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Había llegado a la escuela después de haber perdido mi tiempo con esa señora tan irritable, sus horribles palabras se repetían una y otra vez en mi mente, todavía no entendía como ella podía ser quien trajo a este mundo al orangután y a Sunye, porque en definitiva parecen no ser familia.

Deambulaba por los pasillos en dirección a la cafetería, todos ahora estaban allá por el receso que enseguida terminaría, por lo menos quiero comprar un sándwich porque no fue una muy buena idea salir de mi casa sin desayunar, además de que no lleve dinero para comprar algo en aquella cafetería de la reunión.

Seguía caminando mientras pateaba piedras imaginarias en el suelo, fue hasta que unos brazos fuertes me rodearon tomándome por sorpresa y me despegaron del suelo. Ese olor lo podía reconocer entre miles.

—¡Orangután!— me queje mientras que él solo se reía —Bájame ahora mismo o juro que te pateare el trasero.

No dejaba de reír, pero aún así me obedeció, una vez que mis pies tocaron el suelo nuevamente, me giré hacia él para darle unos buenos golpes, pero claro, este chico todo lo tiene duro y mis manos solo lograban hacerle cosquillas.

—¡Idiota, insoportable, irritable, te odio!— cada una de mis palabras solo lo hacía reír más y mis gritos de loca llamaban la atención de los que venían de la cafetería. Jungkook aprovechó el momento en que baje la guardia y me apretó contra su cuerpo para no dejar que me moviera.

—Hola ratita— saluda sonriente, mientras que yo quería asesinarlo.

—¿Acaso no te llega el agua al tanque?— otra vez su risa tonta.

—Me encanta todo lo que dices.

—¿Y desde cuándo? Según tengo entendido siempre te doy dolores de cabeza.

—Alguien amaneció de mal humor— bromea.

Si supieras que es por culpa de tu madre.

Obviamente no pienso decírselo, no quiero crear un conflicto entre madre e hijo, creo que ya bastante tienen ambos con esto de la decisión de qué será Jungkook cuando se gradué de la secundaria.

—¿Por qué no llegaste a la primera clase?— ladeó un poco su cabeza y llevó un mechón de mi cabello hacia atrás de mi oreja.

—Tuve cosas que hacer— me encogí de hombros tratando de que creyera lo que le decía.

—Ratita importante— volteo los ojos, siempre tiene que salir con uno de esos apodos tontos —Te traje algo.

—¿A mí?— hundo el entrecejo.

—No, al conserje— responde con sarcasmo y golpeo su pecho —Tus manitas me dan ternura, son pequeñas— toma una de mis manos y la mide con la de él —Pero saben tocar de maravilla algo que tengo dentro de mis pantalones.

—Y tenías que cagarla— quito mi mano de la suya y me doy media vuelta.

Lo oigo caminar detrás de mi riendo como el idiota que es, pero por alguna razón su risa me daba cosquillas en el estómago y me daba ganas de reír a mi también

—Ratita— canta, pero sigo mi camino ignorandolo —¿No quieres tu regalo?.

—Solo quiero que estés a mil kilómetros de mi, gracias— aclaré.

Deje de oír sus pasos e incluso su molesta voz, al darme la vuelta ya no estaba detrás mío. ¿A dónde fue?. Mi estómago crujía, solo quería comer, pero mi mente quería descifrar a dónde se había ido el tonto ese.

Ahora resulta que también me importa lo que haga. En serio lo detesto.

Camine por el pasillo que doblaba y lo seguí hasta encontrar algún rastro del orangután descerebrado y molestó que se dedica a joder todos mis días.

¿Los jode o los mejora?. Cuestiona mi subconsciente.

Okey, admito que a veces hace cosas buenas que me dan alegría, pero tampoco le voy a dar un premio por eso.

Sigo y sigo caminando hasta llegar al salón de Física, justo era la segunda clase que tenía. Al entrar doy por terminada mi búsqueda, he encontrado al orangután macho mas detestable que pueda existir sobre está tierra. Un ejemplar inigualable que un día de estos voy a extinguir.

—¿Te divertiste jugando a las escondidas?— pregunté con ironía.

—Yo siempre te persigo a ti, ya es hora que tú me persigas— se encogió de hombros.

—Ja, ya quisieras— entré y deje mi mochila en mi asiento —¿Qué me trajiste?.

—Si me das un beso te lo doy.

—No te quieras pasar de listo— le doy un golpe leve detrás de la cabeza y me siento en sus piernas.

¿Desde cuándo me tomo estos atrevimientos?.

—Ya dame lo que sea que hayas traído.

Besa rápidamente mis labios y levanta su mochila que estaba tirada en el piso. Busca algo en ella y luego saca algo negro que parecía ser un buzo, cosa que me entrega y yo no entiendo nada.

—¿Por qué me das esto?— lo despliego porque estaba doblado.

Era efectivamente lo que dije antes, un buzo pero que no era comprado, le pertenecía a él y de hecho tenía su aroma impregnado. Era negro, muy grande y adelante tenía el dibujo de un astronauta con los diferentes planetas a su alrededor. Estaba hermoso.

—¿Creíste que cuando ibas a mí casa no me di cuenta de cómo mirabas ese buzo que siempre estaba tirado por algún lado en mí habitación?— farfulló levantando una ceja.

—¿Te diste cuenta?— musité.

—Siempre estaba pendiente a todos tus movimientos— sonríe.

—¿Pero por qué me lo das?.

—Porque quiero que tengas algo mío y pensé en dártelo porque se que en ti quedará increíble.

No pude evitar sonreír eufórica, si algo amo en esta vida es la ropa grande, que se vayan a la mierda todas esas personas que dicen que son horribles, nadie me puede negar que no es cómodo llevar algo gigante que te tape todo el cuerpo y te haga sentir cómoda. No pude controlar mí emoción de niña pequeña que abre su regalo en navidad y abracé con todas mis fuerzas al tonto orangután que había mejorado mí día.

—¿Te caigo mejor?— inquirió escondiendo su cara en mí cuello.

—Solo un poco, no te hagas ilusiones.

—Me conformó con eso.

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Eternitely



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