
21
L E N A
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Era sábado por la noche y mientras que mis amigos están de fiesta, yo me encuentro en mi habitación terminando mi próximo libro.
Irene, Junhui, Hoshi, Yoongi y Sunye se encontraban ahora en Olimpo, el club más prestigioso que hay en toda la ciudad y al cual solo puedes entrar si eres alguien importante o tienes a alguien famoso que pueda conseguirte el acceso fácil.
Me hubiese gustado ir, desde que comencé a salir con Jungkook cada fin de semana estamos en fiestas y de alguna forma le he cogido gusto a salir y divertirme, pero no quería ir a ese lugar donde se que él estará, de hecho todos entraron gracias a Jungkook.
Necesitaba despejar mi mente, si no me distraía con algo explotaría por tantas cosas que tengo en la cabeza. No he hablado con Jungkook, ni siquiera he recibido un mensaje por parte suya y me hace pensar que lo nuestro llegó a su fin.
Algo se rompió entre nosotros o eso es lo que yo creo.
Terminé de escribir y guardé el documento, no quiero que por un error se borre todo lo que tanto trabajo me ha costado. Cerré mi computadora y talle mis ojos, la vista me pesaba, suspiré y me levanté de mi silla, pero antes de ir al baño para lavarme los dientes e ir a dormir, me quedé quieta oyendo los ruidos que provenían del patio.
Había alguien afuera.
No quiero entrar en pánico, pero no sé cómo detener mis latidos desesperados, estoy sola, mis padres fueron a una salida con amigos y Jimin fue a la casa de Tae, si es un ladrón quien está afuera, estoy completamente perdida.
—¡Ratita!.
¿Jungkook?.
Me acerqué corriendo a la ventana, efectivamente era el orangután quien se encontraba en mi patio casi a media noche, no se podía mantener de pie, se movía para todos lados por lo cual supongo que está borracho.
—¿Orangután qué haces aquí?— levantó su mirada y casi se cae para atrás.
—¡Ratita! ¡Ahí te voy!.
Junté el entrecejo y lo ví prenderse por la enredadera que crecía por las paredes y formaban una buena escalera. Jungkook ya estaba cerca de llegar a mi ventana, pero cuando intentó sujetarse bien, la enredadera se rompió y él terminó cayendo al suelo.
—¡Orangután!— grite asustada. Era demasiada altura.
Me quedé esperando unos segundos, pero él no se movía. Salí corriendo de mi habitación con el miedo de que se haya matado o algo por el estilo, es que solo al orangután se le ocurre ponerse a jugar al Romeo estando borracho.
Llegué donde estaba su cuerpo moribundo, tenía algunos raspones en los brazos, las espinas de la enredadera le habían hecho bastante daño, toqué su cabeza inspeccionando que no se la haya partido, pero no, todo parecía estar en su lugar.
—Ratita— murmuró, despertándose poco a poco.
Gracias al dios de los inteligentes no se mató.
—Ay, que bonito angelito— a penas podía abrir sus ojos. Sus manos viajaron a mi rostro —¿Estoy muerto?.
—No, pero casi te mueres— lo regañé.
—Pero los angeles no existen en la tierra.
Mas que borracho, parece estar drogado.
—Angelito, ¿puedes concederme tres deseos?— hipó.
—Ahora tengo cara de genio mágico— puse los ojos en blanco —Orangután, levántate.
—¡Shhhh!— puso su dedo índice en mis labios —No me llames así, solo mi ratita puede hacerlo, si ella te oye puede enojarse.
En serio el golpe le afectó la última neurona que le quedaba.
—Deja de decir tonterías, orangután— protesté —Vamos.
—Que no me llames así, solo ella puede decirme de esa forma.
En estos momentos me sentía muy bipolar, quería enojarme con él, quería reprocharle muchas cosas, principalmente venir de noche y borracho a mi casa, pero es que cuando oigo las tonterías que dice, todo se me olvida.
—Angelito, ¿puedes hacer que mi ratita me perdone?— sus ojos se veían tristes.
—¿Por qué ella debería perdonarte?— susurré.
—Porque fui muy tonto y por mi culpa está alejada de mí— hipó —¿Tú puedes hacer qué una persona deje de ser insegura? Porque yo ya no quiero tener miedo de perder a mi ratita, no quiero lastimarla.
Sentí que mi corazón se volvió pequeño, miedo, el tonto tiene miedo a perderme aún sabiendo que jamás podría mirar a otro hombre por más atractivo que fuera.
