Se fue y se llevó consigo la cordura...
¿Nunca te has planteado en el poder de un mensaje? Soy consciente de que suena un poco melodramático, pero si te paras a pensar lo que esto quiere transmitirte resulta... ¿gracioso?
Dependiendo de cómo se escriba un mensaje se puede adivinar la intención del locutor: si está triste, si es serio o no, el contexto, si se trata de una ironía y todo tipo de información.
Consta de una vía de comunicación muy fiable y directa, y se puede llevar a cabo a través de aparatos electrónicos. ¿Y se puede saber para qué suelto yo toda esta cháchara, cuando hay constancia de que lo sabe todo el mundo? Pues resulta que tiene un trasfondo demasiado fuerte y lamentable detrás, porque gracias a los adorados mensajes, me vi tendida de un hilo y a punto de caer a un precipicio, al ver que mi vida abandonaba mi cuerpo desmoronado ante mis ojos carentes de brillo y conteniendo furiosamente las lágrimas saladas que querían hacer una carrera por mi rostro y mancharlo.
–¡¿Qué pasó?!
Mascullé histérica preguntando a los profesores, que se hallaban contemplando el espectáculo con el aliento perdido debido al escándalo y al arrebato, que hizo con toda osadía, el viento, aprovechando la debilidad de los presentes.
Me había enterado nada más encender el móvil, la primera notificación fue un "es tu mejor amiga..." de mi hermano acompañado de un "¡date prisa!" Fruncí el ceño extrañada y puse los ojos en blanco, pero para rematar, la megafonía sonó:
"Estimados alumnos, ha ocurrido un percance en la primera planta, les rogamos vayan a sus casas".
La tensión de mi aula se podría haber llenado de abrazos consoladores, pero en cambio, en su lugar se acumuló de dudas devastadoras...:
"¿Qué habrá ocurrido?"
"Seguro de nuevo fue Laura, queriendo llamar la atención con sus numeritos absurdos, no le demos importancia es una cualquiera".
"No creo, habrá sido cosa de Lucas, siempre tan problemático, escuché que fue él quien vendió las drogas a la salida del instituto y que casi le pillan y le expulsan".
"¿De verdad? ¿Y qué hay de Luisa y Carl? Ellos siempre se la pasan fumando y tomando incluso en horas de clase, a lo mejor prendieron fuego a un profesor porque los descubrió en los baños colocándose".
"¿Y qué hay de Lila y Celeste? Que estas van de chico en chico como si fueran nómadas y dirigen varios trapicheos chungos".
Los chismes son muy chapuceros, así que cuando pude recuperar mi estabilidad, perdida por el sobresalto, me puse en pie y comencé a correr como nunca lo haría en las horas de educación física, para poder averiguar el porqué de todo este entuerto.
Al llegar a la zona, que fue fácil de localizar, mi campo de visión era reducido debido a la cantidad exagerada de gente alrededor. Y de ahí, mi pregunta que no consiguió salir acompañada de una respuesta sutil. Hasta que mi ángel de la guardia apareció entre la multitud abriendo paso.
–¿Usted es la señorita Bianca Vargas?
–Sí, ¿qué ha sucedido?
–Su hermano le habrá informado de la situación... ¿no?
–La verdad es que no...
El orientador siempre fue muy expresivo y transparente, y ahora con su gran pesar era muy fácil reaccionar como este lo hacía. Me produjo un presentimiento lo bastante malo como para escandalizarme y causar el impulso de morderme las cutículas.
«¿Soy consciente de lo que esto conlleva?»
Entre mucho "permiso" mi piel se erizó y sentí una intranquilidad excesiva mientras escuchaba en bucle como mi cabeza decía:
«No pudiste protegerla ¿y así piensas seguir? ¿Siendo un pedazo de carne inservible que ni ayudar puede? Me esperaba más de ti y me decepcionaste ¿cuántas veces más? ¿Tú te consideras importante?»
Finalmente llegamos al centro de la estancia... y ella... se encontraba ahí: con su última expresión plasmada en su rostro, como una máscara de sorpresa; varios de sus huesos fracturados por la doblez visible yendo de la mano con hematomas que son capaces de causarte arcadas; además de la sangre que abrazaba el cuerpo inerte de mi querida amiga que ahora sería tratada como una víctima cualquiera...
