01
Hibridos
-¿Huelen eso?
Jane, Alec, Demetri, y Félix Vulturi estaban de caza lejos de Volterra para ir donde el clan Cullen a revisar que la humana de Isabella Swan haya sido mordida pero kilómetros antes la única mujer del grupo había respirado un olor suave, tentador pero no demasiado, aún así era demasiado llamativo.
Sus acompañantes frenaron de golpe al ver como esta giraba drásticamente de dirección.
- ¿A donde va? - Preguntó Demetri con su acento bien marcado.
El hermano de la chica se encogió de hombros para seguir a su hermana, no era normal que ella se frene en una búsqueda.
Los dos restantes los siguieron para saciar la curiosidad de la sádica rubia, al llegar se quedaron estáticos al verlos delante de dos bebés.
Los Vulturis habían llegado dos minutos después de que los Hale se habían retirado, sin darle tiempo a los ancianos de salir.
- ¿Escuchan sus corazones? - Preguntó la rubia mirando con su rostro neutro a los bebés del cesto, por dentro tenía un sentimiento extraño, parecido a la ternura al ver al niño mordiendo la nariz de la niña.
- Son lentos, pero sus respiraciones son normales, su olor es casi camuflable. - Respondió su hermano.
- Son simples bebés humanos, hay que seguir. - Félix era el más alto y robusto de los cuatro.
- No son simples. - Respondió Alec.
Antes de que alguno pudiera protestar Jane levanto al niño, no tenía idea de porque estaba tan atraída al varón.
- ¿Qué haces? ¿Lo comerás? - Preguntó extrañado Demetri al ver que no lo tomaba como era normal a la hora de beber la sangre.
- No. - Respondió simple.
Tomó la manija del canasto que sostenía a la niña para entregárselo al que recién había hablado, el cual la miro asqueado para después mirar confundido a la chica.
- Los llevaremos con Aro.
- ¿Aro? ¿Quieres llevar a dos simples humanos con Aro por tú simple idea de que no son normales? ¿Quieres que nos maten? - Preguntó incrédulo.
- Yo... - Su oración quedó al aire al ver a Félix retorcerse en el suelo gritando, con su cuerpo empezando a agrietarse siendo sus gritos de súplica mezclados con el llanto de la bebé.
- ¿Jane? - Preguntó Alec.
- No fui yo.
- ¿Lo hizo la niña? - Volvió a preguntar
- Creo que si. - Contestó Demetri.
Tuvieron que esconderse rápido detrás de unos árboles tratando de calmar a la bebé al ver a los ancianos queriendo asomarse para saber lo que sucedía.
- Callala. - Ordenó Alec fastidiado.
Demetri algo confuso levanto a la híbrida en brazos con una mueca tratando de calmarla, le palmeaba de manera pausada y lenta la espalda.
La bebé lentamente empezaba a dejar de llorar dejando una sonrisa orgullosa en el chico que la cargaba.
- Hay que llevarlos con Aro. - Volvió a repetir la rubia, esta vez ninguno se opuso.
En Volterra los reyes estaban en sus tronos esperando a sus cuatro guardaespaldas más importantes. Las puertas del gran salón fueron abiertas dejando ver al grupo horas antes de lo que esperaban que sería su regreso además de traer a dos criaturas humanas en brazos.
- ¿Qué es esto? - Preguntó confuso Caius.
- Mi amo. - Se inclinaron en señal de respeto al mayor. - Hemos traído a estos niños, tienen dones. - Terminó de explicar con rostro neutro la menor.
- ¿Dones? ¿Unos simples bebés humanos? - Preguntó ahora incrédulo
- Así es, le pido mi amo que nos deje mostrarle.
- Por favor. - Habló ahora Aro con una sonrisa confundida.
Demetri quien traía a la niña en brazos se acercó al centro dándole una señal a Félix para que se acerque. El hombre se acercó hasta estar delante de la híbrida, extendió sus brazos en un amague de agarrarla recibiendo una descarga de dolor.
- Fascinante. - Soltó una risa que daba escalofríos.
- El niño hace lo mismo. - Avisó Jane.
En el camino que había de vuelta se habían detenido para cazar, cuando era el turno de la mujer le había querido dar el niño a su hermano provocando que el chico reciba lo mismo que Félix.
- Son hermanos. - Avisó Marco quien había estado callado como era normal, llamando la atencion de todos en la sala. - Gemelos.
Marco Vulturi tenía el don de ver las uniones de las personas, el podía ver un hilo colgado del meñique de los niños que los mantenía unidos, tenía un color azul, significado de hermandad en su don.
Aro se acercó a la niña para poner su mano en la de la menor recibiendo así los recuerdos de ella para saber que eran exactamente. Al terminar largó una sonora carcajada asustando de manera leve a los presentes.
- Son híbridos, hijos de un vampiro y una humana. - En los recuerdos no estaban los padres de los niños, al ser bebés que olvidaban todo rápido sólo quedaba la discusión que habían tenido Alice y Jasper donde nombraban su ADN.
- Eso es imposible. - Murmuró Caius.
- Parece que no, tenemos dos híbridos, los primeros de la historia. - Habló fascinado con una sonrisa.
Tomó a la niña en brazos para después tomar al niño, quienes de manera sorprendente no lo mandaron a retorcerse de dolor.
- ¿Qué dicen de saber más sobre los niños? - Se sentó en su trono con los niños en brazos.
Tres meses después...
Los híbridos tenían la apariencia de unos niños de dos años, eso era motivo suficiente para que los Vulturis estén tranquilos al saber que no eran niños inmortales. También habían descubierto que a pesar de ser mitad vampiros se alimentaban de comida humana.
En todo el clan había sido noticia los híbridos, todos estaban eufóricos con la novedad queriendo conocerlos personalmente pero no estaba permitido, al menos no para algunos. Los niños habían sido apodados como hijos de Aro, ahijados de Marco, sobrinos de Caius.
Los únicos que los conocían eran los cuatro que los habían encontrado, los reyes y sus esposas.
Con las primeras semanas los reyes habían descubierto que el niño era la tua cantante de su guardaespaldas más letal y sin sentimientos, Jane. La mayor se negaba a tener algún lazo con el híbrido pero sus impulsos por pasar tiempo con el niño eran mayor, y las intenciones de ahora su padre era emparejarlos, dejando al niño en cada una de sus salidas con la vampiro.
- ¡Amadeo! - Gritó Sulpicia, la esposa de Aro, madre adoptiva de los híbridos.
- ¡Alessia! - Gritó ahora Athenodora, esposa de Caius y tía de los niños.
Los pequeños estaban escondidos en el gran castillo de Volterra por haber echo una travesura.
- Me hago del baño... - Susurró el pelinegro escondido en el armario de Félix.
- Callate - Contestó de la misma manera la niña escondida debajo de la cama de Demetri.
Las mujeres vampiro habían escuchado unas risitas inocentes en el cuarto de dos de los integrantes de la guardia real, compartieron una mirada de cómplice con una sonrisa para acercarse.
- Que mal, creí que estarían aquí. - Sulpicia fingia estar desconcertada al entrar al cuarto.
- Yo igual, deberemos tirar ese pastel de chocolate ahora. - Le siguió el juego su amiga.
Al escuchar eso los niños se alteraron saliendo a gran velocidad de sus escondites preguntando por el pastel provocando una mirada de ternura y reprobación por sus mayores.
- Están castigados. - Dijo su madre cuando sus preguntas acabaron.
- ¿Por qué? - Preguntaron los niños mostrando ojitos de cachorro al unísono que derretirian a cualquiera menos a las mujeres de esa habitación que ya conocían todos los trucos de los menores. - ¿Ya no nos aman? - Preguntó ahora triste Amadeo.
El pequeño siempre tenía el miedo constante de que un día para el otro lo dejen de amar, y los mayores del lugar sabían la razón a pesar de que los mismos niños no.
- Yo los amo, pero no pueden cortarle el cabello a Caius. - Contestó su tía agachandose a su altura. - A el le gusta como esta.
Los reyes habían vuelto de uno de sus viajes, los niños quienes intentaron cortarle el cabello a Caius al ser descubiertos salieron corriendo con un mechón rubio del mismo.
- Pero así parecerá menos hespanrroroso - Al final el pequeño había hablado con muchas trabas provocando una risa en las mujeres.
- Espantoso o horroroso pequeño, no se inventan palabras. - Regaño su madre divertida.
- ¿Por qué no? Es una nueva palabra que describe al tío Caius. - Su hermana estaba a favor de la nueva palabra.
Las mujeres se rieron para después cargar en brazos a los híbridos, iban a ir a buscar al rubio para que los niños les pidan disculpas.
Entraron al gran salón viendo a los tres mayores en sus tronos, Aro estaba con una mueca de desaprobación que ocultaba la risa interna que estaba teniendo, Marco estaba con una sonrisa ladina, el único que tenía una expresión de enojo era el último rey quien quería encajarle los dientes a los niños.
Las mujeres ocultando sus sonrisas bajaron a los que ahora eran sólo mellizos de sus brazos para darles unos empujoncitos, los niños con unos ojitos de cachorritos inocentes recién regañados fueron donde el vampiro.
- Lo sentimos tío Caius. - Dijeron al unísono.
El vampiro bufó y rodó los ojos sabiendo que eso a el no le bastaba pero a los cuatro vampiros si. Asintió con la cabeza resignado para que luego las mujeres se lleven de nuevo a los niños a comer.
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