
𝔼𝕏𝕋ℝ𝔸 #𝟚
Extra 002; GOODBYE!
AÑOS ATRÁS
EDADES
Ashtray: 15
Millie: 14
—MILLS, VE A COMPRAR PAN POR FAVOR.— me pidió mi madre desde la cocina.
Yo suspiré pesadamente levantándome del sofá y dirigiéndome hacia la puerta.
—Adiós, cariño. Ten cuidado.— me indicó mi madre sin preocupaciones realmente.
—Claro.— cerré la puerta y comencé a hablar conmigo misma. —A ver si con un poco de suerte viene un coche y me lleva por delante...
Por Dios, Mills, tampoco pienses eso.
Andé por las calles mientras me envolvía un inmenso e insoportable calor de... ¿octubre? Sí, de octubre.
Las gotas de sudor resbalan por mi frente, toque mis mejillas suavemente para comprobar a qué temperatura se encontraban, y estaban ardiendo.
Divisé la tienda a unos cien metros de mí, alegrándome notoriamente. Ya llegué, siuuu.
Abrí la puerta provocando que una pequeña campanilla sonase indicando que un cliente había llegado. El aire fresco me envolvió haciéndome suspirar.
—Hey, Fez.— lo saludé con una sonrisa.
Él imitó mi acción. —Hey, Mills.
—Dios, aquí se está súper bien. En la calle hace un calor tremendo.— saqué conversación mientras agarraba una bolsa con tres barras de pan, que costaban a un euro.
—Me lo imagino.— me contestó soltando una carcajada suave. —¿Esto nada más?
—Ajá.
—Sería un euro.— me dijo.
Ya lo sabía juju.
—Toma.— le entregué la moneda. —¿Y Ash? Me dijo que estaba aquí.
Fezco asintió. —Está aclarando unos asuntos con un tal Anthony... ya sabes a qué me refiero.— se refería al tema de las drogas que aquellos dos vendían.
—Ah... ya.— asentí. No me gustaba que siguieran en esos negocios, lo odiaba.
—En unos minutos saldrá, si te apetece esperar.— propuso el pelirrojo.
Le di un vistazo a la hora, tenia tiempo.
—Sí, está bien. Hace varios días que no lo veo.
Fezco me sonrió y siguió contando y ordenando el dinero de la caja. Varios minutos pasaron en completo y cómodo silencio hasta que un fuerte golpe se escuchó.
—¡Juro que no volveré!— gritó histérico un hombre de unos veinte años saliendo rápidamente de la nevera.
—Oh, de eso estoy seguro, no volverás.— el pelinegro que había salido detrás de él persiguiéndolo levantó su arma.
Mi respiración se agitó al ver como mi por aquel entonces mejor amigo apretaba el gatillo sin ninguna piedad ante aquel joven.
—A mí nadie me intenta robar, gilipollas.
El cuerpo del tal Anthony cayó desplomado en el suelo, la bala lo había atravesado en su estómago.
El rostro del fallecido me miraba. Tenía los ojos abiertos y sangre brotaba de su boca continuamente. Empecé a hiperventilar, joder, tenía a un puto muerto delante mía. Clave mís uñas en el mostrador tratando de mantener el equilibrio, me estaba mareando y estaba comenzando a sudar.
Mi vista se dirigió al pelinegro, que aún ni siquiera me había visto. Este levantó su vista, y tras mirar a su hermano su vista cayó en mí.
—¿¡Millie!?— exclamó preocupado acercándose a mí. —¿¡Qué haces tú aquí!?
No retrocedí, tampoco iba a hacerle eso. Sabía que Ash al estar en este mundo de las drogas corría peligro, y sabía que necesitaba el uso de armas constantemente. Joder, pero no delante mía.
—Estaba comprando pan.— respondió Fez por mí tranquilo.
Ash dirigió su vista hacia mí de nuevo y apoyó sus manos en mis hombros. Fez abrió sus ojos viendo las escena y decidió irse al almacén para darnos algo de intimidad.
—Vamos, Millie, dime algo.— me pidió algo histérico.
Yo no podía responder, las palabras no salían de mi boca. Trataba de formular una maldita frase, y no podía.
—¡Millie! No me hagas esto, tú no...— me pidió débilmente mientras cambiaba sus manos desplazándolas desde mis hombros a mis mejillas.
—No...— conseguí balbucear mientras ponía mis manos sobre las suyas.
Quería decirle que no pasaba nada, únicamente estaba asustada por aquella escena tan repentina y fuerte; sin embargo, no pude formular nada. Una lágrima involuntaria que se deslizó por mi mejilla roja hizo que el pelinegro se diera cuenta de lo que había hecho.
—Mierda... ¡mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!— exclamó como un loco soltándome y retirándose de mí.
Se llevó varias veces las manos a la cabeza mientras se ponía histérico.
—Ashtray, no pasa...— decía algo más tranquila cuando me interrumpió.
—¡No! ¡Tú no deberías haber visto esto!— gritaba a punto de llorar casi. —¡Ahora pensarás que soy un monstruo! ¡Me tendrás miedo y no volverás a acercarte a mí!
Yo negué rápidamente. —¡No, Ash! ¡Claro que no!
Y era verdad, no pensaba dejarlo.
—¡Oh, claro que sí!— exclamó el callándome.