De un momento a otro, me cegué, y el mundo desapareció; estando solo mis pensamientos, ella y yo. Los flashback de todo lo que pasamos juntas, el apoyo que nos dábamos, los secretos, risas, noches desveladas... ya no volverían a suceder, no se iban a repetir. Ella se había ido y con mucho descaro, se llevó mi alma consigo, dejándome sola sin ella a mi lado.
Presioné mis puños a mis costados hasta dejar los nudillos blancos, las lágrimas amenazaban por salir como cataratas, mis pómulos y nariz se enrojecieron e hincharon como síntoma de la rabia y mis ojos se inyectaron en sangre.
«¿Quién sería capaz de arruinar, o mejor dicho, arrebatar la vida sin piedad, de una persona tan bella como lo era Raquel?»
"Era" tragué con dificultad por el nudo que se había formado en mi garganta, imposible de desarmar y sintiendo náuseas, me masajeé las sienes, exhausta. Como si me fuera a aliviar, como si pudiera calmar algo, como si fuese capaz de solucionarlo.
El sonido de una nueva notificación me sacó de mi trance, de mi incertidumbre, pero lo ignoré casi de inmediato y seguí tratando de mantener la compostura, aún sabiendo que todo era fachada, ya que en breve me veía tirada en el suelo llorando desamparada y que ni una grúa sería capaz de levantarme del frío piso que cubriría sin refunfuñar mis mejillas sonrojadas por el impacto.
«¿Ya está? ¿Te rindes? ¿No harás nada?» ¿Qué se supone que debía hacer?
Volvió a vibrar mi llamado teléfono, sacándome de mis casillas por la poca paciencia que en ese instante tenía, era de esperar... ¿no? Saqué de un manotazo el aparatejo, frustrada por la insistencia de quién quiera que estuviera en la otra línea.
«No era buen momento para fastidiarme ¿o es que no era evidente? Acababa de perder a una de las personas más importantes para mí... ¿Quién tenía la cara tan dura como para enfrentarme ahora?»
Aparté velozmente una lágrima que salió sin querer de mi ojo izquierdo, apretando la mandíbula y frunciendo notablemente el entrecejo, miré de quién se trataba y qué quería.
Tienes dos mensajes nuevos, primer mensaje "Pablo": Oye hermanita...
Se me contrajo el corazón, sintiendo una opresión en el pecho; nunca había pronunciado ese mote... "hermanita" encima seguido de unos puntos suspensivos y para rematar un "oye".
«¿Qué clase de broma era esta? ¿Qué está sucediendo? Algo iba mal, muy mal».
Segundo mensaje "Pablo": ¿Me perdonarías si te revelo algo que he hecho en las escaleras?
«¿Qué? ¿Cómo que escaleras? ¿Cuáles? ¿Es lo que creo que es? ¿De qué está hablando?»
Si bien ya estaba enojada, con eso me enfurecí más.
«¿De qué se trataba? ¿Él tenía algo que ver con la muerte de ella?»
Sentí como mi pecho subía y bajaba, la ansiedad vino corriendo a saludarme y me dio un abrazo demasiado fuerte para mi pobre cuerpo. Sentía como ya no podía más; me mordí el labio reprimiendo un sollozo, no era momento para derrumbarme, porque era consciente de que si lo hacía luego no pararía, no podría frenarlo por más que quisiera.
Sintiendo una mirada clavada en mí corrí mi cabeza a mi derecha para observar de mala manera a quién fuere que no dejaba de irritarme con sus globos oculares. Para mi sorpresa, el orientador actuó impasible y me siguió analizando de arriba a abajo, retándome.
«Pero ¿por qué seguía allí? Ya me había traído ¿qué más quería?»
–¿Qué más quiere de mí orientador? Estoy donde usted quería, ¿no debería marcharse ya?—escupí con acidez en la voz, ansiaba que se fuera.
–¿No deseas mi ayuda? Sé que estás pasando por un momento duro... —soltó severo, sin inmutarse de mis palabras ardientes, con una pequeña sonrisa consoladora.
Sentía lástima de mí.
–No, no necesito tu asquerosa ayuda —ataqué, fulminándolo con la mirada—. Y se supone que eres un orientador, así que actúa como tal —hice incapié en cada palabra que recitaba para no equivocarme, sonando amenazante y un poco ruda, pero lo que más salía a la luz era el tono frívolo con el que hablaba—. Déjame en paz, me causas repulsión.