—Tú te pareces a mi ratita— se sentó en el pasto y acarició mi mejilla —Ella también parece un ángel, como tú— suspiró —¿Puedes hacer que aparezca aquí?.
—Jungkook— tomé su rostro e hice que me mirara fijamente —Soy yo, soy Lena tonto.
—Lena— repitió con dificultad —¡Ratita!.
Ahora que lo pienso, fue mala idea decirle que era yo, ahora lo tengo encima mío abrazándome tan fuerte que me está dejando sin aire.
—Perdón ratita, perdón por haber desconfiado de ti— ronroneó.
—Orangután, vamos adentro.
Logré que me soltara y lo ayude a levantarse, apestaba a todas las bebidas alcohólicas existentes, es raro verlo ebrio, siempre toma como si no hubiera un mañana pero jamás se ha emborrachado de esta forma.
—Ratita, he hecho una canción para ti— mencionó mientras a pasos lentos entrabamos a la casa —Ratita, tú eres el amor de mi vida, la mujer dueña de mi alegría— comenzó a cantar. Agradezco que mis padres no estén —A veces eres insoportable, soberbia y gritona, pero igual eres el sol que alumbra mis días, ratita que bonito culo te cargas, quisiera tenerte en mi cama y follarte hasta mañana.
—¡Orangután!— exclamé irritada. Aunque en realidad me estaba aguantando las ganas de reírme.
Llegamos por fin a mi habitación, lo tiré en mi cama y cerré la puerta, me quedé apoyada por esta mientras recuperaba el aliento, arrastrarlo fue como levantar una pesa de mil toneladas, este chico es puro músculo y yo puro hueso.
—¡Ay que bonito!— chilló y ví como estaba abrazando a mi orangután de peluche.
Solo esto faltaba.
—¿Quieres ser mi amigo?— le preguntó al oso, como si este pudiera contestarle —¿Eres niña o niño?— lo abrió de piernas y comenzó a inspeccionarlo —Pues pito no tienes, pero tampoco tienes vagina, así que, diremos que eres hombre— hipó. Dios, esto es demasiado chistoso —Te llamaré....Jacinto— sonrió —Jacinto, ¿qué haces en la cama de mi novia?— frunció el ceño —Más te vale no poner tus ojos en mi ratita, porque ella es solo mía, ¿¡oíste!?— lo sacudió.
—¡Ya basta!— me acerqué y le quité el oso —Debes ducharte— lo levanté de la cama.
Tomé su mano y lo arrastré conmigo al baño, dejé que la bañera se cargará con agua helada y me dispuse a quitarle la ropa.
—Te pusiste hot, ratita— comentó coqueto.
—Deja de pensar mal por una vez en tu vida— logré quitarle la camiseta, noté en sus brazos que tenía algunas heridas de la caída, algunas espinas lo lastimaron mucho.
—Pues si quieres hacerme algo, yo no me opongo, soy todo tuyo— le dio un apretón a mi trasero.
—Borracho eres más insoportable que estando sobrio— resoplé.
Él se quitó las botas y yo le bajé el pantalón junto al boxer, no me incomodaba verlo desnudo, no tiene nada que ya no haya tocado o visto. Lo ayude a meterse dentro de la bañera, fue inevitable no reírme cuando comenzó a quejarse por el agua helada.
—¿Quién te manda a beber?— lo reprendí —Ahora te aguantas.
Comencé a bañarlo lentamente, limpie la sangre de sus heridas con el agua, busque para ver si no tenía más, pero por suerte solo se hizo daño en los brazos. Él me observaba atentamente, su mirada me quemaba.
—Ratita— murmuró —¿Estás enojada conmigo?.
—Este no es un buen momento para hablar.
—Los borrachos dicen la verdad, así que si es un buen momento— alegó, con tranquilidad —Perdón por lo de ayer, no quise hacerte sentir mal, fui estúpido, me comporte como un niñito, pero prometo no volver a hacerlo.
—Acciones, eso necesito, no promesas con palabras que se borran fácil.
—Lo haré, voy a demostrarte que confío en ti— tomó una de mis manos y dejó un beso en el dorso —¿Aún me quieres?.
Era increíble como podía convertirse en un niño chiquito en tan solo segundos.
—Claro que te quiero.
—Entonces báñate conmigo.
—Estás loco— reí. Pero él hablaba muy en serio, no le fue difícil jalarme y tirarme dentro del agua fría —¡Orangután!— quise salir, pero él no me lo permitió.
—Tú no te irás a ninguna parte— me abrazó fuerte y escondió su rostro en mi cuello.
—Si muero por hipotermia será tu culpa.
—Bien, entonces moriremos juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro