único
El clima de Seúl nunca había sido de lo más cálido, y era una de las cosas que HoSeok no disfrutaba, pues él adoraba sentir el sol besar su piel, aunque fueran solo un par de minutos al día, y los constantes nubarrones grisáceos impedían eso, además del constante polvo fino en el aire.
Aunque tampoco podía quejarse de los días nublados, con un ligero viento helado, que ayudaban a limpiar un poco el ambiente. Gracias a esos días en que el clima era tan malo, y la polución en el aire era casi incontenible, las autoridades escolares les permitían faltar a clases a menos que fuera estrictamente necesaria su presencia.
Pero era la semana de evaluaciones, la última del semestre, y aunque tuviera que andar por el campus entero con una mascarilla para evitar el polvo fino y una enorme chaqueta que lo protegiera del gélido viento, no podía darse el lujo de quedarse en casa, tapado con sus mantas hasta las orejas mientras veía series en su ordenador o simplemente leía en la comodidad de su cama.
Era molesto y cansado, pero tenía que hacerlo si quería pasar al penúltimo semestre de literatura. Ya había dado la última prueba del día y se disponía a volver a casa para descansar largo y tendido el fin de semana, pero primero necesita conseguir un buen libro para leer.
Se separó de sus amigos con el propósito de ir a la biblioteca de la universidad, sabiendo que ellos no querrían acompañarlo pues jamás, en los años que llevaban estudiando en la universidad habían puesto un pie en el viejo edificio cerca del final del campus.
Les había dicho que no esperarán por él pues era consciente de que una vez entraba a ese lugar, probablemente uno de sus favoritos en toda la universidad, perdía la noción del tiempo entre las estanterías, buscando un libro que atrajera su atención o simplemente perdiéndose entre las páginas de los varios libros que tomaba.
HoSeok ya se encontraba sonriendo solo de pensar qué título llevaría ese día consigo a casa, pero dicha sonrisa no duró más de un par de segundos al darse cuenta de que la enorme puerta de madera tallada que siempre le daba la bienvenida a la biblioteca universitaria se encontraba cerrada de par en par.
No podía creérselo, él asistía cada día a ese lugar, ya fuera para leer, estudiar para las pruebas o simplemente para pasar el rato leyendo, y la biblioteca nunca se cerraba, incluso si sólo se encontraban los trabajadores en el lugar, subió la escalinata corriendo y el cartel anunciando el fin de actividades temprano de la biblioteca por el final de semestre lo desanimó por completo.
No tendría libros por leer en los siguientes meses de vacaciones, y aunque tenía un librero del tamaño de una pared atiborrado de un sin fin de géneros para pasar el rato, en vista de su fracaso obteniendo más libros por agregar a la siempre incompleta lista de lecturas, ya había repasado la mayoría de todos esos rechonchos libros al menos unas tres veces, y no era como si sintiera molesto particularmente.
Pero siempre era bueno descubrir algo más.
Volvió sobre sus pasos con resignación y un sentimiento de desilusión resignado a releer los mismos libros viejos en su hogar. El clima al menos parecía haber mejorado un poco por la tarde, el polvo fino en el aire se había reducido un poco y el viento ya no era tan fuerte como lo había sido bien temprano por la mañana.
Finalmente había sido capaz de sacarse la horrible mascarilla quirúrgica y respirar un poco de algo que no fuera ese horrible olor a esterilizado y falsa fragancia similar a ambientador que ya se hallaba grabado bien profundo en su memoria.
Los fideos instantáneos que vendían en la tienda a tan solo un par de calles caminando fuera de la universidad lucían genuinamente tentadores; HoSeok fácilmente podía imaginarse los fideos humeantes y probablemente agregando un huevo a la fórmula, delicioso, ya se encontraba babeando de solo imaginarlo.
No dudó en caminar hasta el lugar, pagando con el poco efectivo que se hallaba dentro de las largas bolsas de sus pantalones deportivos, se sentó en la pequeña banca de madera, algo vieja y crujiente fuera de la tienda de conveniencia mientras esperaba a que la bandeja de fideos con el agua caliente estuviese lista para ser devorada.
Había gastado el poco dinero que cargaba consigo en los fideos instantáneos, así que debía comerlos apropiadamente si quería llegar a salvo caminando de vuelta a casa. Colocó su mochila sobre sus piernas y dejó la bandeja sobre la mesa redonda de metal frente a él.
