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𝔼𝕏𝕋ℝ𝔸 #𝟟


Extra 007; NOAH!

AÑOS ATRÁS

EDADES
Ashtray: 26
Millie: 25



⚠️ Escena +18 (solo mención y ligeros detalles, no desarrollado) ⚠️








NUESTRA NIÑA Amirah ya tenía 4 añitos y medio. E iba a un colegio cerca de nuestra casa; que por las dudas, seguíamos viviendo donde mismo.

Dad —la voz de Amirah, quien estaba en el suelo jugando en la alfombra-puzzle con sus juguetes, llamó la atención de su padre.

Ashtray se levantó de estar a mi lado en el sofá y se agachó con ella.

—¿Qué pasa, Ami?

—¿Cómo es esto? —habló ahora en español señalando las piezas de un puzzle que yacían esparcidas por la alfombra.

El pelinegro se rascó su nuca algo agobiado. No pude evitar soltar algunas carcajadas al ver la escena. Él realmente odiaba ese tipo de juegos.

—¿De qué te ríes tú? —se acercó dándome un pellizco en mi pierna cubierta por un pijama de pelo, haciéndome reír aún más.

—Creo que la niña tiene más idea que tú sobre cómo hacer un maldito puzzle —seguí riendo.

Él abrió su boca algo ofendido mientras me miraba desde el suelo—. Ah, ¿sí?

Se acercó peligrosamente a mí esperando mi reacción, por lo que decidí retarlo.

—Sí, Ash, tú no tienes ni idea.

En cuestión de segundos él me había jalado por las piernas deslizándome del sofá al suelo; pero antes de caer, me sujetó apegándome a él para que no me golpeara.

—Serás tonto, me has asustado —le di un suave golpe en su hombro mientras aún seguía agarrada a él—, creía que me iba a caer al suelo.

—Sabes que yo no te dejo caer —acercó su cara a mi cuello y depositando un suave y corto beso allí, haciéndome sonreír nerviosamente.

Sí, aunque lleváramos 10 años juntos, me ponía igual de nerviosa que siempre.

—¿Me vais a ayudar o no? —ambos miramos a Amirah, quien yacía mirando la escena con los brazos cruzados y una ceja levantada—. Siempre igual...

—Sí, claro, perdona, cariño.

Me separé de Ashtray escuchando un gruñido por parte de él, y me desplacé hasta la pelinegra apoyada en mis rodillas y en mis manos.

Cuando me dispuse a hablar sentí un fuerte pellizco en el trasero y tuve que callar el quejido esforzándome, porque había dolido como el demonio.

Hijo de puta, escuchaba su floja risa.

—Bien cariño —le di una fuerte patada a Ash detrás mía disimuladamente sin que la niña se diera cuenta, sabiendo que le había dolido al pelinegro—, esto es realmente fácil.

Agarré varias piezas y se las enseñé.

—Mira, por ejemplo, estas dos encajan porque el hueco de esta se completa con el trozo que tiene la otra, ¿ves? —expliqué viendo como ella asentía—. Bien, y también debes mirar si el dibujo encaja; si una pieza es un trozo del cielo, no puedes poner un coche ahí.

Ella carcajeó aplaudiendo—. Vale, creo que lo entiendo.

—De todas maneras, puedes fijarte aquí —le acerqué la tapadera de la caja del puzzle, donde venía un dibujo detallado de este—, esto te ayudará.

—Oh, sí, es verdad. Muchas gracias, mamá —me sonrió mientras procedía a mirar las piezas de nuevo—. Por cierto, mi cumpleaños está cerca.

Yo asentí con mi cabeza mientras le daba un sorbo al café de Ashtray, el cual estaba realmente bueno. Y no solo el café.

—Sí, lo sabemos —respondió el pelinegro volviendo a sentarse en el sofá.

—Ya sé lo que quiero —volvió a decir la menor.

Yo sonreí ladeando mi cabeza—. Ah, ¿sí? Sorpréndenos.

—Quiero un hermanito.

Ashtray empezó a reír como si estuviera totalmente loco, mientras que yo no pude evitar ahogarme con el café. Él y yo habíamos hablado aquello hacía varias semanas, y teníamos esa idea, por así decirlo.

—¿Un hermanito? —pregunté rascándome la nuca—. ¿No prefieres un perro?

—Un perro es lo mismo que un hermanito —comenzó a decir mi marido apoyando mi comentario—, lo único diferente es que al hermanito no lo podrás sacar a pasear con correa.

—¡Ashtray! —llamé su atención cruzándome de brazos—. ¿Cómo se te ocurre comparar un perro con un niño? ¡Es como si comparas a tu hija con Ares!

—Mi hija no se puede comparar con Ares, porque es MI hija —hizo énfasis—, pero puedes comparar a cualquier otro niño.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Que no hay niña más linda que ella. Al fin y al cabo, tiene a quien salir —sonrió orgulloso dándose por aludido.

Aquello me hizo reír—. Ja, pues espero que lo digas por mí, ya que Amirah es muy parecida a mí.

—Sabes perfectamente que no lo he dicho por ti, y la niña es una copia mía.

—¡Eh! ¿Cómo que no lo dices por mí? —abrí mi boca ofendida mientras lo observaba—. No me hagas pedirte el divorcio, Ashtray O'Neill.

Él me guiñó el ojo divertido al ver que me había picado, como siempre. Le saqué el dedo de en medio y repentinamente el timbre de la casa sonó.

—¡Yo no voy! —exclamamos ambas mirando como Ashtray suspiraba levantándose.

—¿En serio? Siempre igual —negó con la cabeza y se dirigió a la puerta.

