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L E N A
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20 llamadas.
30 llamadas.
57 llamadas.
¡Guau!, el orangután estaba más desesperado de lo que pensé. Desde que le corté la llamada hoy temprano y lo dejé con las palabras en la boca, no ha dejado de llamarme y no es broma.
Me divertía verlo tan desesperado, por eso no le contestaba, aunque si sentía algo de penita, pobre, está a muchos kilómetros y no debe saber que ocurre.
Pero bien que él se buscó lo que pasó.
¿Cómo pudo hacerme una escena de celos?, peor aún, ¿quién se cree que es para venir a darme órdenes?.
Está bien que sea mi novio, pero eso no le da motivo para tomar decisiones por mi y esperar que haga todo como a él le plazca. Nuestra promesa antes de que él comenzará a viajar por todo el mundo, fue que siempre confiaríamos en el otro y claramente, no es eso lo que está haciendo.
Yo también podría hacerle escenas de celos—aunque eso no es lo mío—y reclamarle por todas las noticias que salen por la televisión, internet e incluso las revistas, inventando romances entre él y otras mujeres famosas. Y no lo hago, porque confío en él y no soy de esas chicas que pierden el tiempo con esas cosas, además, siempre que tengo una duda, le pregunto a él, antes de estar creyendo los chismes que cuentan por ahí.
Además, si Jungkook me engañara, ya me habría enterado hace tiempo y él no seguiría respirando.
Así de simple.
—¡Lena!— chilló Irene y se tiró encima mío por detrás.
Apareció doña: tengo novio y por eso me olvidó de todos.
—Irene, ¿cuántas veces te he dicho qué no me asustes así?— la miré como una madre que estaba regañando a su hija.
—Perdón— levantó ambas manos, demostrando inocencia. En ese momento mi celular volvió a sonar, anunciando una nueva llamada de mi novio —¿No vas a contestar?— preguntó, confusa —Podría ser Jungkook.
—No podría, es Jungkook— reí y miré mi teléfono.
Pobre orangután.
—Lena, no le hagas esto— me regañó, Irene. Al parecer los roles cambiaron, ahora ella era la madre y yo la hija regañada —Han estado un mes separados, te debe extrañar mucho.
—Pero es que, me encanta hacerlo sufrir— sonreí, inocente.
Con solo verle la cara a Irene, me bastaba para saber que no se movería de su lugar hasta ver que le contesté al orangután. ¡Dios!, ya no me dejan divertirme.
Solté un largo suspiró y contesté. Su respiración errática fue lo único que se oyó del otro lado, la cual significaba solo una cosa, peligro. Yo preferí quedarme callada y dejarlo hablar, mejor prevenir que lamentar.
—Te estuve llamando mil veces. ¿Por qué no me contestabas?— atacó, molesto.
Porque tu desesperación, es mi diversión, orangután.
—Lena Park, se que estás ahí, habla— me ordenó.
—¿Cuántas veces te he dicho qué a mí tú no me das órdenes?— cuestioné, ganándome otra mala mirada por parte de Irene.
—A mí no me salgas con tus jueguitos ahora, Lena. Estoy lo suficientemente furioso como para aguantarte— advirtió, apretando los dientes.
—¿Ya te pusieron la antirrábica?— no respondió y apreté mis labios para no reírme —Pues entonces cuando te la pongan y te calmes, hablamos.
—Si cuelgas, yo te voy a colgar a ti, pero de un árbol— sentenció.
—Ah, ¿con que quieres comenzar con las amenazas?. Bien— sonreí —Pues cuando vuelvas no habrá ni sexo, ni besos, ni nada. Vamos a ver cómo te las arreglas, orangután.
Tapé mi boca porque estaba al borde de un ataque de risa, Irene me regañaba bajito, intentaba ella mantenerse sería, pero no podía. Oí como el orangután gruñó, nada me daba más satisfacción que tener el control de todo siempre.
—Eso es jugar sucio.
—¿Y cuando tú y yo hemos jugado limpió?— levanté una ceja, como si él pudiera verme —¿Para qué me llamas?.
—No lo sé, quizás porque mi novia me corta las llamas y tengo que volver a llamarla un millón de veces para que me responda de nuevo— ironizó.
—Tú te ganaste esa cortada. Además, recuerdo haberte dicho que hablaríamos cuando tus celos se hayan calmado.
—Ya me calme.
—Pues no parece— acusé.
—¿Dónde estás?.
—En la escuela, con Irene. ¿Y tú?.
—En mi habitación, estoy esperando a que Alex venga por mí para irnos al entrenamiento con el equipo— explicó y luego lo oí suspirar nuevamente —Te extraño.
—Que bueno— mordí mi labio inferior cuando casi dejé escapar mi risa. Se que estoy siendo demasiado cruel, pero es que me gusta.
—¿Y tú no me extrañas?— preguntó, como un niño pequeño.
—Orangután, ¿para qué preguntas lo que es obvio?.
—Porque quiero oírte decir que me extrañas, sino lloraré todo el día y no voy a poder concentrarme en mi entrenamiento.
Es un sucio chantajista.
—Te extraño tonto— contesté al fin.
Y era cierto, cada día lo echaba más de menos aunque no se lo decía a nadie, ni siquiera a él. Siento que eso era muy débil y yo de débil no tengo un pelo.
Pero si, lo necesitaba, de hecho duermo con un orangután de peluche, del cual nadie sabe, porque no quiero quedar como ridícula. Pero solo lo utilizo cuando el sale de viaje e incluso le puse su perfume, si, parezco una loca.
Me había quedado pensando y me olvidé de que estaba en una llamada con Jungkook, aunque solo podía oír que él estaba con alguien más. Reconocí esa voz de inmediato, era su manager.
—Ratita— volvió a hablar —Me tengo que ir, te llamaré luego. Te amo.
—Bien, adiós orangután.
Iba a cortar, pero miré a Irene que levantaba una de sus cejas y tenía ambas manos en su cintura. No entendía que le pasaba, hasta que susurró un te amo y fue como si algo hubiera hecho click, dentro de mi cerebro.
—Orangután— di gracias al dios de los inteligentes porque él seguía en la línea —Te amo.
Oí su risa y las mariposas comenzaron a revolotear dentro mío.
—Adiós, ratita bonita.
Entonces por fin la llamada se cortó y yo me quedé como una tonta chiquilla enamorada con una sonrisa de oreja a oreja, viendo mí teléfono. Ese idiota me tenía cada vez peor.
—Te olvidaste de preguntarle cuando regresa— menciona, Irene.
—Pues llegará cuando tenga que llegar— me encogí de hombros.
Siempre trataba de hacerme la indiferente cuando se trataba de Jungkook y mis sentimientos, si, ya se que es mi novio y que ha pasado ya un año desde que estamos juntos. Pero no está en mí ADN ser de esas novias empalagosas, que andan lloriqueando porque extrañan a su pareja.
Yo soy más de la que sienten, pero no lo demuestran.
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