ADVERTENCIAS: adolescentes que beben, presión de los compañeros, agresión/violación sexual, cuchillo, abuso emocional/físico (por parte de una pareja).

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Delilah se sentó en silencio en el borde de la fiesta todavía con una botella llena de whisky en la mano. Matteo se acercó con dos bebidas nuevas y Delilah se maldijo por no haber empezado la primera.

"Eso sabe horrible, no es de extrañar que no lo bebas. Bebe esto". Matteo sonríe pasándole una taza de solo con una sustancia clara.

"¿Qué es?" Preguntó oliendo la bebida y sin encontrar rastros de alcohol.

"Mi especialidad, realmente herirá mis sentimientos si no lo intentas". Matteo la miró y Delilah no pudo decir que no, estaba jugando con su mente. Tirando de las cuerdas de su corazón en el lugar perfecto.

Tomó un sorbo, y luego otro, y luego otro hasta que estuvo vacío. Su mente ya se había vuelto confusa y sintió que su cuerpo se debilitaba.

"Estoy cansada Matteo, quiero irme a casa". Delilah balbuceó las palabras cayendo en el chico frente a ella. Sonrió sabiendo que estaba consiguiendo lo que quería, llevó a la chica escaleras arriba y la colocó en su cama, antes de ponerse encima de ella.

Delilah no sabía lo que estaba pasando, pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada pero todo lo que sentía y veía era real, el dolor era real, los actos forzados fueron reales. Los moretones que dejó, se quedarían por un tiempo y la cicatriz del cuchillo que usó para mantenerla inmóvil podría estar allí para siempre.

Él siempre dejaría un rastro y ella lo sabía, Delilah sabía que dejó que su horrible juicio la controlara, dejó que él la controlara. Este fue otro peso que sintió caer sobre ella, tan pesado como el peso de esa noche, pero seguiría creciendo y no sabía cuánto tiempo pasaría antes de que no pudiera sostenerlo más.

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No entraba luz por las ventanas, en cambio, diminutos cristales de sombra brillaron sobre la habitación desde el reflejo del agua a través de la ventana. Dalila tenía frío, su piel era de oso bajo la manta más gruesa que jamás había sentido y el cuerpo de su primer novio estaba presionado contra el de ella pero tenía frío.

Miró hacia abajo y había sangre, pero no de su semana lunar mensual. Fue por lo que pasó anoche, su novio la violó pero ella se negó a reconocerlo, ni siquiera sabía si era una violación si él era su novio.

Entró de puntillas en el baño y se duchó antes de volver a ponerse la ropa, ella no quería usar la de él. No quería verlo más pero estaba demasiado asustada, el miedo siempre parecía consumirla.

"¿A dónde vas?" Matteo preguntó mientras la chica se iba a ir. Se puso de pie solo con pantalones de pijama.

"Clases, necesito vestirme".

Matteo levantó la mano cerrando la puerta encima de ella, su cuerpo estaba presionado entre la puerta y él. El aliento abandonó su cuerpo pero no en el buen sentido, en la forma en que gritaba miedo.

"Te lo dije, eras mía Delilah, tu eres mia, no puedes irte y me obedecerás". Ella asintió, asustada de decir que no.

¿Cómo me metí en esto? Preguntó insegura de los hechos. Insegura de cómo pudo dejar que esto sucediera.

Aceptamos el amor que creemos merecer.

Una línea famosa pero que dice una verdad más grande que la mayoría, Dalila aceptó su amor de inmediato porque su padre le decía que no era digna de amor y que aceptara a quien se le acercara. Ella aceptó su amor porque aunque no fuera real sabía que merecía que le rompieran el corazón, sabía que merecía más dolor y más peso.

Incluso si todos los demás pensaban que ella merecía el mundo y más, ella pensó que no se merecía nada.

El puño de Matteo hizo contacto con la puerta justo al lado de su cabeza. "Si alguna vez intentas irte de nuevo, te ataré a la cama y prenderé fuego al dormitorio para que te quemes".

Una sola lágrima cayó de su ojo, una sola lágrima que dejó terminar su infancia. Una sola lágrima que dejó todo atrás dejándola como una niña rota que vería demasiado.