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Extra 1

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|¿Ratita celosa?|

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Odio las fiestas.

Quisiera estar ahora mismo en mi casa, tirada en mi cama viendo alguna película de asesinatos y casos policiales.

Pero aquí estaba, en la fiesta de cumpleaños de Sunye. Solo a ella se le ocurre hacer una fiesta un Martes por la noche. Estaba aquí obligada, Irene me insistió que viniera, pero la verdad es que no tenía ganas de nada, mi cuerpo y mente están agotados. Ir a la universidad, pero a la vez escribir mis libros, se está volviendo algo complicado. Mis tiempos se han reducido más de lo normal.

Por eso no pensaba quedarme mucho tiempo y se lo advertí a Sunye. Mañana tengo que estar temprano en la universidad para entregar un proyecto por el cual no he dormido en una semana entera. Soy muy perfeccionista, no me gusta hacer cosas a medias.

—Esto es una fiesta, no un velorio, Lena— habló Irene, en tono de reproche. Desde que llegué me he sentado en un sofá y no me he movido por nada del mundo —Vamos a bailar.

—No quiero— me crucé de brazos. Parecía una abuelita enojona.

Si así soy ahora, ni me quiero imaginar en un par de años más.

—Pues espero que Jungkook llegue pronto y haga que levantes el culo de ahí— se fue indignada.

Había muy poca luz, pero aún así la ví meterse en la ronda donde Sunye estaba bailando con su enorme grupo de amigos. Eran adolescentes "normales", no como Jayden y los otros que lo rodeaban y que la hicieron caer en las drogas.

Aquel incidente había quedado en el pasado. Sunye lo recordaba, pero como una enseñanza de la cual aprendió que no debe hacer cosas que no quiere, para ser parte de un grupo. Además, su relación con Jungkook mejoro demasiado, ahora se han vuelto unos hermanos inseparables. También tienen a sus padres de vuelta, ellos se disculparon y prometieron nunca más volverse a meter en sus vidas, gustos o preferencias.

Me sentía feliz por eso. Pero aún así, no quisieron volver a vivir con ellos y los entendía, necesitaban su espacio.

Exhalé con frustración, la maldita música retumbaba por todos lados, pero en mi cabeza sonaba como un taladro que me destruía las neuronas. No sé cuánto más pueda resistir.

Las personas seguían y seguían llegando. Esto apestaba cada vez más. Detesto estar atrapada entre tantos humanos.

Y entre esa masa de adolescentes alcoholicos, apareció el orangután. Con su sonrisita arrogante, sus aires de grandeza y su gran talento para dejar a más de una en el suelo. Porque si, todas las adolescentes hormonales que estaban ahí, echaban baba cuando lo veían pasar por enfrente suyo.

Yo era la única inmune.

—La verdad, es que no me sorprende verte aquí tirada— comentó burlón.

—Quiero irme de aquí— confesé con sinceridad —Un minuto más y comenzaré a gritarles a todos.

—Como siempre— sonrió divertido.

Un chico se acercó para darle un vaso con bebida, me ofreció uno a mí, pero con mi mirada de "alejate de mí ahora mismo", entendió perfectamente que no estaba de humor, así que dio media vuelta y se perdió entre la multitud.

Miré al centro de todo, las luces habían cambiado a color rojo. La música se torno sensual y los adolescentes no tardaron en ponerse cachondos. Todos comenzaron a bailar sensualmente, en especial una de cabello rosado que se ganó la atención de todo el mundo, cuando comenzó con un baile muy, pero muy erótico.

¿Por qué no se quita la ropa? Digo, ya que se está arrastrando en el suelo, ofreciéndole el culo a todos.

Rodé mis ojos ante la ridiculez del momento. Si, la chica era sexy, pero no sentía que fuera para tanto. Mi mirada recayó en el orangután. No podía creer que fuera parte del montón, que miraba atento a aquella chica.

Ya está, no lo soporto más.

Me levanté del sofá con el dolor de cabeza que cada vez se volvía más doloroso y me hacía hervir la sangre. Mi plan A era irme, pero la multitud tapaba la salida, así que opté por el plan B, que fue subir las escaleras y encerrarme en el cuarto del orangután idiota que se quedó allí abajo viendo gustoso a la mostradora de culo.

Me tiré en la cama. Cerré los ojos y respire un poco de calma. La música se oía menos ruidosa desde aquí. Escuché que la puerta se abrió, no le di mucha importancia, hasta que sentí la cama hundirse y un perfume varonil golpeando mi fosas nasales.

Ya sabía quien era, por eso no le daba la mínima importancia. Que vaya y le pida atención a la pelirosada.

No tardó en buscar la forma de llamar mi atención. Besó mi mejilla, pero yo continúe con mis ojos cerrados. Besó mi cuello, era un maldito tramposo, sabía que ese era mi punto débil y en serio odiaba que conociera mi cuerpo mejor que yo misma.

—No te hagas la enojada porque te conozco, Ratita— susurró con tono sensual en mi oído.

Abrí mis ojos finalmente, encontrándome con su maldita sonrisa triunfadora muy cerca de mi rostro.

—Ah claro, la otra te calienta las hormonas y yo te tengo que hacer el trabajito— lo empujé, logrando que cayera a mi lado. Pero no pensaba quedarme ahí; intenté levantarme, pero al instante volví a estar con la espalda contra el colchón.

—¿Celosa Ratita?— preguntó con cinismo.

—¿Debería?— arqueé una ceja —Me da igual si te quedas viendo como otras muestran el culo.

—¿Todavía no lo has entendido?— mojó sus labios. Sentí el contacto de su mano fría debajo de mi camiseta. La subía muy lentamente hasta mis senos —El único culo que me importa, Lena Park— apretó mi seno izquierdo, con lo cual logró sacarme un gemido —Es el tuyo.

—Te odio— lo miré con los ojos entrecerrados.

Sonrió satisfecho. Subió nuevamente sobre mí;—Y yo amo que te pongas celosa y que no lo admitas.

—No me puse celosa.

—Si, como no— volteó los ojos con sarcasmo —Deja de hacerte la dura— besó la comisura de mis labios —Yo sé que te molestó que viera a esa chica bailando.

—Me dio igual— corregí. Volvió a reír —¿Estás seguro de que yo soy la dura?— froté una de mis piernas contra su miembro erecto.

Miró hacia abajo y luego volvió a mis ojos;—Te gusta jugar con fuego, Ratita.

—Mejor dicho, me gusta jugar con lo que provoco en tu cuerpo.

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¿Los extrañaban?

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