04
Biblioteca
Los mellizos estaban corriendo por los pasillos de su hogar, por uno de los pocos que tenían permitidos.
- ¡Mocosos! - Se escuchó el grito del rey Caius por todo el castillo, inclusive los vampiros que no conocían a los híbridos sabían que se trataba de una travesura de ellos.
- ¡Allí! - Señaló una habitación, Amadeo.
Corrieron hasta llegar allí, abrieron la enorme puerta para luego cerrarla y adentrarse al lugar. Era una biblioteca, tenía anticuados libros de cuero, estaba con varias telarañas y demasiado polvo, si no fuera por su madre que venía cada tanto a buscar un libro, el lugar sería un total desperdicio.
Se olvidaron de el tío vampiro que los buscaba mirando los enormes estantes.
Admiraban los pequeños candelabros que estaban al rededor del lugar que acompañaban al enorme candelabro colgante del techo. Pudieron ver que también había unas pequeñas mesas al final de la sala con unos sofás anticuados color rojo.
- ¿Lo limpiamos? - Preguntó aburrida Alessia.
- Porque no. - Le resto importancia encogiendose de hombros.
Salieron de la sala, sacaron sus cabezas para corroborar que no haya muros en la costa. Corrieron a donde alguna vez habían visto productos de limpieza, los cuales parecían igual de abandonados que la biblioteca.
- ¿Es normal que cosas para limpiar estén sucias? - Preguntó ahora Amadeo.
- Son unos mugrosucios. - Dijo su hermana con una de sus muchas palabras mezcladas.
Tomaron las cosas para correr en dirección a su lugar descubierto tratando de no ser oídos o descubiertos. Al llegar se pusieron unos enormes guantes de limpieza y los uniformes de limpieza que había, se compartieron una mirada al verse para reír y después empezar con su trabajo.
Rosalie y Jasper estaban sentados sobre la copa de un árbol admirando el gran bosque de Forks. Desde que habían llevado a los híbridos su família parecía estar rota, descompuesta. Ellos empezaban a pasar más tiempo juntos, se sentaban en silencio mirando el bosque pero ambos sabían que pensaban en lo mismo, Mattheo y Charlotte.
- ¿Crees que estén bien? - Se atrevió a preguntar Jasper.
- Quiero creer que si, mejor que morir a manos de su propia família. - Ironizó.
- Extraño el olor de Charlotte. - Le dirigió la mirada a su hermana quien lo miraba con una sonrisa que parecía una mueca apagada.
- ¿Quien es Charlotte?
Los hermanos se congelaron.
Al bajar la mirada vieron a una pequeña Renesmee con un Jacob asustado al saber la verdad, pero el lobo tenía prohibido nombrarlos por el bien de su impronta. La niña estaba esperando una respuesta pero los gemelos no sabían que hacer o decir.
- Una vieja amiga. - Respondió su tía.
La niña no muy convencida se retiró, los hermanos se sentían terribles al tener que mentirle a la pequeña Nessie, ella era una niña con un corazón enorme, verla a los ojos era complicado para ellos al saber que la niña no estaba completa.
Se bajaron del árbol con sus miradas bajas, abrazados entre si, caminaron hasta llegar a la casa donde tenían que afrontar a sus parejas.
Emmett sentía la culpa carcomiendolo por dentro, el estaba al tanto de la tristeza que reflejaban los ojos de su compañera, ella siempre deseo tener un bebé y el le había arrebatado la oportunidad, sólo tenía que esperar unos meses a que el niño crezca y enseñarle, pero no lo hizo.
Alice no sabía que sentir, no quería a los otros dos niños, pero al ver a su pareja tan apagada como a los principios de su encuentro le dolía, no había visto una visión que le avisará que su relación se estaba rompiendo poco a poco. Su don no le había avisado que su pareja volvería a estar igual de apagado como cuando tuvo que matar a unos neófitos por órdenes de su ex pareja, ahora el había perdido a la niña de la cual había estado más cerca en sus años de vampiro por también su pareja.
Isabella estaba ignorando a esos cuatro, sólo se centraba en Edward, pocas veces en Renesmee, cosa que por alguna extraña razón no les sorprendió, sabían que la chica estaba obsesionada tanto con el como con la mordida, ahora ya tenía ambas cosas. El resto no era nada.
Carlise y Esme trataban de ignorar la desicion que habían tomado sus hijos, trataban de ignorar el no haber votado ese día, tal vez si se hubieran centrado más en los híbridos y no en sus hijos hubieran podido solucionarlo, pero eran padres, no podían evitarlo.
Jacob se sentía el peor lobo por mentirle a su impronta, por no decirle que tenía dos mitades en cualquier parte del mundo que la necesitaban. Que la esperaban.
Seth y Leah estaban al tanto de lo que había sucedido. La loba sentía aún más rencor por Isabella que antes, si de por si nunca la quiso, ahora la odiaba por haber abandonado a sus propios hijos, no era que ella los quisiera, tenían parte vampiro que le evitaba querer acercarse, pero seguían siendo pequeños híbridos inocentes. Seth estaba triste por no poder haber echo algo a pesar de que no estuvo en la discusión.
Los hermanos habían buscado cerca de la zona para ver si podían encontrarlos pero no había rastro alguno.
Renesmee sentía que siempre se olvidaba algo, revivia sus recuerdos tratando de buscar pero no recordaba nada de su primer mes de vida, trataba de pensar que era lo que le faltaba, llegando siempre a la conclusión de que se habría olvidado algo que hacer y nada más pero por dentro sabía que era algo más.
Los pequeños híbridos habían terminado de limpiar la enorme biblioteca, habían estado todo el día y noche encerrados allí dentro arreglando el lugar para hacerlo más presentable.
Encontraron algunos juegos, entre ellos un ajedrez de piezas antiguas, finas, dignas de haber sido utilizadas por un mismo rey; un juego de damas, un juego de arte y unos instrumentos de música.
Habían acomodado todo a su gusto, se mantenían en silencio que era interrumpido sólo cuando encontraban algo interesante, el resto del tiempo estaban callados cómodamente.
- Listo. - El pequeño Amadeo se echo en el sillón, retirando los enormes guantes para descansar.
- Este será nuestro lugar. - Dijo su hermana tirándose encima de su hermano, recibiendo una queja por parte de el.
- ¡Sal de encima, pesas! - Tiro a su pequeña hermana del sofá recibiendo ahora una queja de ella.
La puerta de la biblioteca fue abierta dejando ver a los tres reyes y sus esposas, quienes los miraron sorprendidos al ver una de sus bibliotecas más antiguas como nueva.
- ¿Lo limpiaron ustedes? - Preguntó Sulpicia, los niños asintieron con la cabeza al mismo tiempo.
- Exelente. - Felicitó Marco viendo como a pesar de ser dos pequeños niños habían limpiado muy bien.
- Gracias. - Sonrieron orgullosos.
- Me encanta lo que hicieron, pero nos preocuparon cuando no fueron a dormir. - Regaño su tía acercándose a uno de los sofás. - ¿No tienen sueño?
- Casi nada, estamos cansados sólo. - Dijo la pequeña bostezando.
Su tía los tomó en brazos para llevarlos a sus habitaciones, a mitad de camino los dos se habían dormido en brazos de la mujer.
Los reyes iban detrás, cuando llegaron a la torre los dejaron en su cama para admirar a los pequeños híbridos dormir tan placenteros. Las mujeres sentían el peso de enormes rocas en sus pechos, Marco y Aro una especie de vacío pero Caius estaba desinteresado, con aburrimiento incluso.
Los hombres se retiraron de allí dejando a las dos mujeres al cargo se los menores como era costumbre a la hora de dormir de los niños.
- Son lo primero que me provoca una risa en más de cien años. - Dice Athenodora mirando a los niños.
- Tomaron el apodo de mis hijos. - Dijo con un nudo en la garganta. - Es demasiado lindo decir "Mis hijos" - Sus ojos a duras penas podían ver con las lagrimas que tapaban su vista, lagrimas que nunca saldrían.
- Buscaremos una solución, no los perderemos. - Dijo susurrando su amiga besando el cabello de los niños, dándoles las buenas noches.
Sulpicia se sentía completa, tenía todo lo que alguna vez quiso, su compañero y dos pequeños niños que crecían. Tenía una família completa.
- Los amo mis maravillas. - Susurró en sus oídos besando sus cabellos.
Al día siguiente estaban en el jardín, el sol de Volterra estaba en lo más alto provocando que los vampiros estén debajo de una pequeña carpa que había allí.
El cuarteto de vampiros estaba acompañando a las reinas en el almuerzo de los mellizos, se mantenían en una esquina vigilando que ningún vampiro se asome a querer mirar a los híbridos mientras las mujeres vigilaban la comida de los pequeños.
Jane estaba en una esquina mirando las flores hasta que su mirada se posó en el pequeño Amadeo que ya la miraba, al ver que la vampira lo estaba observando dejo de comer quedando con el sándwich en su boca.
- Es hermosa... - Murmuró apenas audible mirando a la vampiresa, las mujeres estallaron a carcajadas.
- ¡Deja de mirar a Jane así! - Dijo su hermana entre pequeñas risas, Jane desvió la mirada avergonzada queriendo ocultar la sonrisa que amenazaba con salir.
- Amadeo, come bien. - Regaño su madre intentando no reír.
Demetri estaba vigilando el perímetro hasta que su mirada se posó en la pequeña híbrida que jugaba con su comida, sonrió para sus adentros al verla tan concentrada y a la vez tan ida. Alessia al sentir una mirada clavada en ella, la buscó, chocando con Demetri quien le guiño un ojo a la pequeña en saludo para seguir con su trabajo.
La pequeña híbrida se sonrojo notoriamente provocando que las mujeres se rían en silencio para no avergonzar a la niña.
- ¿Por qué no comes? - Preguntó su tía al verla aún sonrojada jugando con la comida.
- No tengo hambre. - Ni si quiera levanto la mirada del plato.
- Comerias si Demetri fuera quien te serviría. - Se burló su hermano, el sonrojo de la chica se volvió aún más fuerte, su cara parecía estallar en llamas en cualquier momento.
- Ya basta. - Murmuró apretando los dientes sabiendo que el vampiro los había escuchado.
- ¿Que? Es cierto. - Siguió burlándose.
Demetri trataba de no mirar a la pequeña híbrida agradeciendo ser vampiro porque sino su muerto corazón iría más acelerado y tendría un sonrojo en su pálido rostro, estaba al tanto del enamoramiento que sentía la menor hacía el.
- Amadeo deja a tú hermana en paz. - Regaño su tía.
- Pero si sólo digo la verdad. - Levantó sus brazos en señal de inocencia.
- ¡Mamá! - Suplicó la niña al ver que su madre sólo trataba de no reírse.
- Amadeo... - Llamó su atención- No molestes a tú hermana.
- ¿Por qué? Ella es quien se puso como tomate por el vampirucho. - Se excusó.
- ¡Te mataré!
La pequeña corrió a su hermano por todo el patio, desde el pequeño laberinto que había hasta alrededor de la fuente.
Las mujeres se reían encantadas con los agudos gritos que se oían de los mellizos, Demetri y Jane miraban la escena con disimulo mientras Félix y Alec veían con burla a Demetri.
En el laberinto se podía ver como le pequeña Alessia re arrojó encima de su hermano empezando a golpearlo, en un intento del contrario por pararla terminaron rodando hasta salir del laberinto, quedando en medio del jardín peleando.
Demetri y Félix se acercaron a separar a los hermanos.
La pequeña quedó encantada al ver a Demetri brillar como un diamante al recibir los rayos del sol, había quedado boquiabierta dejándose cargar por el vampiro quien tenía una sonrisa ladina tratando de evadir la mirada de la híbrida.
Amadeo trataba de no usar su don contra el grandote pero sus impulsos querían ganar, usó su don por un segundo para que este lo suelte, una vez liberado corrió hasta abrazar la pierna de Jane quien quedó como una piedra en su lugar. Con su mano tomó la cabeza del niño para despegarlo de su pierna.
- Amadeo deja a Jane. - Regaño con una sonrisa Athenodora, tomandolo en brazos.
El niño a regañadientes se dejó cargar por la mayor siendo arrastrado lejos de la vampiro.
Alessia estaba en brazos de Demetri ya en la sombra pero la híbrida aún tenía en mente la imagen del vampiro brillando.
- Se te cae la baba, niña. - Se burló Félix.
- Dilo de nuevo. - Desafío la niña entrecerrando sus ojos.
Félix se acercó hasta quedar frente a ella y su amigo, agachandose ligeramente para verla a su pequeño rostro. - Se... te... cae... la... baba... niña - Dijo detenidamente mirándola con superioridad.
- ¿Como le dijiste?
Fue allí cuando entendió las intenciones de la pequeña, detrás de el sonó la voz de Sulpicia. El se giró titubeando para decir algo, detrás de el Demetri alzó su mano y chocó los cinco con Alessia.
La pequeña corrió a los brazos de su madre ignorando al grandote que aún tartamudeaba para irse a su habitación.
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