Pasaron unos segundos en el únicamente se escuchaba la respiración agitada del pelinegro.
—Lo siento, Millie.— me dijo de repente mirándome con una mueca de tristeza.
—¿Qué? ¿Por qué?— pregunté confundida.
El joven dejó caer su arma. Mi vista fue hacia ella sobresaltándome ligeramente. Devolví mi mirada al pelinegro y ya no estaba, había desaparecido, había huído.
Los siguientes seis meses fueron los peores de mi vida. No dormía ni comía casi nada, llegando a bajar de peso excesivamente, casi 30 kilos.
Marzo...
Abril...
Mayo...
Junio...
Julio...
Agosto...
Llegó septiembre. Las bolsas bajo mis ojos cada vez eran más preocupantes y notorias. Odiaba todo, no soportaba nada ni a nadie. Quería volver a verlo, lo necesitaba conmigo.
Durante todos esos meses pensé en las distintas situaciones en las que estaba el pelinegro, ¿marchó pero encontró refugio? ¿Marchó y le ocurrió algo malo? ¿Lo pilló la policía? ¿Se habría... suicidado? Aquellas preguntas me robaban el sueño de cada noche, el hambre de ciertos momentos del día, y las pocas ganas de vivir que me quedaban. ¿Había sido todo por mi culpa?
Fui a la tienda de Fez, a pesar de lo ocurrido jamás dejé de ir. Al pelirrojo le preguntaba cada día si sabía algo de su hermano, con lo que él me respondía bajando la mirada y negando triste, partiéndome el corazón.
—Hola, Fez.— lo saludé débilmente tratando de enseñarle una sonrisa.
—Hey, Mills.— respondió. —¿Qué necesitas?
Yo respiré hondo. —Mi madre necesita tres barras de pan, por favor, Fez.
Él asintió dirigiéndose al almacén.
—Fezco.— lo llamé haciéndolo frenar.
—¿Sí?
—¿Hay noticias de él?— pregunté temiendo la respuesta.
Bien sabía que lo más probable era que negase, pero jamás perdí la esperanza de que volviese a casa. Odiaba estar sin él, lo echaba tanto de menos.
Él negó con una sonrisa triste, haciendo que algo de mi se rompiera por milésima vez en estos últimos meses.
—El pan está apunto de salir, solo le queda varios minutos.— me comentó tratando de cambiar de tema.
Yo asentí mientras el adulto marchó hacia el interior del almacén. Lleve mis manos a mi cara para no aguantar más y romper a llorar desconsoladamente. Me senté con mi espalda pegada al mostrador. Necesitaba verlo urgentemente, no podía estar más sin él. Había llegado a la idea de incluso marcharme en su búsqueda, pero iba a ser en vano, el mundo es enorme.
Notaba como la respiración y mi corazón comenzaban a agitarse, a como mis mejillas se humedecían inmediatamente a consecuencia de las lágrimas, como me costaba respirar, y como me dolía la cabeza por el disgusto que tenía.
Una voz me sacó de mis penas. —Hey, rubia.
No, no podía ser él, debía ser un sueño.
Levanté mi cabeza y allí estaba. Se encontraba apoyado en la nevera que daba a su pequeña y escondida oficina. Lucía una sonrisa triste en su rostro.
—¿Ash?— pregunté con una voz aguda levantándome. —¡Ashtray!
Corrí hacia él mientras envolvía mis brazos aferrándome a él como si mi vida dependiese de ello. Él no dudó en rodearme con los suyos también acercándome lo más posible a él.
—¿Cómo has estado?— conseguí formular mientras lloraba de nuevo.
—Bien, bien, me fue bien.— me respondió tranquilo. —¿Y tú? ¿Qué hay de ti?
Yo respiré unos segundos tratando de calmarme. —Bueno, te eché muchísimo de menos, Ashtray.
Él situó una de sus manos en mi nuca depositando varias caricias en la zona. Está más alto, su voz era más grave, tenía más masa muscular, había cambiado bastante. Ya no era un niño, era prácticamente un hombre.
—Yo también te extrañé, peque.— me dijo suave. —Pero ya estoy aquí, no me volveré a ir.
—¿De verdad?— le pregunté mirándolo.
Él asintió sonriendo. —Te lo prometo.
Estuvimos varios minutos en silencio hasta que volvimos a hablar.
—¿Puedo preguntar... a dónde fuiste?— le dije, ambos estábamos sentados pegados al mostrador.
Él lo pensó unos segundos. —Me fui a West Highland, ya sabes, al oeste de aquí. No quería volver después de que tú...
Yo asentí entendiéndolo.
—Está bien.
—¿Te fue todo bien?— me preguntó ahora él mirándome.
Yo asentí. —En general sí, todo como siempre, el único detalle era que no estabas tú.— le respondí con una sonrisa triste. —Te quiero mucho, Ash. No vuelvas a irte, por favor, no podría soportarlo.
—Yo también te quiero, y te prometo que jamás volveré a irme.— prometió sincero.
Él bajó su mirada algo triste, y tras varios segundos de pensamientos, me atrajo a él de nuevo poniendo su brazo sobre mis hombros. Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos, comenzó con una mano a hacer caricias sobre mi pelo. Respiraba su aroma, respiraba paz y tranquilidad.
Había vuelto a casa... ❤️🩹
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro