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Extra 003; ALONE!
AÑOS ATRÁS
EDADES
Ashtray: 18
Millie: 17, casi 18
NOS ENCONTRÁBAMOS yendo en moto en dirección desconocida. Habíamos huído de la emboscada, dejando a Fez allí dolorosamente para que no nos siguieran el rastro a nosotros dos.
—Ashtray.— lo llamé levantando la voz para que lograse escucharme. —¿Vas bien?
Yo iba silenciosamente llorando. Odiaba tener que dejar a todos atrás como si hubiesen sido viento, sobre todo a Fez, Rue y a Michael. El último mencionado se quedó con mi madre obviamente, sería una carga con solo ocho meses.
Ashtray asintió, pero yo sabía que no iba bien. Seguramente también iba llorando como yo, no queríamos marcharnos, pero debía de ser así.
Abracé a Ashtray algo más fuerte sujetándome mejor, aunque realmente fue en señal de apoyo; y dejé caer mi cabeza en su espalda descansando durante el trayecto.
Unas horas más tarde Ash estacionó la moto en una especie de garaje pegado a una casa bastante bonita y grande.
Era de tres plantas, y por fuera era gris y blanca, dándole toques elegantes.
—¿Esta casa es tuya?— le pregunté impresionada.
Él asintió con una sonrisa triste. —Realmente era de mi abuela, ella vivió aquí durante 20 años, y luego ya fue a East Highland.
—Oh, es preciosa.— dije con una suave risa.
—Sí, lo es.— apoyó mientras me agarraba la mano. —Vamos.
Llegamos a la puerta y el pelinegro busco en sus bolsillos sin encontrar nada.
—Deben de estar aquí entonces.— se acercó a mi y comenzó a buscar en la bolsa que yo llevaba con nuestras cosas. —Aquí están.
Me enseño numerosas llaves, y acto seguido agarró una y abrió el portón de aquella casa. Dejó ver un pequeño pasillo con una mesa y una lámpara, y luego un espacioso y enorme salón con un sofá largo de color gris. Todo era elegante y se veía caro, a pesar de que los muebles la mayoría estuviesen cubiertos por un plástico para así evitar la humedad y más cosas.
—Dios.— exclamé asombrada. —Esto es maravilloso.
Él pelinegro ladeó levemente la cabeza. —Ahora, es nuestra, aquí podremos vivir si así lo deseas.— me miró esperando una respuesta.
—Por supuesto, esto es genial.— contesté sin perderme ningún detalle.
—Esta casa es mi herencia por parte de mi abuela, Fez creo que le pertenecía otra casa más pequeña y un coche.— me explicó. —Pero esta es totalmente mía ahora que soy mayor de edad.
Yo asentí escuchándolo atentamente. —Entiendo...
—¿Tienes el dinero?— me preguntó acercándose a mí.
—Sí, lo conseguí antes de irnos.
Nadie lo sabía, ni siquiera ustedes ya que jamás lo mencioné; pero desde que Ash y yo éramos novios, empezamos a ahorrar todos nuestros premios y cheques que nos daban. Él por su parte en el boxeo, y yo en competiciones de gimnasia rítmica. Ambos llegamos a conseguir la cifra de 35.000 euros, entre los dos, claramente.
Le extendí los numerosos billetes después de haberlos sacado de un escondido bolsillo de la bolsa que habíamos portado.
—Bien, estaremos divididos el resto del día hasta la noche. Son las... 5 de la tarde; tú irás a tiendas de ropa para conseguirnos prendas y todo eso, y yo iré a supermercados a comprar comida para un buen tiempo, ¿vale?
Yo pensé unos segundos. —Sí, vale, pero...
—Yo te llevaré a las tiendas, es un centro comercial.— respondió sabiendo lo que le iba a preguntar. —Pasaré por ti a las 8 y media, antes de que anochezca, ¿ok?
Yo asentí algo dudosa, ¿saldría bien? Volvimos a salir afuera de la casa cerrándola con llave y montándonos en la moto de nuevo.
—¿Lista?— me preguntó arrancando la moto.
—Ajá.
—Pues allá vamos entonces.
—Dios mío, ¿me estás vacilando?— exclamé como una loca acercándome a un par de pijamas que estaban en oferta. —Esto es nuestro ahora. A Ashtray no le gustará seguro, pero... Dios, me encanta. Para nosotros.
Eran dos pijamas a juego. Los pantalones de cuadros rojos y negros, y la camiseta era blanca con la cara de un reno grande en medio. Era simplemente maravilloso. Ash estaría demasiado mono con esto puesto.
—Me los llevo, obviamente.— me dije a mí misma dejándolos en mi carro de la compra, que más bien parecía una carroza.
Compré lo indescriptible en ropa para el y para mí. Conjuntos muy monos para el verano que venía y para incluso invierno. Gasté como 638 euros pero bueno, con aquello nos valdría.
Saqué mi móvil y miré la hora, las 8 y 27 de la tarde. Perfecto, Ash estaría al llegar. Espera, si tengo como... diez bolsas llenas de ropa y el seguramente también pero de comida, ¿cómo íbamos a ir en la moto?
Un coche negro bastante llamativo y nuevo aparcó al lado mía, haciéndome confundir. La ventanilla del copiloto se bajó lentamente dejándome a un pelinegro con una mano apoyada en el volante.
—Ey, rubia.— me saludó.
Yo lo miré sin entender nada. —¿De dónde es el coche? ¿Y tu moto?
—Sube, te lo explico en casa.— me dijo desviando su mirada al frente esperándome.
Me subí pensativa. A casa, Dios, qué bien sonaba aquello... únicamente los dos, nuestra casa.
Pero, por otra parte, el coche olía a nuevo. Oh, no lo habría comprado sin decirme nada, ¿verdad?
El viaje de vuelta fue tranquilo. Al llegar a casa, Ash aparcó el coche en el amplio garaje de al lado, donde yacía su moto.
Nos bajamos del coche agarrando las numerosas bolsas llenas de objetos y entramos en casa. Dejamos aquellas bolsas en una zona mientras pensábamos en cómo planearlo.
—Vale, tú... no, limpiar no puedes, aquí hay demasiado polvo y cosas.— empezó diciendo el pelinegro. —Tú guardas lo que hemos comprado y haces la cena. Yo mientras voy limpiando nuestra habitación para empezar y luego lo que me dé tiempo.
Yo asentí. —Está bien.
Y nos pusimos manos a la obra. Sin que Ash viera limpié ligeramente la cocina para poder guardar la comida, y luego metí pasta en la olla empezando a cocinarla.
En la mesa de la habitación empecé a agrupar la ropa en varios grupos: pantalones de Ash, camisetas de Ash, vestidos míos, calcetines míos,... y por supuesto nuestros dos pijamas. Aquellos dos los dejé aparte para poder ponérnoslo ahora.
Narra Ashtray
Luego de casi una hora entré en la cocina encontrándome con una rubia ocupada. —¿Cómo vas?— pregunté algo cansando.
Ella suspiró. —La pasta ya está hecha, y la ropa también está doblada ya. Estoy poniendo la mesa.— explicó mientras ponía los cubiertos.
—Perfecto. Yo ya limpié a fondo nuestra habitación y dos baños. También puse sábanas limpias y todo eso, ya está preparado para dormir.
—Oh, eso es genial.— me sonrió ligeramente. —Somos un gran equipo.
Una sonrisilla se asomó en mi rostro. —Eso es cierto.
Ambos nos sentamos en la mesa dispuestos a comer, y mi atención se la llevó unas prendas.
—¿Qué es eso?— pregunté algo confuso analizando.
Ella rió. —Son unos pijamas que nos he comprado.
—¿Nos has? ¿Piensas que me pondré un pijama de... reno?— bufé irónicamente.
—Pues claro, eso harás.— me respondió con una sonrisa segura de sí misma. —¿O prefieres dormir con la ropa de hoy?
—No, con el pijama mejor.— dije pensándolo mejor.
