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🔗୭̥⋆ Capítulo 1༉

Ya era como la séptima… Octava, quizás novena puerta que tocaba y tal vez también ésta se la tirarían en la cara, sin importarles que golpearan su pequeña y frágil nariz. Siendo sincero consigo mismo, debería haber entendido hace rato que nadie lo querría en su casa, pero su estómago rugía, hacía soniditos a los que estaba un poco acostumbrado, aunque ahora eran mucho más fuertes.

Un vaso de leche, un pan, jugo, lo que  sea, lo que tengan para comer ayudaría a que ese pobre gatito no se muriera de hambre. Beomgyu sacaba la lengua, pasándola por sus labios secos mientras acariciaba su vientre, tratando de calmarlo un poco.

Tocó de nuevo otra de las puertas, esperando a una señora amargada que de seguro le diría algún insulto como lo deforme que es por esas raras orejas y esa esponjosa cola meneando la punta de un lado a otro. Estaba cansado, aburrido y sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas, mas no podía llorar. Él tenía una teoría, si dejaba que el agua de sus ojos saliera, tendría más sed ¿Verdad que era muy listo? Lo pensó solito y se alabó con lindos halagos mentales por como quince minutos.

Esperó, esperó, y al fin abrieron. Lo que Beomgyu no sabía, era como su mundo daría un giro de ciento ochenta grados a causa del muchacho de cabello negro y ojos azules que ahora lo miraba con curiosidad y una pisca de pena.

🔗୭̥⋆

Estaba aburrido, cambiando de canal en canal, ya habiendo pasado como tres veces por todos los de su paquete de cable y seguía ahí. Maldecía el momento en que había pedido un mes de vacaciones en su trabajo, según Soobin era bueno que se desestrese y tome aire cerca, Yeonjun tenía apenas veinte años y desde sus dieciocho que no pedía vacaciones; las merecía.

Si, las merecía, pero ¿En qué demonios gastaría todo su tiempo? Nada bueno en la televisión y aunque quería al raro de su mejor amigo, verlo unas cuantas horas en la tarde no ayudaba con las otras más de diez horas en las que se aburría completamente. Tampoco podía dormir, tenía miedo de alterar su horario de sueño, así que con dormirse a las doce y despertar a las nueve era más que suficiente para su persona.

De repente, para su suerte, escuchó el timbre, quizás al antes mencionado se le había ocurrido visitarlo más temprano. Genial, pensó, ya que se estaba resignando a ver otra vez el especial de todas las películas de Crepúsculo. Se levantó con pesadez, peinando un poco su cabello por si llegaba a no ser Soobin y sin pensar mucho, abrió la puerta, sorprendido con lo que encontró del otro lado de esta.

A una muy temprana edad, Yeonjun vivía con sus padres aún, recordaba todas sus noches el estar sentado junto a ellos y sus hermanitas pequeñas, cenando. La típica comida de familia estadounidense, aunque ellos fueran coreanos, esas charlas de “¿Qué novedades en el trabajo?” y las respuestas de “Nada nuevo ¿A ustedes como les fue en el colegio?” Todo eso, la típica rutina; pero lo que más recordaba de dicha edad, de esos años dos mil doce o dos mil trece, era cuando se sentaba en una de las sillas de la mesa que daba directa vista a la televisión, y empezaba el noticiero, informando sobre el caso de moda en ese momento, esas noticias mundiales de niños que tenían detalles felinos. Siempre le dio curiosidad, incluso con sus cortos siete años su madre fue muy directa con el tema y su curiosidad solo aumentó. De hecho, hasta hizo su reporte final de literatura con su opinión sobre dicho tema.

Y ahora, volviendo a la actualidad, tenía a uno de esas prostitutas en la puerta de su casa. ¿Qué edad tendría aquel niño? ¿Quince o dieciséis? ¿Quince? Más de dieciséis no podía, simplemente no. Era un pequeño que lo miraba hacia arriba, de más o menos un metro con cincuenta y algo, delgado, de piel pálida, ojos negros algo rasgados, pero cansados, del mismo modo que un hermoso cabello rubio miel revuelto y despeinado, quizás más de lo permitido en un cabello tan lacio. Podía observar claramente el miedo en los ojos de ese pequeño, la duda, y el modo como su labio inferior temblaba, quién sabía si por el frío o por la incertidumbre, esperando una respuesta coherente de Yeonjun, un movimiento de cabeza, una palabra o algo, lo que sea.

— Meow —dijo el menor.

Y en ese instante, algo en el corazón de Yeonjun hizo una especie de clic, porque fue el maullido de aquel era niño lo que faltaba para perderse entre tanta ternura, tanta inocencia, tantas ganas de abrazar al gatito que seguía parado en la puerta de su casa.

— ¿Quieres pasar? —

Fue lo primero que se le ocurrió decir, y lo siguiente que vio fueron las orejas algo sucias del pequeño moverse, quizás trataba de procesar lo que Yeonjun le había dicho. No faltó mucho para que el pequeño entrara en su casa y esa nueva historia comenzara.

Lo primero que hizo el minino fue caminar hasta el sofá de Yeonjun y subirse a este, encogiendo sus piernas y abrazándolas, observando también cada rincón de la gran casa, aunque para Yeonjun era una simple vivienda cualquiera, era grande para Beomgyu, mucho más grande que los callejones donde llevaba durmiendo los últimos días y más que la celda donde vivía antes de eso.

