—¿Los oyes?— pregunté hacia el orangután, mientras lo tenía frente a mi, sosteniendo sus manos. Él sonrió —Están gritando tu nombre.
Lo ví cerrar los ojos, los gritos eufóricos de las personas se podían oír incluso del otro lado del mundo, esto era su sueño, lo que él quería para toda su vida. Aproveché ese pequeño tiempo que se quedó con los ojos cerrados, para escanearlo y pensar en todo lo que vivimos para llegar hasta aquí.
¿Qué hubiera pasado si no me pedía ayuda a mi?.
¿Hubiéramos peleado tanto o seguiríamos haciendo como si el otro no existiera?.
Nuestros mundos no hubieran chocado, no caminaríamos hacia el mismo lugar, el mirador no tendría sentido, las constelaciones no se formarían en el cielo, la luna no brillaría de la misma forma y yo, seguiría encerrada en mi mente, creyendo que amar era algo que solo lástima, que sentir te hacía débil, que era estúpido querer cambiar por alguien, claro, cuando esa persona lo vale.
Jungkook logró sacar a aquella niña escondida en la oscuridad, quien tenía miedo de volver a poner en riesgo su corazón queriendo a alguien, porque pensaba que al final, cuando esa persona a la que te aferras se va, tú te quedas vacío y sin nada.
Él combatió a mis miedos.
Sus ojos se abrieron de nuevo, la comisura de sus labios se estiraron mostrando su sonrisa brillante, tan brillante como sus ojos en la oscuridad, ahí estaba la galaxia, la cual era mía, porque solo aparecía cuando él me miraba a mi.
—Me encanta que estés aquí— posó una mano en mi mejilla, la acaricio con la yema de su pulgar —Porque sin tí este sueño no tiene sentido.
—No digas tonterías— musité.
—No lo son. Si tú y tu terquedad no hubieran ido por mi a Santa Mónica, ahora no estaría jugando mi último campeonato escolar— ladeó su cabeza, sus ojos destellando ternura —Si tú no te hubieras metido en mi camino aquella mañana que llegué tarde, hoy mis sonrisas no tendrían sentido, serían vacías, falsas.
—¡Ya!— me quejé. Estaba siendo demasiado cursi y me ponía nerviosa.
—Ratita tímida— bufoneó y puse mis ojos en blanco.
Faltaban solo minutos para que el último campeonato del año empezará. Él próximo año nos graduaríamos, luego iríamos a la universidad, para suerte mía, encontré un buen instituto que tiene entre todas las materias, literatura, así que no me iré a otro lugar, igual pasó con Jungkook, optó por estudiar fotografía y a parte de eso, consiguió pasar las pruebas para un equipo de aquí, ya no se podía hacer nada con el de Estados Unidos, él dejó pasar mucho tiempo y jamás les dió una respuesta, pero aún así cumpliría su sueño de ser un futbolista profesional.
Sus padres, bueno, no se podía tenerlo todo. Ambos le dieron la espalda, le dijeron que si iba a seguir con eso del futbol, que se olvidara de ellos, de que tenía familia, eso lo destruyó por completo al orangután, pero supo cómo levantarse de nuevo, era solo un golpe de los muchos que habrían en el camino, pero no significaba un motivo para decaer.
Sunye me perdonó, cuando lo vió de vuelta en Seúl conmigo, entendió que no nos íbamos a separar y terminó pidiéndome disculpas muy apenada, yo no le guardaba rencor, porque entendía sus motivos. Ella también se mudo a mi casa, no se quería quedar con sus padres, mi casa es mucho más alegre desde que ellos están ahí y mis padres no dudaron en abrirles las puertas.
El abuelo Jeon también le hizo lo mismo que sus padres a Jungkook, aquel día que fui a buscarlo, hace tan solo un mes atrás, el viejo le dijo una sarta de cosas, entre todas, que no sería nadie, que iba a ser un perdedor para toda la vida. Jungkook solo lo ignoró, al igual que lo hizo con las palabras de sus padres.
Ellos no sabían nada, viven con el odio instalado en sus corazones, por eso son incapaces de entenderlo, pero el orangután no los necesitaba, iba a llegar muy lejos, su camino sería brillante y yo caminaría con él, sin soltarle la mano, cada caída, yo estaría ahí para ayudarlo a levantarse.
Ya no estás solo, orangután.
—Jungkook— lo llamó quien un día fue su mejor amigo. Jungwoo se había acercado a nosotros, hace tanto que él y Jungkook ya no se hablaban.
—¿Qué quieres?— preguntó siendo frío.
—Pedirte perdón— expresó arrepentido —Me comporté como un idiota, principalmente contigo, Lena. Es a ambos a quiénes les debo una disculpa.
—Yo no te guardo rencor, Jungwoo— aclaré siendo sincera —Lo pasado, es pasado y ahí se quedará— él asintió algo aliviado. Su mirada fue a Jungkook, este estaba serio.
