29.
Advertencias importantes antes de leer el siguiente capítulo:
- Mención de abuso sexual y violación. Pedofilia.
Debido a ello y producto de las políticas de wattpad, me veo en la obligación de decir lo siguiente: NINGUNO DE LOS SIGUIENTES HECHOS NARRADOS A CONTINUACIÓN ESTÁN SIENDO ESCRITOS DE MANERA POSITIVA. NO AVALO NI ALABO LA VIOLACIÓN-PEDOFILIA-ABUSO SEXUAL.
Espero que, en caso de que si cae alguna denuncia, Wattpad decide revisar tenga en consideración este mensaje.
- Este capítulo también posee violencia gráfica, sangre y una escena muy delicada. Pueden saltarse la última parte del capítulo si son muy sensibles en el tema, no me gusta dar muchos comentarios porque es dar spoilers del capítulo entero, así que no quiero mayores quejas.
- No fue necesario que pasaran las veinticuatro horas para que declararan a Ni-Ki como desaparecido, no cuando las cámaras de la ciudad grabaron el momento exacto en que Shin se lo llevó.
SungHoon dio su declaración cerca de diez veces, todas a distintos policías mientras JungWon trataba de controlar las salientes lágrimas que escapaban de sus ojos cada tanto.
—Será mejor que vayan a casa —dijo el último policía con tono amable—, este no es ambiente para niños como ustedes.
SungHoon quiso replicar aunque sabía que, en el fondo, algo de razón tenía. JungWon y él no podrían hacer nada porque eran sólo dos adolescentes, ni siquiera los padres de Riki tenían las capacidades para actuar.
Sólo debían esperar y eso lo hacía sentir... impotente.
Dejó a JungWon fuera de la casa de su mamá sin decir otra palabra, era casi la una de la mañana y realmente necesitaba dormir aunque fuera un poco. Sabía que cuando despertara iría otra vez a casa de Riki para saber cualquier cosa. Lo que fuera.
Él lo único que quería era que estuviera a salvo y pedirle perdón por todo lo que hizo.
JungWon se bajó apenas despidiéndose así que SungHoon no tardó en ir a su casa. Para su fortuna, sus padres ya estaban durmiendo así que sólo subió a su cuarto y se acostó. Sorpresivamente cayó dormido de inmediato.
Aunque durmió mal, con pesadillas que no podía recordar bien pero le hicieron transpirar el resto de la noche y parte de la mañana, despertando con los ojos lagrimosos y ojeras marcadas en su rostro. Lo primero que hizo al levantarse fue revisar su móvil esperando ver algún mensaje –de quién fuera– donde le decían que Riki estaba a salvo. Estaba con ellos.
Pero no había nada. Sólo silencio helado que provocaba que su estómago se revolviera por el dolor.
Frotó sus ojos, sentándose sobre la cama un momento para luego ir al baño y darse una ducha. Iba a desayunar y luego iría donde Ni-Ki, aunque no sabía si iba a lograr que su estómago digiriera algo por la situación en la que estaba.
Menos cuando, una vez vestido, entró al comedor y se quedó quieto.
¿Qué mierda?
—¡SungHoon! —dijo su mamá con una sonrisa amplia—. RyuJin ha venido a desayunar con nosotros, ¿no es una buena chica?
SungHoon miró a RyuJin entremedio de sus padres con una sonrisa amable y dulce, pero en ese instante sólo la odió. WonYoung, sentada también, lucía incómoda y fuera de lugar, como si no supiera qué decir.
—Sí —dijo, y su voz salió brusca pero no le importó. Ya no tenía ganas de comer algo—. Voy saliendo.
—¡SungHoon! —espetó su papá—. Ven, RyuJin quiso venir a comer con nosotros y lo mínimo que puedes hacer es sentarte en la mesa.
El muchacho pudo sentir cómo su mandíbula se tensó y sus ojos se entornaron. De verdad, lo que estaba haciendo RyuJin rozaba ya lo maniaco.
—Oppa, ven —dijo la chica sin dejar esa sonrisa.
¿Qué vio SungHoon en ella, en primer lugar? Sí, era bonita y muy inteligente, pero estaba podrida, lo sabía desde que vio la manera en que esquivaba a su propio hermano en el colegio. Pero trató de justificarla siempre porque decía que todos actuaban de esa forma, que si ella no se llevaba bien con JungWon tenía el derecho a evitarla.
Sin embargo, que todos dijeran que algo era cierto no hacía que ese algo fuera, efectivamente, cierto.
Todos decían que WonYoung era una chica tonta y superficial, pero eso era mentira. WonYoung era muy inteligente, preocupada y cariñosa por el resto.
Todos decían que JungWon era asqueroso, patético y una puta. Pero JungWon era realmente uno de los mejores chicos que pudo haber conocido, capaz de dar lo que fuera por sus amigos, por la gente que quería.
Todos decían que él era inteligente y ejemplar. Pero SungHoon sólo era fracasado y un perdedor en el fondo.
—No volveré contigo —le dijo a RyuJin frente a sus padres, viendo la sonrisa en el rostro de la chica desaparecer—, nunca me gustaste, RyuJin. Nunca te quise.
—¡SungHoon! —gritó su mamá escandalizada.
Pero él ya no podía detenerse. Ya no quería parar. Las palabras en su boca eran en ese instante como flores germinando en el sol.
—¿Sabes por qué salí contigo? —continuó ahora sin importarle si decepcionaba a alguien porque ya no le importaba—. Porque mis papás querían que tuviera una novia que me quitara lo maricón.
Silencio. Su padre palideció mientras su madre cubrió su boca con ambas manos. RyuJin lucía a punto de desmayarse o vomitar o las dos. WonYoung trataba de ocultar la sonrisa de su rostro.
—Antes de que saliéramos, estuve con un chico —agregó, viendo a Geonu frente a él, llorando—, lo abracé, lo besé e incluso me lo follé. Fue mi novio, era mi chico, pero mis papás no estaban felices aunque yo lo quisiera.
—¿SungHoon? —balbuceó RyuJin—. ¿Qué estás...?
—Ya es historia pasada —sacudió su cabeza—, pero terminé contigo porque me enamoré otra vez, ¿quieres saber de quién?
—Basta —lloró la chica.
—De Nishimura Riki. Nishimura Riki era mi novio.
—¡Por favor! — RyuJin se puso de pie, destrozada.
Sus padres seguían en shockeado silencio y SungHoon retrocedió, sintiendo como el peso sobre sus hombros parecía estar desapareciendo, parecía irse y evaporarse en el aire.
—Me gustaría pedirles perdón —terminó de decir mirando a sus papás—, sin embargo no lo lamento. No lamento haberme enamorado, papás.
Se giró ignorando los reclamos de RyuJin y su mamá que pareció recuperar el habla, aunque los pasó por alto completamente y fue a la salida. Una vez fuera pensó en agarrar su auto mas terminó descartándolo porque necesitaba caminar para despejarse un poco.
Pero no dio ni cinco pasos cuando alguien lo llamó.
—¡SungHoon oppa!
Se volteó viendo llegar a WonYoung, tan bonita y pequeña, agarrándolo del brazo.
Bajó la vista, avergonzado.
—Lo siento —le dijo enseguida—, por lo que hice. Por hacerte creer que...
—Ya lo sabía —le dijo WonYoung dándole un apretón a su mano—, lo sé desde hace un tiempo, SungHoon.
SungHoon se quedó en silencio y sólo la miró, completamente enmudecido por sus palabras. WonYoung le miraba con una expresión apenada aunque había también decisión en sus bonitos ojos amorosos.
—¿Qué? —preguntó con la voz ahogada.
WonYoung se encogió de hombros.
—He visto la forma en que lo miras. Como él te mira. Los estuve observando mucho tiempo y... y a veces los seguía cuando se juntaban para confirmarlo. El salón de música es una buena opción parece —añadió queriendo quitarle el peso a la situación.
Siguió incapaz de poder hablar algo porque la sorpresa era demasiado en aquel momento. No sabía qué decir o hablar en ese instante ya que estaba bastante desconcertado de que su hermanita hubiera sido capaz de ello.
—Sé que seguirlos no estuvo bien —agregó WonYoung con voz triste—, pero... pero supongo que estaba celosa de la persona a la que Ni-Ki quería, porque él me lo dijo. Luego del beso, Ni-Ki me dijo que estaba interesado en otra persona y quería saber quién para... para ver si esa persona era digna de él.
—Lo siento —repitió SungHoon, apenado y lleno de vergüenza por la situación—, por todo. Por ilusionarte y hacerte creer que...
—Estaba muy enojada —admitió WonYoung—, enojada y dolida porque... porque tú eres mi hermano mayor. Pero entonces los veía, la forma en la que Ni-Ki te miraba, cómo él... él parecía aferrarse a ti y... y me hace feliz de que tú lo quieras también — WonYoung le tomó la mano, dándole un abrazo—. Antes no lo dije porque tenía miedo, pero a mí no me importa si te gusta un chico porque tú siempre serás mi hermano mayor, oppa.
SungHoon le devolvió el abrazo y quiso llorar porque era su hermanita, su niña bonita, tan callada la mayoría de las veces porque estaba acostumbrada a que la silenciaran. WonYoung era una muchacha hermosa de mil formas y la persona que la amara sería muy, muy afortunada.
—Gracias, Young—le dijo dándole un beso en la frente antes de separarse—, te quiero mucho.
—Yo también te quiero, oppa —respondió ella con una sonrisa dulce.
se forzó a aguantar las lágrimas porque sabía que si empezaba a soltarlas ya no pararía.
No se detendría porque toda esa rabia y pena que tenía acumulada de años saldría.
JungWon recordaba con claridad cuando conoció a Nishimura YuNa y Nishimura JeongIn, la misma tarde en que la abuelita de Ni-Ki le dejó pasar y conoció a su mejor amigo. Los padres del muchachito llegaron horas después, sorprendido de verlo en el patio pero sin hacer muchas preguntas, no cuando se percataron que jugaba con su hijo.
Recordaba que pensó que a él le gustaría una mamá así, bonita y preocupada por su hijo, dispuesta a darle lo que fuera para hacerlo feliz. YuNa era una muy buena madre porque abrazaba a Riki, le llenaba de besos y nunca le negaba cariño alguno.
Ahora la veía frente a él, abrazándose a sí mismo mientras lloraba en silencio, oyendo a los policías decir que estaban tras la búsqueda de Riki pero no tenían muchas pistas con las que trabajar.
—El móvil de Riki estaba en el basurero —terminó de decir el policía— y la patente de Shin se hallaba cubierta. Tenemos a más de cincuenta hombres desplegados por la ciudad buscando al niño, señora Nishimura, así que es cosa de tiempo que aparezca.
YuNa no dijo nada, sin dejar de llorar en silencio, y JeongIn despidió al policía en la puerta de entrada. Al volver, SungHoon iba detrás y no tardó en sentarse junto a JungWon.
—He hablado con Jay-shi —dijo JungWon luego de saludarlo—, no entiende mucho lo que está ocurriendo así que su mamá tratará de contenerlo.
— HeeSeung también lo sabe así que supongo que irá con él —contestó SungHoon.
—Es mejor así —dijo JungWon—, no me gusta cuando Jay se altera. Él no se lo merece.
Hubo silencio entre ellos dos mientras JeongIn limpiaba el rostro de YuNa. Los dos adultos se veían pálidos, como si no hubieran dormido en toda la noche –probablemente fue así– y demacrados.
—Gracias por estar aquí, chicos —dijo entonces YuNa con voz suave aunque rota—, no es necesario, ya saben...
—Nos quedaremos —afirmó JungWon sin lugar a dudas—, Riki sigue siendo mi amigo a pesar de todo y cualquier cosa que pase, prefiero estar aquí —le sonrió a la mujer con suavidad—. Ustedes han sido como una familia para mí.
YuNa le tomó la mano a JungWon, dándole un apretón dulce y SungHoon se admiró de lo honesto que era el menor con esas personas. Sintió más pena por todo lo que hizo, así que se juró que una vez todo ese acabara y estuviera con Riki, le pediría mil disculpas a JungWon.
—Es sólo que... — JeongIn habló bebiendo un poco de agua. Abuelita Solar y YeoSang habían viajado tres días atrás a isla Jeju por unas vacaciones pero ahora estaban yendo de vuelta al continente—, nunca he confiado en la policía. Sé que no deberíamos hablarlo, pero...
—Dios, la policía está jodidamente comprada —escupió YuNa con odio en su voz—, por supuesto que hay personas buenas allí metidas, pero... ¿diez años en encontrar a mi hijo? ¿No encontrar a esos otros niños? Tienen que estarme jodiendo — JeongIn asintió con un suspiro bajo—. Por eso contratamos un detective privado, porque sabíamos que estos inútiles traidores nunca los encontrarían. Actuaron cuando las pruebas eran evidentes.
SungHoon los observó, tratando de comprender todo lo que le estaban diciendo. Por supuesto que creía que existía gente corrupta en los policías, pero que fuera la gran mayoría era realmente un panorama desalentador. Más cuando pensaba en Riki asustado, aterrado de lo que le estuvieran haciendo.
Antes de poder decir otra cosa, tocaron el timbre y YuNa fue a ver quién era. Regresó a los pocos segundos con dos hombres detrás, ambos adultos que lucían cansados pero decididos de alguna forma.
—Él es Hwang HyunJin —presentó JeongIn señalando al primero—, el detective privado que contratamos para buscar a Riki. Ha estado trabajando junto a Sohn Eric, el policía a cargo del caso, en encontrar a señor Shin.
—Están poniendo restricciones —dijo Eric con un bufido—, quieren asignarle todo esto a otro hombre porque ya saben que estoy muy involucrado. Una mierda. Aunque como sigo a cargo, logré tener acceso a las cámaras, no han mentido con el tema de la patente. Shin es un cabrón inteligente.
—Las cámaras graban sólo hasta cierta parte de la ciudad, no más allá de las periferias. Como son sectores peligrosos no se dedican a grabar —agregó HyunJin—, estoy complicado con seguirle la pista al vehículo por eso. Todas las periferias están conectadas de alguna forma y puede estar en cualquier parte de la ciudad... si es que siguen aquí, por supuesto.
—Por supuesto que siguen aquí —espetó YuNa bruscamente—, no puede trasladar a un niño de diecisiete años así como así. Más si Riki fue... habló. SungHoon lo dijo: Riki le habló y huyó, probablemente, por el miedo. Jake también nos advirtió que Ni-Ki colapsaría si seguía hablando y no tenía contención a su lado.
—Señora Nishimura —balbuceó SungHoon—, espera, ¿qué...?
YuNa botó el florero de la mesa con ira contenida, el dolor en su mirada, y el agua se derramó por el suelo.
—Lo han entrenado para ser un muñeco y cada error que cometía era un castigo. Riki no habla porque sabe que si lo hace iba a ser castigado, entonces si rompió las reglas y Shin estaba allí, se va a encargar de que Ni-Ki no sea malo otra vez —cayó de rodillas, destrozada—. He-hemos fallado, JeongIn...
JeongIn se movió con rapidez para sostenerla aunque también tenía lágrimas en los ojos, sollozando por el panorama que YuNa estaba describiendo y no querían imaginar. El sólo hecho de pensarlo los estaba destruyendo demasiado.
—Lo vamos a encontrar —aseguró HyunJin—, no sólo a Riki, sino también a ese bastardo y nos vamos a asegurar de que pague.
—Lo mataría si lo tuviera frente a mí —escupió JeongIn llevando a su esposa al sofá—, me encargaría de matarlos con mis propias manos y hacer que pague por haber tocado a mi hijo y a todos esos otros niños.
SungHoon quiso encontrar horribles sus palabras, pensar que no eran las correctas pero sólo podía sentir odio también. Se venía enterando hace poco de toda la verdad, sin embargo, la rabia por ese bastardo que se dedicaba a arruinar vidas iba creciendo a cada segundo. La rabia y el terror porque Riki estaba en sus garras y poco podía hacer para impedirlo.
—Él... ese hombre... —balbuceó JungWon apenas, llamando la atención del resto—, no es de aquí, ¿cierto? De Daegu.
—No —respondió Eric—, cuando encontraron a Riki fue en Incheon y YongJun señaló en su declaración que... la compra no fue allí sino en Seúl. Pensamos que todo el centro de operaciones y los niños se encuentran en la capital.
—Entonces ese señor Shin debería estar en algún hotel o algo así —soltó SungHoon—, a menos que tenga familia aquí que lo esté alojando, pero...
—Lo hemos pensado —respondió HyunJin—, pero la cantidad de hoteles, moteles, pensiones y hosterías son grandes. No podemos ir una por una buscándolo porque le daremos tiempo para huir. Necesitamos algo más...
—¿De tiempo? —soltó YuNa—. No lo tenemos. No hay nada de tiempo, porque mientras nosotros estamos hablando, ¡ese monstruo está violando a Riki!
Un tenso silencio le siguió a las horribles palabras de la mujer pero nadie pudo decir algo porque sabían que tenía razón. Negar ese asqueroso y monstruoso hecho sería de idiotas, pues ellos tenían claro que Riki no estaba a salvo. Vivo muy probablemente aunque ¿en qué condiciones?
—So-sólo... sólo quiero que esté conmigo otra vez —sollozó YuNa—, sólo quiero que vuelva a mí porque no lo soltaré nunca más. Ahora si es en serio.
Más silencio, pesado y duro, como si un cuchillo pudiera cortarlo, y los mensajes esperanzadores se acabaron porque ya no había mucho más qué decir.
Las horas pasaron. El lunes llegó lentamente, arrastrándose hacia todo el mundo como un inevitable recordatorio de que el tiempo corría y ellos seguían allí sin poder actuar.
Ni JungWon ni SungHoon fueron al colegio, volvieron a casa de los padres de Ni-Ki que parecía sumida más en un extraño dolor difícil de explicar. Ambos querían buscar palabra alguna para consolar a los adultos aunque sabían que no lograría mucho.
Otra persona apareció a mediodía: SuNoo saludó a los señores Nishimura educadamente y fue al patio, donde JungWon y SungHoon estaban sentados.
—Hey —dijo con voz apagada—, sólo quería...
JungWon se hizo a un lado, apuntando a su lado por lo que SeonWoo no tardó en sentarse allí.
—¿Cómo va todo? —preguntó SuNoo.
—Horrible —contestó SungHoon—, ninguna noticia nueva. HeeSeung ha estado preguntando también...
—Lo vi en el colegio, junto a Jay—respondió SuNoo—, también quería venir pero sabe que no es bueno para JongSeong, no quiere alterarlo demasiado porque ya está muy nervioso.
—Es todo una mierda —murmuró JungWon, su tono quebrado—, esto no tuvo que pasar así. No otra vez.
SeonWoo, algo temeroso, abrazó a JungWon por los hombros y lo atrajo a su cuerpo para consolarlo de alguna forma, asustado de que el chico lo alejara bruscamente. Sin embargo el menor sólo se acurrucó contra él, débil y aterrado.
—¿No tienen ninguna pista? —preguntó SuNoo.
—Cámaras, testigos, pero nada que nos indique dónde pueden estar —respondió SungHoon porque JungWon se veía enfermo—, los detectives no saben por dónde continuar sin llamar la atención de ese hombre asqueroso. Si tuvieran más gente...
—La policía es una puta mierda —escupió el menor de los tres.
SuNoo deslizó sus dedos por el cabello de Yang para calmarlo un poquito, notando inmediatamente que se sentía muy mal.
—Nosotros podríamos averiguarlo —dijo SuNoo.
JungWon y SungHoon lo miraron con sorpresa ante sus palabras pero SeonWoo entonces levantó sus manos en un gesto extraño.
—Lo dije sin pensarlo, no se les ocurra...
—Nosotros no porque Shin debe ubicarnos —dijo SungHoon—, pero si lo hicieran otras personas...
—¿Qué? —preguntó JungWon.
SungHoon mordió su labio inferior y sacó su móvil.
—Los chicos de D-Town —explicó apenas, buscando un número en su celular—, muchos pertenecen a pandillas, ya sabes, para asaltar gasolineras o... Oh dios, no le digas a nadie que yo dije eso...
—Espera —JungWon agarró el móvil de SungHoon bruscamente—, ¿tienes el número de Iron?
—Eeeh... ¿sí?
—¿JungWon? —inquirió SuNoo más confundido ahora.
El menor marcó el número del conocido, escuchando cómo sonaba el timbre y rogando a cualquier dios existente que contestara porque tuvo una idea repentina.
—¿Ice? —bufó una conocida voz al otro lado de la línea—. ¿Para qué mierda....?
—Hola —dijo de pronto tímido—, soy JungWon.
—¿JungWon? —un instante de silencio, como si Iron lo estuviera pensando—. Oh, niño bonito.
—Sí —se sintió estúpido, más cuando SungHoon y SeonWoo le miraban atentamente, ambos con expresiones de "¿qué mierda estás haciendo?"—. No debería llamarte por esto, pero... yo... necesito un favor...
—Cuéntame, precioso.
JungWon tomó aire y le contó, a grandes rasgos, lo que estaba ocurriendo y qué era lo que necesitaban. Iron escuchó todo en silencio, sin comentar mucho sobre los hechos, dejando que el muchacho le explicara el panorama completo.
—Entonces, ¿quieres que movilice a mis chicos? —preguntó Iron.
—Sé que es mucho...
—Puedo hacerlo —respondió Iron—, pero no gratis.
—¿Cuánto dinero quieres? —JungWon arrugó el ceño—. ¿O quieres que te pase el culo?
Iron se rió al otro lado de la línea.
—Más adelante —aseguró el mayor—, ahora, sólo quiero una cita.
—Trato hecho —prometió JungWon.
—Bien, veré qué podemos hacer —dijo Iron—, de todas formas, cualquier información que puedan darme, avísame enseguida. Trataré de que no haya mucho revuelo, niño bonito.
—JungWon. Mi nombre es JungWon.
—Lo sé —se burló Iron antes de cortar.
El menor se quedó mirando el móvil con el ceño todavía fruncido antes de entregárselo a SungHoon, que se veía bastante desorientado por lo recién ocurrido. SuNoo, en cambio, se veía incrédulo, su expresión seria.
