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L E N A

—¡Ratita!.

Está era la vez...ya no sé, perdí la cuenta de cuantas veces el orangután ha gritado mi nombre como si estuviera perdido. Pero no es porque necesite algo, ya le he llevado todo lo que me ha pedido desde que llegué, lo único que ahora está buscando es tener relaciones, no sé si la fiebre le calienta más las hormonas o este chico ya es un ninfómano.

Es el típico ejemplar macho que está alzado y busca a la hembra para aparearse. Tal vez debería venderlo a Animal Planet para uno de esos programas donde estudian a las especies más raras en el mundo, bueno, para ellos estudiar a un orangután como Jungkook sería perfecto y más aún se divertirán buscando actividad cerebral en su cabeza.

Pensé que enfermo no podía ser tan insoportable como estando sano.

—Ratita— un Jungkook despeinado y con voz somnolienta apareció en el umbral de la puerta en la cocina —Ven conmigo.

—Pareces niño chiquito, Jeon— hice caso omiso a sus palabras y seguí con mi lectura. Tenía que cuidarlo a él, por lo tanto debí faltar a la escuela, pero eso no significa que no atendería mis estudios.

—¿Acaso ese libro es más importante que yo?— sentí su cuerpo detrás mío, sus brazos rodeando mi cintura y su mentón apoyado sobre mi hombro —Necesito cariño.

—Pareces un perro— reí —Y si, por ahora este libro es mi prioridad, la próxima semana el profesor de literatura tomara un exámen sobre esto.

—Vamos Lena, tienes el coeficiente intelectual más alto de toda la secundaria, para tí pasar ese exámen será pan comido— retiró algunos cabellos que tapaban mi rostro y dejó varios besos pequeños en mi mejilla —Vamos a la cama y hazme mimos.

—Orangután...

Mis palabras se cortaron cuando el sonido de mi celular interrumpió. Jungkook como el buen novio celoso que es se adelantó a tomarlo y revisar quién era el protagonista del mensaje que había llegado.

—El hijo del director quiere verte— su tono suave de hace rato había desaparecido, mientras que un tono más serio se hizo presente.

¿Owen? Hace días o semanas que no sé nada de él, la última vez que lo ví fue aquella vez cuando le di clases en mi casa y me contó parte de su vida, ni siquiera dijo nada cuando salió aquella noticia falsa sobre nosotros. ¿Qué lo hizo buscarme?.

Le arrebaté mi teléfono al orangután para ver el mensaje y si, efectivamente era él quien me pedía para vernos.

—Este chico es raro— murmuré.

—Me voy a dormir— avisó un Jungkook totalmente celoso —La almohada como siempre será quien me dé cariño.

Parece un pequeño haciendo berrinche y tal cual lo dijo, se fue totalmente "indignado" a su habitación. A veces quisiera matarlo mientras duerme. Le respondí a Owen diciéndole que en la tarde estaría libre para vernos; así lo habíamos pactado con Sunye, yo por la mañana y ella por la tarde, ya en la noche veía si yo podía venir.

Dejé mi teléfono sobre la mesada de la cocina y subí a su habitación. No sé porque me sorprende que se comporte como un inmaduro, así lo conocí y sorprendentemente así me enamoré.

Al entrar en su cuarto lo encontré sentado en medio de la cama con las piernas dobladas y el control de su videojuego en las manos, su rostro se veía serio y si no veía mal, tenía un diminuto puchero formado en sus labios, si, estaba haciendo berrinche.

—¿A qué juegas?— me senté detrás suyo, abrazándome a su torso desnudo y apoyando mi mentón en su hombro. Ya no tenía tanta fiebre —Orangután, te he hecho una pregunta.

Seguía en modo niño ofendido, pero yo sabía bien como hacer que su humor cambiase, Jungkook es un libro que ya he leído varias veces y que conozco de atrás para adelante.

Mis dedos comenzaron a darle suaves caricias a la piel de su abdomen, todo su cuerpo vibró y él se removió algo incómodo en su lugar, empiezo dejando suaves besos en su hombro y subo lentamente hasta su cuello, su anatomía poco a poco de hace para atrás hasta que su cabeza queda tirada sobre mi hombro, escucho como suelta pequeños, pero largos suspiros. Tenía los ojos cerrados y una bonita sonrisa plantada en sus labios.

—¿Ya estás feliz?.

—Si, pero necesito más cariño.

Suelta el mando de su videojuego y en un movimiento rápido lo tengo sobre mí. Creo que debo mejorar mis reflejos.

—Orangután, estás enfermo— mis palabras salen con dificultad ya que no puedo parar de reír porque él no deja de besar mi cuello.

—Te tengo ganas, a la mierda mi enfermedad.

Sus besos ascienden por mi cuello y mi mejilla hasta llegar a mis labios, los cuales une con los suyos. Me besa con pasión, dejando más que claro las ganas que tenía por consumir todo de mí.

—¿Es necesario que te veas con ese tipo?— pregunta interrumpiendo el beso.

—Se llama Owen y si, voy a verlo en la tarde.

—Ese chico no me da confianza— arruga la nariz.

—Ni siquiera lo conoces— reproché.

—Pues tú tampoco, hasta donde sé solo han tratado unas dos veces.

—Lo suficiente para saber que es bueno. No juzgues un libro por su portada— acaricié su mejilla —Mejor dime qué es lo que no te gusta de él.

—No sé, es raro— se encogió de hombros.

—Owen tiene una vida difícil, pero no es un chico malo— besé sus labios pero me separé al instante cuando sentí lo caliente que estaba su rostro —Tienes fiebre de nuevo.

—Se irá pronto.

Volvió a besarme con desesperación pero yo no iba a tener relaciones con él en el estado en que se encontraba, además sabía más que bien que si estaba tan desesperado es porque está desvariando por la fiebre.

—¡Quieto!— grité entre risas, hasta que logre quitarlo de encima mío.

—Necesito cariño.

—Te estás comportando como un niño chiquito —poca importancia le dio a mis palabras.

Se acomodó nuevamente encima mío, pero está vez no para pasarse de listo sino para reposar su cabeza en mi pecho. Tomó una de mis manos y la colocó encima de su cabeza.

—Dame amor —pidió.

Este chico es imposible de tratar.

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