⠀❪ 📜 ❫⠀━━━━ un caballero y una lucha de espadas
Me siento abrumado de golpe, al recibir tantas miradas.
Las puertas se cierran a mi espalda, con un ruido sordo. Me sorprende ver de refilón a Tenya, que me supongo que en esta realidad es mi caballero principal, o en otras palabras, mi guardia personal; decido dejar de compararlo con cómo es en mi realidad, un compañero de clase que en múltiples ocasiones me ha dado sus apuntes y camino hacia delante, con la cabeza en alto.
La luz rosada y azulada ilumina la estancia, con esos grandes ventanales; es la hora del desayuno y los malos recuerdos de mi otra vida, en dónde a duras penas desayunaba por culpa de mi padre, me atormentan. Acomodo mi mano sobre el mandoble de mi espada y llego hasta la mesa principal, situada en el centro.
—Buenos días, eh... familia —murmuro, acercándome a todos ellos, pero mirando especialmente a mi madre.
En este nuevo día lleva el cabello trenzado tras la espalda y otro de esos vestidos, elegantes y de tonos turquesas, con volantes en los brazos y en el corte de la falda, que le llega hasta por debajo de las rodillas. Una diadema brillante luce en su cabellera, y aparte de eso, lo más destacable son unos zapatos de tacón que se apoderan de sus pies y que repiquetea contra el asfalto pulcro de la sala, una y otra vez.
Ella es la primera en la que me fijo, aproximándome a ella, más que nada por la comodidad que me produce de poder interactuar con alguien con quien ya había tenido oportunidad de hablar; a diferencia de los demás, que a pesar de no ser diferentes de mi familia del otro mundo, no puedo asegurar que sean los mismos. Eso es lo que más temo.
Mi madre me ofrece una sonrisa cálida y agachándome hacia ella, en forma de saludo, me estremezco con su caricia bajo mi barbilla, pero que hace con ternura.
Luego tomo un asiento vacío, que casualmente está a uno vacío de distancia de mi madre y al lado de Fuyumi. Cuando lo hago, nadie realmente me mira extrañado, así que me siento tranquilo y permanezco estático sin saber cómo reaccionar. Momo y Jiro vuelven a aparecer ante mi vista, aunque esta vez sólo para dejarme mi plato de desayuno sobre la mesa.
Les doy las gracias en bajo, cruzando mirada con Momo y luego vuelvo a concentrarme en mi plato, relleno de huevos fritos, ensalada, fruta y lo que parece ser un jugo de alguna fruta.
Una ola de extrañeza me recorre al sentir aquel afecto, tan distante de mi propia realidad, y aunque mi corazón late inquieto, me obligo a relajarme, porque no puedo levantar más sospechas. Mi hermana me mira de soslayo, sobre todo porque no pruebo plato de mi comida a pesar de que el resto sí lo hacen.
De repente, una carcajada retumba en el comedor, y mis ojos se dirigen hacia su fuente.
Touya, mi hermano mayor y al igual que en el otro mundo, devora unas jugosas chuletas de cerdo con una despreocupación contagiosa, riendo a carcajadas mientras intercambia golpes amistosos con Natsuo, mi otro hermano. La visión me sorprende; primero, porque no puedo creer que desayune algo como eso y segundo, porque en ambos hay una sinceridad en sus sonrisas, una ligereza en sus gestos que no reconozco ni se me hace familiar, y que me resulta tan ajena. En mi mundo, aquel tipo de alegría parecía haberse desvanecido hace tiempo.
Ambos llevan atuendos similares al mío, aunque con ligeras diferencias: el de Touya era oscuro, casi negro con motes azules, mientras que el de Natsuo resplandece en un blanco puro con detalles negros. Ambos llevan los cabellos alborotados y aunque sus movimientos sobre la mesa son algo bruscos, no dejan de tener la etiqueta que se corresponde a este mundo.
Desvío la mirada hacia mi hermana, Fuyumi, a quien estoy acostumbrado a verla con la melancolía habitando sobre ella, constantemente; pero ahora, en su lugar, sus ojos brillan destellos de vida, de esperanza. Su cabello blanco y rojizo, recogido en una alta coleta, cae con elegancia por su espalda, adornado con una delicada diadema que la hace parecer una auténtica princesa. Su vestido, de un azul profundo, contrasta con su piel clara, y no puedo evitar sentir un pequeño alivio culposo al verla así, tan ajena a las sombras de nuestra otra vida.