—Si Lena no te guarda rencor, entonces yo tampoco. Pero eso no significa que volveremos a ser los mismos de antes— explicó severo.
—Lo entiendo— admitió soltando un largo suspiró —Algún quizás todo pase.
—Quizás— el orangután se encogió de hombros. Jungwoo se fue dejándonos solos nuevamente. Jungkook miró la cancha, los jugadores ya estaban tomando sus posiciones —Llegó la hora.
—Ve y gana, orangután— alenté —Eres el mejor— me puse de puntitas para alcanzar su mejilla —Te amo.
—Te amo— besó mi frente —Espero que grites todos mis goles, porque cada uno será para ti, por nosotros.
—Gritaré tan fuerte, que hasta los de la NASA me van a oír— aseguré.
Dejé que se fuera y yo fui a las gradas para tomar mi lugar en la primera fila, quería que él me viera y yo poder darle aliento desde más cerca. Está noche me acompañaban mis padres, Jimin, Hoshi, Irene y Sunye, todos para alentar al orangután, bueno, menos Irene que vino a gritar por su novio, Junhui, si, esos dos por fin están juntos.
Me sentía tan feliz por ella, por fin encontró a alguien que la quiere, que la cuida, por quien no necesita aparentar ser superficial, él ama cada parte de ella, cada cosa que representa. Y ya le había advertido que no se le ocurriera lastimarla porque sabría lo que es Lena Park furiosa.
En el medio de la cancha se encontraba Jungkook, el capitán del otro equipo y el árbitro, tenían que elegir una cara de la moneda para ver quien sacaba primero. Recién comenzaba esto y el orangután ya había ganado algo, el equipo de nuestra escuela sacaba. Antes de que el árbitro pitara el silbato, Jungkook me hizo una seña, con su puño golpeó su pecho y apunto hacia mi, entonces el juego comenzó.
Las personas no tardaron en volverse locos, gritaban, insultaban, apoyaban y ahí estaba yo entre ellos, siendo una más, jamás en la vida me había importado tanto un partido de la escuela, pero ahora que uno de esos simios me enamoró, no puedo evitar ser parte, aún sin entender como son las reglas del juego, yo solo insultaba cuando ellos lo hacían o cuando festejaban un gol.
Mira las cosas que hago por ti, orangután.
—Sabes, siempre creí que te quedarías hasta vieja con papá y mamá— lo oí decir a mi hermano junto a mi. Levanté una ceja y él río —Me da gusto que Jungkook haya cambiado eso— confesó —Desde que el abuelo murió, jamás te ví volver a sonreír como solo él podía lograrlo. Y ahora me siento feliz de ver que has vuelto a vivir.
—Ese tonto orangután me transformo— murmuré viendo hacia la cancha donde él se encontraba peleando por tener el dominio de la pelota —Me siento bien, Jimin. Ahora el dolor ya no está instalado dentro mío.
—Lo se— suspiró y lo ví curvar los labios. Antes de que volviera a hablar, todos nos quejamos porque un idiota del equipo contrario cometió una falta contra Jungkook.
—¡Animal, como se te ocurre patearlo así, no es la jodida pelota!— grité furiosa. Mis acompañantes no podían evitar reír —¡Ven aquí y te pateare el trasero como tú le pateaste la pierna a él, veamos si te gusta el dolor!.
—¡Lena!— chilló Irene, sin parar de reír —Tranquila, así es el juego.
El árbitro le dió tarjeta amarilla al idiota que pateó a mi orangután, aunque para mí debió ser tarjeta roja, pero claro, como yo no soy el árbitro, no opino. Vi a Jungkook ser levantado por Junhui y Yoongi, este me miró con una sonrisa divertida, al idiota le gustaba verme enojada.
—¿Ibas a decirme algo?— volví con Jimin.
—El amor te está afectando— mofó —Pero si, iba a decir que al principio desconfiaba de Jungkook, pensé que al ser un chico popular, solo te iba a utilizar para su diversión. Pero me gusta ver que estuve equivocado— puso una de sus manos sobre la mía —Les deseo que sean muy felices.
—Gracias, pitufo— sonreí.
Y luego de varias horas, el partido había finalizado, el marcador había quedado en cinco para el equipo de Jungkook, con tres goles de él, que me dedicó, uno de Jungwoo y el último de Junhui, y tres para el equipo contrario.
Salté de la grada para entrar a la cancha e ir a ser la primera en felicitar a mi orangután. Este me recibió con los brazos abiertos, alzandome y dando vueltas riendo, su risa era como la de un pequeño muy feliz. La garganta me dolía por tanto gritar y quejarme, pero valió la pena.
—¡No cabe duda que eres el mejor!— adulé dándole un beso rápido en los labios.
—Gracias a ti— tocó con su índice la punta de mi nariz —Mi ratita de la suerte.
Dejé que todos los demás lo saludaran, nada amaba más que verlo tan entusiasmado, nos quedaba tantos partidos por compartir, mucho momentos que sin duda serán inolvidables. Entre todas las personas, Tiffany se hizo presente frente a mi, había tenido unos buenos días sin aguantar sus tonterías.