Y sin más, me fui. La cólera recorrió mis venas como un veneno quemándome la piel.
«¿Por qué me sucedía esto a mí? ¿Qué hice para merecer esto?»
Mi vista se nubló, por culpa de las lágrimas que no me esforcé en retener más. Sentía que me ahogaba, me faltaba el aire. Corrí, empujando a todos, importándome muy poco.
–Bianca.
Sentí como una mano caliente me tomaba del hombro, deteniéndome y lo hice con la vista en el suelo, no hacía falta levantar la mirada para saber de quién se trataba.
—Sé que todo esto está pasando muy rápido pero no es motivo para...
–Cállate —la corté, demandando silencio a la morena.
Laura tomó mi mentón e hizo que la enfrentara, con una mueca le dediqué una mirada de: "no es momento para tus tonterías" pero no me soltó.
–¿De verdad quieres esto? —espetó.
«¿De verdad que trataba de enfadarme más?»
Ella continuó con su rostro intacto y siguió hablando:
—¿Quieres que me vaya y te deje así, como una dolorida moribunda, mientras yo me tomo unas copas, ajena a tus sentimientos?
«¿De qué iba? ¿En serio tenía el descaro de echarme en cara el querer estar sola, solo porque salimos una que otra vez?»
La miré incrédula y molesta, quería que me dejase ir, pero al parecer no estaba dentro de sus planes.
–Déjame Laura.— Pronuncié su nombre marcando cada sílaba correctamente.
Sabía que odiaba que la llamase así y por eso mismo lo hice, debía pagar por sus actos impulsivos y entender que no estaba dispuesta a seguir ahí.
—No estoy enamorada de ti y nunca lo estaré, solo estuve contigo porque por un momento creí que no eras como los demás decían, pero me equivoqué y no me arrepiento de haberme alejado.
Sentí como se tensó, la verdad quemaba y podía ver como ella ardía en llamas por mi confesión.
—Debes entender que no estaré para cuando a ti te venga en gana, no soy ningún juguete ni para ti ni para nadie y nunca lo pretenderé ser, así que entiende de una vez que no eres el centro de atención y comprende que ahora estoy centrada en saber qué le pasó a Raquel.
Pude ver que tenía ganas de llorar, me sentí liberada, todo este tiempo callándome cuando desde un principio debí dejarle en claro todo.
–Aléjate de mí como yo lo he hecho contigo, porque prefiero quedarme congelada en el Ártico rodeada de osos que tener que volver a respirar cerca tuyo.
Me solté de su agarre, ya debilitado por la profundidad de mis disparos, me giré y me encaminé a la salida.
«¿Quién diría que podías llegar a causar un suicidio con tus palabras ácidas y venenosas?»
No escuché, y volví a mi pequeña maratón, huyendo, ¿de qué? De mis problemas... quizás.
Salí por la puerta grande apurada, y con la frente empapada y goteando de sudor; los dolores de barriga comenzaron como apuñaladas desgarrando mis órganos. El dolor era insoportable y me daban ganas de vomitar.
–¡Bianca!
Esa voz... me detuve en seco, era Lucas.
—Me he enterado... bueno... quién no se ha enterado...
Negué con la cabeza de manera mecánica y volví a caminar apresurada, él se posicionó al lado mío.
–Puedes contar conmigo.
Lucas... un amor perdido y uno de mis amigos más cercanos. Me gustó por un tiempo por lo atractivo que es y su manera de tratar conmigo, pero se decía demasiado de él, como que no podía mantener una relación estable y estaba con muchas a la vez, supe que era verdad cuando lo vi liándose con Marta a la par que andaba con Daniela, Alex y Luisa.
No, no podía hablar con él ahora, aún escocía un poco la herida que me hice al tropezarme con la verdad mientras le seguía a todas partes como un perrito persiguiendo a su amo.
No me paré y seguí mi trayecto como si nada.
–¡Ey! ¡Bianca!
Me agarró del brazo impidiéndome avanzar y obligándome a mirarle a esos preciosos ojos celestes que gritaban desasosiego y un: "hazme caso".
«¿Por qué le importaba tanto? ¿O es que es un gran actor?»
–Por favor, sé que necesitas espacio, pero no pases de mí —dijo a modo de súplica.
Sentí mi corazón ablandarse, apretujarse bombeando cada vez más sangre.
«¿Por qué tenía que ponerme ojos de cachorrito sabiendo que me derriten? No es justo».
—Bianca... lo siento.— Agachó la cabeza, desolado.
«¿Qué es lo que pretendía? ¿Que cayera a sus pies pidiéndole disculpas por estar triste? Ni en sueños».
–¿Qué quieres Lucas?— Le miré con odio y aparté su brazo de un manotazo.
«¿Tanto le costaba a la gente dejarme en paz? No veas, necesito una siesta».
–Yo... quiero estar contigo. —Tragó duro.
«Mucho dramatismo para mí, en serio ¿no podía haber otro momento para esta tortura? ¡Yo solo pido calma! ¿es mucho pedir?»
—Cuando le dije a tu hermano...
Apreté la mandíbula.
«Ese, ese maldito, seguro le hizo daño a mi Raquel...»
Cerré los ojos, intentando manejar una avalancha de emociones, sobre todo negativas, que recorrieron mis entrañas.
—¿Bianca? ¿Te encuentras bien?
Intentó tocarme, pero me aparté ágil para que no lo hiciera; chasqueé la lengua y poco a poco abrí mis párpados para hacerle ver de una vez que se fuera, pero no lo hizo, cosa que me exasperó todavía más.
–Lucas no tengo el tiempo ni las ganas para tener que lidiar contigo como un niño chico, ¿de verdad crees que tengo la cabeza para pensar en eso ahora? Estoy perdiendo los estribos porque si bien supuestamente lo sabías mi mejor amiga acaba de fallecer y parece que también a ti te da igual por mucho que trates de convencerme de que así no es.—Suspiré, agotada y teniendo la mínima esperanza de volver a casa para poder tumbarme en mi cama y llorar hasta quedarme dormida; mordí mi labio inferior reprimiendo otro llanto. –¡Olvídate de mí por un mísero segundo! ¡¿Quieres ayudarme?! ¡Deja que me vaya a ca— No me dejó terminar porque fui interrumpida, interrumpida por sus brazos rodeando mi cuerpo larguirucho, tratando de recomponerme.
Su movimiento me vino totalmente desprevenida y aunque al principio quería que se alejara y forcejeé para conseguirlo, no me desató de sus musculosas extremidades. Jadeé por el contacto asombrosamente cálido que me proporcionó, y por mucho que quisiera marcharme sin mirar atrás, no me di cuenta que solo necesitaba un abrazo de estos, de los suyos.
Hundí mi cabeza en su pecho mientras olía su colonia.
«Que bien huele».
Pero, sin más, al corresponderle, me rompí y no pude aguantar mis lágrimas, salieron como un río cayendo por la montaña, sin querer, otra vez.
Quería quedarme así, con él, el resto de mi residencia en la Tierra.
«¿Pido mucho?»
Pero haciendo añicos el momento emotivo que estábamos compartiendo y el aire denso que nos observaba expectante, mi móvil sonó como loco indicando un montón de notificaciones nuevas.
«Genial ¿tenían que molestarme ahora? ¿No podría ser después?»
Me estremecí tratando de despegarlo un poco de mí para localizar mi susodicho, con el ceño fruncido y restregándome un poco los ojos con la mano izquierda, miré de quién se trataba esta vez. Resultaron ser varias molestias.
Tienes varios mensajes nuevos.
Primer mensaje "Celeste": Hola Bian, es patente que soy la última persona con la que quieres hablar, pero debes entender que esto es urgente, se trata de Raquel.
Alcé una ceja.
«¿Qué?»
Segundo mensaje, "Celeste": Solo quería que supieras que vi a tu hermano empujarla, llámame, necesito que entiendas qué pasó.
Tercer mensaje, "Carl": Bianca, tengo pruebas de que Pablo lo hizo, ese cerdo debe ir a prisión.
Cuarto mensaje, "Carl": ¿Hablaste con Celeste? ¿Estás con Lucas? ¿Te ha escrito él?
Quinto mensaje, "Pablo": Perdón... yo soy el causante de tu tristeza...
Sexto mensaje, y último, "Laura": No me dejaste acabar con lo que quería decirte, no confíes en tu hermano, está intentando manipularte y sepárate de Lucas, para él solo eres una presa fácil. De nada.
«¿Y qué harás ahora?»
Correr.
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