
𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎
ADOLESCENCE — Ashtray
000; INTRO!
UNA JOVEN RUBIA DE unos 16 años y de complexión esbelta, iba vestida con un top blanco de tirantes que levemente tenía escote, y encima de este un mono vaquero también de tirantes; pero que le llegaba desde las piernas hasta los tobillos. Un largo collar con una cruz de madera le caia, y unas semibotas Converse blancas con un poco de plataforma calzaban sus pies. Su pelo largo rubio y completamente liso estaba para atrás, siendo aguantado por unas gafas de sol marrones arriba de su flequillo.
Todo estaba normal con ella; excepto por el hecho de que algo reliado en un pañuelo alrededor de su tronco estaba sujeto, se trataba de su hermano de apenas seis meses.
Entró a la tienda sonriendo con una mano apoyada suavemente en la cabeza del bebé, para que esta no se moviera demasiado y mientras que este dormía plácidamente.
—Hola, Fez —saludó levantando la otra mano restante.
—Ey, Mills. Lo de siempre, ¿verdad? —preguntó el pelirrojo con una sonrisa.
—Sí, por favor —respondió la joven mientras agarraba un paquete de patatas pequeño—. Vaya, qué buena pinta.
Esta se aproximó a la caja, viendo a Fezco alejarse para ir a por su pedido. El pequeño niño hizo un movimiento, el cual provocó que Mills se asustara ligeramente dándole un pequeño golpe al mostrador con la mano, siendo este ruidoso por culpa de la exagerada cantidad de anillos que portaba.
—Uy, perdón —susurró la joven volviendo a aguantar la cabecita del pequeño mientras comenzaba a balancearse suavemente.
—¿Acabas de pedirle perdón a un mostrador, rubia? —sonó una voz algo divertida desde un rincón de aquella tienda, haciendo que la rubia se sobresaltase.
—¡Joder! ¿Desde cuándo estas ahí, Ash? —preguntó intentando recomponerse del susto.
—Estuve todo el rato —contestó levantándose del sofá que había al fondo después de haber terminado de contar el dinero.
—Ah, pues no te vi —contestó la rubia volviendo su mirada a su hermano, quien se había despertado.
Este se quedó mirándolo fijamente al joven pelinegro tatuado con sus grandes ojos.
—No sabía que tenías un hermano pequeño —comentó Ashtray frente a Mills.
—Sí, no hemos... estado hablando mucho últimamente —dijo sonriendo triste mientras ladeaba la cabeza—. Ha habido varios cambios.
—Joder, no para de mirarme. Qué mal rollo, carajo —dijo vulgarmente el pelinegro con cara de desagrado alejándose unos pasos de los hermanos.
—Es un bebé, por Dios —se quejó la joven mientras se acomodaba el bebé en el pecho para que este siguiera durmiendo, bajo la atenta mirada de Ash.
—Oye, ¿y cómo es que llevas a tu hermano tú sola? —se atrevió a preguntar curioso el joven.
La chica relamió sus labios pensando bien lo que iba a responder—. Bueno, digamos que el ambiente que hay en mi casa no es muy bueno, así que...
La rubia apartó la mirada con algo de dolor, mientras en su rostro se hallaba una sonrisa triste. Apoyó una mano en su espalda y se estiró ligeramente. Era bastante obvio por aquel gesto que le dolía bastante la zona, seguramente de cargar con el bebé todo el día.
Varios minutos pasaron y Fezco llegó con una bolsa llena de cosas que la madre de la rubia había encargado.
—Gracias, Fez. Hasta mañana, chicos —se despidió saliendo de la tienda feliz y bastante pesada.
Realmente no sabía cuanto iba a durar sujetando más cosas, el bebé pesaba mucho y hacía que su espalda y riñones dolieran insoportablemente, y la nueva bolsa tiraba de un lado de su cuerpo.
Sumergida en sus pensamientos, oyó unos pasos acercándose a ella rápidamente sin darle tiempo a reaccionar, y noto cómo una mano se posaba por la zona de la media espalda.
—Espera, rubia. Te ayudo —anunció el pelinegro poniéndose frente a ella.
—¿Eh? —preguntó extrañada la joven al escucharlo.
—Vamos, yo llevo algo, se te ve regular con todo. Dame lo que quieras —explicó.
—Oh, está bien, ¿quieres llevar tú a Michael? —preguntó ella encogiendo sus hombros.
El pelinegro asintió sin importancia—. Claro.
El chico ayudó a Mills a quitarse unos nudos del pañuelo que tenía en la espalda; y finalmente, cargó al pequeño.
Ambos iban sumergidos en un tranquilo ambiente mientras andaban por las calles del pueblo de East Highland, cuando la rubia habló repentinamente.
—¿Qué es lo que te pasa hoy? —preguntó curiosa la joven sonriendo.
—¿A qué te refieres?
—Hoy estas muy feliz, y no de mal humor como sueles estarlo siempre —dijo la rubia riendo, robándole una sonrisa a él.
Mills dio una palmada animada y lo señaló.
—¡Ah! Me has sonreído y todo —dijo aplaudiendo mientras reía alegremente.
—Agh, vamos, cállate —sonrió de nuevo el pelinegro apartando su vista de ella y con el pequeño en los brazos, quien miraba la situación con sus grandes ojos abiertos, pareciendo que no quería que ningún detalle se le escapara.
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