en silencio, mirándose el uno al otro.

—Millie y yo pensamos una cosa... —empezó a decir el mayor—, se suponía que te lo iba a decir ella.

—Ay, cuéntamelo. Me vas a dejar con la duda ahora —dijo sobando su nariz.

—Michael... pensamos que te podrías venir a nuestra casa, a echar el tiempo que quieras.

El rubio se sorprendió.

—¿Quieres decir... a vivir con vosotros?

—Ajá —asintió—. Tal vez lo pasemos un poco mal con la llegada del bebé, ya que no dejará dormir mucho.

—No, no, no importa. Me encantaría quedarme con vosotros —comentó emocionado—. Aunque... ¿no sería una molestia? Vais a ser 5 ahora.

Ashtray encogió sus hombros—. Hay habitaciones de sobra; de todas maneras, Millie puede siempre dormir fuera, no importa.

Michael rió divertido ante la broma de Ashtray; ambos se llevaban realmente bien, y se conocían desde que Michael prácticamente nació.

—¿Cómo está ella? —preguntó refiriéndose a su hermana.

—Ella... la están operando por cesárea, aunque la operación se ha complicado un poco y van a tardar —informó el pelinegro suspirando.

—Saldrá bien, ¿verdad? —Michael cuestionó algo preocupado.

El adulto asintió enseguida—. Ajá, por supuesto.

—Bien —respondió algo más tranquilo.

Varios segundos de completo silencio se hicieron presentes, siendo interrumpidos por el peliengro.

—¿Sabes...? —empezó a decir—. No quiero volver al quirófano donde están operando a Millie.

El joven rubio arrugó su expresión con bastante confusión—. ¿Por qué no?

—Me siento enfermo al ver como la operan... no sé, es muy raro. Jamás siento nada cuando opero a mis pacientes, pero... cuando lo hacen con Millie siento náuseas y miedo —trató de explicarse el adulto—. Siento que en cualquier momento voy a desmayarme de la ansiedad.

—Vaya... eso es terrible. Supongo que sientes algo cuando le pasa a alguien de tu círculo cercano —el pequeño dijo.

—¿A qué te refieres, Michael?

—Quiero decir, cuando operas a alguien que no "tiene importancia" para ti, te es irrelevante; pero cuando se trata de alguien que realmente te importa, sientes el peligro que tiene una operación.

El pelinegro escuchaba al niño con atención y asintió al final—. Es exactamente eso, Michael, no lo podría haber explicado mejor.

—Se nota que la quieres mucho —Michael sonrió con nostalgia.

—¿A Millie? —el mayor preguntó y recibió un asentimiento—. Es lo que más amo en este mundo.

Michael guardó silencio—. ¿Incluso... más que a vuestros hijos?

Ashtray miraba el suelo con una sonrisa triste y asintió lentamente—. Millie... ella es la razón por la que yo sigo aquí, Michael. Si no hubiese conocido a tu hermana hace muchísimos años, no sé qué habría sido de mí.

Jamás Ashtray había sido tan sincero y emocional con nadie, solo con Millie.

—Millie me sacó de una muy jodida vida y me ayudó a superar todo, eso es algo que jamas podré agradecerle del todo. Ella fue mi luz al final del túnel. Y no puedo estar más agradecido con la vida porque ella sea mi mujer y la madre de mis hijos. Le estoy agradecido a la vida, la misma que yo quería quitarme con 15 años...

Michael, escuchando el testimonio de su cuñado, no pudo evitar no sonreír suave y tristemente. Jamás nadie había visto así al pelinegro, solo los hermanos LeBlanc.

—Ash... me alegro tanto de que seas feliz. De verdad lo digo —el rubio sonrió con ternura.

El mayor carraspeó tratando de ponerle fin a aquella escena tan emotiva. Había disfrutado de aquel breve momento, pero tampoco quería pasarse de emotividad.

—Bueno... voy a ir a donde está Millie —Ashtray se levantó mirando su reloj y suspiró algo agobiado—. Deben de estar terminando de operarla.

Repentinamente, varios toques se hicieron presentes en la puerta de la habitación de hospital.

—¿Doctor O'Neill? —reconoció la voz de una de las enfermeras que asistían a la operación.

El pelinegro rápidamente se acercó a la puerta y la abrió. La escena delante de él era algo imposible de creer.

—¿Qué es todo esto? —el pelinegro habló algo confuso, cerrando la puerta tras él.

