Pd: Lo siento.
La adaptación es una etapa difícil dependiendo del pretexto, pero aún sabiendo esto, nunca será algo a lo que nos habituemos por mucho que viajemos, mudemos, etc; siempre será una pastilla complicada de tragar con sabor amargo.
«Déjate de cuentos y lárgate de ahí ya».
Mi cabeza me dolía de una manera sobrecogedora, me vociferaba que huyera hasta el continente más lejano, que me alejase de todo...
«¿De verdad consideras factible seguir ahí, cuando los de tu alrededor, a excepción de otros, te avisan de que te vayas?»
Giré la cabeza a mi derecha para observar, sumida en mis pensamientos más profundos, el tramo de la acera que se cortaba en dos direcciones; el brillo de mi pantalla era la única luz que tenía en ese preciso momento, oculta bajo una lluvia de tristeza y un mar de oscuridad en lo que se había transformado mi recorrido hacia un futuro mejor; mi cuerpo encorvado y mi rostro opaco.
«Vamos, haz deporte».
Guardé mi móvil.
–Bianca— dialogó Lucas, con un tono demasiado serio como para tratarse de él, colocó ambas manos a los lados de mis hombros y continuó—: ¿qué sucede?
–Lo que sucede es que no quiero hablar más contigo y si tengo que darte una patada y mandarte a Alaska para que vivas con los del programa que emiten en el canal de Mega...—Hice una pausa, levantando mi mandíbula lentamente para mirarlo directamente a los ojos, los cuales, estaban cristalinos y además, tenía las cejas fruncidas—. Lo haría con una venda tapándome los ojos como lo haría una infanta en su cumpleaños, dándole a la piñata pero sin el bate, las chuches serían el mandarte a la otra punta del mundo y el no tenerte a mi lado, estorbándome, mi recompensa.
Su expresión pasó de ser impasible e intacta, a ser una de absoluta frustración, estaba notablemente exasperado y comenzó a andar de un lado para el otro, tocándose y recogiéndose el pelo con las manos a modo de tranquilización, que resultó ser increíblemente inútil.
–¡¿Qué es lo que te pasa ahora Bianca?! —Giró, en un ángulo perfecto, su cuerpo fornido.
Me hizo frente con sus ojos saltones, semejantes a los de un loco, y sus labios apretados; no cabe decir que, por cuestión de lógica, las venas a los costados de su cara se le marcaban.
—¡Me preocupo por ti, te persigo como si fueses la última chocolatina en la máquina expendedora de un hospital, me pongo modo suplicante cuando lo que a mí me va, es la acción, te abrazo arriesgándome a terminar en una camilla con una nariz rota y varios huesos fracturados! —Tomó aire, respirando agitadamente y sin abandonar su pupila de la mía.
Incluso de esa manera, que parecía a punto de resbalarse y caerse al suelo, podría ser muy amenazante. Agaché la cabeza.
—¡Qué tengo que hacer para que dejes de desollarme por cada paso que doy? ¡Alguna vez te han importando, por lo menos un poco, los sentimientos de los demás o es que te complace hacerle un daño descomunal a cualquiera que se te acerque?
Dio un paso hacia mí, yo estaba cabizbaja, era incapaz de mirarle sin sentirme culpable por ser tan enormemente egoísta, pero no quería admitir que él tenía razón y que al fin y al cabo, este comportamiento no radicaba solamente desde hoy.
Avanzó varios pasos más hacia mi dirección hasta quedar delante mía otra vez, el corazón me latía frenéticamente en el pecho y odiaba el notar lágrimas por debajo del párpado, me sentía como una cría que por fin cedía después de una rabieta en un supermercado, solo por haber sido regañada con mano dura. Pero, acto seguido, cogió con entrambas manos, los laterales de mi cara y me forzó a levantar mi mentón, impulsándome a escudriñar cada facción de su rostro.
–¿De verdad crees que me merezco esto?
En un acto reflejo, desvié mi mirada al lado izquierdo, intentando retener un sollozo...
«Que llorica eres, solo te falta el biberón».
—Sé que lo que le pasó a ella te afecta de manera bestial a ti pero... —Volvió a acercarse un poco más, hasta quedar a escasos centímetros de mi rostro—. No puedes permitir empujar a la gente contigo cuando no te han dado motivos suficientes para encerrarles en una doncella de hierro. Aprende a escuchar y a controlar tu ira.
Aquellas palabras tocaron una fibra sensible, por muy bonitas que me pareciesen, eran como un camaleón camuflándose para poder capturar a su presa con su lengua larga, sin que esta se inmute o, más específicamente, como un barrote de hierro al rojo vivo retorciéndose en una masa blanda.
Me resultó extrañamente ofensivo e hipócrita que me dijera que debo controlar mi ira, cuando acababa de gritarme y mandarme a la conchinchina por haberle sido sincera.
«¿Será que le molesta no obtener lo que quiere, quizás? Siendo tú tan impredecible, es algo racional ¿no?»
Aparté sus manos de mi piel, repugnándome su contacto.