Después de unos segundos, de nuevo, sus miradas se conectaron, Yeonjun se había perdido observando cada acción del pequeño gatito, la punta de su cola se movía sin detenerse, no descansaba en ningún momento, incluso al mayor se le ocurrió que desearía agarrarla y detenerla. Eso sonaba divertido ¿Cómo reaccionaría el gatito si le agarraban la cola? ¿Cómo los gatos reales? ¿Se enojaría y arañaría el rostro de Yeonjun igual que ese gato gris al que le jaló la cola a sus cinco años?

Negó con la cabeza, tratando de dejar de divagar, era un experto en hacer eso, sin embargo debía volver a la realidad, el pequeño tenía hambre, de eso no cabía duda, así que con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, se sentó a su lado, mirando a Beomgyu con una pequeña sonrisa, intentando transmitirle confianza.

—Hey ¿Cómo te llamas? —preguntó después de unos segundos.

El gatito lo miró y quizás pensó un poco, separando sus labios un par de veces, volviéndolos a juntar sin decir nada aún, al parecer es del tipo que no sabe hablar, pensó Yeonjun, mientras esperaba impaciente alguna señal o algo que le indicara como se llamaba ese niño.

—B-beo… —Lo vio claramente, aquel gatito abrió sus labios y por raro que parezca, a pesar de su corta aparente edad, tenía una voz un poco más ronca de lo que pensaba, más que cuando maulló en la entrada; sin embargo, igual de encantadora o incluso más, porque tal vez y solo tal vez, Yeonjun sintió su piel erizarse al escuchar al pequeño— Beooom… —repitió, gruñendo un poco— Gyu.... —

— ¿Beom... Gyu? ¿Beomgyu? —habló rápidamente Yeonjun siguiendo al chico de ojos negros.

Sintió de nuevo esa opresión en su corazón cuando el pequeño afirmó con la cabeza, moviéndose un poco en su lugar, batiendo sus felinas orejas y asintiendo de nuevo, ahora rápida e irregularmente.

— ¡Beomgyu! —Dijo el niño— ¡Beomgyu! ¡Beomgyu! ¡Beomgyu! —

La sonrisa de Yeonjun que siguió después de eso, fue sin lugar a dudas, una de las más sinceras que había mostrado en lo que llevaba de vida ¿Cómo podía ese gatito emocionarse tanto solo por haber dicho una palabra? Estaba claro que no sabía hablar pero ¿A qué grado llevaba su inocencia que su nombre era digno de emoción?

—Bueno, Beomgyu —dijo, ahogando una risita en su garganta, no quería que él pensara que se estaba burlando, realmente no podía burlarse de lo más tierno que había visto en su vida. — ¿Quieres algo de comer? ¿Hamburguesa? ¿Carne? ¿Leche? ¿Pan? —

El cambio en las expresiones de Beomgyu fue lo que sí logró hacerlo reír. Como por ejemplo, cuando mencionó lo de comer, el pequeño volvió a la acción de asentir frenéticamente con la cabeza, mientras que cuando dijo hamburguesas, Beomgyu negó; al mencionar carne, no cambió de expresión, pero cuando dijo leche, los ojitos negros se iluminaron tal cual como una noche llena de estrellas, las estrellas más brillante de todas y bueno, pan ni al caso, no mostró ningún efecto.

—Leche entonces —afirmó con la misma sonrisa, levantándose del sofá y caminando a paso algo rápido hacía la cocina. La verdad, si se permitía ser sincero consigo mismo, esa situación le estaba trayendo algo de emoción a su vida, así que bienvenido sea Beomgyu, que se quede cuanto tiempo desee, porque al menos ahora tendría un poco de compañía de alguien que no sea Soobin y solo le hable de chicas aun sabiendo que Yeonjun era gay y en el momento, no tenía intención alguna de enamorarse, menos de soportar escuchar las aventuras de su bisexual amigo.

Regresó después de unos minutos con el vaso y la leche tibia, sentándose otra vez al lado de Beomgyu. Sonrío al ver la feliz mirada del pequeño una vez aceptó el vaso y lo agarró con las dos manos. Pero lo siguiente que sucedió, no pasó por ningún rincón de la mente de Yeonjun.

Para Beomgyu existían cosas que eran normales, y otras que no. En lugar de dónde venía, le habían enseñado muchas de esas, como las formas de agradecer a una persona si hacía algo bueno por él ¿Qué iba a saber el pequeño Beomgyu que eso no se hacía con todos sino solo con la persona que lo compraba? Él quizás no había prestado atención a la siguiente parte de la lección, pero lo hecho, hecho estaba.

Ahora, sin previo aviso, se acercó al rostro de Yeonjun con sumo cuidado de no botar nada de la leche, no quería que Yeonjun lo golpee por ser tonto, solo deseaba demostrarle cuanto le agradecía por hacer algo que ninguna persona, casas más abajo, había aceptado hacer. Beomgyu terminó de cortar la distancia entre ellos y unió sus labios con los del mayor. No fue un beso rudo, ni profundo, mucho menos con gran cantidad de sentimientos, simplemente un choque de sus labios, en donde el mayor tuvo la oportunidad de sentir el delicioso sabor dulce que dejó el primer sorbo de leche en esos finos y suaves labios.

Después un maullido, ya tenía a Beomie sentado sobre sus piernas, tomando tranquilamente el contenido del vaso, con sus orejitas peludas bien alzadas y su cola estirada por lo que quedaba de sofá. Incluso podía sentir su ligero ronroneo, quizás por la felicidad de tener un vaso de leche. Sí, seguro era eso.

¿Y Yeonjun? Bueno, Yeonjun acababa de ser besado por lo más cercano a un pequeño ángel, así que se podía decir que aún continuaba en un pequeño estado de shock.

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