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Capitulo ocho.

- Dicen que el que avisa no traiciona ¿verdad?

Pues, HeeSeung hacía valer su palabra. Así como había dicho, el castaño invitó al rubio lindo del asistente social a una cita, que rápidamente el contrario aceptó. Era un sábado, así que ese día lo tenía libre de cuidar a YiRen, ya que le tocaba al moreno.

Y allí se encontraba, viéndose al espejo con unos jeans apretados que hacían resaltar sus piernas y su voluptuoso trasero. Una camisa con los botones de arriba desabrochada, dejando ver así su pecho el cual era adornado por una cadenita plateada.

Y ahí estaba Jay, quien estaba mordiéndose la lengua para no lanzar algún comentario que haga que su rabia sea visible.

— ¿Me veo bien? —preguntó el castaño estirando sus brazos.

—Define verte bien. —dijo sin mirarlo, dándole la papilla a la bebé.

—Bien, lindo, guapo, atractivo. A eso me refiero.

—No te veo diferente. Sigues siendo el mismo idiota de siempre. —encogió sus hombros aún sin mirarlo.

El castaño rodó sus ojos y se acercó a ellos.

─ ¿Por qué siempre tienes que ser tan insoportable?

— ¿Insoportable yo? —está vez si fijó su mirada en el castaño y lo que vio hizo que su boca se secara. HeeSeung se veía tan malditamente hermoso y sexy sin usando ropa casi informal.— T-tú eres el insoportable, HeeSeung.

—Como digas —se acercó a la bebé— ¿No que me veo lindo, preciosa? —usó la tonta voz infantil, como se le había hecho costumbre últimamente.

—Lindo, muy lindo, Hee. —respondió la pequeña sonriendo.

—Owww, gracias mi amor —depositó un beso en su frente— No creo que llegue a dormir esta noche, Jay. Así que te veré mañana.

—Como sea.

—Adiós, mi vida —volvió a besar a la pequeña para después tomar las llaves que estaban sobre la mesa— Hasta mañana, Jay.

—Ya vete de una jodida vez, HeeSeung.

—Sé que me extrañarás. —le guiñó un ojo.

—Sueñas.

—Oh, y, ¿Jay?

— ¿Qué? —preguntó más fastidiado esta vez

—La próxima vez intenta disimular mejor las ganas que me tienes, porque me haz comido con la mirada, bebé —sonrió y salió de la casa, ganándose unos insultos por parte del ojiavellana en el camino.

♡❜

— ¿Entonces eres de Australia? —preguntó el castaño a su acompañante mientras tomaba un sorbo de su champagne.

—Así es, pero luego por trabajo de mi padre tuvimos que mudarnos a Corea, es un hermoso lugar y me adapté muy rápido. Finalmente me gradué e hice mi carrera como asistente social. —dijo con una sonrisa— ¿Y tú, HeeSeung?

—Bueno, soy de Ddaegu, pero me mudé aquí en Seúl a muy temprana edad, conocí a SungHoon en primaria y nos hicimos inseparables. —sonrió nostálgico al recordar al menor, el cual se había sentado a su lado, acatando de que, ya que el era nuevo y se encontraba solo, el se haría cargo de que se sienta bien a gusto en el lugar— Luego me fui a mi ciudad natal cuando entré a la secundaria, por algunos problemas, pero después volví y ya me quedé aquí.

— ¿Y tienes pareja? —preguntó interesado.

—Hum... no, aún no, pero podría...

Ambos se sonrieron y después llegó la camarera, tomó sus órdenes y se fue.

— ¿Y cómo te va con esto de vivir con un extraño y una niña? —volvió a cuestionar el ojiazul.

—Bueno, Jay no es un extraño, era el mejor amigo de Ni-Ki, el marido de SungHoon, así que siempre lo he visto, por lo menos desde que volví. Y con respecto a YiRen, ella es una niña preciosa, encantadora y que te roba el corazón apenas la conoces.

—Puedo confirmar eso. ¿Y tú y Jay... ? ¿Cómo se llevan?

—Como perros y gatos. —río— Nos encargamos de joderle la vida al otro todo el tiempo. Aunque a veces, muy pocas veces, baja sus defensas y es un sujeto muy agradable para llevar.

— Jay es un chico demasiado, demasiado atractivo, no se porque no intentaste tirartelo en primer lugar, yo lo haría. —dijo lo último en voz baja.

—Es un hombre muy hermoso. —le siguió— Pero creo que me odia, y además, lo he intentado.

— ¿Lo hiciste?

—Bueno, indirectamente, claro está.

—Especifícate. —pidió el rubio

—La primera vez que nos presentaron, quedé flechado por el, un dulce y tierno niño de diecinueve años, con esos hipnotizantes ojos color ámbar que te deslumbran, más esas perfectas facciones y una sonrisa de muerte, ¿Quién no hubiera caído por el?

— ¿Y qué sucedió?

—Bueno, según SungHoon, ninguno admitiría que nos gustábamos el uno al otro, así que en vez de hacer eso, nos molestábamos. Pero bueno, luego se volvió costumbre, no digo que no haya perdido el interés en él. Jay es una de esas personas que parecen salidos de un cuento de hadas y... —el castaño se cortó en media oración. ¿Por qué estaba hablando del pelinegro en su supuesta cita con el rubio?— Olvídalo.. mejor hablemos de..

—Oye, no me molesta para nada que hables sobre Jay, es más, harían una hermosa pareja juntos, son tan lindos, yo los shippeo. —sonrió amable el ojiazul.

—Se supone que esto era una cita para conocernos entre nosotros y terminé hablando de Jay. —negó.

—Si hablas de él es porque te importa, además, ambos sabemos que si estás aquí es solo porque querías darle celos.

— ¿Tú cómo..?

—Hay que ser idiota para no darse cuenta, HeeSeung. —volvió a reír— Pero si quieres, puedo ayudarte con esto.

— ¿Ayudarme en que, específicamente? —frunció el ceño.

—En hacer que Jay sienta celos para ver si está igual de enamorado como tú lo estás de él.

—Yo no estoy...

—Por favor, HeeSeung. Por la manera en la que hablas de él, se nota a leguas que te trae muerto, relájate. —dijo burlón.

—Yo... yo no sé... —rascó su nuca.

— ¿Quieres conquistar a ese precioso chico? Pues, deja que Lee Félix se encargue.

♡❜

El pelinegro se encontraba dando vueltas en su cama, no podía conciliar el sueño, de tan solo pensar en que el castaño estaba en su jodida cita con el asistente, haciendo dios sabe que.

—Estúpidos... estúpido HeeSeung... estúpido Félix. —dijo tapando su cara con la almohada— Ni siquiera debería importarme, maldición. —se quejó, sentándose en la cama— Maldito, idiota, tonto.

Tomó su teléfono y buscó entre sus contactos el número del ojimiel. Mordiéndose el labio pensó en una buena excusa para llamarlo, ¿Qué le diría? No tenía razón para llamarlo e interrumpir su tan hermosa velada.

—Joder, ¿Para que me molesto? —tiró su teléfono en la cama— No me importa lo que él haga, no me importa nada.

Un lloriqueo lo hizo salir corriendo de la cama, al entrar, encontró a YiRen retorciéndose en su cama.

—Amor ¿Qué tienes, princesa? —preguntó tomándola suavemente y sentándola en su regazo.

—Duele, Jong, duele —dijo la bebé, tenía algo de fiebre.

—Oh, mí amor, estás ardiendo de fiebre. —la tapó con una de las mangas y la cargó en sus brazos para bajar con prisa por las escaleras e ir a tomar las llaves de su auto— Tranquila, amor, todo estará bien. Iremos al hospital.

— ¡Duele, tío Jong! —gritó entre llantos la pequeña haciendo que Jay entrara rápidamente en estado de pánico.

—Shh, shhh, ya estamos yendo al hospital, aguanta, bebé, aguanta.

Sentó a la pequeña en el asiento de atrás y subió al asiento del piloto para arrancar haciendo que las llantas chillaran sobre el asfalto.

Marcaba al castaño sin tener respuesta de su parte.

—Joder, HeeSeung, contéstame. —apretaba más el volante— ¡Deja de follar con ese idiota y atiende el puto teléfono!

— ¡Tío, Jong!

—Ya llegamos, mí amor, ya llegamos... —sentía un nudo en su garganta al oírla tan mal a su princesa, que no pudo aguantar más y rompió en llanto él también.

♡❜

El castaño estaba llevando al rubio a su casa, cuando tomó su teléfono, que había olvidado dentro de la guantera. Al encender la pantalla se encontró con una gran suma de llamadas perdidas del pelinegro. Eso hizo que su preocupación se despertara y devolvió la llamada.

— ¡Joder, por fin atiendes el puto teléfono, grandísimo estúpido! —gritó el chico del otro lado de la línea, pero al escuchar su voz quebrada, no respondió a sus insultos.

— ¿Qué sucedió, Jay? ¿Que..?

Estoy en el hospital con YiRen, no sé qué le pasa, no me dicen nada aún, se la llevaron y no sé... Por favor, HeeSeung, ven. Te necesitamos.

— ¿Qué? Oh, dime en dónde estás, Jay.

En el mismo hospital en donde perdimos a Ni-Ki y SungHoon.

Y cortó, el castaño no dudó en pedirle disculpas al rubio y decirle que iría al hospital y el rubio no dudó en acompañarlo.

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