Esta fue abierta y el pelinegro no pudo evitar sonreír.

—¡Rue! —me levanté instantáneamente.

Rue y Francesca se habían ido de luna de miel cerca de dos meses en crucero, por lo que nos hacía mucha ilusión verlas de nuevo.

Me acerqué a la puerta viendo como el pelinegro envolvía a la de rulos en un gran abrazo, y depositaba un beso en su mejilla. No pude evitar sonreír con ternura ante aquella escena.

—¡Hey, Francesca! —la saludé abrazándola también—. ¿Qué tal fue esa luna de miel?

—Oh, fue increíble, Mills —respondió ella con los ojos muy abiertos.

—Oh, lo imagino —me acerqué a la de rulos y la envolví en un abrazo también, al igual que Ash con Francesca—. Me lo contaréis todo, ¿eh?



















































































Después de una gran tarde de cotilleos y de que ambas me contaran todo lo que habían hecho en aquel barco durante estos dos meses, no pude evitar sorprenderme.

—Yo no podría haberlo hecho —reí rascándome la nuca.

—¿Por qué? —preguntó Francesca con su mano apoyada en el muslo de su mujer.

Encogí mis hombros algo avergonzada—. Le tengo mucho respeto al mar, y desde que vi Titanic con Ashtray cuando teníamos 17 años, no quiero ver ni el mar ni un barco.

Ambas rieron—. ¿Ashtray viendo Titanic?

—Sí, señoras —asentí con mi cabeza recordándonos en el sofá de la casa de Fez, ambos abrazados y cubiertos por una manta mientras yo lloraba por Jack.

En mi cara se reflejó una sonrisa melancólica al recordar aquello. Qué buenos tiempos pasamos allí.

—¿Él ve películas románticas? —cuestionó la de rulos de nuevo.

—Sí, pero porque yo le insisto obviamente —moví la cabeza sonriendo—, y, ¿sabéis cuál es su favorita?

Ambas negaron y se acercaron a mí para poder susurrar.

—The Notebook —respondí con una sonrisa maliciosa—. Solemos verla bastantes veces juntos.

Unos pasos se hicieron presentes en el salón, dejando ver al pelinegro pasar por nuestro lado y seguir hasta la cocina.

—Vaya tres brujas sois —comentó sin mirarnos—, a saber qué estáis cuchicheando, dais miedo.

Las tres reímos y seguimos con la conversación cuando él se marchó de nuevo a la planta de arriba.

—Oye, ¿os puedo pedir una cosa? —pregunté yo esta vez.

Ambas asintieron—. Claro, ¿qué ocurre?

—Yo... —Dios, me daba mucha vergüenza—, ¿os podríais quedar esta noche con Amirah?

Rue me dio una mirada pervertida mientras reía.

—No es por eso —me apresuré a decir—, es que hace mucho tiempo que Ash y yo no tenemos una noche sola para los dos.

La mirada de Rue volvió a ser la misma, y a ella se le sumó la de Francesca.

—Pillina —me llamó la de rulos golpeando mi hombro con broma.

—Oye, lo estoy diciendo en serio —me moleste cruzando mis brazos.

Francesca apoyó su mano en mi hombro sonriendo—. Claro, Mills, nosotras nos quedamos con ella.

—Genial, muchas gracias.

—Solo... cuídense —comentó Rue divertida—, a no ser que quieran otro descendiente más.

—¡Rue! —llame su atención algo apurada—. Pues sí, algo así tenemos en mente.

—Ah, ¿sí? Cuenta.

—No pienso contar nada —levanté mi mentón mirando hacia otro lado.

Ambas se quejaron ligeramente.

—Venga, Mills, ¿cuantos más?

—Bueno... —finalmente acepté—, tenemos en mente dos más.

La de rulos se echó a reír como una loca, dándose golpes en su muslo—. Qué te dije, Fran, estos dos son como conejos.

—¡Eh! —abrí mi boca totalmente ofendida—. Para.

—A ver, no te culpo, os lleváis teniendo ganas desde que tenías 15 años. Normal que ahora queráis estar todos los días así.

Yo no sé cómo no las acabé echando de mi casa, con lo poco que me gustaba hablar del tema. Rue tenía que estar molestándome siempre con eso. Porque esta no era la primera vez que teníamos este tipo de conversación.

De nuevo, unos pasos, pero esta vez pequeños, se hicieron presentes en el salón, haciéndonos callar de enseguida.

—Hola —saludó Amirah después de haber dormido la siesta con su padre.

—Hola, peque —ambas la abrazaron—. Oye, hemos tenido una gran idea.

—Ah, ¿sí? ¿Cuál? —preguntó la pequeña pelinegra algo emocionada.

—¿Te gustaría pasar esta noche en nuestra casa? Pediremos pizza para cenar —propuso la rubia (Francesca).

Amirah abrió sus ojos realmente emocionada.— ¡Oh, sí, por favor! ¿Puedo, mamá?

—Por mí está bien, y seguramente que por papá también.

—Por supuesto que por papá también, él es quien mejor se lo va a pasar, el capullo —susurró Rue y bufó disimuladamente por lo que acababa de decir, recibiendo una muy mala mirada por parte mía.

—Ya está bien, ¿no? Ve a buscar ropa, anda —le indiqué a mi hija—, y dile a papá que te ayude.

—¡Voy!

La pequeña subió las escaleras a toda prisa haciéndome estremecer—. ¡Amirah, slow down!

—¡Sorry!

—¿Aquí qué coño pasa? —volvió a hablar la morena haciéndome perder la paciencia—. ¿Que habláis español y taka taka o qué?

