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—EY, ¿QUÉ TAL TE FUE?— preguntó Maddy al ver a la rubia entrar en su cuarto, llevaba una maleta con la ropa para la fiesta de McKay.
—Estoy reventada, Dios mío, no puedo más.— contestó suspirando mientras se dejaba caer en la cama bajo la mirada pícara de la pelinegra.
—Pero bueno...— dejó caer en el aire.
—¡Maddy, no!— advirtió.
—Vale, vale, pensé...— se excusó levantándose de la silla en la que estaba sentada.
—Pues no pienses tanto.— sentenció rodando los ojos, haciendo que Maddy levantase las manos reflejando inocencia.
—Me ha dado muchísima caña, mañana tendré de agujetas lo que no está escrito. Al final tuve que hacer las 30 flexiones.— contó haciendo que Maddy se sorprendiera.
—¿¡30!?— preguntó recibiendo un asentimiento por parte de la rubia. —Joder con el Ash, no veas como te vas a poner.— añadió riendo suavemente.
—Yo no sé cómo he llegado aquí de una pieza.— se quejó Mills dando a entender que había llegado después de haber andado durante un rato.
—Pero... si te ha traído Ash en el coche.— se extrañó señalando la ventana que daba a la carretera.
—¡Cállate! No me quites el mérito.— se volvió a quejar mientras se empezaba a tumbar en la cama cómodamente.
—Oh, no, no, no.— se negó confundiendo a la joven. —¿No querías ir a la fiesta de McKay? Te has traído las cosas y todo.
—La verdad es que no...
—Ya te puedes ir levantando, darte una ducha y vestirte. ¡Vamos!— ordenó dando una palmada, mientras agarraba a la rubia de la mano para incorporarla y empujarla hacia el baño.
—No, Maddy. No te pongas en modo sargento tú también.
—Mh, para eso ya está Ash. Y ahora venga, dúchate.— dijo cerrando la puerta del baño para que la rubia tuviese privacidad mientras se duchaba.
Al cabo de casi 1 hora, la rubia salió del baño vestida y lista para la fiesta. Ambas jóvenes se sorprendieron al verse ya preparadas sin haberse dicho nada.
—Vaya... vas genial, Mills.— sonó sincera la pelinegra mientras la veía. —Me encanta este top de lentejuelas plateadas con los pantalones blancos y esos botines.— dijo asintiendo.
—Gracias, Mads. Tú vas genial también, como siempre.— contestó sonriéndole.
—¿Sabes lo que te vendría perfectamente junto a ese maquillaje?— preguntó mientras apoyaba su mano en su barbilla pensativa para luego levantarse observándola. Al ver que la rubia negó con la cabeza confundida, respondió. —Unos diamantes pequeños pero numerosos por las mejillas.
—Es cierto, pero... no tengo.— respondió triste mientras apretaba sus labios.
—¡Ja, pero yo sí!
—Maddy... no quiero que te gastes tus diamantes esos en mí. Sé cuanto te gustan.— dijo la rubia ladeando la cabeza.
—Ay, cállate. Tú eres la única con los que los compartiría. Además, si alguna vez me muero, que sepas que pasan a ti heredadas.— comentó divertida haciendo que la joven riese.
—Está bien. ¿Me las pones?— preguntó recibiendo un asentimiento de la pelinegra.
—Claro. Y... tengo una idea para tu pelo, siempre lo llevas liso, es hora de experimentar algo nuevo.
Luego de otra hora, por fin llegaron a aquella fiesta. Se podría decir que llegaron algo tarde a la fiesta, pues todo el mundo se encontraba ya allí. Al entrar, todos fijaron su mirada en las mejores amigas, y los cuchicheos sobre ellas no tardaron en escucharse. Un nudo en el estómago de la rubia se hizo presente mientras divisaba a todos los presentes en la casa que les estaban mirando, sentía como deseaba ser invisible entre toda aquellas personas, y no ser el centro de atención. Se avergonzaba de cómo iba vestida, todas iban con vestidos muy cortos, y ella iba con top y pantalón como siempre. Y sobre todo, de un momento hacia otro deseaba no llevar puesto esos diamantes en la cara, se veían ¿ridiculos? Mh, parece que sí, pues aquellos cuchicheos también constaban de risas. Pronto, divisó una cabeza tapada con tatuajes en las mejillas, en un rincón de aquella casa, era Ash observándola con una sonrisa ladeada.
—Que les jodan a todos.— habló Maddy fuertemente y sonriendo, haciendo que todos se callasen de los susurros.
La rubia sintiéndose incómoda bajo la mirada de todos, notó cómo su mano era agarrada por la de su mejor amiga, brindándole felicidad, y algo que apenas conocía, seguridad de sí misma.
Luego de varios minutos, todos se encontraban adentro de la casa, mientras que la familia de la rubia estaba afuera en el patio organizando el dinero, para así no ser vistos por demasiada gente.
—Ey.— saludó Millie con las manos en los bolsillos mientras se aproximaba a ellos tranquila.
—¡Mills!— se emocionó Fez. —Espera, estoy enfadado contigo. Cambiaste de chófer.— dijo refiriéndose a él, haciendo que la rubia riese enseñando sus hoyuelos.
—Lo siento, Fez. No te enfades conmigo.— contestó la rubia poniendo cara de puchero falsamente.
—Por Dios, ugh.— se quejó Ash rodando los ojos ante aquella situación, el Ashtray de siempre había vuelto.
—¿Qué te pasa?— desvío su mirada la rubia hacia el pelinegro, quien estaba sentado en el césped con las piernas cruzadas mientras contaba dinero.
La rubia hizo el intento de sentarse en el césped frente al pelinegro, pero se quejó varias veces de los dolores que tenía en las piernas, y donde jamás diría que tenía por vergüenza, en el culo también.
—Joder, te han dado la follada de tu vida.— habló por primera vez en la noche Rue, quien aparecía fumándose un cigarro, estaba drogada, otra vez.
Aquel comentario sorprendió a los tres jóvenes, haciendo que Fezco y Ashtray mirasen mal a la rubia.
—¡Rue!— la regañó Mills apurada.
—¡Mills! ¿Es eso verdad?— preguntó Fez alterado, bajo la mirada de un atento Ashtray, quien estaba preocupado esperando la respuesta.
—¿Qué? ¡Claro que no, Fez! ¡Es por el entrenamiento que he tenido con Ashtray hoy, y tengo agujetas! Desde luego, Rue...— la regañó Mills negando con la cabeza. Un suspiro se pudo escuchar por parte de los hermanos.
—Menos mal, ya me estaba viendo partiéndole la cabeza a alguien.— susurró el pelinegro levantándose.
—Lo siento, Mills.— se disculpó una drogada Rue haciendo un puchero falso y abriendo sus brazos para que la rubia la abrazase.
Aquello hizo que los hoyuelos de aquella joven volvieran a salir cuando río al ver a la de rulos así. No dudó en acercarse rápidamente y echarse a sus brazos, para luego depositar un suave beso en su mejilla.
—No seas tonta, Rue. Sé que era una broma de las tuyas.— contestó sonriendo. Definitivamente, Mills era un amor de persona.
Varios segundos después, Fez y Rue se fueron hacia la fiesta. Mills solo empezó a contemplar la gigantesca piscina de McKay, era realmente increíble.
—¿Te vas a bañar, rubia?— preguntó una voz a sus espaldas.
Mills solo bufó riendo. —Ojalá, pero no puedo.
—¿Y eso?— preguntó el joven.
—Te lo dije esta mañana, Ash.— contestó haciendo que aquel se diera cuenta.
—Cierto.— afirmó situándose a su lado observando también la piscina. Luego de varios segundos decidió hablar. —Oye, Millie.
—Dime.— contestó.
—Escúchame bien,— empezó, observando los ojos azules de la rubia, en los que se podía divisar el reflejo de aquellas llamativas luces de la piscina. —si alguna vez tuvieses un problema con cualquier persona; ya sea Jose, tú madre, cualquier tía, o cualquier tío. ¿Me lo contarías, verdad?— preguntó tomando por sorpresa aquello a la joven.
—Sí, claro.— mintió la joven, sabiendo que el problema más abrumador que tenía no lo sabía nadie.
—Eso espero. Porque... mientras yo esté aquí, nada malo te va a pasar.— respondió revolviéndole un poco la melena a la rubia, ganándose una pequeña risa por su parte.
Ambos se quedaron observándose el uno al otro sin pudor alguno, sintiéndose conectados en cualquiera de los sentidos. Millie se aproximó hacia Ash y lo envolvió con sus brazos alrededor de su cintura, por la diferencia de altura. —Gracias, Ash.
Este sin dudarlo, le respondió atrayéndola hacia él, y cuando ella menos se lo esperó, la alzó en el aire agarrándola por los muslos y otra mano en su espalda, para luego aproximarse al borde de la piscina.
—¿Ash? ¡No, no, no, Ashtray!— gritó agarrándose fuertemente al cuello del pelinegro mientras pataleaba nerviosamente.
—Relájate, rubia. Me tiro contigo.— anunció saltando y cayendo en la templada agua de la enorme piscina.
En cuanto la rubia llegó a la superficie fue en busca del bordillo para salirse, cuando unos fuertes brazos la agarraron de la piscina atrayéndola de nuevo hacia él.
—Eh, ¿a dónde vas?— preguntó irónico mientras le hacía una ahogadilla a la rubia.
—¡Casi me ahogas!— exclamó respirando dramáticamente.
—Solo te he aguantado como tres segundos.— dijo riendo el pelinegro, pero en el fondo se preocupó por aquello que había dicho.
La rubia rió echando su cabeza hacia atrás. —Bueno, me salgo y me voy al baño a secarme.— dijo saliéndose mientras cogía la toalla de Ashtray negra.
—¡Eh, rubia! ¡Esa toalla es mia!— exclamó saliendo del agua.
—Pues ahora es mía para secarme el pelo.— contestó sonriente entrando en la casa.
Recorrió varios pasillos de aquella gigantesca casa mientras reía secándose el pelo y recordando lo ocurrido en la piscina. Se dirigía hacia el baño. Este estaba iluminado, y pudo escuchar un fuerte llanto proveniente de dentro de él, y pronto divisó una cabellera rubia, era Cassie. Preocupada, llamó a la puerta para luego entrar.
—¿Cassie?— la llamó entrando.
—¿Millie? ¿Qué haces aquí?— dijo sobándose la nariz y recomponiendo su compostura.
—Yo... te escuché llorar y quise venir a ayudarte o algo.— contestó dejando su toalla en el lavabo.
La rubia bufó. —¿Ayudarme? El otro día me diste una jodida paliza, ¿y ahora quieres ayudarme porque estoy llorando?
—Cassie... se que lo que he hecho esta jodidamente mal. Jamás debimos de llegar a pegarnos únicamente por un tío como Nate.— se disculpaba la rubia con cara de desagrado al mencionarlo. —Pero, tú tampoco lo has hecho bien; traicionaste a Maddy y corriste rumores míos que sabía que no eran ciertos... igualmente, lo tuyo queda perdonado por mi parte. Yo ahora me estoy disculpando contigo, que me perdones o no, ya es asunto tuyo. Pero quiero que sepas que me arrepiento de todo.— dijo sonriendo sincera, dándole seguridad y apoyo a Cassie.
—Yo también te perdono, Mills.— anunció.
Ambas jóvenes se sonrieron y se abrazaron durante unos segundos. Aquel abrazo fue reconfortante y seguro entre ambas, y se sintieron bien al saber que se habían perdonado mutuamente.
—Mills... tengo un problema.— dijo absorbiendo con la nariz.
—¿Qué te pasó?— preguntó la rubia preocupada.
—Estoy embarazada.— anunció tapándose la boca con una mano, dejando a la rubia estupefacta. —Y no sé si es de Nate o de McKay.— contó para ponerse a llorar otra vez.
Varios segundos le tomó a la rubia reaccionar. —Bien, ya sé lo que vamos a hacer. Esto no se lo cuentes a nadie, ni a Maddy, por ahora. Mientras tanto, vas a pedir cita para que te hagan pruebas de ADN, y así saber quién es el padre. Mientras tanto actúa normal para que no sospechen. ¿Sí?
—Está bien. Gracias de verdad, no sabes cuánto lo aprecio.
Y todos sabemos que Cassie había sido así siempre, nunca había tomado precauciones para nada. Pero también, hay que tener en cuenta que la etapa en la que se encuentran los protagonistas de este libro, es una etapa muy complicada. En esta se suelen cometer muchos errores por ejemplo un embarazo no deseado, enfermedad transmitidas sexualmente, etc. Por ello, Millie decidió darle una oportunidad a Cassie, porque en realidad no era una mala chiquilla, únicamente debía de aprender de sus errores de una vez por todas.
¿Qué les pareció el cap?
Últimamente no me encuentro muy bien emocionalmente, hoy en mi casa se liado con mi madre y José (y sí el Jose de esta historia está inspirado en el novio de mi madre). La pelea ha sido un poco rara, y mi madre casi me parte el dedo corazón de mi mano derecha, pero bueno no pasa nada gente de todo se sale, sigo viva que es lo importante.
No se olviden de VOTAR y COMENTAR plis.
~Pauu ;)
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