NI-KI estaba con su cabeza apoyada en sus brazos sobre la mesa. Tenía una expresión seria y su flequillo caía tapando sus ojos.

Sunoo le miraba hace unos minutos apoyado en el marco de la puerta.

Caminó hasta poder sentarse a su lado y se apoyó de igual forma en el mueble.

—¿Qué ocurre, Nikie?

Pasó una de sus manos sobre la espalda del otro, intentando reconfortarlo, pero NI-KI a penas abrió los ojos para mirarlo.

—Tengo sueño.

—¿Es sólo eso? Dime.

—Es sólo que... Pensaba en mis padres, pero está bien, estoy bien.

Sunoo sabía que era natural que se sintiera así, después de todo NI-KI había convivido toda su vida con sus progenitores. Hizo que el menor se pusiera de pie junto con él y lo abrazó por la cintura, NI-KI pasó sus brazos por los hombros de Sunoo y escondió su rostro de los ojos felinos del mayor.

Sunoo se movía al compás de una canción imaginaria, como si ambos estuvieran bailando.

—Estás conmigo, NI-KI. No quiero que estés triste, piensa cosas felices.

NI-KI rió leve por las palabras que le había dicho Sunoo. Pero pronto se encontró en un lugar de paz que sólo el perfume suave y la calidez del mayor podían darle.

—Agradezco que seas más bajito que yo. Así puedo abrazarte perfectamente.

Sunoo le pegó en el hombro al más alto mientras se reía por el comentario.