Se ven tan diferentes aquí, que siento que mi corazón se arruga con fuerza.
—Comed con decoro, hijos —advierte mi madre, con una autoridad suave pero firme, llamando mi atención—. No estamos aquí para desperdiciar la comida de manera tan infantil.
Touya y Natsuo hacen una mueca, pero acceden de inmediato, aunque sus miradas seguían llenas de aquella felicidad tan extraña para mí. Una que jamás había visto reflejada en ellos nunca antes; siempre habíamos estado llenos de golpes, de lágrimas, de promesas rotas.
—Madre —interviene Touya, limpiándose las manos con una servilleta—, Natsuo y yo hemos quedado con unos amigos para ver las justas después de comer. ¿Nos daríais vuestro permiso?
Mi madre asiente con una sonrisa indulgente, aunque levanta un dedo en señal de advertencia, sujetando una copa de vino en su mano libre.
—Siempre y cuando regreséis a tiempo para el ensayo de la futura coronación de vuestro hermano pequeño.
Ambos sonríen, lanzándome una mirada cargada de expectativas. Mi mente se detiene en seco al analizar las palabras de mi madre. ¿Coronación? ¿Mi coronación? Siento que un nudo se me forma en la garganta y que, al mismo tiempo, me quedo seco.
Mientras intento procesar aquellas palabras, Fuyumi habla con voz tranquila, aunque sus ojos se desvían hacia mí, con nervios.
—No entiendo por qué es necesario mi matrimonio si Shoto va a ser coronado como rey, madre.
El impacto de sus palabras me deja sin aire, y me atraganto con mi propia saliva. Suelto el vaso de jugo de mis manos, por la sorpresa, derramando el dulce zumo de cereza sobre mis hermanos, quienes estallaron en risas. El mundo pareció tambalearse a mi alrededor.
—La celebración es dentro de dos lunas, y realmente no quiero casarme —añade mi hermana, sin saber lo que me pasa por la cabeza.
Todo de repente me da vueltas. Noto otro latigazo en la cabeza y me suben repentinas ganas de devolver. Tengo que agarrarme al borde de la mesa, acariciando un precioso mantel blanco con florituras rojas y azules.
—¿De qué demonios estás hablando, Fuyumi? ¿Dentro de dos días voy a ser coronado rey? —Mi voz sale entrecortada, traicionándome al instante. Parezco un loco en su reflejo cuando todos me miran.
El silencio cae como una losa sobre la sala. Nadie dice ni pío. Mi madre toma mi mano con suavidad, su rostro lleno de preocupación y me recuerda a nuestra escena de ayer.
—Hijo mío..., no vuelvas a asustarnos de esa manera. Serás coronado rey como estipuló tu padre en cuanto alcanzases la mayoría de edad. ¿Lo entendéis? Sé que habéis tenido vuestras dudas, pero es lo mejor para el reino de Garuda. Tu futuro reino, ya hemos hablado de esto. —Su voz es tranquila, pero cada palabra que dice hace que se me hundan en mi pecho como un peso insoportable. Mi reino. Ese reino del que nada sabía y que pertenecía a otro Shoto.
Me aparto ligeramente, forzando una sonrisa nerviosa.
Todos me siguen mirando, incluso Momo y Jiro, acopladas a mi espalda. Me encojo de hombros y me obligo a fingir, a hacer un nuevo teatro.
—Lo siento, madre. Solo era una... una pequeña mofa. Claro que no he olvidado mis deberes y aunque estoy tomándome un descanso como recomendó la doctora, no hay razón para retrasar la ceremonia. —Todo suena tan extraño en mi boca, que por un momento, me disocio de esta realidad.
Sin embargo, mis palabras parecen aliviar la tensión en la sala, y mis hermanos vuelven a reír cuando Natsuo lanza una mora hacia la boca de Touya; no los escucho realmente. ¿Cómo se suponía que aceptara aquello? ¿Rey de un lugar que no era mío, de un mundo en el que no encajaba?
Fuyumi, mientras tanto, continua su conversación de antes.
—Aún me pregunto por qué debo casarme con el príncipe Inasa, madre, si Shoto va a heredar el trono. —Su voz resuena con calma, pero en su mirada detecto miedo.
—Porque es tu deber —señala mi madre, sin verse afectada y cortante pero con un dejo de comprensión—. Este matrimonio fortalecerá nuestro reino. Además, Inasa es tu amigo de la infancia, ¿no es así?