Su vista se desvió a una de esas tiendas aparentemente viejas cruzando la calle, tan solo un par de casas lejos de la tienda en dónde se encontraba. A HoSeok siempre le había causado curiosidad esa construcción.
Cada vez que caminaba por esa calle en dirección a la parada de buses del lugar sus ojos no podían evitar desviarse a ese lugar, algo había de distinto en su aura que atraía su completa atención. A simple vista, HoSeok podía decir que era una tienda de antigüedades, aunque no disfrutará mucho de juzgar los objetos o lugares por cómo lucían.
Pero el acabado rústico de la tienda, además de la pintura descuidada de un tono marrón en las paredes de piedra en el exterior, los ventanales negros empolvados y algunas enredaderas de un tono verde apagado cubriendo por completo la fachada y parte de los ventanales, además de la madera roída del cartel que ponía en una caligrafía desprolija, cursiva y apenas comprensible "Magic Shop" le daban una idea de lo que iba.
Se sentía curioso, porque además de todo, casi no podía apreciar nada de lo que ocurría dentro de esa tienda, pues la vista de los ventanales se encontraba obstruidas por lo que podía adivinar se trataban de montones y montones de plantas de todo tipo, madreselvas, petunias, narcisos, aunque realmente él no sabía mucho de jardinería de cualquier forma así que no podía decirlo con seguridad.
Cada vez que se sentía absorto en el lugar y en los secretos que escondía detrás de esa jungla debía obligarse a volver a la realidad, tomó sus fideos calientes en un parpadeo y salió corriendo de vuelta a casa, antes de que su madre comenzará a llamarlo debido a que no volvía a casa a las horas en que era habitual.
[🌱]
HoSeok ya había terminado tres libros, y no había transcurrido siquiera la mitad de la primera semana. Se encontraba francamente aburrido como el infierno en casa, no podía salir con sus amigos, pues YoonGi seguramente se encontraba en casa de sus padres en Daegu, y Jimin había decidido salir en un viaje a la isla de Jeju junto con Taehyung, y ellos eran los únicos amigos con los que tenía suficiente confianza para salir por ahí.
No tenía demasiado interés en comenzar a ver algunas series que YoonGi le había recomendado, pues sabía que su falta de interés no lo dejarían seguir más allá de dos capítulos y luego la ansiedad por no saber el resto de la historia lo comería en vida.
En cambio, tomó el ordenador sobre su cama, finalmente colocándose sentado correctamente y tecleó en el mapa del buscador con la esperanza de encontrar alguna biblioteca operando cerca de su hogar.
Sorpresivamente encontró una más cerca de lo que había esperado, y la sorpresa fue mayor al darse cuenta de que no se encontraba más que a solo un par de calles cerca de su universidad. Con el ánimo mejorado tomó un suéter delgado y se colocó una camisa decente antes de dejar una nota a su madre, por si volvía antes que él de hacer las compras de la despensa, y salió con una sonrisa.
No le tomó más de veinte minutos en llegar, y mientras caminaba con la vista clavada en su celular, intentando averiguar la ubicación exacta de la famosa librería. Sus propios pies lo llevaron a ciegas, y cuando el teléfono marcó el fin de la ruta alzó la mirada, su boca formando una o llena de genuina sorpresa al encontrarse frente a esa tienda de aspecto rústico que antes había catalogado como una tienda de antigüedades.
Se asomó sobre las puntas de sus pies por los ventanales, sin ser capaz de apreciar mucho del interior del lugar, incluso si realmente no lucía como una librería ya se encontraba ahí, además de que incluso estando en Seúl, realmente era difícil encontrar tiendas que no fueran de ropa, maquillaje y todas esas cosas en las que él no se encontraba realmente interesado.
Entró con un rechinido de la puerta de madera, brincando apenas visiblemente sobre su lugar al escuchar la pequeña campana dorada cercana a la puerta, anunciando su llegada. HoSeok sintió que todo frente a él era caótico, pero hallaba cierto encanto en el lugar.
Francamente, el lugar entero le daba esa vibra que realmente desencajaba con el ambiente ajetreado de la ciudad fuera de esas puertas. Incluso dando una sola respiración podía sentir el aire fresco y no contaminado llenando sus fosas nasales, impregnándolo del olor de la madera y las plantas colocadas descuidadamente por toda la tienda, sobre las repisas cercanas a las ventanas, algunas grandes macetas en las esquinas y los potes de distintos tamaños sobre el mostrador principal.
