12
Los otros puntos de vista
Rose estaba en su habitación admirando unas hojas con notas musicales de piano, ella juraba que era la segunda mejor de la família en el instrumento, el primero era su hermano Edward.
Estaba insiprada en el pequeño Mattheo y la pequeña Charlotte, sabía que debía superarlos después de casi cuatro años pero no podía.
Nunca en mas de cien años de vida había estado tan nerviosa, deseaba ir a buscarlos y ver que tan grandes estaban, que tan parecidos a Renesmee eran. Deseaba estar con ellos.
- Tía. - Hablando de Roma, la pequeña híbrida la sacó de sus pensamientos. - Te necesito.
Le dejó un lugar en el sofá que tenía para que la niña se acomode, ella camino hasta acostar su cabeza en el regazo de la rubia dejándola que la peine.
- Siento que me falta algo, a principio crei que no era nada pero con el tiempo siento en mi pecho una presión que me da ganas de llorar. - Y así como lo dijo, lagrimas empezaban a recorrer su rostro. - Me duele. - Susurró apenas audible.
Rosalie sintió que el mundo se le venía abajo al ver que estaban lastimando a la híbrida al no contarle la verdad.
Jacob quien sentía un dolor en el pecho fue corriendo en busca de su impronta encontrándose con la escena.
- Jacob. - Llamó Rose con su mirada apagada. - Llamá a Edward y Jasper.
El lobo no se opuso al ver el estado en el que se encontraba la chica.
Segundos después entraron los tres hombres viendo como el llanto crecía cada vez más, sonaba más fuerte incluso trataba de sacar todo su peso sin saber que era lo que sucedía.
- Necesito... Necesito... - Pedía entre fuertes llantos - Los extraño...
Allí sintieron que el mundo cayó en picada.
Todo quedó en silencio de repente, el llanto de Renesmee frenó quedando ella con una mirada perdida, apagada, fría. Rota.
- ¿A quién? - Preguntó con cuidado su padre.
- No lo sé.
Jasper tenía sus puños apretados y se mordia el labio con demasiado afuerza, si fuera humano estaria mas que lastimado. Jacob quería arrancarse la cabeza al verla así, necesitaba decírselo, se estaban lastimando al mentirle. Edward sentia culpa.
- Me duele. - Repitió con la voz quebrada. - Mucho. - Su voz fue aguda y lastimera.
Jasper le mandó una ola de calma a pesar de ser el quien más la necesitara. - Tranquila Nessie, ya pasará. - Murmuró saliendo de la habitación, no podía estar allí sin decirle todo.
Jacob salió detrás de el con Edward pisando sus talones. Terminaron por salir al jardín donde sin previo aviso, el lobo golpeó al padre de su impronta.
- Hay que decirle. No puedo más. - Dijo entredientes mirando al vampiro quien estaba en el suelo por el golpe desprevenido.
- No podemos. - Le contesto. - Bella dijo...
- ¿Bella? - Preguntó con burla bruta y enojo el vampiro rubio. - Isabella esta demente y lo sabes, sólo te quería a ti y la inmortalidad como toda una obsesiva, ahora su hija se está muriendo por dentro al estar lejos de la personas que son parte de ella y no le importa. - Escupió con enojo cada una de sus palabras.
- No hables asi de ella. - Se levantó de su lugar viendo mal a su hermano.
- ¿Por qué? Tiene razón- Defendió el lobo.
- La estamos lastimando. - Carlise salió de la casa llamando la atencion de los tres hombres. - Edward entiendo que bella sea tú compañera, pero Renesmee es tú hija y la estas lastimando, todos lo hacemos.
El lugar quedó en un silencio profundo el cual sólo estaba a la espera de la respuesta del vampiro.
- Todavía no es tiempo. - Murmuró yéndose al bosque.
Podía ser que Renesmee sentia ese dolor al ser ella sola quien lo afrontase además de sentir el dolor de Jacob por la imprimacion, se estaba lastimando poco a poco. Alessia y Amadeo podían no sentir tanto por estar juntos y ser sólo un tercio el que les faltase, pero aún así sentían ese hueco en el pecho.
Demetri estaba con Alec en la biblioteca que les pertenecía a los híbridos. El había perdido todo rastro de ellos, como si la tierra los tragase, incluso llegó a pensar que su don le estaba traicionando.
- ¿Nada? - Preguntó Félix entrando.
- No, no siento su olor, no se donde están, estoy en blanco - Se pasó las manos por el rostro frustrado.
- Malditos abusones, tenían todo planeado con lujo de detalle, no se les escapó nada. - A pesar de que lo dijo con una mueca, estaba más que orgulloso y divertido por ver como eran tan inteligentes, por ver como los habían subestimado.
- Son Alessia y Amadeo. - Habló por primera vez Alec. - Son los híbridos, son parte de los primeros de la historia, son inteligentes a pesar de disfrazarlo con bromas idiotas. Es obvio que tenían todo planeado. - Habló pasando su mano por los libros.
- Alessia fue la mente de esto, estoy seguro. - Habló Demetri.
- Claro, pero lo hizo por Amadeo. - Volvió a tomar la palabra - El se quejaba de que se sentía vacío, ella hizo su papel de hermana, quiso ayudarlo. - Tomó un libro de historia para empezar a leerlo.
Sabían que tenía razón, la chica era inteligente, Amadeo era lo más importante en su vida, no dudaría ni un segundo en entregar toda su existencia por el.
- ¿Creen que volverán? - Preguntó el rastreador después de un silencio.
- Si. - Contestó Alec tomando asiento.
- ¿Por qué tan seguro? - Preguntó el grandote sentándose a un lado de su amigo.
- Amadeo. - Respondió sin levantar la vista de su libro.
- ¿Podrías contestar la pregunta con más de una palabra? Se especifico. - Se quejó. El vampiro rodó los ojos.
- Amadeo volvera por Jane. - Contestó con obviedad. - Si llegan a encontrar eso que les falta o se aburren en su búsqueda, el niño volverla por ella, a cumplir su idiota promesa.
- ¿Qué promesa? - Preguntó ahora el rastreador.
- Casarse con ella. - Dijó devolviendo su vista al libro.
Los vampiros estaban al corriente de el enamoramiento del híbrido a Jane, sabían que eran compañeros de vida además de el ser la tua cantante de la vampiro, pero no creían que la amara tanto como para volver a buscarla siendo que ella nunca le demostró una pisca de cariño.
- ¿Cuanto pasará para que eso suceda? - Preguntó un poco incómodo el grandote, no quería admitir que los extrañaba.
- Máximo tres años, mínimo un mes. - Contestó seguro de cada una de su palabras.
- ¿Cómo los conoces tan bien? Ni les hablabas. - Volvió a cuestionar.
- A diferencia de ustedes, yo les hablaba aquí, me dejaban entrar para que leyera libros o jugará ajedrez con Alessia, para que le de cortas ayudas con el violín a Amadeo o a simplemente pasar el rato. - Se limitó a contestar.
- ¿En serio?
- ¡Por Lucifer! - Gritó exaltando a sus compañeros - Que pesados, preguntan todo, par de inútiles. - Se fue alejando de ellos quejándose en voz baja, murmurando varios insultos.
- Que sensible. - Se quejó Demetri rodando los ojos.
- Extraña a Alessia. - Se paró de su lugar para ir a recostarse en el sillón donde estaba antes Alec.
- ¿Alessia? - Preguntó extrañado.
- ¿Celoso? - Se burló - Se hicieron unidos, lo acabas de escuchar.
- Pero dijo que con ambos, no sólo con la híbrida - Demetri trataba de hablar con obviedad e indiferencia pero su compañero sabía que tenía celos por la chica.
El vampiro largo unas sonoras carcajadas mientras se limpiaba lagrimas falsas y se apretaba el estómago a pesar de que no le doliera. Todo bajo la mirada de su compañero.
- ¿Acaso te molesta compartir la atención de la menor? - Se burló una vez su risa se calmó.
Todos sabían que el grandulon era el vampiro más fuerte del clan, su enorme porte lo demostraba pero su poco tacto y vulgaridad lo hacían un enorme oso cariñoso, bruto, molesto e incluso torpe.
- Claro que no. - Desvío la mirada.
- Claro que sí
- Que no
- Si
- No
- Si
- ¡Ya para!
- ¡Tú para! - Se sentó de manera correcta mirando con una sonrisa burlona - Te encariñaste con la híbrida, incluso me atrevería a decir que es tú compañera en la manera por la que ella te mira. - Admitió.
Demetri quedó en shock al pensar eso.
Dicen que cuando un vampiro encuentra a su compañero de vida es lo más hermoso que tienen en su dura y eterna vida de inmortalidad, es la alegría de tus días, la persona que con una sonrisa ilumina tus noches, que el sonido de su risa es la melodía más perfecta para sus oídos. Que a pesar de que pasen más de tres mil años, todos los días estabas igual de enamorado o incluso más de esa persona.
Demetri siempre quiso encontrar a esa compañera, quería sentir algo, quería dejar de sentirse un simple zombie que atendía el deseo de sus amos y después volvía a quedarse como estatua hasta su próxima petición.
Ahora reevivia los momentos con la híbrida en su mente tratando de buscar indicio alguno de las emociones que le responderían a la duda que su compañero le había generado. Pero... ¿La híbrida no era muy menor?
Es decir Jane tenía como tua cantante al híbrido, además de que era decisión de ellos si quisieran o no ser compañeros, pero cuando no es su tua cantante es más complicado de darse cuenta si es su compañera o no.
- No. - Negó después de unos segundos. - Sólo me cae bien.
- Claro, lo que digas. - Bufó con sarcasmo volviendo a acostarse.
Decidió no seguir peleando con su compañero pensando en lo que lo recién descubierto. ¿Podría ser Alessia su compañera? En todo caso de que así fuera, ¿Ella volvería por el? Estaba seguro de que Amadeo si lo haría por Jane, pero su hermana... Eso estaba en la duda.
-¿Como pudiste dejarlos irse? ¡Qué te costaba dejarnos ir con ellos! - Athenodora nunca estuvo más alterada en toda su eternidad.
No dejaba que Renata o Chealse se acercarán a ella o Sulpicia para que se metan en sus mentes para poder alterarlas o confundirlas.
- ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué te dejará ir con ellos? - Preguntó incrédulo su pareja.
Marco estaba sentado en su trono mirando a un punto fijo aún que no viera nada, sólo pensaba en sus queridos ahijados, en como estarían, donde, o porque estarían allí, sabía que habían planeado todo con lujo de detalles. Todo bajo las enseñanzas que el algún día les proporcionó.
Sulpicia no había mirado a su pareja desde que sus hijos habían abandonado Volterra, no se atrevía a mirarlo sin perder sus modales en el proceso. Si llegaba a mirar a los ojos carmesí de Aro estaba más que segura que lo abofetearia. Cosa que al rey Vulturi le partía el poco corazón que tenía.
- ¡Nos llamaste loca frente los vampiros! - Podían jurar que si la vampiro pudiera largaria humo por las orejas y estaría roja cual tomate.
- ¡Actuaban como tales!
- Caius. - Llamó la atención su amigo pelinegro. - Ya para con eso. - Regañó
El rubio bufó y no se contuvo a rodar los ojos - No seguiré discutiendo esto. - Se dejó caer sobre el respaldo de su trono.
- Claro que no, porque sabes que tus acciones fueron cobardes.
Todos se sorprendieron al ver como la bella vampiro se había puesto derecha, su rostro se había vuelto inexpresivo, además de que sus palabras salían en un tono duro y frío como sus cuerpos.
- Eres un maldito cobarde, perdí la única cosa que me provocó una risa real después de muchas décadas, perdí lo único que me demostraba que no era un monstruo encerrado en una torre... Perdí a mis maravillas. - Había mantenido una voz intimidante hasta lo último. Al final su voz se quebró en un susurro.
Agachó la cabeza abatida. Caius pudo ver a su compañera rota, lastimada, por su egoísmo a no perderla físicamente, la estaba perdiendo sentimentalmente, la estaba rompiendo por dentro.
El vampiro era llamado el más egoísta, enojon, sádico y estresante de los tres reyes. Lo único que a el le importaba era su compañera. Justo en ese momento la tenía frente a el sin poder tener el descaro de mirarlo a los ojos sin poder clavarle cien puñales en el pecho.
- Lo siento. - Murmuró después de un largo silencio.
- Eso no basta. - Levantó su vista con ojos empañados, cuyas lagrimas que nublaban su vista nunca podrían caer. - Ahora ya no están aquí.
- No digas eso - Sulpicia le dirigió una mirada. - No digas algo así, parece que estuvieran...
- ¿Muertos? - Terminó su amiga mirándola nuevamente inexpresiva pero podían ver su dolor - Te aseguro que no sobrevivirán demasiado sin ayuda.
Sulpicia negó múltiples veces con la cabeza pero no podía decir nada. Rendida salió corriendo con sollozos de la sala. Athenodora miró a los reyes con rostro frío para después ir tras su amiga.
Los reyes quedaron sin aliento alguno.
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