Fuyumi baja la mirada, y por un momento sus mejillas adquieren un leve rubor. ¿Voy a tener un cuñado? La idea me parece extraña, lejana, pero nada en esta nueva realidad me resultaba natural. No podía sorprenderme de todo lo que pasase de aquí delante, no sí quería acabar exilado o tomado por un degenerado.
—Madre, no quiero abandonar a mis hermanos. —Aún así, los deseos de mi hermana prevalecen y me pongo en su lugar. La vida en esta época, sobre todo para las mujeres, no eran tan genuina como la solían pintar.
Natsuo, nada más escucharla, no tarda en levantarse de la mesa para abrazarla con rapidez, asegurándole que su lazo fraternal jamás se rompería, sin importar la distancia. Fuyumi se ríe y lo empuja con afecto.
Observo mi plato todavía lleno, y aprovechando que mis hermanos están distraídos atendiendo a una desconsolada Fuyumi, me inclino hacia mi madre, apartando esa silla vacía y susurro, con el corazón en un puño:
—Madre, debo confesaros algo... —Ella coloca una expresión rara en el rostro, sin dejar de ver la silla que acabo de apartar. Deja su copa y aunque parece descolocada, me toma de las mejillas.
—Puedes contarme lo que sea, hijo. Estoy aquí para vos.
Nada comparado a mi otra realidad; siento sus dedos delgados temblar sobre mi rostro, pero mordiendo ligeramente mis labios, toda la verdad sobre mi viaje, todo lo que escondo, quiero soltarlo de golpe.
Las palabras entonces, están a punto de salir de mis labios cuando la conversación es abruptamente interrumpida por un guardia que entra apresurado en el Gran Comedor. Mi madre me suelta desprovista, y asustado, no sé que esperarme.
Tiene un uniforme como el resto de caballeros de la corte y habla, apresurado.
—Mi reina, ha llegado Sir Keigo Takami desde las lejanas tierras Norteñas —anuncia con una reverencia.
El nombre me suena ligeramente, pero no tengo tiempo de procesarlo antes de que la figura de un hombre alto y rubio entre en la sala. Es atractivo a la vista, mi hermana se sonroja efusivamente nada más verlo darse paso. Su presencia imponente llena el espacio; lleva un traje de caballero, pero es distinto a cualquier otro que haya visto antes: aunque sus manos están cubiertas por guantes metálicos, el resto de su ropa es ligera, casi ágil. Me pregunto cómo se supone que un guerrero pueda protegerse de las armas con esa muda tan fresca.
Fuyumi, a mi lado, murmura con un tono de admiración mal disimulado:
—Es demasiado guapo para ser el mejor espadachín de la corte.
La miro de reojo, como al igual que mis hermanos, que parecen lucir sonrisas mucho más brillantes; mientras que el ambiente en la mesa parece haberse tornado más serio con su llegada, mi madre también regala una sonrisa. Parece de nuestra edad, aunque más similar a la de mi hermano Touya.
Keigo avanza hacia nosotros, inclinando la cabeza cortésmente a modo de saludo.
—Vuestra Majestad, príncipes y princesa —dice, su voz suave pero con una firmeza inquebrantable.
No tarda en detenerse junto a mi madre, la reina regente hasta mi coronación (que no es difícil de suponer) y aunque también mira extrañado la silla que antes he apartado, no tarda en inclinarse sobre ella para susurrarle:
—Traigo noticias sobre nuestros enemigos... los Shigaraki —anuncia en un tono grave. Inmediatamente, el ambiente cambia.
El aire parece volverse pesado, y puedo sentir la tensión que se apodera de todos los presentes. No sé quiénes son los Shigaraki, pero por las miradas de mi familia, está claro que representan una amenaza real. Incluso la risa de Touya parece haberse apagado en gran parte; aunque claro, no dejan de hablar entre ellos porque intentan hacerse los desatendidos, a excepción de mí, que echo un buen vistazo a ambos.
Keigo sigue hablando, con un tono mucho más sombrío que antes.
—Se acercan cada vez más a nuestras fronteras, Majestad. Debemos estar preparados para lo peor. —Las palabras de Keigo resuenan como una sentencia, pero antes de que el pánico se instale, una sonrisa traviesa cruza su rostro—. Pero no os preocupéis demasiado, con mi llegada vamos a reforzar la seguridad y me encargaré de doblegar estos dos días restantes los entrenamientos de nuestro futuro rey.
Con eso, sé que se refiere a mí; sus ojos dorados me observan hábilmente y me agazapo sobre la silla, inquieto. ¿Ahora se suponía que debía entrenar? ¿Con la espada de mi cintura? Esta, ahora me pesa incluso más todavía.
Mis ojos se abren de par en par. Mientras pienso en que apenas puedo mantenerme cuerdo con todo lo que está pasando, y ahora me están involucrando en una especie de entrenamiento militar. Finjo una sonrisa mientras el ambiente se relaja un poco, y después de lo que parece una eternidad, terminamos la comida. El caballero rubio estaba conversando con los guardias del pabellón y para mi alivio, la seriedad de los informes de Keigo se disuelve en la mesa, aunque la preocupación sobre esos "Shigaraki" permanece en el fondo de mi mente.
Sé que debo recabar información sobre ellos sin levantar sospechas.
Recogen la mesa, los platos, mis hermanos salen escopetados a esas justas mencionadas antes y Fuyumi, se devuelve hacia su cuarto acompañada de mi madre, enzarzadas además, en alguna conversación relacionada con ese tal Inasa. Pasan de mí por completo, y cuando siento una mano grande sobre mi hombro, no puedo evitar dar un respingo.
Me aparto como un gato asustado y Keigo, el caballero de ligera armadura, me observa con una ceja alzada.
—Príncipe, ¿os encontráis bien?
Su tono desprovisto de inseguridad y su porte recto, me obliga a asentir para fijarme que Tenya, junto a toda la tropa de antes, nos siguen al abandonar el comedor. Momo y Jiro no me siguen esta vez.
Mientras camino junto a él por los pasillos del castillo, noto cómo el frío mármol bajo mis pies contrasta con los cálidos rayos de sol que se filtran a través de las ventanas. Las paredes están adornadas con tapices antiguos que cuentan historias de guerras pasadas, de héroes y leyendas. Mi cabeza da vueltas mientras intento hacerme a la idea de que soy parte de todo esto. ¿De verdad se espera que me convierta en alguien que pelee y lidere un reino?
—Mi príncipe, vuestra madre me ha informado... que habéis estado un poco indispuesto estos últimos días, por lo que si es cierto y no estáis con energías, sería mejor que descansarais —dice, con un tono delicado.
Su cabello rostro y sus cejas enarcadas brillan bajo la iluminación del castillo. Yo, entonces aparto la mirada, confuso por todo lo que está pasando. Acaricio, como un mantra, ese pendiente que tiene la joya escondida y que me ha traído aquí, para relajar mi postura.
—Estoy... —interrumpo mis palabras, recordando cambiar mi manera de hablar—. Me encuentro bien, Sir Keigo, no os preocupéis.
Finalmente, llegamos a la sala que se dispone para entrenar.
Es un espacio enorme, con techos altos y vigas de madera que cruzan el cielo como si fueran raíces que sostienen el edificio entero. Las paredes están cubiertas de armas: espadas, lanzas, y escudos de todo tipo. En el centro, un suelo de piedra pulida nos espera. Lo que me sorprende cuándo cruzamos, son ese mar de retratos dibujados de mi familia con este mismo caballero.
En gran parte de ellas, mis hermanos aparecen con espadas de filo metálico y luchan entre ellos; también aparezco en gran parte de ellas, mucho más joven, y me muevo con soltura contra Keigo. Lo que claramente me hace congelarme en seco, porque esto significa que se supone que tengo que tener experiencia en esto y, lo que es peor, que este tipo conoce mi forma de luchar y cómo soy otro Shoto en este universo, a lo mejor me descubre a la primera.
Pienso en rechazar su oferta, aprovechando la carta de antes, pero me toma por sorpresa cuándo con una sonrisa confiada, me lanza una espada cualquiera de todo el arsenal. Afilada, capacitada para cortarme de un tajo. Me sorprende de pronto tomarla con seguridad y además, lo ligera que se siente en mis manos.
—He aprendido trucos nuevos en las montañas del norte, mi príncipe —anuncia el caballero, y de refilón, observo que el resto de mi guardia permanece fuera de la sala, colocados estratégicamente en modo vertical.
A Tenya lo veo desde mi posición y pienso en pedirle ayuda cuando se me acerca Keigo con violencia, pero antes de que pueda darme la oportunidad de replantearme qué hago aquí o de pensar en qué me va a matar, Keigo ya está sobre mí. Se mueve con una rapidez y precisión que me deja sin aliento, pero no puedo evitar sentir una chispa de emoción. Me digo que es como en los comics, o en las películas y por alguna razón, aunque mi corazón lata desbocado, no estoy tan asustado como temía al principio.
Mis pies se deslizan sobre el suelo de piedra, con naturalidad y familiaridad, y por un momento, casi parece que sé lo que estoy haciendo. Como si de alguna manera, los movimientos estuviesen grabados en mi profunda memoria; lo cual, no es cierto, porque en mi otro mundo solo había dado clases de taekwondo con mi padre y poco más. Nada que ver con armas como la que tengo encima, o mostradas en las paredes.
Durante varios minutos, peleamos en una especie de danza. Los golpes de las espadas resuenan en el aire, y aunque al principio estoy completamente a la defensiva, poco a poco empiezo a encontrar mi ritmo. Nos divertimos, o al menos eso parece, hasta que Keigo hace una pausa y me mira con una expresión más seria.
—Os movéis algo diferente, príncipe... ¿Habéis practicado posturas nuevas en mi ausencia? —pregunta el otro, y siento que desfallezco.
Como puedo, trato de no sobre reaccionar y sonrío ligeramente.
—Podría decirse que sí, Sir Keigo.
Seguimos compartiendo golpes. Le hago una finta y la esquiva ágilmente, golpeando mi arma y girando sobre mi espalda; literalmente, acaba de volar sobre ella y con la respiración agitada, lo observo desde la distancia mientras este, es incapaz de borrar su mueca victoriosa.
Acababa de parecerse a un pájaro.
Entonces, estoy apunto de señalar lo alucinante qué ha sido eso, cuando coloca su espada en su hombro y suspirando y sin perder el paso, Keigo dice: —Entiendo que no hayas querido volver a usar vuestros poderes desde la muerte de vuestro padre. Y conozco de primera mano que fue un golpe duro, para todos en realidad. Pero... ahora estáis a salvo y ya no debéis conteneros.
Me quedó sin aliento.
—¿Qué?
No parece darse cuenta de mi golpe de realidad.
—Vuestro hermano Touya, me ha enseñado incontables veces su propio crecimiento de llamas, pero en verdad, mi príncipe, me gustaría... —Ya no lo escucho, soy incapaz de verlo y me pierdo en la forma de sus labios, que no dejan de parlotear.
De repente, siento un temblor en mis manos. ¿Poderes? ¿En este mundo tengo poderes? Mi mente da vueltas mientras trato de asimilar lo que me está diciendo. Mi padre... está muerto. En este lugar, mi padre, el hombre que me había atormentado toda mi vida, ya no existe. Estoy... libre. La emoción casi me abruma, y tengo que contenerme para que Keigo no note mi reacción.
Pero, también resulta doloroso.
Mis ojos, abrumados de recibir tanta información de golpe, se fijan en un retrato situado al fondo de la sala: toda mi familia está allí. Pero eso no es lo peor; allí soy más joven, y mi madre me carga en brazos, rodeado de todos mis hermanos, mientras mi padre, sonriente, acaricia mi cabeza. La sonrisa de oreja a oreja que muestro me atormenta y siento que un desagradable calor se apodera de las palmas de mis manos, hasta recorrerme de pies a cabeza.
Otro latigazo en mi cabeza. Recuerdo los golpes, las maldiciones, sus insultos, la forma en la que casi logra asesinarme... Y me río con sorna. Siento que los ojos se me inundan de lágrimas mientras dejo caer la espada y las rodillas me fallan.
La sensación de que ese hombre haya sido un buen hombre de familia en esta realidad, me destruye internamente.
—¿Qué demonios pasa aquí? —Eso es lo único que puedo decir, antes de ver cómo Keigo se lanza contra mí, preocupado por mi bienestar.
Pero no puedo apartar los ojos de su maldita sonrisa, feliz, que en mi cabeza se tuerce con violencia. Como esas manos grandes que me tocan con delicadeza en el retrato dibujado, pero que yo todavía siento sobre mi cuello, ahorcándome, aferrándose a mí con odio. No puedo evitarlo.
Vomito lo poco y nada que tenía en el estómago.
⚔️🛡️... ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por su apoyo, por leer y dejarme ver su apoyo.
uyyyy nueva actuuu y como amamooos, ya empezamos con los problemas, omggg. esa máscara no va a durar mucho, shotoooo.
nos veremos pronto con las próximas actualizaciones, los quiere, su wondergirl.
⚔️🛡️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro