Uno.
Habían pasado ya dos meses desde que NI-KI había conocido a Sunoo.
Hoy era Martes.
NI-KI tenía clases otra vez, pero como siempre, prefirió apagar la alarma asegurando que en cinco minutos estaría en pie. Lo cual no sucedió y otra vez se le vió corriendo por los pasillos de la escuela, estando retrasando en diez minutos. Abrió la puerta con cuidado y asomó su cabeza para recibir el reto del maestro, pero para su suerte, éste aún no había llegado y aún faltaban alumnos en la clase.
Eran pocos los que se encontraban sentados, algunos conversando entre ellos, otros en sus móviles y allí estaba el chico de cabellos oscuros que NI-KI había conocido, sentado solo en el mismo lugar. El más alto se acercó y dejó su mochila en la silla a la par que sacaba sus materiales para poder estar listo cuando llegara el maestro.
Lo observó, observó cómo Sunoo movía el lápiz delicadamente sobre la hoja. Había algo especial en ello, quizá la menta en que aquel chico miraba el dibujo como si fuera lo más simple del mundo o como se ponía totalmente serio al hacerlo.
Y allí se quedó, mirándolo un ratito más.
—No puedo dibujar si alguien me mira.
Soltó Sunoo con una pequeña risa. Si, el mayor era un amargado, pero cuando estaba con el menor, era algo diferente.
—¿Por qué?— NI-KI rió divertido por la actitud del otro. Pero no dejo de mirar como el mayor agregaba pequeños detalles en los edificios que había hecho.
—No lo sé. Me pongo algo nervioso... Y si eres tú, es peor.
—¡¿Por qué peor?! ¿Qué te he hecho yo?— NI-KI no podía dejar de reír y el mayor se unió en su jolgorio hasta que una frase flotó en el aire dejando a NI-KI algo sorprendido.
—Me distraes, es inevitable mirarte.
Espero les guste el capituló
¡Besos!
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