Ella aplaudió divertida dándome la razón. —Perfecto, entendiste.
Comimos tranquilos y luego nos pusimos el pijama, era una puta mierda, pero a ella le hacía demasiada ilusión; por ello, accedí a ponérmelo.
—Vale, me encanta.— dijo emocionada mientras nos tomaba una foto frente a un espejo.
Yo miré hacia otro lado segundos después. —Esto es ridículo. Por lo menos vamos conjuntados, así hacemos el ridículo los dos, no solo yo.
—Calla, estamos bastante bien.— exclamó bostezando.
—¿Tienes sueño?—le pregunté observándola.
—Un poco, pero no importa.
Ambos nos encontrábamos en aquellos momentos metiendo la ropa que anteriormente yo había doblado en nuestros respectivos armarios.
Nuestra habitación era preciosa. Era básicamente tonos blancos y grises, minimalista. La cama era realmente amplia y de matrimonio, con una gran armario dividido en dos, por lo que nos fue más fácil a la hora de organizarnos.
—Pues listo.— anunció la rubia cuando finalizamos de ordenar por fin. —¿Qué te apetece hacer?
—¿Nos... quedamos en el sofá un rato?— pregunté algo inseguro, pensé que iba a decir que no.
Ella asintió con una sonrisa. —Sí, eso estaría genial.
Y allí nos quedamos. Sentados el uno al lado del otro miramos al frente sin decir absolutamente nada. Notaba como yo cada unos treinta segundos resoplaba agobiado, me veía como si quisiera incluso llorar seguramente.
—¿Estás bien?— preguntó mi novia algo preocupada.
Yo asentí automáticamente. —Sí, claro.
—¿Seguro?— cuestionó de nuevo entrecerrando los ojos.
—Ajá, no te preocupes.
Tras unos segundos de escaneo por su parte, negó pensando algo.
—¿Por qué me mientes?
Yo encogí mis hombros confundido. —No te estoy mintiendo.
—Claro que lo haces, te pasa algo y no se qué es.— me respondió cruzándose de brazos.
Lamí mis labios mientras suspiraba cansado.
—No me pasa nada, deja de ser tan exagerada por una vez, joder.— le contesté de muy malas maneras.
Su expresión cambió a una confundida y luego preocupada.
—No me pasa nada.— repetí tratando de ser más amable esta vez.
Ella negó y susurró. —Sí te pasa algo.
—No.
—Sí.— afirmó segura incorporándose mientras me encaraba. —Entiendo que te sientas mal, y que no quieras contarlo. Pero tienes que comprender que yo solo trato de ayudarte, no quiero verte triste.
Yo la escuchaba atentamente, se notaba preocupada. Me agarró la mano, y esta fue de las primeras veces en las que no me aparté, simplemente la acepté.
La rubia prosiguió. —Yo siempre me abro contigo, contándote lo que me pasa y siempre tratas de ayudarme. Quiero hacer lo mismo contigo, solo quiero ayudarte a que te sientas mejor, lo necesitas; y también lo mereces.
Pensé durante unos segundos hasta que asentí algo convencido, una expresión de alivio se hizo presente en ella.
—Es solo que... no se cómo nos irá a partir de ahora. Tengo miedo, miedo de lo que nos deparará el futuro.— explicaba algo costoso mientras ella escuchaba atenta. —Ahora Fez no estará, por muchos años, solo nos tenemos nosotros dos.
Frene esperando una respuesta por parte de mi novia, por la cual pensó bastante tiempo. —Es cierto, no voy a negarlo. Yo también tengo miedo, pero podremos superarlo, Ash, buscaremos trabajo y podremos mantenernos.
—No es tan fácil, Millie. Tendremos que estudiar más, podríamos sacarnos unas oposiciones y eso facilitaría muchas cosas.— dije. —De todas maneras, son muchas cosas... son demasiadas.
Ella apoyó su otra mano en mi muslo. —¿Qué otras cosas?
—Es... todo. Mi abuela, Fez, mis padres...— empecé a decir frotándome la cara con las manos, estaba sudando. —Es todo.
—Entiendo lo de tu abuela y lo de Fez, ¿pero por qué tus padres?— me pregunto algo confundida.
Encogí mis hombros negando. —Ya sabes. Mi padre nos abandonó a mi madre y a mí, y tres meses después me cambió por una mísera botella de alcohol. Pero, ¿y si realmente no fuese por el alcohol? Sino por mí, ¿acaso soy yo el problema?
Su cara emanaba tristeza, oh, eso no, no quiero que se compadezca de mí. Me sentí acalorado y por ello traté de levantarme del sofá para apartarme y no seguir con la conversación. Las manos de mi novia me frenaron.
—Espera, lo estabas haciendo muy bien. Sigue intentándolo.— me animó.
Volví a sentarme algo dudoso. —Es simplemente eso.
—¿Piensas que tú eres el problema?— me preguntó.
Asentí. —Creo que sí.
—Ash... eso no es justo. ¿Cómo puedes pensar eso?— me dijo preocupada acercándose más a mí. —Lo de tu madre no tiene explicación alguna, y que tú seas el problema es la última de todas. La gente hace lo posible una vez que se vuelven ludópatas, alcohólicos... incluso llega a vender a sus hijos, o sus casas por tal de poder conseguir dinero y seguir consumiendo.
Yo asentí, eso ya lo sabía.
—No seas así contigo mismo, Ashtray. No es nada justo, ¿vale?— se levantó del sofá y se puso en frente mía mientras yo permanecía aún sentado.
Llevé mi mano a mi barbilla y desvié mi mirada evitando la suya. Tal vez tenía razón con aquello, pero aún seguía sintiéndome mal, sentía tristeza en mi interior por primera vez en mucho tiempo, además del miedo.
—Ashtray, no estes así.— me pidió la rubia haciéndome suspirar. —Vamos.
—Estoy cansado.— le respondí.
Ella hizo una mueca de confusión. —¿Cansado... pero de tener sueño?
—No... es raro.— negué encogiendo mis hombros. —Solamente estoy triste, supongo.
Ella entendió y relamió sus labios pensativa, ¿que corría por esa mente? De repente, una sonrisa y una palmada se hicieron presentes cuando la joven ideó algo. La miré atento mientras entraba de nuevo en la cocina a por algo, iba a por el tocadiscos y a por el disco que le regalé por su decimoséptimo cumpleaños.
—Millie...— comencé a decir.
La rubia lo colocaba rápidamente. —Calla, lo pasaremos bien. Te animarás.
Colocó la especie de aguja para que comenzase a sonar la canción "Love to Lay", de The Weeknd. Dios, aquella era de mis favoritas.
—Vamos.— me animó extendiendo sus dos manos.
Yo suspiré por milésima vez en el día. —Millie...
—Vamos, Ash, se me cansan los brazos.— se quejó interrumpiéndome.
Acepté derrotado y me levanté. Me acerqué a ella y me hizo poner mis manos en sus hombros mientras que rodeaba mi cintura con sus brazos.
Una suave risa salió de mí. —Oh, eso sí que no, nena. El hombre de la relación soy yo.
La rubia sonrió tímidamente apartando su vista, aparte sus manos de mi cintura y las llevé a mis hombros, mientras que las mías las situé en su cintura.
—Ahora sí.— anuncié algo más tranquilo.
No era normal lo bien que ella era capaz de hacerme sentir por muy malo que esté, siempre lo conseguía.
Apoyó su cabeza en mi pecho mientras los dos bailábamos tranquilos al ritmo de la música, aunque esta no fuese tan tranquila como nosotros íbamos moviéndonos.
—Te quiero mucho, Ash. Nunca lo olvides.— me dijo llamando mi atención.
Apoyé mi cabeza sobre la suya luego de dejar un suave beso. —Yo también, rubia.
Y así fue. Así fue como comenzamos una nueva nueva etapa en nuestra vid. Y lo hicimos de la mejor manera, juntos.
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