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J U N G K O O K 

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Lena se veía tan hermosa mientras dormía, cuando estaba viajando, lo que más extrañaba era tenerla en mis brazos durmiendo plácidamente, parecía que nada la atormentaba, como si ni siquiera tuviera una mala pesadilla.

Su cabello negro cubría parte de su bonito rostro, estaba abrazada a una almohada, y sonará estúpido, pero tengo celos de esa cosa, porque en vez de abrazarme a mi, abraza esa porquería, yo soy más suave.

Deposité un beso en su mejilla y me levanté de la cama, desde ayer que está dormida, había caído rendida sobre la cama luego de nuestro encuentro tan agitado. Que conste que yo le advertí que la dejaría sin aliento.

Bajé por las escaleras en dirección a la cocina, la casa estaba en silencio, a penas podía oír el ruido que provenía del exterior.

Me detuve a mitad de camino cuando oí ruidos de una cerradura, me quedé observando la puerta, la cual fue abierta por una Sunye que ingresaba silenciosamente al penthouse.

¿No durmió aquí?.

Traía un vestido negro brilloso bastante corto, el cabello algo desarreglado y sus tacones en la mano. Me mintió, me vio la cara de estúpido y se aprovechó de que traje a Lena para hacer de las suyas, porque sabía que cuando estoy con ella me olvido de todo.

Ella cerró la puerta y cuando se dio la vuelta, quedó estática en el mismo lugar, por su cara deducía que no esperaba verme despierto tan temprano.

—¿Dónde estabas?— averigüé molesto.

—Yo— comenzó a divagar.

—¿Dónde estabas?— repetí, sonando más duro —¿Por qué no dormiste aquí?.

—Solo salí con mis amigas— confesó, sin importancia —No es un delito.

—No me avisaste, Sunye. Tienes a penas dieciséis años, no te mandas sola— la reprendí.

Últimamente mi hermana ha estado muy rebelde, me hace poco caso y cree que puede hacer lo que se le dé la gana y no es que quiera controlarla y no dejarla vivir, solo que me preocupa lo que pueda hacer, en la edad en la que está todos los adolescentes cometen errores.

—Si, ajá, lo siento— su tono maleducado me hacía enojar —Me voy a dormir, estoy muy cansada.

—Tú no irás a ninguna parte— tomé su brazo, cuando quiso pasar por a lado mío.

—No eres mi padre— espetó desafiante —No eres nadie para darme órdenes.

—Soy tu hermano mayor y estoy a cargo de tu bienestar.

—¿Ahora te importo?— sonrió con ironía —Te la pasas viajando y solo cuando estás aquí te das cuenta de que existo. Es bastante tarde para preocuparte por mí— se zafó de mi agarre —Vive tu vida y déjame a mi en paz.

La furia corría por mis venas, tenía ganas de matarla.

—¡Sunye!— la detuve antes de que subiera las escaleras.

Me acerqué a ella, no la dejé decir nada, solo le quité su pequeño bolso, ella me miró ofendida y comenzó a pelear para que se lo devolviera. Tengo que ponerle límites antes de que sea peor.

—¡Jeon no puedes meterte en mis cosas!— chilló indignada, pero la seguí ignorando. Encontré su teléfono y cuando lo hice, le devolví su bolso.

—Estás castigada— le informé, mostrándole su teléfono.

—¡Eres un hijo de puta!— vociferó —No tienes derecho a hacerme esto.

—Soy el mayor y esta es mi casa, por lo tanto haré lo que se me pegue la gana— discutí, viéndola directo a los ojos —No dejaré que destruyas tu vida.

—¿Desde cuándo ir a fiestas es destruir mi vida?— cuestionó, cruzando los brazos.

—Desde que tienes dieciséis años, no tienes edad suficiente para entrar a clubes nocturnos, tampoco para beber y mucho menos fumar— se quedó callada.

Ella creía que podía engañarme, pero no podría, no a mí que comencé a vivir la vida a penas tuve su edad, recorrí todo lo clubes existentes y me comporte como un rebelde desobedeciendo a mis padres. El olor a alcohol se sentía cada vez que abría la boca y el olor inmundo del cigarrillo podía olerlo en todo su ser.

—¿Cómo conseguiste entrar al club?— ella no respondió, levanté una ceja presionandola.

—Jayden consiguió que su amigo que era el guardia en la entrada nos dejara pasar— soltó, poniendo los ojos en blanco.

—¿Jayden?— inquiero, sintiendo como cada vez me enfurece más.

—Si, Jayden, mi novio. ¿Algún problema?— atacó.

—¿Desde cuándo tienes novio?.

—Qué te importa, te repito que no eres mi padre, ni mi madre, ni nadie y si para vivir mi vida me tengo que ir de aquí, pues lo haré, me lárgare ahora mismo— declaró embravecida.

—Anda, vete— señalé la puerta —Eres menor de edad, puedo ir con un juez para pedir tu custodia y créeme que en menos de lo que canta un gallo la voy a conseguir y ahí no podrás hacer nada.