—Sí, en esta casa los tres somos bilingües: hablamos español e inglés —expliqué brevemente—. Ash quería que Amirah también supiera su lengua materna.

—Oh, pues eso está genial —apoyó Francesca haciéndome sonreír.

—Gracias, cariño.



























































Narra Ashtray

—Estoy harta de la película —habló algo cansada mientras me miraba—. ¿Tú no?

Nosotros nos encontrábamos en el sofá, después de que Amirah se fuera con Rue y Francesca a pasar la noche. Mi rubia tenia una expresión de cansancio, pues estaba bostezando al estar apoyada en mi brazo, que yacía alrededor de sus hombros atrayéndola hacia mí.

—¿Quieres que la quitemos? —sugerí haciéndole asentir—. Bien.

Tomé el mando de la televisión y la apagué, quedándonos en silencio por varios segundos después de esto.

—Qué tranquilidad sin Amirah —comenté con diversión—. Fíjate, todo en absoluto silencio.

Mills carcajeó suavemente—. Tienes razón, aunque por otra parte se le echa de menos.

Asentí dándole la razón, echaba de menos ver a una cabellera pelinegra correteando por la casa a punto de partir cualquier cosa.

—Hacía tiempo que no teníamos un tiempo a solas —comentó la rubia mirándome.

—Pf, ya ni me acuerdo de cuando lo teníamos.

Ella suspiró con una sonrisa que no llegué a entender, no sabía si era feliz o si se trataba de una sonrisa triste.

Llevé mi mano a su frente, donde cuidadosamente aparte un mechón suyo rubio.

—¿Está todo bien? —pregunté mirándola con algo de preocupación.

—Sí, es solo que... no sé, da igual —le restó importancia, haciéndome negar—. No es nada.

—No, claro que no, cuéntamelo —le di un suave empujón con una sonrisa.

Ella negó con su cabeza pareciendo algo confundida—. No sé, me ha dado un bajón de ánimos, supongo.

—¿Un bajón de ánimos? —aquello era algo muy usual en ella últimamente—. Y, ¿eso por qué?

—No sé, ni idea —suspiró pesadamente.

Imité su acción mirando al techo sin saber qué hacer, hasta que una idea algo perversa se me vino a la mente, ignorando el hecho de que sabía que iba a decir que no.

—¿Acaso quieres que te suba el ánimo? —dije con una sonrisa ladeada y con un tono de voz algo más grave—. ¿Crees que no sé tus intenciones al querer que Amirah se fuese esta noche?

Ella no pudo evitar sonreír sonrojándose mirando hacia otro lado algo apenada, ignorando la propuesta.

—Bueno, pues nada —me levanté del sofá indiferente mientras iba a la cocina, fingiendo que no había pasado nada—. Otro día será.

—No, Ash, espera —su voz me frenó, pillándome desprevenido para ser sincero—. Vayamos a la habitación.

Intenté reprimir una carcajada, pues era muy gracioso cómo ella decía las cosas relacionadas con la intimidad.

Para ella siempre fue un tema algo tabú, le costaba abrirse conmigo sobre eso. Numerosas veces escuchaba como sus amigas hablaban de aquellos temas y sus experiencias, y cuando le preguntaban a Mills ella se revolvía incómoda evitando por completo el tema. Lo cual también es comprensible, pues eso es algo privado de la pareja, y por lo que también le agradezco que no hable sobre nosotros en eso.

Aquel miedo era parte culpa de sus padres, que por la horrible relación que ambos tenían, le crearon una especie de miedo a la intimidad.

Recuerdo como una vez hablando sobre el sexo con ella, habiéndome costado bastante, me contó que su miedo consistía básicamente en hacerlo con la persona equivocada (aunque luego se diese cuenta de que yo era la correcta), y también por la desnudez. Aquello último... me costó una locura hacerle sentir confianza en ese aspecto, y hasta que no la tuvo, jamás hicimos nada. Gracias a Dios tampoco fue para tanto la espera...

Menos mal que ya superó todo aquello conmigo.

—¿Qué? —me hice el tonto.

—Vamos, no me hagas repetirlo, sabes que odio hacerlo —se cruzó de brazos levantándose del sofá.

—No te he oído, tonta —me justifiqué acercándome a ella de forma inocente.

Ella enarcó una ceja analizándome—. Mentiroso, por supuesto que me escuchaste.

—No lo hice, ¿por qué mentiría? ¿Piensas repetirlo?

—Te dije —lamió sus labios nerviosamente mientras se acercaba a mí, para luego enredar sus brazos alrededor de mi cuello—, que vayamos a la habitación.

Quedé hipnotizado al sentir como uno de sus dedos se deslizaba a lo largo de mi trabajado pecho, mirándome con aquella inocencia que pretendía desprender.

—¿O es que ya no quieres, Ashtray? —su sonrisa maliciosa y su brillo en los ojos cada vez me hacía perder más la cordura, y eso que me quedaba poca.

—Sabes perfectamente que sí, rubia —me acerqué, y, justo en el momento en el que me disponía a besarla, ella apartó su rostro indiferente.

Anduvo hacia la escalera con una sonrisa victoriosa reflejada en su cara, hasta que se giró de nuevo hacia mí.

—¿Vienes o no?

Y como un perro, fui detrás de ella por toda la escalera hasta que llegamos a la habitación. Allí fue donde la rubia se abalanzó contra mí y nos envolvió en un desesperado beso.

Nos separamos por falta de aire, y aproveché para empujar su hombro con suavidad, haciendo que ella cayese al colchón, ya que estaba justo detrás.

Ella enseguida se sentó apoyando sus codos en la cama dejando su peso en ellos, mientras me observaba. Me quité la camiseta y no pude evitar reírme al ver como no me quitaba ojo mientras lo hacía, como si jamas me hubiese visto así.

