
16
J U N G K O O K
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—Lena, estás loca.
La ratita hacía oídos sordos de todo lo que le decía. Había desafiado a Bella, se había metido en su terreno, la desafío y humilló frente a muchas personas, esa mujer ahora mismo es la comidilla de todos, las redes sociales se han encendido luego del que programa terminó de la nada.
Bella Foster, es la burla de la televisión, las redes sociales, las revistas y periódicos, mientras que a Lena Park la tienen como una ídola.
Y lo admito, amé la forma en que la ratita se defendió de esa víbora, pero me preocupa lo que Bella pueda llegar a hacerle, esa mujer está loca, mucho más que Lena y tiene bastante poder, el suficiente como para hundirla.
—Tú tranquilo, orangután— responde, como si nada estuviera pasando —Bella no va a hacerme nada.
—¿Y cómo estás tan segura?.
—Solo confía en mí y en mi mente brillante— sonríe, con convicción.
Desde que volvimos al penthouse las llamadas de los periodistas no han cesado, todos quieren que Lena responda un sin fin de preguntas acerca de su "enfrentamiento" con Bella, quieren que explique mejor eso de que se adjudica todo el éxito de su programa, siendo que en realidad era de su esposo.
Todos le festejaban lo que había hecho, mientras que yo quería apretarle el cuello hasta dejarla sin aire, ella y esa soberbia que tanto la caracteriza un día de estos le va a costar la vida.
—Ven a sentarte, orangután— le da pequeñas palmadas al lugar vacío junto a ella en el sofá.
¿Cómo podía estar tan tranquila? El mundo estaba ardiendo y ella solo estaba tirada en el sofá viendo televisión.
—A diferencia tuya, yo si me preocupo— comuniqué, con seriedad y los brazos cruzados.
—Ay orangután— gruñó y se levantó —Ven.
Tomó mi mano y me jaló hasta el sillón, donde me tiró, para luego subirse encima mío.
—Deja de preocuparte tanto— pronunció, tomando mi rostro —La devoradora no me hará nada y si lo intenta, tengo con que defenderme.
—¿La devoradora?— repetí, con el ceño fruncido.
Ella y sus apodos.
—La devoradora de hombres, así la bautice— se encogió de hombros —Al final, eso es. ¿O no?.
—Tú y esa imaginación— musité, acariciando su mejilla.
Sus labios se unieron a los míos, comenzando un beso suave, que yo me encargaría de elevar en intensidad, apreté su trasero sentándola sobre mi erección; solo un toque, eso es lo único que necesito de ella para que todo dentro de mí se encienda.
—Que rápido te calientas— bromeó, mordiendo mi labio inferior.
—Es tu culpa.
—Siempre me echas la culpa— se quejó.
—Porque lo es.
Callé sus boca porque si seguía hablando probablemente no llegaríamos a nada.
—¿Y Sunye?— se alejó un poco.
—Se fue con sus amigas, no vendrá hasta la noche, eso es seguro— sonreí.
Metí mis manos por debajo de su camiseta, acaricie la suave piel de su espalda llegando hasta sus senos, los cuales amase a mi gusto, ella gimió y empezó a impulsar sus caderas de adelante hacia atrás, generando fricción entre nuestros sexos.
Ella me quitó mi camiseta y yo hice lo mismo con la suya, típico de Lena Park no utilizar brasier, eso era algo tan único en ella.
Besé con delicadeza sus hombros, su piel se erizó ante el toque de mis labios, subí hasta su cuello, creando un camino hacia el lóbulo de su oreja.
—¿Quieres qué te recuerde lo que me debes?— susurré. Sus manos rasguñaron mi espalda.
La tiré hacia atrás, dejándola caer sobre el otro extremo del sofá, me coloqué sobre ella y volví a devorar sus labios, sus senos quedaron aplastados contra mi pecho, su piel se fundía con el calor de la mía.
Mis labios succionan la piel de su cuello, mientras ella con sus manos aprieta el mío al mismo tiempo, demostrándome que estaba tan ansiosa como yo. Bajé a sus senos, sus pezones estaban duros, no lo dude ni un segundo y me los metí a la boca, ella comienzó a gemir, sus gemidos son como música para mis oídos.
Nunca puedo tener un pensamiento decente con esta chica, me hace querer pecar de mil formas diferentes.
Sus manos se pasean por todo mi abdomen, bajan hasta mi pantalón, el cual desabrocha. La ayudo a bajarlo, porque mi erección estaba doliendo como los mil infiernos, solté un gruñido cuando sentí el contacto de su mano con mi pene, subía y bajaba por toda la extensión de este, haciéndome delirar de una manera fantástica.
—¿Dónde tienes las manos ratita?— pregunté, con picardía. La miré directo a los ojos, ella sonrió inocente.
—Tengo que pagarte, ¿o ya lo olvidaste?— arqueó una ceja.
Intercambiamos lugares, yo me acosté en el sofá y ella se quedó encima mío, comenzó a besar mi cuello. Cierro mis ojos disfrutando de lo bien que se siente, succiona y muerde fuerte, se que dejara marcas, pero me importa muy poco.
Soy completamente suyo.
Desciende con sus besos por todo mi abdomen hasta llegar a mi boxer, me doy el lujo de observarla, sus labios que por lo general son rosados, estaban rojo e hinchados, ella mordía el inferior mientras que lentamente bajaba mi boxer.
