cuatro
─¡Ya, papá!─Se quejó MiYeon al ser fotografiada por JiMin junto a sus hermanos por milésima vez.
─¡Sonrían! ¡Una vez más!
La familia Park volvía a la rutina. De hecho, era el primer día de clases y de trabajo luego de unas bien merecidas vacaciones.
─¿Cuánto más vas a tardar?─YeonJun fastidiado preguntó.─El señor Han nos está esperando.
YoonGi vió la escena desde la puerta de la hermosa casa Park. JiMin tomándole fotos de recuerdo a sus cuatro hijos bajo la luz del perezoso sol que apenas iluminaba.
El ambiente era familiar y lo amaba, aún así, sabía que debía hacer algo o los niños llegarían tarde a la escuela y ellos al trabajo.
─Bebé, creo que ya son suficientes fotos, ¿No crees?
Su esposo era sentimental cuando de sus hijos se trataba.
Según JiMin debía ser especial porque era el primer año de escuela primaria para los gemelos y quería un bonito recuerdo.
─Está bien...─Dejó de apuntar con la cámara a sus hijos ya impacientes. No podía contradecir a YoonGi. ─Bien, ya pueden irse.
─Al fin.─Suspiró con fastidio.─Nos vemos en la tarde.─El adolescente se despidió a lo lejos agitando su mano de forma rápida, JiMin asintió a su dirección. YeonJun dió media vuelta y se montó en la camioneta negra. Su movilidad privada.
MiYeon se acercó a ellos para dejar un beso en la mejilla a JiMin como despedida. Miró a YoonGi cuando se alejó y le sonrió un poco.─Adiós, YoonGi.─Se dió media vuelta y caminó hasta la camioneta que los esperaba.
Los niños que esperaban su turno abrazaron ambos a su papá y recibieron besos toscos en la cara. JiMin no era del todo delicado, además sus manos eran un poco rasposas. Bueno, a los niños no les importaba mucho pues se habían acostumbrado.
─Los amo, por favor tengan mucho cuidado, obedezcan a su maestra y no se metan en problemas. Y eso va para ti, JeongSan.─Dijo JiMin acomodando sus uniformes de escuela privada.─Los amo.
─¡Yo también, papi!─Exclamó JiSung.
─¡Pero yo más, pa!─Puchereó JeongSan.
El rubio sonrió por la escena.
─¡Bye, YoonGi!
El mencionado parpadeó sorprendido viendo como JiSung se despedía de él agitando su manito emocionado y a JeongSan también pero más calmado, ambos a tan solo pasos frente suyo. YoonGi les devolvió el gesto con una sonrisa que le hizo cerrar sus ojitos, atrapando su atención y la de JiMin.
─Cuidense mucho, y hagan muchos amigos.─Dijo con voz suave y poniéndose a su altura, acariciando sus cabellos.
Los niños se sintieron bien porque YoonGi tenía esa calidez.
─¡Síp, bye!─JeongSan tomó la manito de su hermano y salieron corriendo hasta la movilidad.
Al menos tratar con ellos es más fácil.
Eran tiernos y bien portados, aunque JeongSan hiciera unas cuántas travesuras.
─Vamos, llegaremos tarde.
─¡Mi bebé! ¡Te estaba esperando! Tú nunca llegas tarde.─YoonGi fue rodeado por dos delgados brazos.
Era HyeJin, su mejor amiga.
─Necesito que me cuentes todo de tu luna de miel, pícaro.─Le guiñó un ojo haciéndolo sonrojar y ver de costado a JiMin que se veía muy tranquilo.
─Lo sé, lo sé, te contaré todo, pero ahora debo ir con mi hermano.─Dijo apenado e HyeJin asintió para dejarle un abrazo.─Luego, ¿Sí?
─¿Lo prometes?
─Claro.
─¡Bien! Te quiero.─Un último abrazo.─ Y adiós, JiMin. ─Se despidió ella para caminar lejos.
YoonGi volvió a tomar la mano de JiMin quién lo sujetó con fuerza, cruzando las oficinas para poder llegar a la oficina de NamJoon, el jefe de la empresa. Pronto estaban dentro de la gran y elegante oficina siendo abrazados, o bueno, solo YoonGi.
─Mi pequeño.─NamJoon se separó del menor y dejó un último beso en su frente. JiMin trató de disimular una mueca.─Te estaba extrañando.
Si bien NamJoon y YoonGi se decían ser hermanos no lo eran, al menos no de sangre. Ambos fueron adoptados por dos mujeres que, según NamJoon le contó, eran unas hijas de... Bueno. Eran malas madres, demasiado exigentes y los maltrataban. Sólo se tenían ellos y a nadie más, por lo que son realmente muy unidos.
JiMin sabía que NamJoon era su mejor amigo y YoonGi su esposo, pero a veces verlos tan cariñosos sacaba su pequeño lado celoso.
¿Porqué? Porque NamJoon siempre robaba la atención de YoonGi.
─Bebé...─Su esposo rubio lo llamó con una pequeña sonrisa y las mejillas rojas por haber sido apretadas. Culpa de NamJoon.─Te dejo, debo ir a mi escritorio. Nam tiene unas reuniones que debo organizar.─Dijo rápidamente, robándole un beso en la comisura de sus labios. JiMin posó una mano en su cintura y le dió un pequeño apretón.
YoonGi era secretario de NamJoon y tenía siempre trabajo que hacer.
─Nos vemos en el almuerzo.
─Claro que sí.─Le sonrió sin mostrar sus dientes y soltó su cintura.
─¿Podríamos comer en tu oficina?
─Todo lo que quieras.─Dijo rápidamente, porque JiMin hacía todo lo que YoonGi le pedía, quería o deseaba. Sin peros.
─Hasta entonces.─Se dirigió a NamJoon.─Adiós, hyung.─Se separó y caminó lejos.
JiMin sonrió por su elegante andar, moviendo ligeramente las caderas y luciendo sus largas y musculosas piernas.
─Eh, no lo mires tanto, hombre.
─No podría no hacerlo.
La mirada seria de NamJoon lo hizo carraspear. Era muy protector con YoonGi, eso nadie se lo quitaba.
─Ya eres un hombre casado.─Se acercó a uno de los sillones en su oficina donde una bolsa de regalo descansaba, sus manos la tomaron y de ahí sacó una botella de vino.─Y eso hay que celebrarlo.─La movió con diversión.
JiMin soltó una pequeña risa pues pronto ya tenía una copa de vino en su mano derecha.
─Me alegra que al fin te hayas dado otra oportunidad, además con YoonGi, el más lindo de todos.
─Sí...─Movió el contenido de su copa.─El más lindo.
Estaba casado, compartía techo y recibía las atenciones del más lindo y dulce de todos... Pero había algo que lo molestaba y es que no sentía su corazón completo, es más, el mismo no se sentía completo como pensó que lo haría. Y sabía el porqué.
─No te ves muy animado.─NamJoon frunció en ceño cuando JiMin lo miró como si no hubiera escuchado lo que dijo.
─¿Hm? ¿Como dices?─Perdido en su mente.
NamJoon suspiró.─Lo que sea... sólo diré que si lo lastimas te parto las piernas.
JiMin carcajeó.─Nunca lo haría.─Respondió dándole otro trago a su copa.
Pero no convenció a NamJoon. Y se prometió luego hablar seriamente con él, por ahora, debía ver como iban las cosas.
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