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Extra 3

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|🎃 Halloween 🎃|

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—Sigo creyendo que esto es una locura, Irene— protesto una vez más. Mi amiga solo me pone los ojos en blanco.

El padrino de Irene le prestó su club nocturno Fire para hacer una fiesta de Halloween, no tenía nada en contra de eso, mi problema era la descabellada idea que se le ocurrió a ella y Sunye.

—¿En serio la vas apoyar?— miro a mi cuñada sentada frente al tocador preparando su deslumbrante maquillaje.

—Ya estoy grande, Lena— replica sin importancia.

—Ya quiero ver la cara de tu hermano cuando te vea, seguramente se nos muere— se burla Irene.

—Pensándolo bien, creo que deberías ponerte más labial rojo— sugiero.

De toda esta locura sacaría algo bueno, ver morir de un ataque al orangután, es que ya quería ver su cara cuando vea a su hermana encima de la tarima dando un show de pole dance.

Si, esa era la grandiosa idea que se le ocurrió a Irene y que obviamente Sunye no tardó en apoyar. Ella quiere hacer de esta noche algo legendario, que nadie pueda olvidar y que el lunes en la universidad sea tema de conversación entre todos.

No le veía nada malo, hasta que me metieron en el rollo a mí. Las locas querían que yo baile en el tubo con ellas y claramente me negué un millón de veces, pero heme aquí.

—Deja de quejarte, Lena— dice Irene, mientras me mira por el espejo donde se arregla la peluca peliroja que se estaba poniendo —Esto será increíble, y no dudes en que Jungkook amara verte bailar para él.

—No me parece nada malo calentarle las hormonas al orangután, pero ahí afuera estarán todos nuestros compañeros de la universidad, ¡incluído mi hermano! Me voy a morir de la vergüenza.

—Lena, para eso son las pelucas y los antifaces, para que nadie nos reconozca y por eso te sacamos las gafas y te pusimos los lentes de contacto— puntualizó Sunye —Si mi hermano te reconoce, será un milagro.

Esto puede terminar bien o muy mal.

—Bien, es la hora— anuncia Irene.

Suspiro frustrada y a regañadientes me levanto soltando la bata de seda que cubría la lencería que llevaba debajo. Consistía en un body rojo vino, con medias de red negras y unos malditos tacones que quería sacarme y lanzarlos a la cabeza de Irene.

Lastimosamente no puedo hacerlo.

Salimos del camerino donde nos estábamos produciendo, me sentía extraña con poca ropa, y más sabiendo que iba a exponer mi cuerpo ante muchos hombres, no solo el orangután. Aunque admito que me genera gozo pensar en lo celoso que se pondrá.

El animador pide a todos que se preparen para el show sorpresa de la noche, las luces bajan y se vuelven de color rojo, lo cual enciende los gritos de las personas. Unholy de Sam Smith y Kim Petras comienza a sonar por todo el lugar.

Esa canción desde que salió la ha vuelto loca a Irene, a tal punto de que no para de cantarla y hasta la puso como su tono de llamada. Estoy segura de que pensó en hacer algo como esto desde que se estrenó.

Hacemos aparición en la tarima, los silbidos no se hicieron esperar, además de los gritos locos de más de uno. La canción en verdad era caliente y su melodía pegaba muy bien con el baile que Sunye e Irene prepararon.

Yo me sentía como un oso rascándose contra un árbol, no sé cómo hacer algo así, no me sale ser sensual.

Fijo mis ojos en el costado derecho del club, el orangután está mirándome solo a mí, no podía ver su expresión, pero el saber que toda su atención la tengo yo, me impulso a mover más las caderas.

Irene fue la primera en bajar, fue directo a Junhui para bailarle solo a él, mis impulsos fueron más fuertes que yo y terminé haciendo lo mismo. Pasé por entre todas las mesas, ignorando las palabras sucias de muchos idiotas.

Para mi buena suerte, el orangután estaba solo.

Te tengo, orangután.

Solo mío.

Le di la espalda y así mismo me senté sobre su regazo, estoy segura que estaba confundido, pero aún así no hacía nada para alejarme, tal vez estaba sospechando. Moví mi trasero sobre su entrepierna y tiré mi cabeza sobre su hombro, podía sentirlo agitado, con su respiración pegada a mi cuello, inhalando mi aroma.

Sentí sus manos en mi caderas.

Ah no, orangután, yo tengo el dominio.

Me levanté quitando sus manos, pero sin soltarlas, me di la vuelta y me subí a horcajadas sobre él, dejando sus manos al aire, haciéndole imposible el poder tocarme. Metí mi rostro en su cuello, acaricié su piel con mi nariz, tente a sus labios con los míos, quería hacerlo perder la razón.

La música siguió sonando, y las personas gritando cosas a las cuales no les prestaba atención, estaba sumida en la exitación que corría por todo mi cuerpo y se instalaba en mi centro. Generé fricción entre nuestros cuerpos, lo oí gemir y maldecir.

Te tengo.

—Basta— jadeó. Liberó sus manos y me alejó solo un poco —Esto está mal. No sé quién eres y yo...tengo novia.

¿En serio no me reconocía? Eso volvía más divertido todo.

Sonreí y me acerqué a su oído, donde tomé el lóbulo de su oreja con mis dientes. Me sentía poderosa.

—En realidad, me conoces mejor que todos aquí— sentí su cuerpo tensarse —¿Recuerdas que hace años atrás te dije que tuvieras cuidado orangután? Esta rata puede sorprenderte.

—¿Lena?— me reí en su oído, me separé para verlo a los ojos. Estaba enojado, podía sentirlo —¿Qué demonios es esto?

—En mi defensa, no fue mi idea, sino la de tu hermana y Irene, y como siempre me arrastraron— me encogí de hombros.

—¿Osea que mi hermana es la otra?— apretó mi cintura —No puedo creer que te hayas vestido así, dejando que todos estos idiotas te griten cosas.

—No te hagas el duro, orangután— acaricié su mejilla —, yo sé que has disfrutado de esto.

—Sabes bien que no soporto la idea de que otros te miren— siseó.

—Ahí está la cosa— besé sus labios —Ellos solo miran lo que solo tú puedes tocar.

—Voy a castigarte maldita rata— apretó mi trasero sacándome un jadeo —Te lo haré tan fuerte que no te quedarán ganas de volver a hacer algo como esto.

Me propinó una nalgada.

¿Era normal que me guste la forma en la que me amenazaba? Es que ya podía sentir el calor que asfixiaba a mi cuerpo.

Me hizo levantarme y así mismo me llevó detrás suyo, al parecer sabía muy bien hacia donde ir, mientras que yo apenas y veía lo que pisaba. Subimos las escaleras hacia la zona VIP, caminamos por un largo pasillo hasta que llegamos a una puerta que él abrió sin importarle nada.

La puerta daba acceso a un lugar lujoso en la terraza, con un plasma incluído, sofás, mesa de cristal y un bar propio, además de la hermosa vista de toda la ciudad. Claramente el orangután no me hizo venir hasta aquí para disfrutar de esto.

—¿Me puedes explicar por qué aceptaste hacer esto?— lo oí preguntar detrás mío.

—Ya te dije como fueron las cosas, además, ha sido algo muy divertido.

—¿Por qué no me sorprende? Si a ti te encanta llevarme la contraria y burlarte de mí.

Me di la vuelta, abrazando su cuello con mis brazos;—Me encanta volverte loco, orangután.

—Bien— acarició mi espalda y fue bajando lentamente el cierre del body —Porque esto te va a salir muy caro, ratita.

Me besó apasionadamente, mientras me llevaba hacia atrás y me dejaba presionada contra el respaldo del sofá, con sus manos ágiles me quito el body y las medias de red, dejándome así totalmente expuesta y con solo el antifaz intacto.

Volvió a girarme.

—¿Por qué no trajiste disfraz?— pregunté con la mirada en la vista de la ciudad.

Jungkook acariciaba mis glúteos muy suavemente, me daba cosquillas y un poco de ansiedad, lo tenía detrás de mí y el no saber qué hacía me estaba generando desesperación.

—No me interesaba venir disfrazado.

—Claro, para qué un disfraz si de por si eres un orangután.

Me dio una nalgada fuerte, una que sonó por todo el lugar. Eso va a dejar marca, lo sé. Oí el sonido de su cinturón y luego su cremallera abriéndose muy lentamente.

—Me vas a pagar muchas, ratita.

Enterré mis uñas en el sofá cuando lo sentí por completo dentro mío, odio que sea el único que sepa satisfacerme de esa y todas las maneras. Aferró sus manos en mis caderas y comenzó a arremeter con todo, sin parar, con vehemencia.

Podía gemir tan alto como quisiese, nadie me escucharía debido a la música y el griterío de abajo, aquí éramos libres, solo él y yo.

Sus manos subieron por mi abdomen hasta mis senos, bajé la mirada solo para ver como estos cabían perfectos allí, parecían haber sido hechos solo para la medida de sus manos.

Mordió mi hombro mientras chocaba una y otra vez contra mi cuerpo, me enloquecía y el hecho de estarlo haciendo de esta forma, me encantaba a un más.

Mi cuerpo se contrajo y no pude soportar más, el orgasmo arrasó conmigo, dejándome sin fuerzas. Él continuó hasta encontrar su punto máximo.

—La próxima vez que se te ocurra hacer algo como lo de esta noche, procura que sea solo para mí— besó mi mejilla.

—Nunca volveré a hacer algo como esto para nadie— aseguré agitada.

—Decías que nunca ibas a sentir nada por mí y mírate ratita— besó mi espalda hasta subir a mi oreja —, estás aquí, mojada, sudando y queriendo más de mí.

Maldito hijo de...

—Te odio.

Sonrió;—Lo sé ratita, el sentimiento es mutuo.

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