No saben lo que estoy sintiendo ahora mismo, ella me está mirando fijamente, lujuria, deseo y pasión danzan en esas orbes oscuras que me vuelven loco, no siente vergüenza y eso me encanta.
Mi pene estaba totalmente erecto, ella con una mano comenzó a masturbarme, subía y descendía con suavidad, dando suaves caricias en la glande con su pulgar.
—Ratita, no me tortures— jadeo, ansioso.
—Esto es increíble, jamás creí que Jeon Jungkook sería mi sumiso— sentí que dejó un beso sobre la punta de mi miembro. Un calor recorrió por mis venas.
—Y cómo no, eres una jodida diosa— mojé mis labios.
Quería verla, pero el placer que me invadía no me permitía abrir mis ojos. Todo dentro de mi vibró, cuando sentí su lengua lamer desde el inicio, hasta el final de mi polla, ¡dios!, me sentía en el puto paraíso.
Abrí mis ojos, luchando con la satisfacción que abrazaba todo mi cuerpo, ella sonrió ampliamente y viéndome directo a los ojos, metió todo mi miembro dentro de su linda boquita que solo sabe atacar a todos. Podía sentir que tocaba toda su garganta.
Aún recuerdo lo tímida que se puso cuando le mencioné el tema del oral, dijo que tenía miedo de hacerlo mal, y en realidad era muy ávida y toda una experta.
Su lengua parecía redondear mi circunferencia aún dentro de su boca, sus dientes se hacían presentes, pero no daban más que una leve presión. Parecía un puto chiquillo prematuro que recién se metía en el mundo del sexo, estaba por correrme y quería evitarlo, pero ella no me daba tregua.
Le hice una coleta a su cabello, la ayudaba a bajar y subir, iba a una velocidad impresionante, ni hablar de la profunda garganta que tenía. Comencé a sentir los espasmos, los músculos de mi pene comenzaron a contraerse y el placer se hizo más intenso, una lamida más de ella y exploté sintiéndome por fin liberado.
Estaba todo sudado, como si hubiera jugado un partido que duró muchas horas, el mirarla a ella me creó otra erección, parte de mi semen descendía por su boca, la ratita no tuvo problema alguno en tragarse todo lo que había salido de mí. Sin dudas esa imagen me lo voy a guardar para siempre.
—Lena Park, siento ganas de matarte por volverme loco— expresé, con la voz ronca y agitada.
—No es mi culpa ser genial en todo lo que hago— se encogió de hombros.
Aún tenía la suficiente fuerza para partirle el culo por la mitad. Me levanté y la tomé de la cintura apretándola contra mi cuerpo que emanaba fuego, pasé mi lengua por sus labios, limpiando un poco de lo mío, en otro momento me hubiera dado asco, pero no ahora y menos si estaba en sus labios.
—¿Aún tienes fuerzas?— cuestionó, con una sonrisa coqueta. Le retiré los anteojos dejándolos sobre la mesa frente al sofá.
—Te voy a dejar sin aliento, mi querida ratita— besé la punta de su nariz —Luego no digas que no te avisé.
Nuestros labios volvieron a unirse con desespero, gozaba el sabor que estos tenían, más el aroma que desprendía de su piel, ese olor a frutillas que no se iba con nada. La ayudé a bajar sus pantalones, estaba totalmente húmeda, lo suficientemente estimulada para recibir a mi pene.
Su lengua se fundió con la mía mientras soltaba pequeños gemidos que alimentaban la hoguera dentro de mí. La ayudé a recostarse sobre el sofá, me acomodé entre sus piernas y nos volví uno, fundiendo nuestras pieles, dejando que el calor de su interior quemara hasta el último pedazo de mí.
—¡Ah! ¡Jungkook!— gime extasiada, clavando sus uñas en mis caderas y rodeándome con sus piernas.
—¿Cómo haces para gustarme tanto?.
Empiezo a penetrarla sin compasión, salgo y entro en ella, oyendo como nuestros cuerpos chocan sin parar una y otra vez, ella me convertía en un animal salvaje, incapaz de poder controlar mis instintos. Mi corazón latía enloquecido, mis sentidos estaban aniquilados, solo podía centrarme en como nuestros sexos encajaban de la forma perfecta y como con cada movimiento la llevo a tocar las estrellas.
—Joder— gruñí, lleno de placer.
La ratita se encontraba sumida en placer, con los ojos cerrados.
—Te advertí que te dejaría sin aliento— murmuré en su oído.
Con el rostro sonrojado, el cuerpo sudado y los sentidos a flor de piel, ella llega a su límite junto a mí, soltando por última vez el nombre del otro. Descanso mi cabeza sobre su pecho, mientras que disfruto del latido frenético de su corazón y sus suaves caricias en mi cabello.
Parecía que todo estaba encendido, hacía demasiado calor, el ambiente se sentía denso y al respirar parecía que nos asfixiabamos. Dejé que mi mente volviera en si y entonces recapacité en lo que había pasado.
—Lena, no usé protección— solté, preocupado. Me había venido dentro de ella.
—Tranquilo, tengo la inyección anticonceptiva— suspiró.
—¿Entonces no saldrán mini orangutanes o ratitas?— ella negó mientras reía —Dios, que alivio— resoplé.
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