—¿Qué quieres?— indagué tajante.
—Felicitarte— fruncí el ceño —Te quedaste con el premio mayor. Me ganaste.
—Te equivocas, Tiffany— reí y miré a Jungkook tomándose fotos con algunas personas —Él es mucho más que un trofeo, yo jamás te lo quité, porque nunca lo tuviste. Tú jugabas a que él era tuyo, pero Jungkook jamás participó, tú te pusiste en un lugar donde simplemente no encajabas. Tus deseos hoy son mi realidad.
Se fue sin decir nada más, se que solo venía a arruinar mi momento feliz, pero no lo lograría, ni ella, ni nadie, ya pasamos por muchas amarguras, era momento de quitar las sombras y dejar que el sol brillara. Vi como el orangután se escabullia entre las personas para llegar hasta mi.
—Vamos— me tomó de la mano y me arrastró con él.
—Orangután, debes estar para la entrega de las medallas y el trofeo— le recordé tratando de detener su rápido andar.
—Eso no me importa ahora, los chicos guardarán mi medalla y luego me la darán— se detuvo cuando ya no estábamos en la cancha —Y sobre el trofeo, no lo necesito. Ya tengo a mi mayor premio frente a mi.
Bajé mi mirada porque la suya era penetrante y me hacía temblar. Luego de soltar una risita tonta, siguió caminando, pero está vez yo ya no ejercía resistencia. Estábamos andando por los pasillos de la escuela en medio de la oscuridad, aunque, la luna nos daba un poco de luz con su brillo.
No entendí que era lo que quería y cuando ingresamos a la biblioteca, mi confusión creció a un más, podíamos meternos en problemas si alguien nos encontraba aquí, aunque no era culpa nuestra de que no la cerrarán de noche.
—¿Qué hacemos aquí, Jungkook?— pregunté curiosa. Él me sonrió y me hizo un ademán con la cabeza para que lo siguiera.
Caminamos solo un poco más, hasta que llegamos a la mesa del fondo, mi lugar, dónde yo me sentaba siempre porque era el mejor sitio, porque era tranquilo para leer, los sonidos molestos que provocaban los estudiantes, eran inaudibles desde aquí. Sonreí al recordar cuando Jungkook entró aquí por primera vez, solo por buscarme a mi.
—Aquí comenzó todo— pasó una mano por la madera marrón de la mesa. Sus labios se estiraron sin separarse —Aquí nació ese trato que nos cambió la vida.
—Recuerdo que me dijiste que yo era tú salvación— reí.
—Y yo recuerdo que me llamaste lacra repugnante— tapé mi boca con una de mis manos, quería reírme hasta que me doliera la panza. Él levanto una ceja —Ah y hablando de recuerdos— sonrió malévolo —Tú dijiste que yo sería el último hombre a quien te gustaría tocar— se cruzó de brazos.
—Y yo recuerdo que tú me dijiste que no me confundiera porque me suplicabas por ayuda— contraataqué, sonreí como toda una triunfadora.
—Y al final....— arrastró las palabras. Se acercó a mi, me tomó de los muslos y me sentó sobre la mesa, quedando en medio de mis piernas —ambos terminamos haciendo todo lo contrario de lo que decíamos.
—Quedamos como tontos— reímos.
Besé sus labios con calma, dejando que ellos marcarán el ritmo al que querían ir. Podían pasar años, décadas y yo no me cansaría de besarlo, de decirle que lo amo, Jungkook antes era la persona más insignificante en mi vida y ahora, es por quien le encuentro el sentido a amar.
—Ay ratita— suspiró pegando nuestras frentes —Ganaste, lo lograste tal cual me lo habías jurado. Soy tuyo.
—Y aunque luchaste, caiste a los pies de la nerd— le di un guiño y sonrió.
—Quiero una vida a tu lado— susurró cerrando los ojos —Me siento único al ver como me animas, quiero sentirme así para siempre y si nos tenemos que perder, lo haremos, pero juntos— besó mi frente, descendió a la punta de mi nariz y finalizó en mis labios. Dándome uno cálido, lleno de sentimientos —Confía en que seremos lo que la vida nos debía.
—¿Hasta cuándo?.
—No creo que exista límite alguno, pero si es así, quiero que sea para toda la vida.
Nosotros siempre seremos el claro ejemplo de que un día puedes odiar con toda tu alma a una persona, pero al otro, estarás queriendo nunca separarte de ella.
FIN
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
El orangután tomó el mundo de la ratita, está quiso enfrentarlo, estaba molesta porque lo estaba revolviendo todo, pero cuando vio su rostro, lo tonto que se veía, pero al mismo tiempo feliz, su corazón no pudo y simplemente lo dejó seguir. Ella no le reprochó nada, él siguió haciendo temblar su mundo y ella decidió temblar con él.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Eternitely
11/01/22
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro