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Extra 004; WEDDING!


AÑOS ATRÁS

EDADES
Ashtray: 21
Millie: 20

ESTOY DEMASIADO NERVIOSA.— lloriqueé por milésima vez en el día mordisqueando mis uñas acrílicas recién hechas.

Cuando me di cuenta de aquello aparte mi mano de mi boca y le pedí disculpas mentalmente a la manicurista.

Una joven de rulos confundida me preguntó. —¿Nerviosa por qué?

Rules portaba un precioso vestido amarillo pastel y una bolsa de patatas campesinas casi acabada, llevaba comiendo como media hora.

—¿Cómo que nerviosa por qué?— pregunté yo ahora enseñándole un vestido blanco que colgaba del armario.

—¡Oh, sí, es verdad! ¡Te casas dentro de unas horas!— exclamó aplaudiendo cuando se acordó por fin. —¿Te he dado la enhorabuena? Es que no recuerdo... ¡Enhorabuena, Mills! Por si acaso...

Yo reí mientras la abrazaba. Cuando nos separamos miré aquel precioso vestido.

—¿Crees que le gustará?— pregunté algo insegura.

Ella dudó. —¿El vestido o tú?

—Los dos.

Pensó durante unos segundos. —¿Estás de broma, no? Ash está enamorado de ti desde hace años, y lo del vestido... vamos a ver, Mills. Vas a casarte con él, harás a Ash el hombre más feliz del mundo, no le importaría que te casases con un trapo puesto.

—Vaya... eso fue muy bonito por tu parte, Rue-Rue.— comenté fingiendo tristeza mientras me acercaba a mi armario.

—Lo sé, estoy hecha una poeta cuando quiero.

Yo reí negando. —¿Me ayudas?

—Claro.— asintió mientras se levantaba y caminaba hacia mi dispuesta a ayudarme a vestirme para mi boda.


Notaba mi corazón saliéndoseme del pecho por lo nerviosa que estaba. El bombardeo constante en mi interior no ayudaba para nada. Era cuestión de segundos, en segundos se abrirían las puertas de la Iglesia dejándome ver delante de todos, y delante del hombre que amaba.

—No estés nerviosa.— la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos. —Vas preciosa.

Sí, aunque Ash no fuese religioso, estuvo de acuerdo en realizar la boda mediante la Iglesia, ya que sabía la ilusión que a mí me hacía.

—Gracias, papá.— sonreí suavemente cuando justo las puertas se abrieron.

Mi corazón ahora bombardeaba aún más rápido e intenso, Dios, sentía que me iba a desmayar.

Juraba que en aquellos primeros treinta segundos tuve una cara bastante horrible. Estaba muy nerviosa, hasta el punto de casi no poder respirar.

Ver el sonriente rostro de Ashtray me hizo cambiar totalmente, pasé del pánico a la ternura en cuestión de décimas de segundos. Aquello fue lo único que necesité.

Anduve aquel pasillo agarrada al brazo de mi padre únicamente fijándome en mi novio, que en unos minutos se convertiría en mi marido.

Llegué por fin y me situé en frente de él, mi padre se retiró y se posicionó a unos metros de mí.

Como si nos leyéramos la mente, Ash y yo nos agarramos ambas manos mientras no podíamos desconectar la mirada del otro, estaba siendo tan perfecto el momento que me daba miedo liarla.

—Queridos hermanos, estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia vuestra voluntad de contraer Matrimonio ante el Ministro de la Iglesia y la comunidad cristiana ahora reunida. Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal, y él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un Sacramento peculiar para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del Matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestra intención.

Ay, ¿qué había dicho? Dios, qué miedo, no me he enterado de nada por los nervios.

—Os formulo las siguientes preguntas. —indicó el hombre. —¿Venís dispuestos a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?

Ambos asentimos a la vez. —Sí, venimos libremente.

—¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?— cuestionó ahora.

—Sí, estamos decididos.

El sacerdote asintió y prosiguió con la última pregunta. —¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?

—Sí, estamos dispuestos.

Hubo una pausa de unos segundos.

—Así, pues, ya que queréis contraer santo matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.

Ash y yo entendimos lo que debíamos de hacer, así que nos soltamos la mano izquierda, agarrándonos únicamente la derecha de cada uno.

—¿Quién desea empezar con los votos?— preguntó el sacerdote.

Ella, ella va a empezar.— rió ligeramente Ash tomándome por sorpresa.

Yo negué apurada. —¿Qué? No, no, yo no, qué vergüenza, jo.

Las suaves risas de los invitados junto a la del sacerdote y la de Ash se hicieron presentes. Vamos, Mills, esto es serio, deja la vergüenza a un lado.

Carraspeé y miré al suelo nerviosa. —Está bien, yo empiezo.

La Iglesia entera volvió a permanecer en silencio robándome un suspiro, Dios mío, me iba a dar algo. Levanté mi vista encontrándome con los profundos y preciosos ojos de Ashtray. Y comprendí que solo quería vivir mi vida con él.

—Yo, Millie LeBlanc, te esposo a ti, Ashtray O'Neill, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarte y respetarte todos los días de mi vida.— recite para luego seguir con la parte que yo había escrito. —Prometo llevarte a recorrer el mundo, te prometo que nos haremos mil fotos, no puedo prometerte que serán perfectas como las de varias personas que vemos juntos, pero serán preciosas porque estarás tú en ellas. No puedo prometerte que no habrá días malos, pero te prometo que estaré siempre tomando tu mano. Porque no necesitamos grandes cosas, yo sólo necesito que tú estés a mi lado para ser feliz.

Una tímida sonrisa se hizo presente en él mientras bajaba su vista algo nervioso, era demasiado tierno cuando estaba así. Los invitados de la Iglesia sonreían mirándonos a ambos.

—Su turno, Ashtray.

El pelinegro asintió preparándose para lo que iba a decir, al igual que yo.

—Yo, Ashtray O'Neill, te esposo a ti, Millie LeBlanc, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarte y respetarte todos los días de mi vida.— dijo para luego proseguir. —Prometo tener paciencia y no enfadarme cada vez que veo tu ropa tirada por la casa. Prometo quererte con tus defectos, tus manías y esas pequeñas cosas que me sacan de quicio pero que adoro.

Aquello hizo que los invitados y yo soltáramos unas ligeras carcajadas de nuevo, haciéndolo todo más ameno y divertido. Me estaba encantando el ambiente.

—Cuando te conocí, creí que estabas loca, y fue esa locura la que hizo que me enamorará aún más de ti. Y desde los 15 me tienes así.— finalizó con aquella confesión.

Sonreí como una tonta mientras tapaba mi cara con mi mano algo nerviosa y tímida, al igual que él.

Luego de esto pasamos a la tercera fórmula del matrimonio, seguimos agarrándonos nuestras manos derechas para proseguir.

El sacerdote tomó la palabra. —Ashtray, ¿quieres recibir a Millie, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

—Sí, quiero.— los nervios se iban botando cada vez mas en su voz.

—Millie. ¿quieres recibir a Ashtray como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

—Sí, quiero.— Dios, estoy demasiado emocionada.

Escuché un leve llanto proveniente de los bancos primeros que había. Le di un apretón a la mano de Ash y con un movimiento de cabeza le indiqué que escuchase aquello. Él entendió y miramos confundidos en busca de donde provenía aquel llanto.

Nos confundimos al ver a la morena de rulos llorando desconsoladamente mientras se tapaba su cara. Fezco, con Lexi a su lado, sólo ocultaba su cara con vergüenza ajena y mirando hacia otro lado, fingiendo no conocerla de nada.

—Perdón, es que esto es demasiado emotivo, y yo soy demasiado sensible.— se excusó la joven tratando de tranquilizarse. —Lo siento, ya paro, perdón.

El sacerdote negó algo divertido para proseguir con el matrimonio.

—El Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ente la Iglesia y os otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Bendigamos al Señor.

—Demos gracias a Dios.— respondimos el pelinegro y yo a la vez.

El hombre hizo un gesto que varias personas de allí entendimos. Desviamos nuestra vista a la entrada de la Iglesia, donde un pequeño rubio de unos cuatro años portaba una especie de cojín con dos preciosos anillos en él.

Michael comenzó a andar seguro de sí mismo a pesar de la poca edad que tenía hasta llegar a nosotros. Me fijé en Ash y la forma en la que miraba a mi hermano hizo que se derritiera mi corazón al completo. Era simplemente orgullo y amor hacia él.

—Tome.— le dijo Michael al sacerdote entregándole los objetos.

—Gracias, joven.— le siguió el juego el sacerdote siendo gracioso.

—Adiós.

Con esa palabra se despidió y se sentó de nuevo en su banco al lado de mi madre. Todos volvimos a reírnos suavemente ante las acciones del pequeño, era demasiado tierno a decir verdad.

—El Señor bendiga estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y de fidelidad.

—Amén.— respondimos los dos.

Ahora tocaba la parte en donde ambos nos colocábamos los anillos el uno al otro. Dios, que emoción, que alguien me agarre que me da un parraque.

Ash agarró uno de los anillos y con la otra mano agarró la mía. Comenzó a ponérmelo mientras decía unas palabras.

—Millie, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

No llores, Mills, por favor. No montes un numerito.

Sonreí tiernamente y agarré el anillo y se lo coloqué con algo de nervios.

—Ashtray, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El sacerdote asintió satisfecho y por fin pronunció las palabras que tanto todos deseábamos escuchar.

—En ese caso, yo los declaro marido y mujer. Ya puedes besar a la novia.

Mi pelinegro y yo sonreímos tímidos y nos acercamos el uno al otro. Sus manos se desplazaron a mi cintura atrayéndome a él, mientras que las mías se situaron en sus cálidas mejillas sonrojadas. Nos dimos un suave beso demostrando el amor verdadero que nos habíamos tenido toda la vida, y que todos los presentes incluso pudieron llegar a sentir.

Los aplausos y gritos de nuestros invitados se hicieron en presentes cuando mi ahora marido y yo nos separamos del beso.

—Lo conseguimos.— me susurró Ash con una sonrisa orgullosa.

Yo asentí emocionada. —Sí, lo conseguimos.

Giramos nuestras cabezas para ver al resto de la Iglesia, Lexi y Rue tenían varias lágrimas en sus rostros; mientras que Fez ocultaba su cara, pues estaba haciendo lo mismo.

—Por Dios, ¿tan románticos hemos sido?— dijo Ash divertido haciéndome reír.

—Creo que nos hemos pasado un poco.— le seguí el juego.

Esperamos a que todos salieran afuera de la Iglesia para empezar a caminar al exterior.

Ashtray enroscó su brazo por mi cintura para salir del edificio.

—¡Vivan los novios!— gritaron todos.

Mi marido y yo fuimos literalmente atacados por miles de pétalos de rosas bastante agradables que todos nos lanzaban con diversión. Gracias a Dios, no eran granos de arroz.

Reímos todos en plena complicidad mientras aplaudían de nuevo. Volvimos a darnos un beso en la puerta de la Iglesia, Rue justamente nos hizo una foto que era maravillosamente perfecta,

La de rulos me elevó el pulgar dándome a entender que había salido todo genial, lo cual me hizo sentir mucho mejor.

—Bueno, ¡vayámonos a comer todos!— exclamé divertida.

Ash y yo decidimos celebrar nuestra boda en un sitio precioso al aire libre, que contaba con numerosas cosas; entre ellas, piscina, barra libre, zona de juegos para niños pequeños (en este caso solo mi hermano) y una amplia pista de baile. Todo estaba decorado con cosas de color blanco y varios tonos de grises. Era algo raro, pero desde que Ashtray y yo nos mudamos juntos, hace ya unos cuatro años, nos volvimos algo obsesionados con esos colores. Simplemente nos encantaban.

—Dejé tu ropa de cambio en aquella mesa.— llegó mi marido a mi lado señalando una bolsa verde.

—Gracias, Ash.— dije con una sonrisa.

Pensaba cambiarme de ropa después de haber cenado y bailado con él, y así poder estar más cómoda el resto de la celebración.

Todos nos sentamos de una vez por todas y comenzamos a comer los entrantes que ya anteriormente estaban en la mesa. Estaban bastante bueno todo, mi marido y yo hicimos una gran elección respecto a los menús que nos daban a elegir; y por supuesto, los cocineros habían hecho un gran trabajo.

Me fijé en el pantalón de Ash y vi una pequeña manita dándole unos toques en su pierna. El pelinegro miró y se encontró con su cuñado de cuatro años.

—¡Michael!— exclamó contento saludando a mi hermano.

El pequeño sonrió. —¡Ashtray! Súbeme, quiero estar con vosotros, por favor.

Mi madre los miró e hizo una especie de gesto de disculpa, mientras se trataba de levantar para ir a por Michael. Ash negó dándole a entender que no se preocupase; y por ello, Michael estuvo con nosotros casi toda la comida, cosa que no nos molestó para nada.

—¿Te gustan las patatas fritas? Sí, ¿no?— le preguntó Ash mientras los sentaba en sus piernas.

Michael asintió seguro. —Pues claro, ¿qué pregunta es esa? ¡Me encantan!

—Está bien, en ese caso come las que quieras.—
rió el pelinegro señalándole su plato.

El pequeño rubio no dudó en agarrar una patata y empezar a comérsela, y así con muchas más.

—Una cosa.— anunció llamando nuestra atención. —¿Hoy me puedo quedar en vuestra casa a dormir? Es sábado, y todos los sábados hacemos como una fiesta de pijamas.

Ash y yo nos miramos, para luego yo negar a mi hermano. —No, cariño, Ash y yo nos vamos de viaje. Salimos esta noche para el aeropuerto.

—¿De viaje?— preguntó Michael confundido.

—Sí, a Estados Unidos.— anunció el pelinegro con una sonrisa.

El pequeño abrió la boca ofendido. —¿Os vais de viaje sin mí?

—Sí, pero volveremos dentro de unos días. Bueno, una semana y media.

—¿¡Una semana y media!?— exclamó él sorprendido. —¿Cuánto es eso?

Ash carraspeó. —10 u 11 días.

—¿¡Qué!? ¿¡Estaré 10 u 11 días sin veros!?

—No, no, te haremos videollamadas y esas cosas, ¿vale?— traté yo de calmarlo. —Además, te traeremos algo de recuerdo.

—¿Una camiseta de Capitán America?— sonrió repentinamente asustándonos un poco.

Ash asintió algo confundido. —Eh, ¿sí?

—¡Genial! Entonces, ¿por qué no os vais ya y así llegáis antes con mi camiseta?

Mi marido y yo nos quedamos en silencio sin decir nada, ¿cómo era posible que cambiase su carácter así tan repentinamente?

Igualmente, lo pasamos genial en la boda. Fue el día más feliz de mi vida en aquellos momentos, ya que el futuro nos iba a deparar eterna felicidad y aún no teníamos ni idea de ello...

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