—Doctor O'Neill, debemos hablar... —uno de los médicos comenzó a decir.

Ashtray hizo una mueca de confusión, las muecas preocupadas y tristes de las enfermeras y matronas no le transmitían nada bueno.

—¿Cómo está mi mujer? ¿Y el bebé? —el adulto preguntó, sintiendo una presión cada vez más notoria en su pecho.

El doctor tomó algo en sus brazos, el cual estaba religado en una suave manta rosa palo.

—El bebé está bien, gracias a Dios. De hecho... es una niña. Enhorabuena, doctor —el hombre le acercó a Ashtray su nueva hija, quien con solo observarla podía ver el absoluto parecido que ella tenía con él.

Ashtray sintió una gran presión, que incluso derivó a mareo.

—Yo... yo, no puedo —habló temblorosamente rechazando cargar a su hija, con lágrimas en sus ojos—. Necesito ver a mi mujer primero.

Una de las enfermeras lo miró con pena y decidió tomar las riendas del asunto.

—Doctor... durante la cesárea hemos tenido complicaciones —comenzó a decir.

El adulto sentía como si su mundo se viniese encima de él. Como a ella le pasara algo, no sabría de lo que era capaz de hacer.

—Exacto, nos encontramos en una situación en la que tuvimos que... elegir —el médico explicó tratando de sonar muy suave—. Usted mejor que nadie sabe cómo son estas situaciones. Teníamos dos opciones, la primera era dejar que el bebé tratara de nacer naturalmente después de haberlo girado un poco sin asegurar su vida, y que su mujer saliera completamente bien; o la segunda era asegurar la vida del bebé y que la vida de su mujer no estuviera asegurada.

La cara del pelinegro se tornó pálida completamente. En aquellos momentos no podía pensar con claridad, sentía como su pecho ardía cada vez más, y su corazón iba a reventar de lo que estaba sintiendo.

—Ustedes... eligieron salvar al bebé... —él susurró, sintiendo como de un momento a otro podía desmayarse—. Y... y mi mujer...

—Ella está en la UCI, doctor. Está en un estado grave, desafortunadamente.

Aquello fue lo único que bastó para que Ashtray retrocediera en pasos, con lágrimas en su rostro y negando de nuevo la carga de su hija. El adulto echó a correr por los pasillos y subió 4 plantas por las escaleras a una velocidad inhumana. Su vista estaba nublada por ira, preocupación y tristeza.

Una vez que llegó a la UCI, todos los médicos y enfermeros se apartaron, al ver su estado lo comprendieron. Con sus manos temblorosas, comenzó a equiparse con una bata, guantes y mascarilla. Estaba a punto de entrar cuando el mismo médico de antes se interpuso en su camino.

—Doctor, debería tranquilizarse y...

—Apártate —Ashtray dijo irritado—.

El médico tragó saliva—. Por favor, piense que...

—He dicho que te apartes, o te juro por Dios que no dudaré en apartarte yo mismo —la voz de Ashtray se había completamente endurecido, dando lugar a una voz repleta de odio e ira.

El médico finalmente se apartó mientras las enfermeras guardaban silencio y estaban cabizbajas.

Ashtray no dudó en entrar y buscar entre los pacientes a su mujer. Soltó un suspiro de preocupación en cuanto divisó una melena rubia en una de las camas.

Se acercó con pasos apresurados pero inseguros, y se sentó en la silla junto a la cama.

Verla tan frágil le partía el corazón.

Allí estaba ella, su respiración controlada y apoyada por una mascarilla de aire. Sus delicados ojos cerrados, y si no fuera por aquella situación, Ashtray juraría que ella solo dormía plácidamente al lado de él en su cama compartida, como todas las noches en casa. Su cuerpo estaba desnudo completamente bajo la fina sábana verde del hospital. El frágil rostro de la rubia denotaba cansancio y debilidad. Una de sus delicadas manos reposaba sobre la parte alta de su estómago, la cual su marido no dudó en tomar cuidadosamente.

—Mi vida... —él susurró agobiado, y con su pulgar trazando círculos en la extremidad.

La rubia trataba de abrir sus ojos con algo de esfuerzo, y movió sus dedos. Ashtray la observó con una triste sonrisa. Ella se veía desubicada.

—Mi amor... ¿qué te han hecho? —él preguntó con lágrimas, acariciando su rostro.

Normalmente, aquella elección que los médicos habían hecho, la debía de hacer el padre del bebé, en este caso Ashtray. Y no podía sentir ,as ira al saber que los médicos habían elegido la opción incorrecta para él, pues el salvaría a su mujer primero siempre, por muy egoísta que sonase.

Ella solo lo observaba con una débil mirada, como si no tuviera absolutamente ninguna fuerza. Una de sus manos se posó en donde ella supuestamente debía tener la cicatriz de la cesárea. Ashtray arrugó su rostro con confusión, notando como ella quería llamar su atención.

—¿Quieres... quieres que la vea? —él preguntó apartando sus lágrimas.

Ella asintió lentamente y él cuidadosamente apartó las sábanas de ella, sin que su cuerpo desnudo fuera visible para los otros presentes en aquella gran sala. Apartó con delicadeza el parche que cubría la cicatriz y el corazón de Ashtray se congeló. Una cicatriz sangrienta y realmente mal cosida se encontraba en la parte baja del estómago de su mujer.

—Pero, ¿qué carajos...? —él habló con angustia.

Juraba que iba a matar a quien le hubiese operado así de mal. ¿Por qué nada salía bien? De un momento a otro, su vida estaba patas arriba. El hecho de que su mujer estuviese al borde de la muerte le carcomía en sus interiores.

—Ash, eh.. —ella susurró con poca fuerza, se había apartado la máscara de aire.

La vista de él se levantó—. No te la quites, debes mantenerla.

—¿Dónde está? —ella preguntó débil.

—¿Quién? —hizo una mueca de confusión mientras apartaba sus lágrimas.

La cara de Millie reflejó puro pánico de un momento hacia otro—. El bebé.

—Oh, sí, por supuesto. Discúlpame. Está perfectamente —él sonrío triste, viendo como ella suspiraba tranquila— Es una niña, cariño.

—¿Una niña? —ella sonrió, lágrimas de felicidad asomándose en sus ojos.

—Sí, mi amor, una preciosa niña —el acarició su rostro y besó sus labios con amor.

Ella movió su mano y acarició la mejilla de su marido.

Cuando se separaron, ella habló—. Yo... quiero verla, por favor.

—Tesoro... meter a un bebé a una sala UCI es peligroso... —él decía—. Además no está permitido.

—Por favor, quiero verla... —ella pidió con necesidad—.  ¿No podrías equiparla igual que tú?

El pelinegro asintió—. Está bien, intentaré colarla aquí, ¿sí?

Ella asintió de vuelta y sonrió mientras su marido se levantaba y se alejaba un poco de ella.

—Espera —ella dijo repentinamente.

—¿Mh?

—Te amo —ella sonrió con vulnerabilidad—, y mucho.

El corazón de Ash comenzó a latir por fin a una velocidad normal, aquella frase había hecho que todo el malestar que había en su interior, se marchara rápidamente.

—Yo te amo más, rubia —él sonrió y dejó la UCI para ir a por su nueva hija.

Y así fue como después de unos minutos, Ashtray se encontraba depositando a la pequeña bebé en el pecho desnudo de su madre, calmando instantáneamente su llanto.

—Mi niña... —Millie susurró con lágrimas de felicidad, acariciando suavemente la espalda de la bebé—. Vittoria...

Ashtray sonrió sintiéndose completo, y más feliz que nunca viendo cómo su mujer había mejorado en cuestión de minutos. Sin duda aquella situación era una motivación más para ella luchar.

—Oh, serás hijo de puta —dijo de repente la rubia cuando vio el rostro del bebé.

El pelinegro enseguida se rio a carcajadas viendo como su mujer se molestaba de nuevo—. Tres de tres, rubia. Sin duda estoy en racha. Los genes O'Neill son realmente fuertes.

—No me hables, gracias —ella lo frenó con mano juguetonamente.

Finalmente, ella tampoco pudo ocultar su risa.

—Al menos tenemos asegurado que será guapa —ella bromeó.

—Oh, ¿eso es una indirecta para llamarme guapo, rubia? —él carcajeó actuando sorprendido.

—No, ni de lejos. Lo decía por mí, no por ti. Así que no te ilusiones —ella rodó sus ojos mintiendo, algo que era bastante obvio.

Él solo rio y besó sus labios, su cabeza fue sujeta cuidadosamente por las frágiles manos de ella, para hacer el beso más duradero.

—Te amo —Ash pronunció entre besos.

—Yo te amo más —ella sonrió con gratitud.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro