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side story 1

En otra realidad

El lobo tiene quién le llore

1

En el momento que abrió los ojos, un intrínseco dolor le atravesó el pecho. Se sentó, agitado por completo. Rápidamente su mano viajó al lado derecho de la cama, donde las desordenadas sábanas aún mantenían ese rastro cálido. Sintió dos gotas de sudor bajar por su cuello, acalorado, cuando su mirada dilatada se aseguró de que aquella era su habitación de siempre: una cama sencilla, pocos muebles y las fotografías con su Omega colgadas en la pared.

─Un sueño... ─susurró, llevando la mano hacia el pecho. Le latía tan fuerte que podía sentirlo en el estómago, en las manos. El Alfa se levantó, desorientado, caminando hacia la puerta, atravesando el pasillo. Sus pisadas fuertes resonaban en el suelo de madera, su presencia arremetía contra las delgadas paredes. Era grande, sí, igual que las manos, el cuerpo. Las fotos colgadas en la pared lo confirmaban. Un Alfa de contextura alta, enorme, casi como todos los hombres de su familia. Al lado suyo estaba la persona que buscaba su lobo con desesperación. Buscó en la sala, hasta que sintió el rastro de su aroma en la cocina.

Se acercó, con el sudor frío bañando la nuca, mojándole los cabellos. Su mirada se dilató por completo al verlo tararear aquella canción favorita que ya lo tenía cansado. De repente, algo dentro suyo se relajó. Una sonrisa leve se formó en sus labios.

Estaba bien. Estaba ahí, con él, no había aromas a tristeza, ni llanto. Solo había sido un sueño.

Se acercó con cuidado, su instinto erizándose al verlo con ese delicado pijama color crema, las medias hasta los tobillos y una campera negra suya. Sus ojos destellaron, risueño, al notar su cuello delgado, sus rizos desordenados de oro y la única marca de su mordida.

─YoonGi ─llamó, quieto. El Omega se volvió, su bonito rostro brillante, hermoso, le dedicó una sonrisa suave. Lo vio bajarse de la silla, correr hacia él, mimoso. Sus delgados brazos rodearon su cuerpo. Lo sintió por todas partes, mientras las feromonas a limón y chocolate le aseguraban que estaba ahí, con él. El alivio lo gobernó, devolviendo el abrazo. Suavemente besó la cabeza rizada, bajando hasta la mejilla─. No estabas.

─Me dio hambre ─lo escuchó susurrar. YoonGi elevó la mirada, estaba rojito, sublime. Aún el rastro de las feromonas excitadas vagaban por su piel, su cabello─. Ya me siento mejor.

─Qué bien, porque... creo que ya no tengo energías para tener siquiera una erección ─murmuró. YoonGi soltó una risita, alejándose, arrastrándolo con él hasta la mesa. Sus manitos tomaron sus muñecas, suavemente las guió hasta su cintura. Cuando sintió sus labios, carnosos, dulces, un ligero suspiro abandonó su cuerpo. Lo apretó tiernamente, buscó su piel, su cuerpo pomposo y nuevamente sintió deseos de él─. Ya...

─Es que te veo y mi vientre se siente raro ─murmuró YoonGi, frunció el ceño, soltando un jadeo cuando su pequeña mano le apretó la entrepierna. Bajó la mirada, la muñeca delgada perdida dentro de sus pantalones, tomando su sensible hombría─. JungKook...

Sintió que la sangre hervía en su interior al oír su nombre en aquella boca pomposa. Los ojos del Alfa se dilataron, ansiosos, respondiendo de forma automática a ese llamado. JungKook lo apretó contra la mesa, fuerte, aspirando el aroma de feromonas excitadas. YoonGi había caído en un vulnerable celo cubierto de atenciones. Su bajito cuerpo, de cintura pequeña, piernas gorditas, se cubrió de calor y humedad. Había pasado los últimos días cegado, arremetiendo contra el dulce ser que ahora le presionaba las regordetas piernas alrededor de la cintura.

─Arriba ─susurró, alzándolo y recostando al Omega sobre la mesa. YoonGi lo redeó con sus piernas, arqueando la espalda, mostrando sus bonitas curvas. Sus pequeñas manos sonrrosadas subieron la campera y el pijama, mostrando su vientre, su pecho, sus pezones rosados y sensibles─. Joder, Omega.

─Ven ─llamó YoonGi, buscándolo con las manos, los brazos. Se besaron, húmedo, profundo. Lo sentía frotarse contra su entrepierna. JungKook le apretó la carne de la cintura, presionando con fuerza para detener la fricción. Estaba sensible, debía calmarse. Numerosas veces el ginecólogo de YoonGi le había advertido sobre "aventurarse por mucho tiempo" en la cavidad uterina de su Omega. Pocas veces se permitía ir tan profundo, pero con el celo del rizado, había sentido ese punto placentero dentro de él más veces ese fin de semana, que en su relación de cinco años. JungKook, más cuerdo y poco influenciado por las feromonas engañosas de YoonGi, separó su entrepierna de la húmeda intimidad de su compañero─. No... ven, quiero sentirte.

─Ya me sentiste mucho estos días ─respondió, besando el pecho desnudo. Remarcó los chupetones, las marcas de besos que empezaban a perder color. Su Omega lo miró ansioso cuando bajó al vientre, tranquilo, lamiendo esa piel. YoonGi abrió las piernas en cuanto las rodeó con sus brazos. Su pequeño miembro erecto estaba húmedo, al igual que su entrada, que goteaba lubricante natural. JungKook miró al Omega, este llevó ambas manos delgadas a las suyas, que le apretaban los pomposos muslos─. ¿Quieres?

YoonGi asintió, relamiendo sus labios. El Alfa no dudó en complacer los deseos de su Omega, hundiendo la lengua en la excitación del minino. El rizado soltó sonoros gemidos, mientras se retorcía apenas, apretando las piernas por la sensibilidad. Aquellas paredes albergaron los dulces jadeos de un cálido Omega, mientras su compañero se arrodillaba ante él, acariciando su carne, lamiendo, mordiendo. Un hilo de lubricante y saliva colgó de sus labios cuando se separó, mirando los ojos llorosos de su pequeño. Su vientre, su pecho, le delataba la respiración agitada. Sus dedos temblorosos lo buscaron.

─JungKook... ─gimió lento, acercándolo con las piernas aún─. JungKook, te necesito a ti.

─No ─respondió, tomando la pequeña mano derecha, para besarla─. Te dije que no, Yoon. Tú sientes color ahora, pero cuando se te pase te quejarás de que te duele el vientre.

─No lo haré ─susurró, ambos se buscaron en un beso. Fue lento, profundo. Lo oyó gemir dentro de su boca. Omega tramposo, pensó JungKook, sabía que eso le gustaba─. Volvamos a la cama.

─No, tengo hambre.

YoonGi lo miró con grandes ojos─. Cómem... ─sintió que una gran mano le cubría la boca. El Omega se calló, obediente. JungKook se alejó, desviando la mirada una vez más a esas apetitosas piernas. Caminó hasta la tetera, listo para repasar todo lo que debía hacer durante el día y olvidarse del delicioso aroma que rodeaba a YoonGi. Había estado mucho tiempo con él, dejando de lado los pendientes con el trabajo.

Cuando sintió unos delgados brazos rodear su su pecho, murmuró─. Tengo que hacer mucho trabajo, Yoon.

─¿Eso es más importante? ─preguntó el Omega. JungKook se volvió, dejando la taza que había preparado. Los rizos desordenados de YoonGi eran encantadores, tal vez una de las razones que le llamaron primero la atención. Acarició su rostro. Muchas cosas se le olvidaban cuando estaba a su alrededor. Sin YoonGi, volvía a la rutina de todos los días. Bañarse en el mismo horario, comer lo mismo, caer en la esclavitud laboral con un tirano de jefe que tenía altas expectativas sobre él.

En realidad, no tenían mucho. Vivían en un barrio tranquilo, de gente hogareña, trabajadora. Había muchos niños, muchos Omegas solteros con varios cachorros. Tenían una casita pequeña, con lo suficiente para ellos dos y, si tenían suerte, para tres. Estaba ahorrando lo suficiente para incluir a un otro. Lo habían intentado numerosas veces desde que se unieron con la marca. JungKook suavemente abrazó a YoonGi, les era muy difícil tener un cachorro.

─Quiero darte una mejor vida ─confesó, apretándolo contra su cuerpo─. Quiero hacerte muy feliz, por eso tengo que trabajar mucho.

─Soy feliz ahora, antes, siempre. No quiero mucho, nada ostenso, solo...

─Una casita, un cachorrito y alguien que te quiera ─repitió a la vez que el otro. Lo escuchó reír y las vibraciones golpearon contra su pecho. Una burbujeante sensación brotó de él, como el trance después de expresar su alegría. JungKook dejó que sus pulmones expulsaran el aire con tranquilidad.

Sí. Lo haría muy feliz. Con casita, cachorrito.

A veces no comprendía de dónde salían aquellos sueños. Ese mundo onírico donde el peor de los males se apoderaba de su cuerpo. Constantemente veía allí a YoonGi en llanto, con las piernas cubiertas de sangre. Le expresaba su odio, su dolor, como si le hubiese quitado algo querido. No sabía de dónde venía el pensamiento. Si su conciencia le daba una mala jugada por sobrepensar tanto al cachorrito. Lo anhelaba, lo buscaba. Lo ponía eufórico el solo pensar en ver a YoonGi todas las manos con el vientre cada vez más notorio, con un bebé de su sangre, su amor, su deseo.

─¿Quieres que nos bañemos juntos? ─preguntó. Su Omega asintió. Algo dentro suyo ronrroneó de alegría, apenas recordando la desesperación con la que había despertado.

Aunque sabía de qué se trataba el sueño, apenas recordaba escenas vagas. Un llamado. Ojos felinos, temerosos, un YoonGi tímido y callado. ¿De dónde salía esa falta de alegría? No era real. No.

Él jamás le haría daño.

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