Me volví a acercar y agarré su barbilla para alzar su mentón, y mi mano luego descendió a su cuello. Apreté este, robándole algo de oxígeno, viendo como la rubia disfrutaba ante aquello, no podía conocer mejor sus gustos.

Nos uní de nuevo en otro beso, y me posicioné sobre ella una vez que se tumbó en el colchón. Descendí a su cuello depositando numerosos besos húmedos a lo largo de este; mi rubia solo echaba su cabeza hacia atrás dándome más acceso, inundando la habitación con los jadeos y gemidos que comenzaba a emitir sin control.

Inesperadamente soltó una risilla haciéndome frenar—. Oh, vamos, doctor. ¿Esto es todo lo que tiene para mí? Qué decepción...

Joder, cada vez sentía que me estaba volviendo más loco de lo que ya estaba. Y todo era culpa de ella.

Enredó sus firmes piernas en mis caderas y con un solo movimiento de estas y de su brazo izquierdo, pudo tumbarme fácilmente en la cama, quedando ella arriba sentada a horcajadas.

—Doctor O'Neill —me llamó provocativamente mientras sus manos ascendían a los botones de una camisa ancha que portaba—, tengo cita hoy con usted para aquella revisión general que hablamos... lo recuerda, ¿verdad que sí?

Lamí mis labios disfrutando del espectáculo que ella estaba dándome, centrándome en cómo desabrochaba cada maldito botón y cómo conseguía torturarme por la delicadeza con la que lo hacía. Jamás sabré como pude autocontrolarme y no haberle roto la puñetera camisa de un tirón.

Finalmente esta cayó en el suelo, haciéndome suspirar aliviado y contemplar cada detalle de la escena que tenía justo delante. Parecía que estaba en una maldita utopía, era demasiado bueno que a su misma vez era irreal.

—¿Segura? —sonreí apoyando mis manos en sus muslos, comenzando a elevarlas hasta otra zona.

—¿Qué mierda pregunta es esa? —ahora parecía indignada ante mi cuestión separándose ligeramente de mí—. ¿No es obvio, tonto? La pregunta ofende.

Carcajeé ante su repentino cambio de humor, y agarré el pelo que caía por su espalda en un puñado; mientras que la otra mano ascendía de nuevo a su cuello para comenzar a apretarlo. Me acerque a su oído para susurrar unas palabras que hicieron que su cuerpo arriba de mí se tensase.

—Bien, prepárate, muñeca.

En varios segundos, la había puesto de cara al colchón abajo mía. Agarré un puñado de su pelo, haciendo que su cabeza se echara hacia atrás, encontrando la mía. Mordí el lóbulo de su oreja sabiendo perfectamente lo que hacía y lo que pretendía.

Que comience la acción.

























































Narra Mills

Relájate, por favor —pedí angustiada mientras me apoyaba en el lavabo.

—Lo siento, lo siento —dijo la de rulos con una mano en su pecho tratando de mantener la respiración.

Me froté la frente rápidamente—. Estoy muy nerviosa, y tú no me ayudas.

—Uf, lo siento mucho, yo también estoy muy nerviosa —lamió sus labios—. Quiero que sepas, que salga lo que salga, te vamos a apoyar. Y lo sabes.

—Sí, sí, gracias. Lo sé —sonreí agradeciendo aquel comentario.

—Me recuerda a cuando lo hiciste hace tiempo, y Ash acabó enterándose por culpa de nuestro llanto y nuestros gritos —recordó la de rulos haciéndome reír—. Tremenda cara puso cuando vio la escena el pobre.

—Buf, ya ves.

Esperamos un par de segundos más hasta que la morena decidió hablar de nuevo—. Mills, ya pasaron los minutos...

—Sí, voy —agarré el objeto decidida y mi respiración se entrecortó en cuanto vi lo que había salido.

Positivo.

—Mierda, joder, lo sabía —llevé mi mano a mi boca y no tardé en aguar mis ojos.

La de rulos abrió sus ojos como platos sin poder creérselo—. Oh, por Dios, ¡felicidades!

—Gracias —fue lo único que me salió justo antes de empezar a sollozar.

—Ven aquí.

Ambas nos unimos en un abrazo en donde yo empapé su hombro con mis lágrimas y mis mocos. Sí, mis mocos. Lo siento, Rue.

—¿No creías que iba a salir positivo? —me preguntó una vez que nos separamos.

—Realmente tenía la superstición de que sí, además, me duele la espalda, como cuando estaba embarazada con Amirah y mi período lleva sin hacerse notar desde hace casi dos meses y medio.

—Joder, hija. Entonces era más que obvio. Aquí pone que estás de... 13 semanas.

—¿Cuánto es eso? —pregunté haciendo cálculos.

Ella levantó sus cejas sin creérselo—. ¿Y me lo preguntas a mí?

—Son tres meses —dije finalmente—. Coincide con todo. Es de cuando os llevasteis a Amirah una noche hace tiempo.

—¡Oh, lo sabía! Sabía que era para eso —empezó a reír señalándome.

Mis mejillas se tornaron rojas y me enojé un poco.

—Pues claro que sí, pedazo de tonta. ¿Para qué voy a querer una noche con mi marido solos? ¿Para hablar de la vida? —me crucé de brazos y me encogí de hombros.

—Por lo menos las fechas coinciden, eso quiere decir que no le has puesto los cachos —comentó con gracia sin yo hacer ningún gesto de risa o algo parecido—. Era una broma, Mills.

—Lo sé, no me he podido reír más. Como siempre cuando se tratan de tus bromas —ironicé.

Ambas nos callamos al escuchar la puerta de casa abrirse, Ash había llegado.

—Mierda, recojamos esto —dije nerviosamente agarrando la prueba y escondiéndomela en el bolsillo.

—Espera, ¿no piensas decírselo? —me susurró agarrándome una mano.

—No, quiero darle una especie de sorpresa... o algo así —le indiqué mientras paraba de llorar y escuchábamos que unos pasos se acercaban—. O tal vez se lo diga luego y ya está.

—Está bien.

Nos salimos del baño quedando en el pasillo que había bajo las escaleras, junto al salón, en donde Ash no tardó en aparecer.

—Hey, ¿qué tal? —saludó él mientras comía un sándwich que yo le había dejado preparado.

—Hey.

Se acercó a Rue y le revolvió un poco el pelo sonriéndole, y luego se acercó a mí para apoyar su mano en la parte baja de mi espalda y depositó un beso en mis labios.

—¿Has estado llorando? —me preguntó posando su dedo suavemente en mi mejilla húmeda.

—Oh, no es nada. No te preocupes.

—Bueno, yo ya me iba, Francesca y yo hemos planeado tarde de playa —nos dijo animada mientras hacía una especie de baile—. Ya os veré, parejita, os quiero.

Se acercó a la puerta y justo cuando fue a cerrarla, me hizo un ademán de que le contara aquello a Ash. De que era el momento.

El ruido del pelinegro sentándose en una silla y siguiendo comiendo captó mi atención, yo me había llevado cerca de 30 segundos mirando la puerta fijamente.

Debatiendo si contarle ahora o no.

—Ash, tenemos que hablar.

—Mh.

—¿Cómo te ha ido el trabajo? —me acerqué a él y comencé a masajearle los hombros.

Él echó su cabeza ligeramente hacia atrás por la satisfacción—. Mal, Millie.

—Oh, ¿y eso? —la preocupación se hizo notar en mi voz.

El adulto se frotó su frente algo angustiado, y mi corazón comenzó a ir a mil cuando de repente rompió a llorar. Sí, Ash llorando, es un ser humano y tiene sentimientos.

—Eh, eh, eh, Ash. ¿Qué ocurre, cariño? Cuéntamelo por favor — me posicioné al lado suya y apoye mi mano en su mejilla.

—No, no puedo —se negó como si algo se lo impidiera—. No puedo hacerlo, Mills.

Se frotó los ojos con frustración mientras trataba que las palabras salieran de él y contarme que le había pasado. Siempre era igual, le costaba mucho hacerlo. Aguanté sus brazos suavemente para que no siguiera haciéndose daño en su rostro, y comencé a hablarle con una voz relajante, tratando que se calmara.

—Escúchame, Ash, relájate —le pedí suavemente—. Inténtalo, por favor.

Unos segundos pasaron hasta que logró escupir lo que tanto deseaba—. Una niña de 5 años ha muerto hoy en mis brazos.

Su voz salió rota, haciéndome quedar estática junto a él—. Joder, Ash...

—Llegó con una fuerte herida en la sien y otra en el costado derecho, se estaba desangrando. Rápidamente la agarré y detuve su hemorragia, y justo cuando fui a llevarla al puto quirófano para operarla murió —golpeó la mesa con frustración—. Fue mi culpa, fue mi maldita culpa. Murió en mis brazos.

—¡Por Dios, Ashtray! —mis lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas—. ¿Cómo se te ocurre decir que fue tu culpa? ¿Cómo puedes decir eso?

Él se mantuvo en silencio por varios segundos mientras suspiraba.

—¡Porque lo fue, joder! ¿¡O es que no te estás puto enterando!? —se levantó bruscamente de la silla acercándose peligrosamente a mí; yo no retrocedí ni un milímetro, pues sabía que él jamás me pondría la mano encima—. ¡Fue mi culpa! ¡Es como si Amirah muriese en mis putos brazos! ¿¡No lo entiendes, joder!?

—Eres demasiado cruel contigo mismo, Ashtray —dije mirándolo de una forma que no le gustó nada—. Eso no es nada justo, te lo he dicho siempre.

Enojado, puso sus manos en mis hombros y me empujó contra la pared con facilidad.

—Deja de mirarme como si te estuvieras compadeciendo de mí, sabes que odio cuando lo haces, joder.

El movimiento no fue para nada brusco realmente, pero el dolor punzante en mi espalda me hizo gemir flojamente al esta ser empujada contra una pared. Su rostro cambió por completo cuando vio la expresión de dolor en mi rostro.

—¡Mierda! Joder, Mills, ¿estás bien? —sonó más relajado mientras ponía su mano en mi mejilla, separándome de la pared—. Mierda, perdóname.

—Calla, estoy bien. Es solo que me duele la espalda, no te preocupes, no ha sido por el golpe ni nada —le sonreí tratando de tranquilizarlo.

Su semblante reflejaba sorpresa y decepción—. Te he golpeado...

—¿¡Qué!? ¡Por Dios, Ashtray, ya vale de decir tonterías hoy! —aparté sus manos de mí algo molesta y señalé el sofá—. Por favor, siéntate y escúchame.

El pelinegro no muy convencido, asintió y se sentó allí, quedando en frente mía.

—Bien, por supuesto que entiendo tu frustración acerca de lo de la niña, y no quiero imaginar por lo que estás pasando ahora —comencé a decir sentándome a su lado—. Pero lo que no te consiento, es que digas que ha sido culpa tuya, porque es todo lo contrario. Tú eres quien ha hecho su mayor esfuerzo en hacer todo lo posible por salvarla. Eso es así, cariño. Al igual que salvas gente, también deberás ver morir a mucha, desgraciadamente.

—Sí, lo sé...

—No vuelvas a decir que fue tu culpa, por favor. Me parte el corazón escucharte decir eso —pedí apoyando mi mano en su rodilla.

—Está bien, lo siento. Y lo del empujón de antes... ¿qué te pasa en la espalda? —preguntó algo curioso.

Yo asentí tratando de ocultar mis nervios—. Sí, eh, no es nada. Será una mala postura al dormir, eso es todo.

Me traté de levantar, cuando noté unos dedos enredarse suavemente en mi muñeca, frenándome en seco—. Esper-.

No acabó su frase, pues el sonido de un objeto cayéndose de mi bolsillo llamó su atención, haciéndome sentir una inmensa emoción y unas ganas de vomitar increíbles a la misma vez.

—Mierda, no, espera.

El pelinegro se agachó a recogerlo—. ¿Qué es esto?

Me llevé mi mano a mi boca. Joder, había estropeado la sorpresa, ya que este no era el mejor momento para esto. Tomó unos segundos en los que el pelinegro volvió a mirarme, con aquellos oscuros ojos abiertos de par en par.

—Millie... —fue lo único que logró formular.

—¡Sorpresa! —traté de saltar estirando mis brazos a la espera de su reacción.

—Joder, ¿desde cuándo...?

—Me he hecho la prueba hace unos minutos, por eso estaba llorando cuando viniste. Quise contártelo antes, pero viendo la situación vi que no era el mejor momento. Planeaba hacértelo saber mediante una sorpresa —dije algo apenada—. En fin, estoy embarazada de 3 meses.

La cara del pelinegro era todo un poema. No pensaba decírmelo, pero por lo visto, él ya tenía sus suposiciones acerca de esto. Pues según el, me había notado con algunos kilos de más (esto no me lo dijo), me había visto varias mañanas vomitando en el baño (aunque se hiciese el tonto), y había notado como numerosas comidas me daban bastante asco y otras eran un gran antojo para mí.

—Dios mío —se levantó rápidamente y me envolvió en un fuerte abrazo.

—Lo siento —ni siquiera sé por qué me disculpé, pero simplemente lo hice.

—¿Qué dices? Gracias a Dios, una buena notica hoy —bromeó aún sintiéndose algo mal.

Yo sonreí y acaricié su mejilla depositando un beso en ella.

—Así que ese era tu plan, ¿no? Darle a Amirah su regalo de cumpleaños, por eso estabas tan dominante aquella noche... —sonrió juguetón haciéndome sonrojar.

—Sh, a callar —cerré los ojos dejando caer mi cabeza en su hombro—. No estropees el momento.



















































































































Me levanté de la cama con sumo dolor y zarandeé a mi marido, con el fin de despertarlo.

—Ash —lo llamé lloriqueando—. Ash, por Dios, despiértate.

—Mh... ¿qué pasa? —se frotó los ojos con sueño moviéndose en la cama.

—Ya viene —empecé a mover mis manos sudadas nerviosamente.

A pesar de tener los ojos cerrados, el estrujó su rostro con confusión—. ¿Quién viene? No es hora para visitas, joder.

—¡Imbécil, el bebé! —grité con desesperación—. ¡Ya viene! ¡He roto aguas!

El pelinegro se levantó rápidamente de la cama y me divisó por varios segundos. Me encontraba doblada hacia delante, apoyada en la cama. Tenía los mechones de pelo que caían sobre mi frente totalmente mojados, a consecuencia del sudor.

—Ashtray, por Dios, ayúdame —supliqué llorando como una niña pequeña—. Me duele como el demonio.

—Ven aquí.

Rápidamente se acercó a mí y cuestión de segundos me había agarrado lo suficiente como para aguantarme y mantenerme de pie.

—¿Papá? ¿Mamá? ¿Qué pasa? —los ojos de Amirah se abrieron como platos al ver una gran mancha roja en mi camisón.

—Ami, escúchame —trató de pedir el pelinegro con voz serena—. Necesito que te vistas lo más rápido que puedas; luego, ve al mueble de la entrada, donde verás una cesta en la que están todas las cosas que va a necesitar mamá en el hospital; y por último, agárrala y ve al garaje, y métete en el coche a esperarnos.

—Sí, voy.

Mi respiración era agitada, y mis lágrimas caían por mis mejillas incontables veces.

—Ashtray, siento que me voy a morir —me quejé con la vista nublada..

—No, Millie, no pienses eso.

Me dejó caer en la cama, y en cuestión de segundos me había cambiado aquel camisón manchado por otro más presentable.

—Venga, vamos.

Me incorporó con facilidad y en unos minutos ya estábamos todos en el coche, junto con la cesta.

—¡Fezco! —llamó Ashtray por teléfono a su hermano mientras conducía.

¿Bro? ¿Qué ocurre? ¿Todo bien? —respondió el pelirrojo con voz de dormido.

—Millie se ha puesto de parto, necesito que os quedéis con Amirah, por favor —pidió con nerviosismo.

Sí, claro, por supuesto. Sabes que no hay problema con eso.

Sonreí con ternura al ver cómo ambos hermanos se llevaban tan bien, al igual que siempre.

—Gracias, Fez. En unos minutos estaremos allí.

Genial. Ahora nos vemos.

Y después de eso, Ash colgó la llamada suspirando agobiado.

—¿Estás bien? Parece que el que va a parir eres tú —bromeé algo costosa.

Él no pudo evitar sonreír divertido mirándome de reojo—. Ay, mi Millie... ¿en qué momento pasamos de estar en la playa con Michael, de solo meses de edad; a estar con una hija de 4 años y apunto de conocer al segundo?

—Qué disparate —sonreí con nostalgia—. Parece que fue ayer cuando teníamos 15 años, llevamos más de 10 años juntos...

—Pf, debí habérmelo pensado mejor en ese entonces—bromeó el pelinegro ligeramente.

Crucé mis brazos molesta con él—. ¡¿Qué estás insinuando?!

—Es una broma, tonta.

—Ya lo sé, soy lo mejor que te ha pasado en tu vida —respondí autosuficiente.

Él sonrió con ternura.— La verdad es que sí.

Desafortunadamente, aquel comentario de él lo pillé con ironía, como si fuese otra broma; sin embargo, no llegué a pensar que lo decía totalmente en serio.

Por fin llegamos a la casa de Fez y Lexi, Ash pitó con prisa y Amirah se bajó del coche con algo de sueño.

—Adiós, cariño —me despedí de ella sonriéndole.

—Adiós.

El pelirrojo abrió la puerta, saludo a la pelinegra, nos levantó la mano y se metió para su casa con ella.

Me dio una gran contracción justo en ese momento, y tuve que levantarme del sillón mientras me aguantaba los gritos.

—Ashtray, por Dios, ve más rápido —pedía entre sollozos—. Creo que voy a tenerlo en el coche.

—Oh, no, no, no, no me digas eso —pidió mientras aceleraba—. Aguanta un poco más, por favor.

Su mano hizo contacto con mi muslo, donde dejó varias caricias haciéndome tener el vello erizado.

—¿Desde cuándo tienes contracciones? —cuestionó serio.

—Desde... hace dos días, creo —respondí.

El solo asintió molesto con una sonrisa, dándole un ligero golpe al volante.

—¿Por qué coño no me lo has contado, Millie? La otra vez pasó lo mismo, y te dije que me lo tendrías que haber contado. ¿Por qué nunca me haces caso? —dijo bastante molesto.

—No lo sé, perdón —me disculpé cerrando los ojos y dejando caer mi cabeza en el sillón.

—Joder, ¿tú sabías que las contracciones son algo muy importante y que por ello hay que llevar un control? —volvió a preguntar.

Yo negué con la cabeza.

—Pues claro que no lo sabías —suspiró—. Eso es muy importante, Millie. Por eso debes contarme.

—Sí, tienes razón. Lo siento.

Me miró reflejando compasión y volvió a poner su mano en mi muslo.

—Aguanta, ya estamos.

A lo lejos divisé aquel hospital.

—Escúchame, seguramente no te vayan a poder poner la epidural —me mencionó tratando de parecer tranquilo—. Te lo digo para que vayas mentalizándote.

—¡¿Qué?! —pregunté con voz aguda—. Dios mío, dime que no es verdad.

Ashtray bajó del coche y le entregó las llaves a un enfermero que pasaba.

—Robert, ¿podrías aparcarme el coche? Mi mujer está a punto de dar a luz, por favor —pidió mientras me ayudaba a salir y me mantenía sujeta.

—Sí, por supuesto. Ningún problema, Ashtray —asintió el joven alejándose.

—Gracias, Vamos, Millie —me ayudó a andar hasta dentro del recinto—. ¡Enfermera Myers!

La morena se giró hacia nosotros—. ¡Oh, doctor O'Neill!

Esta agarró su walkie-talkie y comenzó a elevar la voz.

—¡La mujer del doctor O'Neill está aquí a punto de dar a luz! ¡Traigan una silla de ruedas para llevarla directamente al paritorio!

En aquel momento mi vista volvió a nublarse, y lo poco que conseguía divisar comenzó a dar vueltas sin cesar. Me agarré a Ashtray como si mi vida dependiese de ello, y este no dudó en agarrarme fuertemente.

—Eh, eh, eh, ¿te encuentras bien? —me juntó con él, haciendo que mi cabeza diese contra su pecho.

—Ashtray, me muero. Me voy a morir —dije sollozando—. Tengo un dolor insoportable.

—Lo sé, cariño —apoyó su mano en mi nuca—. Tienes que ser fuerte, por Amirah y por mí; y por el bebé también, ¿sí?

Asentí con la cabeza dudosa mientras trataba de controlar mi respiración.

—Puedes hacerlo —depositó un suave beso en mi cabeza.

No sé en qué momento perdí la noción del tiempo, me encontraba en una cama del paritorio, apunto de dar a luz. ¿Me había desmayado?

—Ashtray —le agarré la mano.

Él se encontraba mirando un punto fijo de la habitación. Cuando escuchó mi voz, enseguida se acercó más a mí.

—Eh —frotó mi frente algo sudorosa con su mano, apartándome los mechones que caían sobre ella—, seguro que tienes preguntas. Te has desmayado por culpa de la ansiedad.

—Joder —me froté los ojos.

—Estas 10 centímetros dilatada ya, y como te dije, no te pondrán epidural —me dio una sonrisa algo triste—. Ya venías casi 9 centímetros dilatada; si me hubieses hecho caso, podrías habértela puesto. De todas maneras, tú puedes con esto, confío en ti.

Le sonreí por sus palabras y justo me vino una gran contracción, una mucha peor que todas las anteriores, si es que eso podía ser posible. Me está no pude evitar gritar y comenzar a llorar.

—¡Ya estamos, cariño! —la voz de una enfermera seguida por más me hizo sobresaltar.

—Me voy a morir —grité cuando otra contracción se hizo presente.

Aquello era una tortura para mí, ¿queríamos dos hijos más? Y una polla como una olla. Perdón por el vocabulario, a veces me pierde.

—Deja de gritar tanto por Dios —dijo el pelinegro algo apurado—. Espantas a cualquiera, rubia.

Mi respiración comenzó a ser agitada, mientras la rabia me consumía por dentro. Pareciendo una loca, giré mi cara hacia la almohada, y de un bocado, le arranqué un trozo de tela. Sí, lo han leído totalmente bien, estaba poseída.

—Escúchame, hijo de puta —sentencié con odio y sin control sobre mis palabras—, aléjate de mí o el siguiente bocado peor que ese irá para ti.

Ashtray abrió sus ojos como platos viendo la escena y enseguida retrocedió varios pasos.

—No se preocupe, doctor O'Neill; en la mayoría de partos, las madres la toman contra los padres. Es totalmente lógico, no se preocupe —comentó una de ellas sonriéndole.

Estaba a punto de asesinar a todo el mundo allí.

—No, yo llevo sin soportarlo meses —seguí diciendo con odio—. Mira lo que me has hecho, hijo de puta. Ahora por tu culpa moriré. ¡Esto, es todo tu culpa, tú me has hecho esto!

—Pero si eras tú la que quería otro bebé —dijo con algo de miedo el pelinegro.

—¿¡Qué!? ¡Serás mentiroso! ¡Yo no quería nada de esto! —sollocé, sabiendo que él tenía toda la razón realmente.

—Bueno...

Una enfermera apoyó su mano en mi brazo reflejando apoyo—. Vamos, cariño, ¡empuja!

—¿¡Y que mierda crees que llevo haciendo todo este tiempo, you fucking dumbass bitch!? —agarré las sábanas con fuerza mirando a todos con asco.

Dios, parecía que estaba poseída por el mismísimo Satanás. No tenía ningún tipo de control sobre mis acciones o mis comentarios. Estaba completamente loca.

—Cariño, si no consigues en los próximos minutos tener al bebé, habrá que someterte a cesárea —informó otra de las enfermeras.

Negué rotundamente con la cabeza—. Oh, no, no, no, ni de coña. Yo voy a tener al bebé aquí y ahora mismo como que yo me llamo Millie O'Neill LeBlanc.

Y fueron cuestión de segundos en los que un pequeño llanto inundó la sala, robándome un suspiro de alivio.

—¡Es un niño!























—Lo siento —hablé por primera vez mientras estábamos Ash y yo esperando en una habitación a que trajeran al bebé.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Por lo que ha pasado ahí abajo en el paritorio.

Él suspiró indiferente—. Anda ya, Millie. No te preocupes.

—Oh, no. Claro que sí. Te he dicho muchas cosas horribles e hirientes —mi voz se entrecortó mientras él escuchaba atento—. Espero que sepas que no lo dije conscientemente.

Me incorporé de la cama con algo de dolor y conseguí ponerme de pie, agarrándome al gotero.

El pelinegro alarmado enseguida se acercó a mí para intentar sujetarme y llevarme de nuevo a la cama.

—Millie... —me dijo alertado.

Envolví mis brazos en su cintura dejando mi cabeza sobre su pecho—. Perdóname, Ash.

—Es normal, rubia. Deja de preocuparte, de verdad —me sonrió también envolviendo sus brazos en mi cuello.

Ambos nos unimos en un suave y lindo beso, pero de repente Ash paró dejándome confundida.

—El hombre de la relación soy yo —dijo divertido agarrando los brazos suavemente y situándolos en su cuello, para luego él hacer lo mismo con los suyos pero en mi cintura.

Sonreí como una tonta contra sus labios, recordando la primera noche que pasamos en nuestra actual casa; y donde pasó esa misma escena.

—Aquí está —una enfermera entró después de haber llamado.

Ambas de nuestras respiraciones se entrecortaron al ver a un pequeñito cuerpo envuelto en una manta blanca de hospital.

Una lágrima involuntaria cayó por mi mejilla, al igual que en Ash.

—Dios mío —logré formular.

Agarramos al pequeño entre los dos mientras no dejábamos de observar todos los detalles del pequeño bebé.

—Es igual que tú —dije impresionada.

A pesar de que es casi imposible encontrarle parecido a un bebé con sus progenitores, este niño era una copia de su padre. Innegable.

—Justo estaba pensando en eso —dijo divertido—. Los dos niños que hemos tenido son clavados a mí, te voy ganando, rubia.

—Hijo de puta —susurré con diversión—. Pero con cariño, obviamente.

El pelinegro me guiñó el ojo y siguió adorando a su hijo, como si fuese otro tesoro en este mundo, aparte de Amirah y de mí (desde su perspectiva).

—¿Ya tienen pensado el nombre? —preguntó la enfermera con una sonrisa, haciéndonos asentir.

—Ajá, su nombre es Noah —respondió Ash emocionado.























⚠️ No se olviden de comentar y votar mucho, porfi. Me llevé días escribiendo este capítulo ⚠️

NOTICIA: He comenzado un nuevo fanfic con el guitarrista Tom Kaulitz, la obra ya está disponible en mi perfil, se llama "DOUBLE FANTASY" me encantaría que fueran a leerla, aunque solo conste de una parte por ahora.

PRIMER CAPÍTULO: https://www.wattpad.com/1361851381?utm_source=ios&utm_medium=link&utm_content=share_reading&wp_page=reading_part_end&wp_uname=storiesscute&wp_originator=7LQqALpXMnJ2b%2BNBywq1gZ%2B%2F%2BPghuakkHaMap01GTRu0ns3tmyysD3qcO9KvWYb2FcZpoB1FfB6uIf10MoO6NLQNzgNWs%2B%2BSVwgu%2F9fd0NCCb1Edd30%2Btv1eXceXED8D

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