—¡Agh! ¡Te odio!— gruñó —Solo quieres arruinar mi vida.

—Te equivocas, solo quiero protegerte.

—Vete a la mierda— masculló, muy cerca de mi rostro.

Las manos me comenzaron a picar, tenía ganas de darle una buena bofetada, pero yo jamás le he levantado la mano a una mujer y mi hermana no será la primera, por más que me saque de mis casillas.

—¿Por qué gritan?— ambos miramos a Lena parada cerca nuestro. Sunye corrió a ella y la abrazó.

—Dile que me devuelva mi teléfono y que no me castigue, por favor— le suplicó. La mirada confusa de Lena cayó sobre mí —Solo tú sabes como hacerlo entrar en razón.

—Ni siquiera lo pienses— le advertí a Lena, cuando ví que iba a decir algo —No pienso cambiar de opinión, Sunye está castigada, sin teléfono y sin salidas a ninguna parte.

—¿¡Por qué tuviste que volver!?— exclamó y subió las escaleras.

No sabía que cuidar a una adolescente podría ser tan complicado, Sunye me acaba de dar una buena razón para no querer ser padre, querer ponerle límites es demasiado difícil y exhaustivo.

Fui a la cocina con Lena detrás de mí, se que querrá hacerle de abogada a Sunye, pero no pienso cambiar de opinión, abusó de mi confianza, no durmió en la casa, no me avisó dónde estaba, tiene un novio del cual yo a penas y sé su nombre, y para hacerlo aún peor ¡fue a un club nocturno donde fumó y bebió!. Fui demasiado blando con el castigo que le di, debía no dejarla jamás salir de su habitación.

—Orangután— habló Lena y con mi mala mirada ya le decía todo —Hablemos.

—No, no pienso oírte, porque se que saldrás en defensa de tu amiga.

—Ni siquiera sabes lo que te voy a decir— se cruzó de brazos —Mejor siéntate y escúchame— puso sus manos en mis hombros y me hizo sentarme en uno de los taburetes —Sunye está en la etapa de la rebeldía y gritarle no va a mejorar nada.

—Me mintió Lena, se fue a un club con sus amigas, fumó, bebió y además tiene novio— solté todo, sintiendo un mal sabor de boca —¿Crees qué no es motivo suficiente para querer enviarla a un convento de monjas?.

—No pienses con la cabeza enojada— aconsejó —¿Y cómo que tiene novio?.

—Pues ella misma me lo confesó, es un tal Jayden.

—Ese es el chico del que te hablé cuando estabas de viaje— explicó —No puedes prohibirle a Sunye que sienta.

—No se lo estoy prohibiendo, solo me enfurece que no me haya tenido confianza— aclaré irritado.

—¿Y cómo quieres que te tenga confianza? Acabas de gritarle, le quitaste el teléfono y la castigaste sin dejarla salir— rió —Así solo lograrás que te vea como el enemigo.

—Que me vea como quiera, no pienso dar mi brazo a torcer.

—Y la testaruda luego soy yo— balbucea, pero logro oírla.

—Te oí— ella sonrió.

—Orangután— tomó mi rostro con sus pequeñas manos —Sunye está atravesando una etapa difícil, una por la cual todos hemos atravesado. La adolescencia es difícil, no sabes lo que te pasa, un día estás feliz, otro día estás depresivo, crees que todo el mundo está en tu contra, sientes que nadie te entiende— suspiró —Debes cuidar la forma en la que hablas con ella, debes ser más calmado, apoya su relación con ese chico, pero déjale claro que todo lo que haces es por su bienestar. Dile que la entiendes, has que se sienta apoyada y no que sienta que esta casa es su prisión y tú su verdugo.

—Detesto que logres entrar en mi mente— abracé su cintura y la pegué contra mí —Por lo general eres tú quien me sacas de quicio, pero ahora me estás dando calma.

—Es solo porque amanecí de buen humor.

—Eso solo ocurre una vez que cada década— me dio un golpe en el hombro y con una sonrisa le robe un beso —Ratita maltratadora de orangutanes.

—Creí que ya habías olvidado esas cosas— puso los ojos en blanco.

—Jamás— sonreí —Y aún tengo muchos.

Ella meneó su cabeza y beso mis labios, Lena era mi cable a tierra, el golpe a la realidad que siempre necesitaba y que era mucho más fuerte que Alexander.

—Ve y habla con tu hermana— susurró, cerca de mis labios.

—¿Tiene que ser ahora? Porque lo más probable es que me lance todo lo que encuentre— hice una mueca.

—Si, tiene que ser ahora— se alejó de mí —Anda, vete.

A regañadientes me tuve que levantar e ir al cuarto de Sunye, ese lugar ahora mismo debería tener un cartel de peligro, porque mi hermana cuando se enoja no es la persona más agradable y comprensible del mundo.

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Nota de la autora:

Esta chica me sale mucho en Pinterest y me vibes a Lena.


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