Todo se encontraba compuesto por esa madera crujiente, sin ninguna clase de acrílico o pintura que arruinará su naturaleza limpia y fresca, no pudo evitar una enorme sonrisa mientras caminaba dentro.
Se sentía como si estuviera adentrándose a un pequeño pedacito de bosque, había una alfombra redonda en la mitad de la tienda, y justo por encima una lámpara de color negro algo vieja y oxidada, que hacía parecer a simple vista como una de esas antiguas que aún usaban velas y que todo el tiempo veía descritas en libros de medievos.
Podía pasarse la tarde entera disfrutando del aroma de los muebles y las plantas volviendo el ambiente más amable y fresco, pero debía concentrarse en lo que había ido a buscar, libros, y esperaba salir con al menos un título.
Pero por más que su mirada viajará alrededor le era imposible encontrar siquiera ápice de hojas entintadas o algún cuero siendo utilizado como cubierta. Aunque al menos había dado con un perro de un precioso pelaje marrón enroscado dormitando encima de un viejo sofá de cuero algo viejo y maltrecho.
HoSeok sonrió al ver que no se inmutaba ante su presencia en la tienda y finalmente se acercó al mostrador de la tienda, donde un sin fin de frascos con sustancias extrañas de colores verdosos no demasiado agradables a la vista descansaban bien sellados y aparentemente ordenados en un orden específico que él desconocía.
Cuando estuvo a punto de dar un par de golpes con sus nudillos sobre la madera en la esperanza de ser atendido pronto por el trabajador del lugar, el chico más delicado, precioso y adorable que sus ojos habían sido capaces de ver alguna vez apareció cruzando uno de los portales que daba probablemente a la parte trasera de la tienda.
El chico de un hermoso cabello azabache dejó caer lo que parecían ser un par de hierbas que llevaba entre sus manos por la sorpresa, y sus hipnotizantes ojos de un tono purpúreo le arrancaron a HoSeok la respiración en un segundo.
― Oh, lo siento mucho ―el azabache no tardó en disculparse con una voz algo cantarina, pero aún bastante grave, seguido de una risa melodiosa de escuchar que endulce los oídos de HoSeok― me sorprendiste, hace mucho que alguien no entraba aquí.
El de cabello castaño oscuro seguía sin poder quitar la mirada de encima del chico que podía ser, a simple vista, de su edad, que ya había recogido las hierbas entre sus pálidas manos para colocarlas dentro de lo que parecía ser una mezcla de agua, aceites y otras cosas que olían sospechosamente como cítricos.
― Hola soy HoSeok ―el chico se abofeteó mentalmente al murmurar eso sin ningún reparó, extendiendo su mano al precioso y delicado chico que lo estaba atendiendo, pero su acción terriblemente tonta lo hizo feliz cuando los labios del pelinegro se curvaron en una sonrisa que dejó ver su perlada dentadura y sus rosadas encías.
Su mano cálida no tardó en estrechar la suya con amabilidad ― Hola HoSeok, yo soy JeongGuk, bienvenido a mi tienda mágica en dónde encontrarás todo lo que tu corazón deseé, ¿hay algo que estés buscando?
HoSeok lo pensó seriamente, iba en busca de un libro, pero había encontrado algo mil veces mejor, y no solo se refería al chico inhumanamente precioso que se encontraba sosteniendo su mano, sino a la tienda entera que tenía un encanto mágico por sí misma, y que sin dudas le hacía honor a su nombre.
― Déjame adivinar, ¿vienes buscando algo para ayudar a mejorar tus plantas? ―el chico preguntó saliendo por un lado de detrás del mostrador.
Él castaño creía que lucía etéreo mientras subía la pequeña escalera de madera anclada a una de las amplias paredes, casi como si se tratará de alguna hada salida de un cuento de hadas, por lo pequeño que era y lo lindo que su rostro era.
JeongGuk se deslizó con gracia tomando impulso con su pie apoyado sobre una de los bordes del mostrador, la escalera crujió mientras se deslizaba sobre las dos ruedas contra el piso, hasta que el pelinegro lo detuvo una vez más con su pie, tomando uno de los cientos de tarros en el estante y bajarlo consigo, abrazándolo con excesivo cuidado entre sus manos, caminando de vuelta al mostrador para tomar un puño del polvo dentro y esparcirlo en dónde anteriormente ya había echado las hierbas.
HoSeok no solía actuar de esa forma tan grosera, pero su mirada no evitó viajar por la adorable vestimenta del pelinegro y seguir con cuidado cada una de sus acciones. No lucía como nada especial, usaba unos pantalones de satín ajustados y una camiseta de un lindo tono azul cielo fajada y de mangas anchas, además de unos pequeños zapatos negros brillantes.º
No llegaba a comprender cómo es que incluso en una vestimenta tan simple podía lucir tan encantador, tener un aura tan hechizante además de tranquila. Aunque había una sonrisa traviesa en su rostro que le daba la sensación de que era una caja de sorpresas.
― Yo estaba buscando un libro, cuando encontré la dirección de este lugar decía que era una librería, pero creo que el navegador debió equivocarse ―el castaño finalmente explicó luego de que la atención del chico fuera completamente suya, aún con su sonrisa traviesa y su mirada profunda.
― ¿Librería? ―el pelinegro llevó una de sus manos a su rostro, apretando con suavidad sus mejillas― ah, ya recuerdo.
HoSeok creía que JeongGuk lucía adorable mientras reía para sí mismo ― Era la única forma en que podía registrar mi tienda, ya que una tienda de magia no estaba disponible en las opciones, no entiendo mucho sobre esas páginas web. Lo siento mucho por confundirte.
Incluso aunque hubiese sido una confusión, HoSeok no se arrepentía de estar ahí, se sentía tan cómodo y JeongGuk era tan adorable que él viaje hasta ahí ya había valido la pena ― Pero si un libro es lo que deseas, entonces puedo ayudarte.
La nariz algo prominente de JeongGuk se arrugó levemente y avanzó en pequeños pasos que más bien parecían suaves brincos de emoción nuevamente hasta la parte trasera del lugar, llamó a HoSeok a gritos.
― ¡Ven aquí, HoSeok! ―el castaño dio vuelta al mostrador y asomó con duda dentro, JeongGuk no tardó en tomar su muñeca con una sonrisa emocionada y llevarlo consigo.
Si él creía que el frente de la tienda ya era espectacular no había estado preparado para pasar a la parte trasera, que lucía realmente como salida de un cuento de hadas, está parte era todo lo contrario a como lucía en el exterior, a pesar de que el lugar entero siguiera siendo enteramente de madera, colores brillantes adornaban las paredes, lucía como si los colores vibrantes del propio arcoíris se hubiesen quedado atrapados entre esas cuatro paredes.
Había lo que parecía ser un caldero viejo colgando de dos fuertes cadenas encima del fuego vivo, cientos de talismanes de todos tamaños y colores colgaban del techo, algunos más sobre el piso y el perro marrón que HoSeok había visto recostado en la entrada ya se encontraba estirando su cuerpo en la habitación.
Una decoración de estrellas y constelaciones adornaban el techo de principio a fin, e incluso si HoSeok ponía atención parecían moverse lentamente. El lugar realmente era tan maravilloso e increíble que le arrancaba cualquier expresión.
Su mirada fue a parar a JeongGuk, que tenía sus manos unidas mientras lo miraba con una emoción inexplicable en su rostro, como si se estuviera conteniendo de mostrarle cada pequeña cosa en el lugar.
El azabache no tardó en correr a uno de los viejos y destartalados muebles invadido por una enredadera y tomar un par de libros empolvados entre sus manos.
― ¡Mira, puedes tener estos! Los he memorizado así que ya no los necesitó ―aunque HoSeok se hubiese intentado negar el chico de piel canela los dejó entre sus manos, lucían como libros realmente viejos y caros y JeongGuk parecía no advertir de lo mucho que valían― ¡ha, estoy seguro de que te gustarán mucho!
HoSeok dio un vistazo rápido a las páginas, endurecidas y amarillentas por lo viejas que eran, y notó fascinado que todos los libros parecían manuscritos, aunque no podía distinguir demasiado bien lo que decían.
JeongGuk seguía mirando alrededor, de vez en cuándo acercándose a dar vistazos al caldero en el fuego para aplaudir emocionado.
― No había tenido un visitante en mucho tiempo, estoy muy agradecido contigo ―el azabache tomó los libros que HoSeok miraba fascinado y tomó sus manos, una mirada cálida provocando un suspiro que dejó sin aire al castaño― eres muy agradable HoSeok.
― JeongGuk, te agradezco mucho por los libros, pero no creo que pueda llevarlos conmigo ―la enorme sonrisa brillante del pelinegro desapareció de golpe para convertirse todo en una mirada llena de confusión y un puchero notable.
― ¿No te han agradado? He leído esos libros por años y son muy divertidos.
― ¡No, no, por favor no te sientas mal! ―el castaño no tardó en intentar explicarse al ver la personalidad brillante del chico desvanecerse para ser reemplazada por un aura triste y apagada, y él definitivamente no quería ser el culpable de que el precioso chico que hasta hacía unos segundos había estado sonriendo y brincando alrededor mientras le mostraba emocionado sus pertenencias como lo más preciado estuviese con ese puchero triste y los ojos acumulando lágrimas― estoy seguro de que deben de ser increíbles, porque me los está entregando una persona increíble ―las mejillas del pequeño chico se colorearon de un rojo intenso― pero estos libros lucen muy costosos, así que no puedo llevarlos conmigo porque sería como si estuviera abusando de tu ignorancia sobre su costo ¿entiendes?
― ¿Pero te interesa leerlos? ―al ver el suave movimiento afirmativo la preciosa sonrisa volvió a aparecer en su rostro― entonces puedes llevarlos contigo, si no quieres mantenerlos puedes venir a devolverlos cuando los hayas terminado.
HoSeok nunca había creído en el amor a primera vista, tal vez el gustó, pero le estaba costando trabajo contenerse de pensar en esa premisa estando frente a JeongGuk, si HoSeok se encontrará leyendo un libro, probablemente JeongGuk habría salido de uno en donde la magia existía.
JeongGuk sería ese hechicero de buen corazón que había lanzado un embrujo de amor sobre él, y él definitivamente no se quejaría al respecto ― ¿Crees... qué podría venir a leerlos aquí? ―los ojos purpúreos del chico brillaron como dos luceros en mitad de la noche y asintió sin dudar un momento, la sonrisa que curvaba las comisuras de sus labios se volvió más prolongada.
El castaño creyó que si sonreía un poco más luciría aterrador, pero era posible, y JeongGuk seguía luciendo tan precioso como antes ― ¡Eso es mil veces mejor! Si, puedes estar aquí cuánto quieras HoSeok, eso me haría muy feliz.
[🌱]
Visitar la tienda mágica de JeongGuk se había vuelto un hábito, probablemente tal vez parte de la rutina habitual del castaño. Pasaba más tiempo en ese lugar de lo que probablemente pasaba en su casa durante las vacaciones.
Y con el paso de los días se había dado cuenta que la personalidad brillante y alegre de JeongGuk que al principio creyó irreal realmente era posible, y de nuevo, lo llevó a la conclusión de que el azabache parecía salido de un cuento de hadas.
Constantemente se encontraba tarareando canciones que HoSeok no reconocía mientras preparaba infusiones y brebajes con ingredientes que, sorpresa, tampoco podía identificar. Y estaba comenzando a conflictuarlo.
A pesar de que podían pasarse horas enteras hablando sobre cualquier cosa, literalmente cualquier cosa, como porque el rosa es rosa y temas similares que otras personas no tomarían en cuenta, JeongGuk era misterioso.
Cada vez que HoSeok intentaba indagar sobre a lo que JeongGuk se dedicaba solo recibía respuestas vagas; algunos tratamientos para plantas, infusiones y tés para mejorar la salud, alguna clase de magia para resolver cualquier problema, nunca eran respuestas a las cuáles pudiera hallarles lógica.
Los libros que HoSeok había intentado leer antes habían terminado siendo leídos al castaño por el mismo azabache, y aunque disfrutará como loco de su suave voz al leer, no podía evitar sentir curiosidad del hecho de que podía leer sin problemas cuando el libro no se encontraba en un idioma que él pudiera ser capaz de reconocer.
La intriga sobre saber porque JeongGuk devoraba los días hablando con su perro y murmurando alrededor mientras rebuscaba entre polvos, hierbas secas, y lindas flores, además de constantemente estar cubierto de brillos que eran casi imposibles de remover de su ropa, frotando talismanes rosados y azules, mirando las estrellas para después hacer un gesto de sorpresa y correr alrededor hasta dar con el libro indicado, cada pequeña acción lo estaba poniendo más y más curioso con el paso de los días.
Y si las cosas no podían ponerse más difusas con el tiempo, había algo empeorando todo, y es que HoSeok se había terminado enamorando del chico energético, distraído y adorable que JeongGuk era, y no podía descifrar si él azabache al menos sentía un poco de simpatía por él.
Decidido a resolver su duda la oportunidad no tardó en presentarse para él. JeongGuk lucía especialmente hermoso ese día. Usaba una capa de tela sedosa y transparente que cubría sus brazos, unos pantalones rosados con el tiro alto que abrazaban su cintura con suavidad, y unas pequeñas botitas de tacón blancas con brillos que lo hacían lucir adorable, además de un gorro amplio rosado que a HoSeok le recordaba a un sombrero de brujas como los que los niños usaban en la noche de brujas.
Los pendientes en sus orejas brillaban como si dentro tuvieran encerradas cientos de pequeñas estrellas moviéndose en armonía con el infinito espacio oscuro, el chico había salido de la tienda junto a su siempre fiel acompañante de cuatro patas que HoSeok pocos días después había enterado se llamaba Gureum.
No quería parecer un entrometido, pues irrumpir en la tienda incluso aunque él mismo hubiese sido testigo de cómo el pelinegro se marchaba a algún lugar era bastante grosero, pero la curiosidad ya le había ganado.
Intentó forzar la entrada solo para percatarse que en realidad la puerta ni siquiera estaba asegurada, entró al lugar para encontrarlo al igual que todos los días, a excepción de que faltaba el mueble de cuero viejo en el frente.
No perdió demasiado tiempo inspeccionando el frente de la tienda, pues casi conocía ese lugar como la palma de su mano, así que fue directamente al cuarto trasero, dónde la magia ocurría. No había nada fuera de lo normal, el caldero esta vez no estaba encendido y no había agua o hierbas dentro calentándose. Un libro se encontraba abierto sobre el mueble destartalado, en dónde las plantas parecían haberse adueñado por completo de la madera húmeda.
Intentó adivinar de qué se trataba la página abierta, pero no había más que letras que seguía sin comprender, el techo de constelaciones seguía moviéndose como siempre, y los talismanes, ópalos y cristales colgados relucían con algunos rayos del sol filtrándose por las tejas rotas de la antigua tienda.
HoSeok siguió rebuscando alrededor, sin dar con alguna pista que lo ayudará a descifrar lo que JeongGuk tanto ocultaba, y estando a punto de rendirse en su búsqueda y salir del lugar para fingir recién llegar cuando el pelinegro volviera.
De no ser por el pánico que lo invadió al escuchar la madera crujir con los pasos suaves de una persona.
― ¿H-hay alguien ahí? ―JeongGuk gritó con la voz claramente llena de miedo, y HoSeok maldijo al tener un montón de las hierbas que el chico ocupaba entre sus manos aún, rebuscando entre algunos cajones y potes sobre el mueble.
Guardó todo apresuradamente, sin fijarse mucho en dónde colocaba cada cosa, e intentó correr lejos del desastre que había hecho sobre las pertenencias del chico, sintiéndose extremadamente mal por sus acciones, esconderse era la única opción, pero eso probablemente asustaría más a JeongGuk, y podía percatarse por el tono de su voz, que ya se encontraba asustado.
Contuvo la respiración detrás de un sofá que JeongGuk había instalado para que él pasará el tiempo en el lugar mientras escuchaba las botas de JeongGuk resonar a cada paso que daba.
― ¡Ahh! ―JeongGuk gritó al verlo removerse levemente justo cuando intentaba ocultarse y fue señalado con lo que parecía una vara de madera.
HoSeok sintió un suave golpe bajo él y pudo ver a un enorme JeongGuk acercarse corriendo, hasta ser elevado y poder admirar los lindos ojos del chico de cerca, con un deje de preocupación.
― ¡Oh por todos los cielos HoSeok, me asustaste, creí que había entrado un ladrón o algo similar! ―a pesar de que HoSeok adoraba la voz del chico, sonaba cien veces más ruidosa de lo normal y cuando intentó hablar, un croar lo asustó.
JeongGuk río adorablemente, y solo eso fue capaz de distraerlo del hecho de que él azabache realmente era alguna clase de hechicero como había estado imaginando, y que accidentalmente lo había convertido en una rana pegajosa y fea.
― ¡Ah, cierto, déjame devolverte a tu forma original! ―el chico lo colocó con cuidado sobre el sillón y volvió a agitar la varita de madera y solo fue capaz de ver una luz cegadora antes de volver a ser el HoSeok humano que era usualmente.
JeongGuk le sonreía avergonzado, pero había un deje de tristeza en sus ojos, ahora podía leerlo mejor que antes, estaba asustado de lo que podía decir.
― ¿Tú... estás asustado de mí? ―preguntó el azabache― seguro que no querrás volver a ser mi amigo, ¿no?
― ¿Por qué no querría serlo?
― Porque soy un hechicero, te he convertido en una rana por accidente, eso no es normal ―el azabache se explicó, y el castaño tomó su rostro entre sus manos y limpió las lágrimas brillantes que resbalaban por sus tersas mejillas― los humanos son muy interesantes, pero siempre huyen de las personas como yo.
― Ya me imaginaba que eras un hechicero ―HoSeok intentó animarlo con una sonrisa suave― no estoy asustado o sorprendido, y quiero estar contigo mucho más tiempo, porque me gustas mucho JeongGuk.
― ¿De verdad crees en la magia?
― Bueno, he leído cientos de libros sobre magia sería irónico si no creyera que algo como esto realmente existe, ¿no crees?
JeongGuk lo miró desde abajo y esbozó una leve sonrisa, sus ojos volviéndose un poco más brillosos al escuchar al castaño.
― ¡Es un alivio HoSeok, y tú también me gustas mucho! ―sus lindas y pálidas mejillas se volvieron de un adorable rosado al decir lo último, y no tardó en esconderse entre los brazos del castaño― aunque en verdad, no es normal que te hayas arranado, la magia no suele afectar a los humanos si no es intencional.
― ¿Y entonces?
― Debes ser como un cuarto hechicero ―el pelinegro notó la mirada de sorpresa del chico y cubrió su rostro, sus orejas calentándose mientras intentaba arreglarlo― ¡un octavo, un octavo de sangre mágica corriendo en ti!
HoSeok soltó una risa floja, y asintió dejando un beso sobre la frente expuesta del pelinegro.
― Woah, quien lo diría, tengo sangre mágica corriendo en mis venas. Por cierto, lamento mucho haber entrado así aquí, pero realmente estaba curioso de averiguar porque actuabas tan misterioso.
JeongGuk asintió, dejando un potecito con lo que parecía ser un líquido denso sobre el mueble, sumergió su varita que resplandeció en un plateado un par de segundos.
― Tenía una sorpresa para ti, aunque ahora que sabes lo que soy y estás aquí creo que no puedo ocultarlo más ―el azabache tomó su mano y lo llevó fuera de la tienda, Gureum los seguía detrás― ya que pasabas mucho tiempo aquí creí que sería lindo si volvía el lugar un poco más cómodo, pero necesitaba un poco de sangre de vampiro para hacer esto.
― ¿V-vampiro? ―el chico miró alrededor de la calle que se encontraba desierta, dirigió la varita de madera en dirección a la tienda y dentro del lugar hubo un destello― ¿también existen los vampiros?
― Uhum, conozco al líder del clan de Seúl, vive a un par de minutos de aquí así que necesitaba un poco de su sangre para poder hacer lo que planeaba ―JeongGuk le sonrió despreocupado y a pesar de que eso sonaba un poco tétrico decidió confiar en él― está listo, vamos.
El azabache no había soltado su mano así que volvió a tirar de él de vuelta al interior de la tienda, que seguía luciendo casi igual a excepción de que estaba menos antigua y más ordenada. En el estante de madera detrás del mostrador donde JeongGuk almacenaba sus frascos con esencias y hierbas ahora había cientos y cientos de libros, ordenados en un bonito librero de roble.
Las lámparas de araña habían desaparecido y habían sido reemplazadas por lámparas esféricas en tonos rosados y púrpuras, alrededor de toda la habitación, y las constelaciones que usualmente solo se hallaban en la parte trasera de la tienda se habían extendido hasta esa habitación, mostrando otra parte del cielo.
Las plantas seguían intactas alrededor, aunque lucían vivas esta vez y HoSeok juraba que algunas se movían levemente, todo lucía un toque más cálido y animado, como si de pronto el sol que todo el tiempo se hallaba oculto en Seúl hubiese decidido darse un paseo por la tienda de JeongGuk.
Y el viejo sofá de cuero era ahora un sofá blanco esponjoso.
― Ya que pasas tanto tiempo aquí creí que deberías sentirte cómodo ―habló JeongGuk mientras HoSeok se paseaba alrededor, soltando exclamaciones llenas de admiración mientras veía los frascos de JeongGuk ordenados sobre un pequeño mueble cerca de uno de los ventanales.
Había algunas flores secas, aceites que usaba en sus conjuros, y lo que sospechosamente lucían como ojos y partes secas de animales, e incluso había una galleta dentro de un frasco con aceite, HoSeok prefería no saber de qué se trataba.
― ¿Y era necesaria la sangre de tu amigo vampiro?
El chico asintió.
― Mi magia no era suficiente para crear esto y además transportar el librero de su colección que me obsequio para ti ―HoSeok lo abrazó por los hombros― ¿te agrada?
― Es hermoso JeongGuk, aunque pudimos haber decorado nosotros si me lo hubieses dicho.
― Bueno, no está mal usar la magia para facilitar la vida de vez en cuando ―el azabache se explicó con voz temblorosa― aunque has dicho que volverás pronto a la universidad así que probablemente no pases por aquí seguido.
Su tono fue triste y HoSeok hizo un puchero de enfado ― Bueno, es cierto que ya no pasaré tanto tiempo por aquí ―JeongGuk se encontraba cabizbajo― pero ¿crees que la tienda mágica necesité un bibliotecario de medio tiempo?
JeongGuk lo miró con cariño y asintió repetidas veces, la mano de HoSeok sosteniendo su barbilla gentilmente lo descolocó y cuando unió sus labios dejó de respirar por un par de segundos, HoSeok lo abrazó por la cintura y se separó lentamente.
― Lo siento, me dejé llevar.
― E-está bien ―el pelinegro volvió a esconder su rostro en el pecho del castaño― es la primera vez que besó a alguien.
― ¿De verdad?
― Si, ya sabes, en los 1600 no podía salir ni siquiera a la entrada de mi casa si no quería antorchas esperando por mí.
Claro, JeongGuk era un hechicero, así que era un poco, solo un poco mayor que él.
― Oh, lo siento, debí preguntar antes de hacerlo ―el castaño se excusó con las orejas calientes― no quería robar tu primer beso.
― Está bien, fue muy lindo ―JeongGuk lo tranquilizó colocando su mano en su mejilla, acunándola― pero eso quiere decir que ahora estamos comprometidos ¿no?
― Uh, creo que hay algunas costumbres que han cambiado desde 1600 JeongGuk, no estamos comprometidos, pero podemos ser novios que es algo parecido ―el pálido asintió con entusiasmo.
HoSeok dio un vistazo afuera, percatándose de que el tiempo se había ido volando y ya había anochecido, así que incluso si quería permanecer en el lugar debía volver a casa antes de que sus padres se preocuparán por él.
― JeongGuk, debo volver a casa por hoy.
El pálido dejó de abrazarlo rápidamente y asintió ― Si, seguro.
Ambos se encontraban algo incómodos, aunque el repentino exclamó de JeongGuk sorprendió al castaño.
― Antes de que te vayas tengo algo para ti ―sus manos fueron hasta su oído y se quitó uno de los pendientes para rebuscar en el bolso de su pantalón y colocarlo en una cadena reluciente.
Lo colgó en el cuello de HoSeok y sonrió satisfecho, colocándose sobre las puntas de sus pies para dejar un torpe beso en la mejilla del castaño, que sonrió ensoñado ― Es un talismán de la suerte, te protegerá de cualquier peligro.
― Es un alivio ―ambos caminaron a la entrada de la tienda, HoSeok sosteniendo con timidez la mano del azabache― ten cuidado de vuelta a casa.
― Lo tendré, tú también tenlo ¿sí? ―el castaño asintió y se inclinó levemente para dejar un beso sobre la nariz del pálido, pudo ver como sus mejillas se encendían de un rojo intenso― bien, nos vemos mañana, espero que ninguno de tus amigos vampiros intenté tomar de mi sangre mientras vuelvo a casa.
Una carcajada escapó de los labios del pálido, obligándolo a llevar las manos a su pancita mientras reía, aunque realmente HoSeok se encontraba un poco nervioso sabiendo que había vampiros en la ciudad.
― Los vampiros no salen de cacería a la ciudad HoSeok, es imposible que te ataquen.
HoSeok rió y simplemente se despidió para dejar que JeongGuk volviera dentro de su tienda y él comenzará a caminar a la parada del bus. La biblioteca cerrada le había traído algo bueno a su vida, una compañía especial, y un poco de magia en su vida.
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