—¿Desde cuándo conoces a Iron? —le preguntó SeonWoo.
—Aún sigo enfadado contigo —replicó JungWon poniéndose de pie.
SeonWoo decidió no insistir más aunque por su rostro no se veía para nada contento.
SungHoon frunció las cejas, imitando la acción de Yang.
—¿Entonces...? —aventuró, caminando hacia el interior de la casa.
—Hará lo posible —respondió JungWon con cansancio, SuNoo detrás de él—, no es mucho, pero es mejor que nada.
Decidieron no decirle a ningún adulto, mientras, lo recién ocurrido porque preferían no entregar información hasta tener un dato concreto. Menos cuando los padres de Riki parecían desesperado por cualquier información que pudieran conseguir.
En el interior estaban Jake y SooBin hablando con HyunJin y Eric, mostrándoles por completo los retratos que hizo Riki.
—Shin es alto —decía SooBin—, ojos oscuros y cabello negro. Ni-Ki lo recordaba como pelo largo, no lo suficiente para una coleta pero si más largo que la media. Ni-Ki también nos describió a otro hombre, Choijung, que tenía una cicatriz en un lado de la cara, larga, que cruza su mejilla, pero lo que más recuerda Ni-Ki son sus ojos. Uno azul y otro café.
—Le preguntamos si lucía como heterocromía —agregó Jake—, pero dijo que no. Dijo que el azul se veía raro, como si no fuera real. Quizás un ojo de vidrio.
Mientras JungWon oía todo esto mensajeaba a Iron, diciéndole todos los datos que podía rescatar para que así fuera más fácil.
—Choijung es también alto, como señor Shin —continuó SooBin—, pero más regordete. Shin es delgado.
YuNa se puso de pie, torpe y golpeando la mesita a un lado del sofá. Esa mañana fue un doctor que le recomendó unos calmantes y tuvo que consumir uno cuando se puso a llorar minutos atrás. Ahora se veía algo desorientada aunque no mejor. Parecía sólo tristemente drogada.
—¿Cuánto falta para que comiencen a hacer algo? —preguntó con tono lento, abrazándose y caminando hacia la ventana—. Nishi me necesita. Nos necesita, JeongIn.
JeongIn se puso a llorar.
Todo era un desastre, un maldito y jodido desastre.
Los minutos siguieron pasando, apenas los murmullos escuchándose mientras Jake y SooBin trataban de dar unos perfiles psicológicos y características físicas que pudieran ayudar en la búsqueda de esas personas. YuNa no tardó en acostarse en el sofá otra vez, consolando a su marido mientras los adolescentes estaban en la cocina preparando café y té. Era lo único que parecían poder hacer para no derrumbarse también.
Ocurrió cuando entraron al comedor cargando las bebidas, dejando todo en la mesita del centro. El celular de JeongIn sonó anunciando una llamada.
—Un número desconocido —murmuró JeongIn—, debe ser de alguna empresa...
YuNa le quitó el celular y contestó.
—¿Sí? —preguntó con voz grave.
Silencio al otro lado de la línea. YuNa mordió su labio inferior.
—¿Hola? —insistió.
Más silencio. Lo puso en altavoz, oyéndose una respiración acompasada, pero nada más.
—¿Es una broma? —espetó YuNa—. No estoy para jueguitos...
—Ma-má.
Todos miraron hacia el móvil al oír una temblorosa, sacudida voz hablar, un tono ronco y quebrado.
SungHoon lo reconoció enseguida en tanto JungWon pudo sentir los nervios invadiendo su estómago.
—¿Riki? —jadeó la mujer—. ¿Ni-Ki? ¿Bebé?
—Mamá —insistió Riki —, mami, p-por favor...
Llanto destrozado se escuchó al otro lado de la línea.
—Cariño, cariño —murmuró YuNa en tanto HyunJin le hizo un gesto de mantenlo en línea, Eric agarrando su computadora—, mi amor, ¿dónde estás?
—No —gimoteó Riki —, no, no... no lo sé... —más llanto—. Ayuda. Por favor...
—Sí, sí bebé, ya iremos —sollozó YuNa—, pero por favor, necesito que nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?
—Sí. Dos ventanas —el niño sorbió por su nariz—. No... Du-duele si me paro...
JeongIn abrazó a YuNa cuando observó que parecía a punto de desmoronarse mientras el resto de personas allí lucían a segundos de vomitar o llorar también. O quizás una mezcla de los dos.
—Haz el intento —susurró YuNa destrozada—, cariño, te lo ruego...
Riki lloró con más fuerza y hubo un momento de jadeante silencio hasta que volvió a hablar:
—Hay... u-una calle —tartamudeó Ni-Ki —. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que brilla. Brilla muy feo —otros tensos segundos en donde no dijo algo—. Frente hay... hay casas pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–
—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?
Un grito.
—¡No! ¡Lo-lo siento!
La llamada se cortó.
La poca esperanza que iba quedando se estaba convirtiendo en cenizas.
♡❜
La luz neón de color rojo proveniente del exterior se filtraba por esas apestosas cortinas iluminando el cuarto y Muñequito se sintió como si estuviera otra vez en esa habitación donde conoció a su hermana.
A esa Muñequita que ese hombre de ojos bicolor estaba usando a su gusto.
Extendió el brazo como si pudiera capturar la luz pero sus dedos se cerraron en la nada antes de recibir un golpe. Olvidó que Señor Shin estaba allí.
Otro error a su larga lista de errores.
Bisco, amarrado todavía, parecía tener hambre y Muñequito quería tenerlo en brazos para protegerlo aunque fuera un poco.
—Eres imperfecto —le escupió Shin levantándose para vestirse, observando los moretones en la piel de Muñequito, la sangre en las sábanas, su rostro carente de expresiones—, deberías agradecerme, pedazo de mierda, porque estoy siendo bueno contigo a pesar de que ya no me sirves mucho.
No respondió aunque podía sentir las palabras en la punta de su lengua. Sin embargo, sabía que si hablaba ese hombre era capaz de quemarle la boca con el cigarrillo como hizo horas atrás cuando gritó por el dolor de la violación.
—Si sigues así —continuó Shin agarrándolo de las piernas, tirando de ellas y Muñequito aguantó el chillido gracias al movimiento brusco—, apenas lleguemos a tu nuevo hogar, voy a cortarte estas piernas. Ya no las necesitas más.
"No, no, no, por favor no...", quiso decir pero trató de ahogar las palabras una vez más.
—Bien, así me gusta —Shin ahora atrapó su rostro, apretando sus mejillas—, para que veas que soy más bueno, saldré a comprarte algo para comer, ¿qué tal caramelos, bebé? —Shin lo empujó contra su cuerpo y lo besó en la boca. Pudo sentir la lengua acariciando sus labios rotos—. Y comida para tu rata asquerosa también, ¿te parece?
No hubo respuesta. Shin soltó su rostro, agarrando su chaqueta y procedió a salir de la habitación. Resonó el ruido de la llave siendo girada, el silencio volviendo al cuarto.
Cerró sus ojos brevemente aunque no quería hacerlo porque entonces su mente se volvía una laguna confusa de ideas.
Muñequito. Riki. Muñequito. Ni-Ki. Muñequito. Nini.
¿Quién era realmente?
No lo sabía. Todo en él era una farsa.
Parpadeó, la luz roja molestando. ¿Era de día o noche? Giró la cabeza, desorientado.
Lo vio.
El celular de Señor Shin encima del velador, negro, delgado, y lo agarró. Batería. Tenía batería.
Lo desbloqueó y marcó dos números. Tres años atrás un señor y una señora le hicieron aprenderse sus números de memoria para cualquier emergencia, por lo que la única idea concreta en su mente en aquel instante era el teléfono del señor. Ese señor tenía una voz agradable y cálida que le hacía dormir muy bien. Tal vez debería pedirle que le hablara para así dormir.
Sonrió con debilidad terminando de marcar y llamó.
Hubo sonido cinco veces hasta que alguien contestó.
No fue la voz del señor así que su idea se desmoronó por completo. Ese hombre no contestó, ¿qué haría ahora?
—¿Sí? —habló una mujer que se le hizo conocida, aunque no respondió por el desconcierto—. ¿Hola? —continuó esa voz. Como si estuviera en un sueño, Muñequito pareció reconocerla. Perrito habló una vez de ella, ¿cómo se decía...?—. ¿Es una broma? No estoy para jueguitos...
—Ma-má.
Mamá.
Sí. Mamá. Era mami, su mami, quien le abrazaba todas las noches y le sonreía con eterno amor. Y ese número era de papá, su papi, que le cargaba para cualquier lado llenándole el rostro de besos que no escatimaba por nada del mundo.
Mamá y papá.
—¿Riki? ¿Ni-Ki? ¿Bebé? —balbuceó apresuradamente ella.
—Mamá —graznó Riki, su tono ahogado en desespero porque las ideas seguían mezclándose y no quería eso—, mami, p-por favor... —rogaba, pero no sabía por qué. Antes de darse cuenta estaba llorando y no lo comprendía, no lo entendía, ¿qué estaba haciendo mal?
Él quería estar tanto con ellos, ¿por qué señor Shin no le dejaba en paz?
—Cariño, cariño —masculló mamá—, mi amor, ¿dónde estás?
—No, no, no... —no dejaba de llorar, Ni-Ki quería que papá lo abrazara y mamá le quitara ese dolor, ¿por qué no estaban allí? Los necesitaba mucho —no lo sé... Ayuda. Por favor...
—Sí, sí bebé, ya iremos —mamá también lloraba pero Ni-Ki no quería que lo hiciera, ¡mamá no debía llorar!—, pero por favor, necesito que nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?
—Sí —se volteó y las miró, la luz filtrándose todavía— Dos ventanas —agregó apenas—. No... Du-duele si me paro...
Todo su cuerpo dolía y quería acurrucarse de cualquier forma, como si de esa forma pudiera protegerse aunque fuera imposible.
—Haz el intento, cariño, te lo ruego...
El llanto aumentó mientras se sentaba apenas, su cadera doliendo, algo atrás ardiendo, y caminó apenas hacia la ventana más cercana. Bisco, en el suelo, se puso de pie con un gimoteo débil pero Riki lo ignoró, aferrándose a la sucia cortina para mirar hacia el exterior. Una calle. Un letrero. Una muralla.
—Hay... u-una calle. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que brilla —describió débilmente—. Brilla muy feo. Frente hay... hay casas pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–
La puerta se cerró y se volteó.
Shin estaba de pie ante ella con el rostro desencajado por la rabia, sosteniendo una bolsa, sus ojos inyectados en ira y cólera.
Si hubiera podido retroceder lo habría hecho.
—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?
Tres pasos y Shin lo golpeó en el rostro. Gritó, el celular cayendo al suelo.
—¡No! ¡Lo-lo siento!
Shin pisó el móvil, destrozándolo pero Ni-Ki no pudo pensarlo bien porque entonces recibió un golpe en el estómago. Otro grito y escupió sangre.
Bisco comenzó a ladrar, enloquecido.
—¡Te das cuenta! —le gritó Shin agarrándolo del cabello—. ¡Te das cuenta de lo desagradecido que eres, maldito niño de mierda! —lo abofeteó, su labio partido reventándose una vez antes de que esas grandes manos se cerraran en su cuello—. ¡Lo único que estás haciendo es ser un mocoso imperfecto y desordenado!
—Pe-perdón —jadeó Riki apenas sin aire, viendo puntos negros, su boca inundada en sangre—, pe-perdón...
Otro golpe en su rostro. Los ladridos de Bisco aumentaron.
Sollozó apenas cuando el aire volvió, viendo a Shin alejarse.
—Quiero sacarte los ojos —gruñó Shin—, pero no te arruinaré. Fui bueno, Muñequito, fui muy bueno contigo, pero tú no aprendes. Ahora seré malo.
Ni-Ki lo agarró del brazo con desesperación.
—Po-por fa-favor...
Shin lo golpeó con su puño en la mejilla y lo soltó.
Más sangre manchó las sábanas, apenas moviéndose pero se forzó a hacerlo cuando lo vio caminar hacia el cachorrito. Hacia Bisco.
Bisco le ladró, le gruñó y retrocedió aunque era pequeño, tan pequeño que era fácil de agarrar sin que pudiera morder. Lo agarró del pescuezo y lo levantó.
—Iba a dejar que lo conservaras —espetó Shin sacudiendo al animal que ahora lloró y gimió.
—Fa-favor... —tartamudeó Ni-Ki entre lágrimas, cayendo al suelo para arrastrarse hacia Shin—, l... s-siento...
—Todavía te lo puedes quedar —Shin le sonrió, levantando al animal.
Cerró sus ojos.
—Mírame, Riki.
Lo observó de golpe porque era la primera vez que lo llamaba por su nombre, nunca lo hizo antes ya que sería validarlo como persona.
Shin lo hizo ahora.
—Quédatelo —dijo Shin—, pero muerto.
El sonido que hizo el cachorrito al ser golpeado contra la pared fue escabroso.
Muñequito vio a Bisco caer al suelo, sin vida alguna, sangre manchando el horrible concreto. Algo dentro de él se destrozó, para siempre muy probablemente.
Shin lo agarró del cabello.
—¿Quién eres? —le preguntó con voz dulce.
Muñequito no contestó, sin dejar de mirar el cuerpo muerto del perrito frente a él.
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