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J U N G K O O K
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Bella se estaba convirtiendo en el dolor de cabeza más insoportable de todo el mundo, no le bastó con conseguir mi número y enviarme mensajes, que ahora también lo hace por privado en instagram.
Si no le contesto es por algo, ya debía darse cuenta que no me interesa en lo más mínimo tener alguna relación en especial con ella. ¿Es que acaso no estoy siendo lo suficientemente claro?.
¿Qué más debo hacer para que me entienda?, ni siquiera mis fans son tan acosadoras y tóxicas, como lo es ella. ¿Por qué me persigue tanto?, famosos sobran en el mundo, incluso otros que tienen títulos más grandes que el mío, yo recién estoy empezando en esto, nada me garantiza que mañana todo lo que estoy viviendo se acabe.
—¡Orangután, ya está la película!.
La oí gritar a mi ratita desde mi habitación, solo quería tener un día tranquilo con ella después de todo este tiempo alejados y viéndonos solo por una pantalla. Bella no podrá arruinar esto.
Apagué mi teléfono y lo dejé en el sofá, que Bella llame y envie todos los mensajes que quiera, de mi parte no recibirá atención.
Cuando llegué a mi habitación, sonreí al ver como mi ropa lucía tan perfecta en mi ratita, llevaba puesta una de mis camisetas, la cual le llegaba hasta la mitad de los muslos. Mordí mi labio, pensando en que debajo de eso ella solo tenía su ropa interior.
Joder, ya me puse duro.
—Veremos, un lugar en silencio. Parece que trata de una invasión de extraterrestres que se guían por el sonido o algo así leí en la descripción— explicó, mientras metía un puñado de palomitas en su boca.
Yo solo la observaba en silencio, mi mente estaba pensando cosas pervertidas, que si las decía en voz alta, posiblemente ella saldría corriendo. El estar un puto mes sin sexo me ha afectado más de lo que yo creí.
—¿Vas a venir a ver la película o te quedarás parado para siempre?— cuestionó, alzando una ceja.
—Digamos que— cerré la puerta detrás mío, mientras a paso lento me acercaba a ella, quien me veía con desconfianza —no es la película lo que quiero ver.
—Ya estás caliente— afirmó y sonreí —Ya decía yo que te estabas tardando mucho en ponerte modo perro alzado.
Le quité el recipiente con palomitas y lo puse en el piso. Poco a poco fui dejándola caer sobre el colchón, sentía que mi pene estallaría en cualquier momento, no podía controlarme, no teniéndola a ella debajo de mí.
—Extrañé demasiado tu suave piel.
Acerqué mis labios a su cuello, dejando primero dulces y pequeños besos húmedos, mi oído estaba cerca de su boca, por lo tanto me era fácil oir como suspiraba. Subí mis besos por su mejilla, hasta llegar a sus apetitosos labios, cada vez que la beso, siento más necesidad de ella.
Aumento la intensidad. Devoro sus labios con ansias y desespero, muerdo su labio inferior para que me dé paso al interior de su boca, juego con lengua; es deliciosa. Sus besos son mi adicción, la droga más fuerte que he probado en toda mi vida.
Sujeto mis manos a su cintura y la volteo para cambiar de posición, dejándola a ella a horcajadas sobre mí y sonriendo por el pequeño grito que soltó, por el movimiento repentino.
—Me encantas, ratita— susurré, apretando su trasero y atrayendo más su cuerpo hacia el mío, provocando así que sintiera la dureza de mi miembro debajo suyo —Desde ya te digo, que no pienso dejarte salir de esta habitación.
—Eso ya lo sé— sonrió y beso fugazmente mis labios.
La beso nuevamente, pero con más posesividad que antes, quiero sentir todo de ella, meterme bajo su piel si fuese posible. Ella trataba de seguirme el ritmo, nuestros dientes chocaban por momentos, debido a lo agresivo que estábamos siendo.
Tomé los bordes de la camiseta y la alcé hasta hacerla pasar por su cabeza, dejándola desnuda frente a mí, aunque solo le quedaba las bragas, pues a ella le gustaba no usar sostén, lo cual me volvía más loco.
—Veo que hay cosas que nunca van a cambiar— mencioné, viendo sus senos y lo duros que se veían sus pezones.
—¿Para qué voy a usar sostén? Con la ropa holgada no se nota nada— replicó, sin darle mucha importancia.
—Tú lo único que quieres es matarme.
Bajo mis besos por su cuello, ella echa la cabeza hacia atrás, dándome más acceso para seguir, bajo por su hombro, su brazo y le aprieto fuerte las caderas, ella no dejaba de jadear.
—Jungkook— jadeó, bajito.
Ella llevó sus manos a mis rodillas, se sostuvo en estás para comenzar a mover sus caderas de adelante hacia atrás, generando fricción entre nuestros sexos. Aproveché ese momento para tocar a mi gusto sus pecho, pero antes le quité las gafas para que no se rompieran.
