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Las manos de Jungkook se paseaban por cada rincón de mí cuerpo, a pesar de estar dentro del auto, no le fue imposible desnudarme, me sorprendía las cosas que este chico era capaz de hacer.

Solo me quedaban las bragas y a él solo su pantalón y boxer. Sus labios estaban pegados a la piel de mí cuello, la maltrataba de una forma increíble, estoy cien por ciento segura que va a dejar marcas, pero estaba tan ocupada gozándolo que eso poco me importaba.

Envolví mis brazos a su cuello y me aferré a él con desesperación. Su bulto dentro de sus pantalones no dejaba de hacer fricción con mí feminidad cada que me retorcía por sus acciones. Bien dicen que cada acción tiene su reacción. Saqué su rostro de mí cuello, necesitaba sus labios, eran malditamente adictivos.

—Me encantas, ratita— murmuró tirando de mí labio inferior —Quisiera hacerte mía cada minuto.

—Orangután pervertido— él río ante eso.

Mis gemidos altos no tardaron en aparecer cuando sus venosas manos tomaron mis senos, mis pezones estaban totalmente erectos y duros, amaba ese poder que él tenía sobre mí. No tardó en meter uno dentro su boca, su lengua caliente le dió lamidas a ambos, mí excitación aumentaba, mí cuerpo comenzó a moverse por si solo, comencé a provocar más fricción entre nuestros sexos, él comenzó a gruñir succionando fuerte mis pechos.

—Joder— jadeé y me aferré fuerte al asiento.

Un frenesí brutal animaba nuestros cuerpos. Su boca soltó mí seno, haciendo un sonido de «plop» al final, estos habían quedado casi morados por las fuertes succiones, le recrimine con la mirada, pero él solo sonreía gustoso. La lujuria insaciable danzando en sus orbes oscuras.

—Mhm...estás muy húmeda— mencionó mirándome a los ojos, mientras tocaba mí intimidad.

—Todo por tu jodida culpa— reproché y sonrió de lado.

Sentí como uno de sus delgados dedos se movía en medio de mis pliegues, mordí mí labio inferior, quería sentirlo dentro mío, lo necesitaba para sentirme completa y plena. Apreté su nuca para devorar sus labios de una manera eufórica.

Sus dedos comenzaron a estimular mí clítoris, apreté más fuerte mí mano en su nuca, estaba ahogando gemidos. Para mí cuerpo eso eran demasiadas sensaciones juntas, en cualquier momento colapsaría.

Estaba a nada de estallar en mil pedazos, pero él se detuvo en el momento justo, solté sus labios para mirarlo confundida, me había dejado inquieta, me molestaba el cosquilleo en mí vagina. Bajé la vista a su pantalón, su miembro ya estaba fuera de este, la glande se veía rosada y muy hinchada, me sentía sucia por desear tanto que se enfundara dentro mío.

Lo masturbó un poco para después poner sus manos en mis nalgas y hacerme descender sobre este. Su pene duro y rígido me enloquece, siento como busca refugio con desesperación dentro de mí. Se entierra hasta al fondo y yo jadeó cuando comienza a mecer mis caderas.

¡Oh, dios, esto es increíble!.

—¿Te gusta?— asiento, pero él quería oír salir la afirmación de mis labios. Paró hasta que hable.

—Si— mí rostro se escondió en su cuello.

—¿Quieres que siga?— su voz gruesa enviaba corrientes eléctricas por todo mí cuerpo.

Deseosa de más, comencé a moverme por cuenta propia, levanté la vista para verlo, sonreía, sus ojos brillaban y yo me arquee de placer al sentir como aprieta mí trasero. Su cuerpo, su mirada y su virilidad, eran capaces de hacerme tener cien orgasmos uno tras otro.

Me movía con el ímpetu de un animal salvaje, subiendo y bajando con la ayuda de Jungkook, que con gusto prestaba sus manos para impulsar mis caderas. Mis labios se unieron a los suyos, nuestros alientos se encontraron, mezclándose con más y más fuerza.

—Oh, por dios, Jungkook— gemí cuando comenzó con una serie de embestidas rápidas.

—No sabes cuánto amo que gimas mí nombre— gruñó apretándome más —Te amo, joder, te amo como un idiota.

Nuestra pasión continuó ininterrumpida, mis gemidos dieron paso a intensos temblores de placer, los gruñidos de Jungkook se convirtieron en rugidos de león, y cuando nuestros cuerpos al fin alcanzaron el clímax, caí derrotada sobre él, apenas era capaz de moverme. Sudorosos y jadeantes, permanecimos abrazados, besándonos con las pocas energías que nos restaban mientras ambos recuperabamos el control de nuestros cuerpos.

Los latidos de su corazón eran relajantes, de todas la veces que tuvimos relaciones, está fue la mejor, como él había dicho al principio, me hizo el amor como si fuera la última vez. Sus dedos dibujaban líneas imaginarias en mí espalda, generaban escalofríos en mí.

—Ratita— habló con la voz baja y tranquila.

—Dime.

—Me quiero quedar contigo para siempre— levanté mí rostro y lo mire a los ojos, estaban algo cristalizados. Sentí que mí corazón se arrugó cuando lo vi así, parecía que quería llorar.

—¿Por qué dices eso?— acaricié su rostro, él cerro los ojos disfrutando de mis caricias —Algo te pasa y me duele que no me lo cuentes. ¿Acaso no confías en mí?.

—Tengo miedo a perderte.

—Me perderás si no me cuentas— aclaré tratando de no ser dura —Orangután, somos una pareja, cualquier cosa podemos solucionarlo juntos.

—Esto no tiene solución— masculló cabizbajo. Levanté su rostro para que pudiera verme, dejé un pequeño beso en la comisura de sus labios.

—Confía mí— repetí. Él tomó una bocanada de aire y luego lo soltó todo.

—Me iré a Santa Mónica, no por gusto, sino porque mis padres son unos monstruos sin corazón— expuso, dejándome sin palabras —Mañana por la mañana me iré.

—¿¡Qué!?— grité incrédula —¿Cómo que te vas mañana?.

—Lena...— trató de hablar, pero no lo dejé.

A la mierda la paciencia, puedo tener tolerancia, pero esto me sobrepasó, si me lo hubiera contado antes mí reacción hubiera sido otra. Se que no se irá porque quiere, pero ¡se irá sin dar pelea!, pudimos cambiar la desición de sus padres, pero ¡no!, a él se le ocurrió callar.

—Lena, por favor escúchame— suplicó.

Yo seguía ignorandolo mientras me colocaba mí ropa, me sentía traicionada, peor aún, el dolor por su partida ya comenzaba a hacerse presente, por esto no quería sentir nada por nadie, al final siempre alguien sale lastimado por una o otra razón.

Aferrarme a Jungkook no fue una buena idea, me jodi a mí misma, a mí estabilidad emocional, iba a terminar igual que esas chicas depresivas que lloran cuando su pareja las deja y ¡no quiero eso!. Joder, yo siempre he sido fuerte, cuando mí abuelo murió juré jamás transitar de nuevo el túnel de la desolación, había logrado pegar de nuevo todas las partes rotas de mí corazón, ¿para qué?, ahora mismo siento como los pedazos se van cayendo de nuevo uno por uno.

—¡Lena las cosas no se arreglan huyendo!— vociferó cuando me bajé del auto. Él solo tenía los pantalones puestos.

—¿Y ahora quieres hablar?— me di la vuelta para encararlo —Tuviste mucho tiempo para hacerlo, pero no, preferiste callar. Al parecer si quieres irte.

—No digas estupideces— espetó molesto —Si no te lo dije es porque sabía que reaccionarias así.

—Te equivocas— objete sintiendo mí garganta ardiendo. Las lágrimas querían salir, pero no las dejaría, hace años que no lloro —Mi reacción hubiera sido otra, hubiéramos arreglado esto juntos. Pero no puedes pedirme ahora que entienda nada, te guardaste ese secreto y quién sabe cuántos más— increpé con dureza —Que de hecho, ahora que lo pienso, estoy segura que me mentiste también con lo de la prueba. No te rechazaron— aseguré decepcionada. Él solo bajó la cabeza.

Joder.

—Yo me largo— murmuré con los brazos cruzados.

—No, yo te traje, por lo tanto yo te llevaré— sentenció deteniendome.

No quise seguir peleando, no tenía ánimos, ni cabeza, es raro, pues discutir con el orangután es una de mis cosas favoritas, pero en estos momentos mí estabilidad emocional pende de un fino hilo. Me subí al auto sin rezongar. El camino hacia casa fue silencioso, ninguno de los dos volvió a tocar el tema, aunque él de vez en cuando me miraba esperando que bajara la guardia, pero es que mí orgullo no me lo permitía.

Estábamos mejor antes, jamás debimos cruzar la línea y yo nunca debí jugar con fuego, si hubiéramos evitado eso, ahora yo no estaría a punto de llorar, o mí alma no se estaría quemando. Todo era más fácil en el pasado, cuando peleábamos, cuando mí mundo no era sacudido por él.

Todo por apagar mí mente y dejar que mí corazón tomara las riendas. ¡Estúpido órgano insignificante!, tu único trabajo es latir para mantenerme con vida y no para estar sintiendo cosas por las personas.

Ahora mismo me reprocho no haber oído a Irene, ella me lo dijo mil veces que este juego era peligroso, que debía terminar con él porque alguien saldría herido y ella tenía miedo de que fuera yo, y miren, se cumplió, aunque en realidad, somos ambos los que estamos lastimados.

Yo sabía que nuestros mundos no debían chocarse, yo estaba mejor cuando era una insensible que no sentía afecto por nadie, que le importaba poco lo que los demás dijeran. ¿Dónde estas Lena Park?.

Me perdí a mí misma y todo por sentir.

Cuando llegamos a mí casa, no dude ni un segundo en bajarme rápido, no podía seguir adentro de ese pequeño espacio en el cual habíamos compartido un momento lindo. Se que no debería ser dura con él, porque esto también lo afecta, pero es que el dolor que llevo dentro me está impidiendo hasta respirar.

—Lena— me llamó. Me detuve a mitad de camino, justo a unos centímetros de la puerta. No me di la vuelta, porque se que correré a sus brazos y eso dolería más —Si me quieres, si esto que vivimos vale algo para ti, mañana irás al aeropuerto para despedirte de mí.

Mis ojos se aguaron y continúe con mí camino, al entrar en casa, me dejé caer por la puerta, soltando todo el aire que tenía retenido desde que salimos del mirador. Las lágrimas solo comenzaron a salir mojando mis mejillas, quería detenerlas, pero no podía.

Duele demasiado pensar en que ya no lo volveré a ver, en que ya no podré llevarle la contraria, en que lo tendré a millones de kilómetros, cuando estar un segundo lejos es una maldita tortura.

—¿Por qué orangután?— susurré para mí misma —¿Por qué tuviste que hacer temblar mí mundo? ¿Por qué simplemente no me ignoraste como todos?.

Y ahí me quedé, sentada, dejando que el llanto limpiará un poco el dolor.

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Buenas noches :)

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Eternitely

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