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06

Batalla contra los Cullen

Los últimos tres meses pasaron volando para Sulpicia y Athenodora, más que nada porque pasaban el tiempo juntas riendo por las ocurrencias nuevas que tenían cada día los híbridos.

Pero con la alegría también aumentaba el temor, con tan solo ocho meses de vida los niños parecían tener cinco años.

Jane aún mantenía cierta distancia con los niños pero era demasiada la insistencia que tenían los menores con ella, aún más Amadeo.

Demetri ya no tenía quejas por la pequeña híbrida, incluso tambien empezaba a compartir el temor que tenían sus amos.

Félix y Amadeo se habían echo buenos amigos a pesar de empezar con el pie izquierdo, el mayor había encontrado un pequeño hermano menor en el híbrido y el contrario había encontrado un hermano mayor. Amadeo tocaba el violín y su amigo era la principal opinión, su profesor de música.

Alec y Alessia sorprendentemente habían formado un lazo de amistad, el chico era el único que los híbridos habían dejado que entre a la biblioteca, la cual ahora sólo les pertenecía a ellos teniendo prohibido el paso al resto. El dúo era bastante callado por ambas partes pero disfrutaban la compañía del otro, habían encontrado un compañero de lectura en el otro.

Marco les enseñaba temas de escuela a los menores, ya sea leer, escribir, sumar, restar, o demás. También se encargaba de salir del castillo para ir a comprarle ropa a sus ahijados.

Aro al tener dos niños que calmaban el ambiente era más relajado y no se desquitaba con el cuarteto de vampiros, es mas, les daba cierto favoritismo por complacer a sus hijos.

Caius irradiaba furia más que nada, los pequeños no se cansaban de jugarle pesadas bromas, el rey Vulturi era su conejillo de indias, con el gastaban todas las bromas que planeaban. Recibiendo regaños por sus mayores, pero aún así el rubio ya había olvidado lo que era vivir sin los mellizos.

Ahora era uno de esos momentos donde el rubio irradiaba furia.

Los híbridos habían encontrado pegamento en uno de los rincones del castillo, y que mejor que ponerlo en el asiento del vampiro, quien estuvo horas tratando de levantarse sin romper su trono, sin éxito.

- ¡Alessia! ¡Amadeo! - Gritó Aro.

Los niños se acercaron cabezas agachada a la sala acompañados de Athenodora quien los traía a rastras.

- Son unos insolentes mocosos. - Regaño entredientes Caius.

Los niños estaban por contestar pero las puertas del lugar fueron abiertas brutalmente dándole paso a una mujer rubia que intentaban detener dos vampiros desconocidos.

- ¡Tengo que hablar con ellos! - Gritó empujando lejos a uno de los vampiros.

Athenodora en un rápido movimiento escondió a los niños detrás del trono de Aro, con ella detrás del de Caius, poniendo su dedo índice en sus labios indicándole a los niños que guarden silencio.

- ¡Como te atreves a entrar de esta manera! - Gritó Caius alterado al ver que casi ven a los híbridos.

- ¡Hay niños inmortales!

Esa oración fue suficiente para que todos se callen, los pequeños mellizos no entendían lo que eso significaba pero sintieron un escalofrío recorrer su espina dorsal.

- Déjenla - Ordenó Aro, los vampiros asintieron dejando a la mujer rubia delante de los reyes, poniéndose a sus lados por ser precavidos.

- Los Cullen, tienen una niña inmortal. - Habló.

Aro caminó interesado al saber esta noticia que incluía al clan que el más odiaba, el clan que el deseaba tener bajo sus órdenes. Estiró su mano en dirección a la mujer para poder ver la imagen que dijo ver.

Largo una risa que dió a entender que era cierto. - Nuestros queridos Cullen, tienen a una niña inmortal bajo el cuidado de nuestra Isabella. - Dijo mirando a sus dos compañeros.

- Una oportunidad para destruirlos. - Dijo fascinado Caius.

- Aro. - Llamó la atención Marco. - ¿Podríamos hablarlo luego? No estamos en un momento indicado. - Inclinó su cabeza en dirección a donde se escondían los tres.

El pelinegro asintió para después indicarle a la mujer que espere fuera unos minutos, después de eso Athenodora sin decir palabra alguna, tomó a los niños en brazos para llevárselos.

La información había sido dada, no había vuelta atrás, sabían que los Cullen darían pelea y que si tenían un niño inmortal entre ellos sería una pelea complicada.

Decidieron juntar a todo su clan para ir en busca de la guerra, pero dejarían a los mellizos con dos vampiros de confianza lejos incluso de Volterra, los iban a mandar a Londres para mantenerlos lejos de la situación.

- ¿Tenemos que irnos? ¿No podemos ir? - Preguntó sollozando Amadeo.

- Tienen sangre corriendo por sus venas, no queremos accidentes. - Su madre se agachó a su altura. - Y si llegarán a ganar, vendrían a Volterra a tomar el trono, entonces los verían y tendrían el mismo destino. - Besósu coronilla. - Sólo serán dos meses. - Aseguró.

- ¿Por qué tanto tiempo? - Preguntó ahora Alessia quien no quería soltar a Athenodora.

- Porque también entrenaran con esos dos vampiros. - Aclaró.

Los niños suplicaban por estar cerca de ellas pero se negaban a llevarlos a un lugar donde correrian peligro, fue entonces cuando tocó el momento de despedirse de el cuarteto de vampiros.

Félix recibió los abrazos de los niños sin quejarse, Alec no se quejó por parte de la híbrida pero al niño lo saludo sólo con un asentimiento de cabeza. Jane se despidió de Alessia con un asentimiento de cabeza pero con Amadeo no pudo evitar recibir un abrazo del niño con alguna lágrima que le dejaba en su hombro. Demetri se despidió de Amadeo con un choque de puños pero con la pequeña también se abrazo.

- No llores, Alessia. - Le susurró al oído. - Volveré para ganarte en ajedrez. - La niña se rió para después irse con su hermano.

Llegaron donde estaban los reyes esperándolos con túnicas que tendrían que ponerse los niños para salir y evitar ser vistos.

- Adiós padrino. - Dijeron abrazando al recién nombrado quien los recibió gustoso.

- Adiós papá. - Volvieron a saludar en coro saludando al hombre.

- Adiós tío Caius - Lo abrazaron a pesar de que el no les devolvio el saludo.

Los niños asintieron al pedido de su padre, el cual era evitar cualquier vampiro que ande por la zona, estar acompañado siempre de sus dos guardaespaldas, no usar sus dones si no era por emergencia y no meterse en problemas.

Se despidieron de ellos saliendo de Volterra con las capuchas puestas.

El primer mes había pasado sin recibir noticia alguna. Habían pasado el tiempo entrenando con Lucius y Tom, sus guardaespaldas.

Estuvieron ejecutándose hasta volverse bastante buenos en la lucha, inclusive utilizaban sus dones como ventajas. Practicaban la pintura o el violín aún asi.

Los vampiros los llevaron a recorrer la ciudad en la noche logrando que los hermanos se sientan mejor que en todos estos meses de vida, era la primera vez que salían del castillo.

Los vampiros no tenían conversaciones con ellos más que felicitarlos por su progreso o regañarlos por separarse de ellos.

Ahora se encontraban en un restaurante, era la hora de la cena para los pequeños quienes habían pedido comer a las afueras del lugar donde se estaban quedando.

- ¿Que desean? - Preguntó la mesera, pero al ver a los vampiros había quedado flechada, la belleza sobrehumana se hacía notar en momentos como estos.

- Queremos chibito canadiense. - Leyó el pequeño en el menú sin saber que era verdaderamente, sólo querían probar algo nuevo.

- De acuerdo. - Asintió la mesera, todavía viendo a los vampiros que la ignoraban olímpicamente.

Era algo común sentirse atraída a tales hombres.

Lucius tenía el cabello Albino, sus ojos rojos eran más que llamativos ante su pálida piel; Tom era de cabello largo y de color negro como la noche, que dejaban ver a sus ojos rojos que parecían hacerlo ver como un hombre oscuro. Ambos parecían la luz en vida y la misma oscuridad. Ambos complementos sentados cuidando a dos pequeños híbridos.

- Oh, Lucius que atractivo eres. - Se burló el niño mirando a su hermana, imitando a la camarera.

- ¡Oh por favor, señorita! ¿No ve que la estoy ignorando? - Imitó su hermana con voz grave.

Los vampiros trataban de ocultar su risa, habían podido conocer a los famosos híbridos, eh de admitir que estaban sorprendidos por las personalidades que tenían además de ser bastantes talentosos para tener meses de vida y su crecimiento avanzado era más llamativo aún.

Trajeron la comida de los niños, dejando una nota que tenía el número telefónico de la mesera, cosa que hizo que los mellizos rieran por ver como los hombres lo tiraban al cesto de basura sin siquiera mirar bien el número.

La comida era algo que dejó la boca de los mellizos anodadados, era una torre de comida que tenía distintos tipos, a duras penas podían ver el cabello de los vampiros que estaban del otro lado de la mesa.

- ¿Comerán todo eso? - Preguntó Lucius mostrando su rostro por un lado de la torre de comida.

- ¡Si! - Respondieron sin dudar empezando a atacar la montaña de delicias.

Devoraban el plato a dos manos, ni si quiera habían ensuciado los cubiertos, habían pasado sus manos sin dudarlo comiendo como auténticos animales. Los vampiros los miraban como si hubieran visto el mayor show de su vida. Los platos estaban intactos, ningún trozo había llegado a ser apoyado en alguno.

Al final, los hermanos cayeron en los asientos con las manos engrasadas y sus rostros llenos de comida, incluso sus cejas llegaban a tener alguna mancha de salsa.

- Son unas bestias. - Murmuró atónito el pelinegro.

La mesera vino a buscar la cuenta viendo como los niños estaban echos un desastre pero los hombres seguían en la misma posición.

Pagaron todo para retirarse e ir a dormir a los híbridos quienes estaban teniendo pesadillas últimamente, la pequeña extrañaba las historias de Demetri, y Amadeo quería ver los asesinos ojos de Jane por más que le digan que ella estaba demente.

Esta era una de esas noches de pesadillas. Pero diferente.

Había dos niñas a los lados de Amadeo, el veía a las pequeñas dormir a sus lados abrazandolo.

Podía ver como la primera niña era tomada por un chico castaño de miel morena, a diferencia de la segunda que era tomada por un chico de cabellos dorados y ojos del mismo color, con piel pálida.

El volvía la vista al frente tapándose con la mujer más bella que había visto en su corta vida, era igual al otro chico, cabellos y ojos dorados.

- Hola Mattheo, ¿Me extrañaste, cariño? -

Tenía una voz angelical ante los oídos del niño.

De un momento a otro dejo de ver a la primera bebé para ver sólo a los chicos de cabellos dorados corriendo por el bosque con la bebé y el.

De un momento a otro dejo de verlos para ver a Jane que lo cargaba en brazos.

Amadeo se levantó asustado, buscaba a la primera bebé pero sólo vió a su hermana a su lado dormir tranquila.

El pequeño extrañaba a la primera bebé de sus sueños al igual que a la mujer de cabellos dorados, pensaría que era un recuerdo si no fuera porque estaba dormido, pero era sólo eso. Un sueño.

Se volvió a acostar con un sentimiento raro en su pecho mirando a su hermana que dormía en tranquilidad absoluta.

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