Siento su humedad encima mío, mientras succionaba y mordía sus senos, oyendo sus jadeos de placer. Necesitaba pasar mis dedos por sus pliegues, probar de nuevo sus fluidos.
Aprieto su culo y cambio la posición nuevamente, ahora ella estaba otra vez debajo mío, con la respiración acelerada, su pecho subiendo y bajando frenéticamente y las piernas abiertas, dejándome ver lo mojada que estaba.
Me despojo de toda mi ropa con desesperación, estaba demasiado ansioso, no podía con la presión que sentía en mi pecho. Me dejé solo el bóxer y volví a colocarme sobre ella.
—Nena, no sabes cuanto te deseo— susurré, atrapando sus labios.
—Yo también te deseo— confesó, ansiosa.
Amaba verla excitada, en ese estado parecía ser una persona totalmente diferente.
Entierro mi rostro en su cuello, mordiendo toda su piel, dejando mi marca en ella una vez más. Mi mano acaricia su pierna y se desvía hacia su intimidad, palmeo su centro, sintiendo como mis dedos se mojaban por sus fluidos.
Hice a un lado sus bragas y no perdí tiempo para estimular su hinchado y necesitado clítoris, ella se arqueó y jaló mi cabello, haciéndome gruñir.
—¡Oh, por dios!— gimió, desesperada.
Bajo con mis besos por todo su cuerpo, hasta llegar a donde deseo, retiro de un solo movimiento sus bragas, sintiendo una descarga de adrenalina recorriendo todo mi cuerpo, y un éxtasis incomparable, causando que quisiera más de ella.
Entierro mi rostro entre sus piernas, dejando que mi lengua se pierda en medio de sus pliegues, degustando todo el sabor de su excitación, la cual es provocada por mi; un gemido alto sale de su boca, presionando mi cabeza para que fuera más profundo. Ella no tiene idea de como me está matando su aroma, su calidez, su suavidad.
Aprieto más fuerte sus muslos, mientras chupaba sus labios vaginales, estaba tan jodido por lo necesitado que me encontraba, que ni siquiera pensaba en si la estaba apretando fuerte. Pocos segundos bastaron para que estallara y me dejara probar de su delicioso sabor que tanto extrañaba.
Cuando levanté mi rostro para verla, noté que mantenía los labios entreabiertos como si le faltará aire, relamiéndose estos cada tanto.
Yo también mojé los míos, mientras detallaba su belleza, pensando en las mil formas en que quería tenerla, en las cuales quería hacerla tocar el cielo.
Me quito de entre sus piernas y busco un condón en la mesita de luz, cuando lo encuentro, me lo coloco y vuelvo a mi posición anterior, tomándome un momento para perderme en el iris de sus ojos oscuros, los cuales estaban llenos de lujuria y pasión.
Así solo lograba ponerme más duro que un hierro.
Posicioné mis manos a los costados de ella, para no dejar todo mi peso encima suyo, me fui metiendo entre sus piernas, acercando mi miembro a su vagina húmeda y bien estimulada; froto su clítoris con mi miembro y ella suspira cerrando los ojos; se sentía tan suave y caliente.
Moriré en cualquier momento.
Entro en ella de una sola estocada, ella clava sus uñas en mi espalda y siento un ardor que pasa rápido, estaba más estrecha de lo que recordaba, pero en cierto punto lo entiendo, hace mucho que no mantiene relaciones.
Pegué nuestras frentes y empecé con movimientos lentos, metiendo y sacando mi pene, no quería lastimarla. En la habitación solo se escuchaba el sonido de nuestros cuerpos chocando, nuestros gemidos y jadeos, nuestros fluidos mezclándose.
—Ratita, esto es la gloria— muerdo su labio inferior —Nunca me sentí tan loco por una mujer, ni tan desesperado por hacerla mía.
—Sabía que caíste, pero no creí que tan fuerte— bromeó.
La beso con desesperación y pasión, incrementando el ritmo de mis embestidas, salía y entraba, procurando llegar hasta lo más profundo de su ser. Ya no podía más, los espasmos ya se estaban haciendo presentes y por la forma en que ella se sujetaba a mi cuerpo, sabía que también estaba a punto.
—Vamos ratita, vente conmigo— gruñí.
La penetré más duro, más salvaje y descontrolado, sacándome las ganas que había reprimido durante un jodido mes. Su cuerpo tembló debajo del mío y sentí mi semen salir por completo de mi miembro.
—Ojalá el sexo fuera un deporte— la oí decir, con la voz agitada —Yo estaría en mejor forma.
Fue inevitable no reírme con esa tontería, la ratita tenía demasiada imaginación, aunque, se que si ella fuera presidenta, declararía el sexo como deporte con tal de no correr o hacer sentadillas.
Salí de ella con cuidado, me saque el condón y lo tiré al bote de basura, ella se acostó sobre mi pecho, la abracé fuerte, dejando un pequeño beso sobre su cabeza.
—Te amo— musité.
—Yo también te amo, orangután.
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