–Mira. —Volví a centrar mi mirada en él, con una sonrisita de suficiencia, los ojos achinados, encubriendo mi decepción y las cejas en línea—. Durante mucho tiempo me han obligado a cerrar la boca, como si tuviese una mordaza, pero este día me ha servido de aprendizaje y para darme cuenta de que, no voy a permitir que me vuelvan a maniatar —solté con tanta seguridad y convicción, que parecía mentira que estuviese temblando por los nervios—. Desísteme, no tienes que luchar más por mí, porque una cosa está clara: no voy a cambiar y los demás se deberán acostumbrar. No pienso dejarme guiar otra vez por gente como tú, que tiene fructosa en la lengua y ácido clorhídrico en el cora-
No había terminado de hablar, cuando fui sorprendida por algo duro impactando contra mi mejilla izquierda... su mano.
–Silencio —masculló, fuera de sí, con una voz demasiado ronca y demandante como para pertenecerle a él.
Me reincorporé muy despacio, palpando con mi mano, también izquierda, mi mejilla roja y ardiente por el golpe, sintiendo un sabor metálico en mis papilas gustativas...
«Genial, me ha hecho sangrar».
Escupí a mi costado, manchando mis incisivos.
Viré mi cabeza, para enfrentarlo con la mirada cargada de aberración.
«No te veía capaz de hacerme esto, de verdad que no Lucas...»
–Adiós Lucas García.— Solté con remota tranquilidad, una calma demasiado atemorizante, y le sonreí con los ojos oscuros.
Lucas se sobresaltó, como cuando tu madre te llama por tu nombre completo, y ahí es cuando sabes que es el fin. Ambos estábamos de acuerdo en que no quería volverlo a ver ni en otra dimensión.
–¡Podemos solucionarlo!— Volvió a actuar con su papel de crío bueno, con el ceño fruncido rozando las lágrimas y una máscara desesperada.
–No hay nada que solucionar, no te quiero volver a ver, aunque me cobren millones por hacerlo —respondí contundente pero lívida, con ganas de estrangularlo pero a la vez sin ganas de nada.
Me di la vuelta y avancé a pasos pesados pero apresurados...
«No más, no quiero nada más».
A medida que me iba alejando, escuchaba a mis espaldas gritos insignificantes que avivaron las llamas en mi interior:
–¡POR FAVOR BIANCA! ¡NO PUEDES IRTE DE MI LADO! ¡¿NO ENTIENDES LO IMPORTANTE QUE ERES PARA MÍ?! ¡¡TE AMO Y PARECES NO COMPRENDERLO!!
Respiré hondo, riéndome sin gracia...
«Él no me quiere, solo me ve como un trofeo que debe conseguir...»
Lo ignoré, esperando a que cediesen sus alaridos.
Por fin apartada de ese cretino, di gracias al cielo porque no me hubiera seguido, probablemente se habría quedado congelado en su sitio sin poder mover un músculo, también lo agradecí.
Caminé recto, buscando en mis bolsillos el aparatejo irritante para distraerme, era lo menos que podía hacer. Lo encendí, buscando Dios sabe qué, pero localicé varias llamadas perdidas de Luisa. Le di a una de ellas.
–¿Qué ha pasado Luis?
–¡¡Bianca!! ¡¿Por qué no aceptaste mi llamada?! ¡¿Dónde diantres estabas?!
Estaba notablemente alterada.
«¿Qué habrá pasado?»
–He estado ocupada, dime qué ha sucedido, pero antes respira profundo que parece que te vas a desmayar.
–Es Celeste, la han encontrado cerca de los contenedores del instituto...
–¿Y? Ya sabes como es ella, seguramente habrá-
–Está muerta Bianca, la policía está interrogando a todo el mundo. —Dio bocanadas de aire—. Mi turno ya ha pasado y te están buscando a ti y a Lucas. ¿Dónde estáis? Ambos estábais incomunicados...
–Yo estoy cerca de mi casa y Lucas se ha quedado atrás—. Cerré los párpados, intentando controlarme—. Nos hemos peleado, nada de otro mundo...
–¿Y sabes dónde está Carl! No lo he visto en todo el día. —Hizo una pausa, respirando como si le faltara el oxígeno—. Además, nos han dado un chivatazo, resulta que Celeste y Carl te escribieron para informarte de un posible asesino ¡de qué va esto Bianca?
–No sé nada de Carl, pero si es cierto de que ambos me escribieron para decirme que tenían pruebas de que había sido... —Se me rompió la voz, sentía que si seguía hablando volvería a llorar, pero con las suficientes lágrimas como para producir un cambio climático.
–¡De que había sido quién?
–Pablo... —pronuncié casi en un susurro.
–¿Pa-pa-blo? —balbuceó, incrédula—. Eso no puede ser... él...
–Eso es lo que me han dicho...
–Pero... no...
–Solo dime una cosa Luis... ¿sabes dónde está mi hermano?
–Pues ahora que lo dices... está desaparecido...
Lo sabía. Mis pulmones fueron incapaces de obtener el oxígeno necesario, me estaba asfixiando.
–Vente al instituto, sé que te agobiarás ahora mucho más con esto encima, pero tienes que venir... lo último que queremos es que vayas a la cárcel por culpa de una confusión, y avisa a Lucas, también debe asistir.
–¿Y la comisaría?
–La policía ha dicho que no hace falta ir, que nos interrogarán uno por uno en la clase de ciencias, la sala más silenciosa que encontraron; dicen que no quieren asustar a los adolescentes, pero me parece ridículo...
–Ya voy.
***
Entré al instituto con la sien goteando, seguramente me sorprendería saber cuántas calorías he perdido, pero de momento no era algo de relativa importancia.
Lucas vino detrás, abrió las puertas exageradamente y miró a todos lados como un exorcista.
«Lo que me faltaba, ¿cómo hago para hacerle una corbata Colombiana y tirarlo a los cerdos? ¿Habrá tutoriales para eso?»
Miré a lo lejos a Luisa, acercándose cada vez más a mí a paso acelerado, hice lo mismo.
–¡Bianca! —gritó, casi perdiendo el aliento, cada vez más cerca, pude notar como las lágrimas caían a montones por sus maxilares.
Al tenerme enfrente, extendió rápidamente los brazos y me abrazó, gimoteando en mi hombro izquierdo.
—No sé dónde está Laura... la he buscado por todas partes, pero se esfumó sin dejar rastro, esto es una masacre Bianca... ¿Y si somos las siguientes? —Continuó llorando sin consuelo.
Le correspondí el abrazo, rodeándola con mis brazos y acomodándome en su otro hombro.
–No lo sé —hice una pausa, pensando bien lo que iba a decir, finalmente suspiré y tragando duro, terminé la frase—. Seguro estará por ahí cerca, hay más lugares a parte del instituto, a lo mejor si-
Por decimoctava vez, volví a ser interrumpida, por una voz masculina que no reconocí.
–Lamento la mala educación, sé que la situación es sumamente delicada, pero es de extrema urgencia que leáis esto ahora.
Ambas nos volteamos a ver un oficial con el brazo tendido, sosteniendo una carta. La agarré y la abrí por la diversas dobladuras que tenía, hasta ser capaz de distinguir la letra...
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Hola Bianca.
Solo vengo a decir que fui yo quien mató a Raquel, pero no te creas, en realidad fue un accidente. Y te preguntarás: ¿qué pasó? Pues, yo me hallaba desahogándome con tu queridísima Raquel, porque me habías dejado de hablar y eso me afectó. Yo solo quería consejo por su parte pero ¿sabes qué hizo? Comenzó a criticarme y a comentar sobre mi padre, como si tuviera derecho ha hacerlo. En un arrebato de ira, diciéndome ella que no era lo suficiente para ti, no controlé mi fuerza y la empujé, perdiendo ella la estabilidad, se golpeó en la cabeza con uno de los escalones y bajó rodando hasta disolverse en el suelo. No, no estuvo bien lo que hice, pero en parte se lo merecía, siempre siendo la mejor y teniéndote a ti como su escudera, no te merecía Bianca.
Tu hermano lo vio todo, claro que no podía arriesgarme y dejar que me delatase, así que tuve que encargarme de él. Mi padre, bendito sea, me apuntó a clases de defensa personal, con lo cual, unos cuantos placajes y ya lo tenía oculto en un cuartillo que no revelaré. Pero, tuve más inconvenientes, y me vi obligada a apuntarlos con una USP Compact de 9 mm, la misma que utilizaba mi padre, a Carl y Celeste, que me vieron llevando a Pablo, y los dejé en el mismo sitio.
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Se voltea la carta
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No me descubrió nadie más, y entre los cuatro rompimos las cámaras y las grabaciones, sin ser vistos. Tuve que obligar a los tres a que te escribiesen, para hacerte creer que fue tu hermano; no hizo falta atarlos para que me hiciesen caso.
Hasta que Celeste la cagó, yo no quería matarla, pero me dio un puñetazo en el ojo derecho, cuando yo estaba distraída y echó a correr; logré alcanzarla y golpearla hasta que se quedó suspendida en el suelo. Fui descubierta, pero logré escapar, no me podía permitir asesinar a más inocentes...
Soy un monstruo lo sé, yo también hubiese preferido que, tanto Raquel como Celeste, hubieran perecido de una muerte súbita, pero no se pudo elegir.
Así que, lo mejor para todos es que me reúna con mi padre. No merezco seguir aquí y no sobreviviré a la cárcel, ni nada a continuación.
Lo siento...
nunca te olvidaré...
te quiero...
Laura.
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Me aparté de Luisa, empujándola, con la piel de gallina y dando gritos ahogados.
«No, no, no, esto no puede estar pasando».
Salí tipo flash a la salida, y la vi: en un coche a toda velocidad, con Pablo y Carl fijos en sus asientos, con un miedo palpable.
Fueron solo unos instantes, pero observé cómo Laura me saludó con una cara desconcertante...
«¿Sentía pena?»
Le grité con todas mis fuerzas, desgarrándome la garganta, pero ella no me escuchó y miró al frente.
Unos segundos después, sucedió: Vi cómo el coche se estampaba con un mural y una explosión causaba que se prendiera en llamas...
Se me pasó decir que odio las cartas, lo siento.
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