extra 2
Tenía quince cuando perdí la virginidad.
Fue a escondidas de todos. Y aunque lo hubiera hecho de lo más evidente, no creo que a mi familia le importe. Excepto a papá. Él es el único que me quiere de verdad.
Tal vez por eso lo hice. Me dejé llevar, no sé por qué. Se llamaba ChanWoo, tenía diecisiete años y asistía al mismo instituto que yo. Me sacaba una cabeza de altura, era pelirrojo y las pecas cubrían el noventa porciento de su cuerpo. Iba conmigo al club de lectura. Era elegante, hermoso, olía bien y por sobre todo, me atraía lo inteligente que era.
Usaba anteojos de marco dorado y redondo. Tenía una nariz fina, ojos verdes y cejas pobladas. Su voz era profunda y lenta, me gustaba. Me gustaba demasiado. Encontrarme con él fue como abrir las puertas a mi vida sexual. A todo lo que conllevaba, desde el sexo, el interés, la atracción, las primeras erecciones que venían por alguien. Todo.
Me había tocado pensando en él, incluso antes de saber que eso se llamaba masturbación. No podía evitar apretar las piernas, encogerme, me ponía tonto.
Hice de todo para coincidir con él. Me uní al club de lectura a los catorce años, no entendía nada. La mayoría de los libros que trataban eran clásicos que no llamaban ni una pizca de mi atención. No era porque fuera tonto, sino que ya los había leído en casa debido a la educación exhaustiva que papá me obligaba a tener. Me gustaban las historias de suspenso, terror, todo. Odiaba lo romántico y ChanWoo lo adoraba.
Fue bastante interesante debatir eso con él. Era más grande, con ojos rasgados y un vocabulario exquisito. Me gustaba, pero también adoraba el hecho de ganar todo. La primera impresión que le di fue una irritación absoluta. ChanWoo disimulaba muy bien el desagrado que sentía y nunca, pero nunca en mi vida me sentí tan atraído por ver a alguien desquiciado por mí.
Hacía de todo por molestarlo intelectualmente. Cada cosita que decía estaba cargado de ciertos errores y yo me aferraba a ello para discutirle a morir. Jamás me volví tan experto en literatura como ese año. Jamás gané tantos puntos extras por querer ver enojado a un Omega que me llevaba dos años de vida.
Jamás me había calentado por ver a alguien enojado.
ChanWoo se había adueñado de mi primera ilusión. En casa me la pasaba encerrado en la biblioteca. Discutía con mis hermanos más grandes sobre autores y libros. Ellos eran Alfas y su jerarquía le permitía una educación mucho más útil y elaborada que la mía.
Eran siete en total. Casi todos de matrimonios diferentes que mi madre tuvo con varias Omegas. Yo, en cambio, nací del vientre de un hombre y creyeron que tal abominación me atribuyó mi jerarquía débil. Mamá no me amaba y mis hermanos tampoco. No me importaba, en realidad, ellos tampoco se querían. Se veían como rivales. A pesar de compartir la mesa donde comen, de haber vivido la mayoría de sus años junto al otro. Supuse que sería el orgullo de un Alfa y la presión de mamá en la nuca.
Todo se trataba de poder para ellos. Harían lo que fuera para mantener el rango, para seguir brillando. Cuando yo nací era un cachorro pequeño y delicado. Nadie lo esperaba, ni mis abuelos, ni mamá. Nadie. Supuse que la humillación que se le subió por la cara la obligó a mentir. Porque lo dijo descaradamente, con una sonrisa en los labios.
─Mi hijo será un Omega fuerte y hermoso y espero que ustedes críen Alfas que sean dignos de pedir su mano.
Todo su interior lloró al decir esas palabras. Mamá no me soportaba. No me odiaba, pero lo único que me ataba a ella era la posibilidad de unirme en matrimonio con una familia rica para aumentar su capital. Me lo había dicho, fría y seca, la primera vez que me vino el celo.
Serás de utilidad con el cachorro del Alfa adecuado dentro del vientre.
Me lastimó oírle decir aquello. Me negué a ello por días, hasta que papá vino y me aclaró la cabeza. JiMin, así se llamaba. Era décadas más joven que mamá. Fuerte, seguro, inteligente. Era todo lo que quería ser en la vida.
Lo impresionante de papá era que aceptaba su destino.
─Tú eres un Omega, SeokJin ─me había dicho aquella vez, yo tenía trece años─. Esta jerarquía viene con condiciones. No importa si eres fuerte, ni tu apellido, ni de dónde vienes. Soy más rico que tu madre, una Alfa, y aún así mi papá me entregó a ella. Yo no quiero mentirte, cachorro. No quiero decorar la vida que me tocó, ni la que te tocará. Te amo con mi vida, pero nunca quise tenerte. La firma de tu madre sobre un papel fue la causa por la cual estás aquí. Yo... no podré alejarte de ese destino, pero sí lucharé para que puedas mantener cierta libertad como la que yo tengo. Te exigirán abrir las piernas para un Alfa, como a mí, pero por suerte hoy en día existen otras formas de engendrar un cachorro sin permitir que abusen de ti. Trataré... de darte mejores opciones de las que tuve.
Me rompí al oírlo. No podía creer que él me dijera eso. Él. JiMin. Mi padre, el más fuerte de todos. Odié a su padre por entregarlo a mamá. Detesté a mamá por tomarlo, por adueñarse de parte de sus acciones, sus cuentas, de quitarle la dignidad al desnudarlo y llenarle el vientre. Me horroricé, pero nunca perdoné el hecho que de que casos así eran normales en el mundo donde vivía. Las madres de mis hermanos también pasaron por lo mismo. Por eso se iban. Por eso ellos nunca las veían.
─Le diré a mamá que no busque a un imbécil para tí, cachorro, manipularé balances si es necesario ─me había dicho una vez mi hermano mayor. Le creí, estúpidamente lo hice. A papá no le gustaba que hablara mucho con ellos. A mamá tampoco. Existía, entre Alfas, siempre el deseo de posesión y dominación. Ellos eran mis hermanos, pero a veces los veía desviar los ojos hacia mis piernas. Hacia mi cuerpo de Omega. Era sutil, no sabía si se daban cuenta. Yo no les importaba, pero sí les interesaba el hecho de saber qué clase de Alfa me arrancaría la castidad. Si existía alguien tan digno, más o menos de lo que eran ellos.
No... no era cuestión de castidad. Era de Alfas. Siempre de Alfas. Porque mi hermano mayor se rió el día que le pregunté cómo era follarse a un Omega.
─Ah... ¿por qué quieres saber?
─Mi educación sexual es bastante pobre ─le dije, mentira. Bueno, en parte. Tenía una idea en mi cabeza, pero la verdad temía buscar en mi celular. Mamá me lo revisaba y tampoco tenía amigos como para charlar sobre eso.
─¿Alguien te hizo algo?
Negué con la cabeza. Él desvió la mirada a sus manos.
─¿Qué sabes hasta ahora?
─Lo que mamá dijo.
─Entonces solo sabes que puedes quedarte preñado ─Añadió. Tenía un libro en las manos, lo cerró, marcando la página con un papelito. Estábamos en la biblioteca y se volvió por completo hacia mí. No nos parecíamos en nada. Él era alto, con el cabello negro y ondulado. Tenía un aire tranquilo y peligroso. Esos eran los peores─. ¿Qué quieres saber?
─¿Puedo embarazar Omegas?
Él frunció el ceño con una sonrisa.
─ Diablos, SeokJin. No te creí tan tonto. Claro que no puedes.
─¿Entonces para qué tengo esperma si no puedo embarazar a nadie?
─Porque eres un chico. Solo... liberarás tu placer a través de él ─lo miré con desagrado.
─¿A los Alfas les importa nuestro placer? ─pregunté. Él me miró por unos segundos. Cuando sonrió pude ver sus colmillos raspando sus labios rosados. Lo envidiaba, tal vez, porque él podía hacer cosas que yo no.
─No ─sinceró─. A mí sí, pero nada más porque siento placer solo si noto que mi pareja lo disfruta. Si no me pasara eso... no creo que me importe.
─Agh... ustedes son horribles ─me tomé la libertad de decir. Mi hermano se rió, volviendo a su libro y dando por finalizada la conversación. Era triste saber que ellos serían, probablemente, igual que mamá. Tuve la esperanza que mi hermano más grande se casara con su Omega destinado. Era el que más soportaba de los siete, aunque era cínico y extraño.
Aquella noche me encerré en mi habitación. Le puse llave a la puerta, corrí las cortinas y dejé mi cuarto en plena oscuridad. Vivía en el tercer piso, solo, mis hermanos estaban en el segundo y mamá estaba en el cuarto. Papá no vivía en casa.
Mi cuarto era grande y acogedor. Un regalo que mamá me había hecho para mi privacidad. Era un monstruo, pero a fin de cuentas su sangre recorría mis venas y si me quería ofrecer tenía que ser un Omega bonito y bien cuidado.
Ahora que mi hermano me lo había dicho, me alivié. No quedaría preñado si dejaba que ChanWoo me follara. Mañana cumpliría quince años y esperaba tener entre mis piernas a ese chico. Me había acercado lo suficiente para que me invitara a su casa. Era lindo, muy atractivo. Tampoco le molestaba mis insinuaciones, mi dulce coqueteo para nada inocente. Supuse que no le importaba porque se sabía de antemano que no era como los otros Omegas.
Para la gente de afuera yo era muy afortunado. Tenía siete hermanos mayores que podían protegerme. Era más atrevido por mi crianza, por ser dominante. Era un Omega. Un maldito Omega hermoso, con todas las mierdas que traía. Era delicado, suave y mi olor dulce se me pegaba a toda la ropa. También tenía orgullo, uno alto e inquebrantable. Probablemente lo había heredado de mamá. La soberbia, la asquerosa actitud de sentirme superior a otros.
A veces me gustaba saber que tenía poder, por muy pequeño que fuera. Sabía mi valor, aunque en algún momento de mi vida tendría que entregarme a un Alfa. Mientras tanto, podría disfrutar de ChanWoo.
Podría caer en sus bellos encantos. Besarlo, abrazarlo, darle tanto cariño como quisiera. Nunca supe en qué momento ocurrió. En qué instante me di cuenta que era un Omega de Omegas. Y que me gustaba lo suave, lo dulce, lo tierno. Mi cuerpo reaccionaba al ver cinturas pomposas, sin marcas de músculos, sin aromas fuertes y dominantes. No debería lubricar por uno de los míos, me dije la primera vez. No se me deberían dilatar los ojos al ver a ChanWoo. Mucho menos se me deberían apretar las piernas. No con él.
Yo perdí la castidad sobre el miembro de un Omega cuando cumplí los quince años de edad.
En su cama. En su cuarto cubierto de su dulce aroma. Me tocaba la cintura con sus dedos largos y delgados. Me impregnaba su olor en la piel. ChanWoo había sido besado por el fuego del sol. Era un poema cálido sobre los rayos que se filtraban desde su ventana. Y me entregó un cariño caliente desde la puerta de su casa, desde la alfombra roja del suelo a las azucenas de su nido.
Ahí era mi lugar.
Junto a él.
A sus rizos rojizos, su cuerpo cubierto de pecas. Era mío. Mío. Solamente mío como yo era suyo. Al menos en ese instante. Al menos entre nosotros estábamos prometidos al otro. Me retorcía las entrañas, intimidaba mi corazón. ChanWoo me quemó en lo profundo de todo.
Lo sentía en sus dedos largos recorriendo mis muslos pálidos. En su boca húmeda de mi lubricante. Su calor me abrazó desde el interior al penetrarme. Jamás lo olvidaría. A él, mi primera ilusión. Mi primer amor.
Papá había sido el primero en darse cuenta.
─¿Estás saliendo con un chico? ─me preguntó una mañana que fui a quedarme con él. JiMin vivía en un departamento amplio. Enorme, espacioso. Decía que era para mí también, si algún día quería ir con él. Había una mesa grande, a pesar de que era él solito. No sé. Amaba a mi papá y esperaba lo mejor para él. Yo era distante por naturaleza, pero odiaba verlo tan solo.
Me encogí de hombros, mirando el enorme ventanal. Esperé que no viera la sonrisa que me creció en los labios.
─¿Y tú? ─ataqué, no quería responderle nada. JiMin arrastró mi pequeña maleta al sillón y se volvió para mirarme. Era elegante.
─Yo pregunté primero.
─¿Eso quiere decir que sí hay alguien? ─cuestioné con los ojos bien abiertos. Él lanzó una carcajada y negó.
─No... no hay nadie, SeokJin. Y aunque quisiera... sigo casado con tu madre ─me quedé callado. Papá sacó mi ropa con cuidado, doblando las prendas porque yo había metido bodoques enteros sin planchar. Me volví y caminé hacia él. Mis mejillas enrojecieron cuando lo abracé─. Cachorro...
─No quiero pasar por eso ─confesé. Cerré los ojos con fuerza, pensando en ChanWoo. Tarde o temprano a ambos nos llegaría la noticia. Pronto él cumpliría dieciocho años y ya estaría listo para ser prometido. Igual que papá, igual que todos los Omegas─. No quiero casarme con un Alfa. Son tontos y crueles.
─¿Entonces el chico con el que te vi...?
─Es un Omega ─comenté, me separé. Papá me miró con grandes ojos. No sé porqué me dolió el corazón al verlo. Lo notó, porque al instante su expresión formó una pequeña sonrisa─. Papá...
─Ya veo... es... muy alto ─murmuró.
─Se llama ChanWoo, pronto cumplirá dieciocho ─me animé a contar. Papá siguió doblando la ropa, pero más lento, como si quisiera decirme algo. Pensé que tal vez quería darme una charla de padre. Esas donde uno se siente incómodo porque hablan de protección, sexo, cosas embarazosas. Sabía que a papá le gustaban los Omegas. Lo había visto besar a uno cuando era más pequeño─. Llevamos juntos dos meses.
Juntos. Juntos. Mi corazón latió rápidamente al confesar aquello. Papá se detuvo.
─Lo conozco ─comentó─. Tiene un mellizo. Un Alfa. Miden lo mismo, creí que estabas con su hermano.
─¿JaeWon? No, él es un bastardo. Un tonto de aquí a la china. Lo único valioso que tiene consigo es su condición de Alfa, porque es un idiota. Mis hermanos siempre se burlan de él ─papá me miró. Me atraganté al segundo y retrocedí un poco. No me gustaba cuando me miraba así.
─SeokJin...
─¿Qué? ─no me gustaba su tono. Papá no era el tipo de Omega que daba vueltas. Era directo. No rogaba, no lloraba. Si yo tenía algo de orgullo, él tenía el triple. Por eso chocaba demasiado con mamá.
─Ah... ese chico... ChanWoo. Puede ser que... ─empezó. Titubeó, buscaba las palabras correctas y me daba ansiedad. Rápidamente me puse de mal humor.
─¿Qué? Dilo.
─Oí que estaba comprometido ─susurró. Ni me moví.
─¿Y? Yo también estaré comprometido tarde o temprano. ─no importaba tanto. Tenía un plan. Le pediría a papá que me ayude. No quería que un Alfa me cogiera, así que evitaría ese camino. Debía quedar preñado, sí, pero existían otras formas. Tendría un bebé, viviría solo, igual que papá. Tal vez con ChanWoo. No hacía falta estar con nuestros esposos, o esposas, lo que sea. No con los contratos adecuados.
─Es para tu hermano, SeokJin ─comentó JiMin.
Me puse pálido al instante.
─¿Qué?
─Tu madre le hizo elegir a NamJoon. Eligió al Omega pelirrojo de los mellizos.
─¿NamJoon..? ─murmuré. ¿Qué mierda quería ese bastardo con ChanWoo? Tenía una docena de Omegas para elegir, muchos más grandes, más ricos. ¿Por qué justo con ChanWoo? Sentí que mi corazón se apretaba contra mi pecho. Llevé una mano a la zona. Ni siquiera hablaba con Ivan. Nunca le había hecho nada como para que me hiciera esto.
No tenía relación con él más que la misma sangre en las venas. NamJoon... el silencioso NamJoon. Un Alfa grande, nos llevábamos algunos años. Era como un espectro por toda la casa, sus pasos no hacían ruido. Sus ojos oscuros se ocultaban bajo las sombras. Su madre se había matado cuando él tenía ocho años. Nadie hablaba con NamJoon. Era un rarito. Si mis hermanos pudieran elegir a quién de la familia matar primero, NamJoon aparecería desangrado en su cama por la mañana.
No hablé de ello con papá la semana que me quedé en su casa. Esperé ansioso que llegara el lunes para ver a ChanWoo en el instituto. No le pregunté por mensaje, tampoco papá vivía lo suficientemente cerca como para invitarlo. No. Debía preguntarle cara a cara.
No lo vi el lunes.
Ni el martes.
Ni el miércoles.
ChanWoo me dijo que estaba enfermo. Me moría por preguntarle, por exigirle una respuesta. ¿Pero qué podía decirme él? ¿Que se negara? ¿Que dijera que no a su padre? Era un Omega. Igual que él. Cuando llegué a casa no hablé con nadie. Estuve caminando de aquí para allá en mi habitación, pensando en lo que diría a mamá. Seguramente ChanWoo ya se había enterado de la noticia, por eso no me hablaba. ¿Cómo le dirías a tu novio que ahora debías engendrar el cachorro de su extraño hermano? Le di su tiempo, pero yo no iba a desperdiciar el mío.
Aquella tarde corrí al despacho de mamá. Entré sin tocar, sin decir ni las buenas tardes. La pesada puerta se cerró tras de mí y ella elevó la mirada de sus papeles. Era una Alfa alta, había sido muy atractiva en su juventud, pero ahora tenía las marcas del tiempo grabadas en el rostro.
─Si vienes aquí a modificar el matrimonio de tu hermano, te invito a volver por donde entraste ─comentó. Fruncí el ceño. Nunca me había revelado contra ella. Jamás. Supuse que papá ya le había contado y me quebró el corazón saber que no había logrado nada para salvar a ChanWoo.
─No puedes hacerlo ─dije. Me acerqué. Mamá tuvo la decencia de levantarse de su escritorio y ponerse frente a mí. Tenía quince años. Era su hijo menor, aún era un cachorro joven. Traté de usar eso a mi favor─. Mamá, no puedes hacerlo, por favor.
─Tu hermano eligió.
─Es mi Omega ─susurré y la vi fruncir el ceño─. Me gusta, mamá. ChanWoo me gusta desde los trece años. Yo lo quiero, él me quiere. No me lo quites.
─SeokJin ─habló─. Aunque... ChanWoo no se casara con tu hermano, lo hará con otro... ¿no te parece mejor que sea alguien de tu sangre?
─¿Y conmigo? ─pregunté. Ella se quedó quieta.
─No, SeokJin.
Temblé. Mamá estaba siendo suave, pero notaba la vena que se le empezaba a marcar en el cuello. Papá le había dicho, lo sabía. Pero la cuestión era qué cosa. Tal vez no lo había convencido de que se querían mucho. Tal vez...
─Él ya me tuvo ─confesé. Mamá se puso pálida. Empecé a sentir en su aroma algo agrio, puro, asqueroso. Su rostro se deformó lentamente, mirando mi delgado y pequeño cuerpo de arriba a abajo.
─¿Qué dices, SeokJin?
─Me acosté con él. Me tomó... como un alfa debería tomarme ─no tenía miedo, al menos no en ese instante. Sabía que lo había arruinado. Ya había perdido la virginidad, la castidad que supuestamente debía preservar para mi estúpido Alfa. Pero yo no planeaba acostarme con uno de esos. No, yo quería hacerlo con alguien que me gustara.
Yo lo entendía. Mamá no.
La mejilla me ardió cuando su bofetada me rompió el labio inferior. Fue tan fuerte, tan rápido que caí al suelo como un trapo. Era un Omega de metro sesenta contra una Alfa de metro ochenta y nueve. Ella no estaba enojada conmigo por perder la virginidad con un Omega. Mucho menos que este Omega sea ChanWoo, quien pronto sería mi cuñado. La cuestión era que mi valor había disminuido. Que un Omega con mundo, por tan pequeño que fuera, no agradaba del todo a los Alfas.
La sangre me cubrió la boca. La miré sorprendido, atónito. Mamá temblaba de rabia.
─Vete ─bramó con una voz irreconocible. Los vellos de la nuca se me erizaron, usó su voz en mí. Mi Omega se encogió y un gemido bajito brotó de mis labios. El rostro de mamá se apartó.
Yo me levanté entre temblores. Jamás le había levantado la mano a mis hermanos. A mí sí. A mí sí porque yo no era como ellos. Ella tenía el derecho porque era menor, era Omega. Salí de su despacho con la sangre goteando por mi remera blanca. El pasillo oscuro estaba oscuro y helado. Me quedé de pie ahí unos segundos.
─Te lo merecías ─escuché. Elevé la mirada. Reconocí la voz rasposa de NamJoon. Siempre como una sombra, sus ojos me miraron de arriba a abajo.
Lo miré con rabia. Ni siquiera me gasté en responder. Me volví en dirección a la escalera con el peso de su mirada en la nuca.
Sentí su mano rodear mi brazo. Me jaló, era fuerte, dominante. Ni siquiera supe en qué segundo me empujó contra la pared y me miró. Sus palabras eran como el susurro de una serpiente.
─Solo tenías un trabajo... y era guardarte para tu Alfa.
Reí con maldad. Ahí estaba. Ahí presencié esa extraña sensación de poder que ellos tenían sobre mí. No sé cómo se iban a poner los demás con la noticia, ya de verdad no me importaba.
─Qué gracioso... porque el Omega que elegiste fue quien me cogió tantas veces quise ─susurré con veneno.
─Lo sé ─NamJoon me miró. Me quedé quieto, sus manos apretaron mis muñecas─¿Quieres... que te diga por qué lo elegí?
Sentí algo extraño.
─Porque... ─se acercó. Me quedé helado. Sentí su respiración caliente contra la oreja. Mi piel volvió a erizarse cuando sus feromonas me rodearon el cuerpo. Fuertes, puras, me llenó tanto los pulmones que mi rostro enrojeció. No eran las típicas feromonas que un Alfa debía tener con su hermano─. Olía a ti.
Un susurro bajito y monstruoso. Mis ojos grandes se pegaron en su rostro sombrío. Sus dedos calientes soltaron mi piel, su aroma se ocultó, pero por un breve instante lo sentí. Sentí el deseo que le crecía en el cuerpo.
─Bastardo ─murmuré. NamJoon llevó una mano a mi nuca, sus ojos se destellaron rojizos. Me paralicé ante su dominación, sus dedos gruesos me apretaron una zona sensible para mi Omega. Ahí, justo donde un Alfa debía marcarme con sus dientes. Los labios de NamJoon se presionaron en mi barbilla y traté de empujarlo. No podía hablar, no, me faltaba aire.
Él se separó con la mirada brillante y dilatada. Mi sangre le cubría la boca.
─SeokJin... ─su voz me retumbó por todo el cuerpo. Mis piernas se debilitaron, pero me agarré de su ropa. No podía soportar la dominación de dos Alfas. No de mamá, no de NamJoon. Las lágrimas brillaron en mis ojos cuando elevé la mano a su cuello y enterré las uñas en su carne. Le levanté la piel cuando se escuchó una voz a lo lejos.
─NamJoon, basta ─HoSeok, mi hermano mayor, el más grande de todos. Tenía un libro en la mano y su rostro serio hizo que NamJoon me soltara. Caí al suelo, llevé una mano a mi nuca. Me ardía, me dolía─. SeokJin, ve a tu habitación.
Su voz era suave, pero sentí que la orden me quemaba en la piel.
─Dejó que un Omega se lo cogiera ─confesó NamJoon. Seguía frente a mí. Elevé la mirada a HoSeok, mis mejillas ardían y las lágrimas me picaban─. Lo permitió... ahora su valor disminuirá.
─Cállate, animal ─escupió HoSeok. El aire empezó a llenarse de hostilidad. Traté de levantarme antes de quedarme en medio de ellos. Ya sus feromonas empezaban a descomponerme─. El valor de esta familia disminuyó cuando la prostituta de tu madre te engendró. No me sorprende que de su vientre enfermo haya salido un rarito como tú. Asqueroso... deseas la carne del Omega equivocado.
Me levanté. HoSeok ni se inmutó, NamJoon, en cambio, volvió la mirada hacia mí. Me apresuré a llegar a las escaleras cuando oí el primer golpe. No me quedé. ¿Qué podía hacer para separar a dos Alfas? Ni siquiera se trataba de mí. A HoSeok no le importaba. Estaba resentido porque mi madre había abandonado a la suya por la mujer que engendró a NamJoon. La última se había matado y la primera trataba de reconstruir su vida después de un lazo roto y una mordida grisácea en el cuello.
Oí la voz enojada de mamá, pero se apagó cuando cerré la puerta con seguro. Miré mi habitación grande. Ya no estaba seguro ahí. No.
Tomé mi maleta desordenada en la cama. Empecé a meter ropa, libros, todo. Marqué el número de papá en mi celular y pensé. Lo pensé mucho. Había sentido el deseo de Ivan por mí. Su mirada, su declaración. Incluso HoSeok no parecía del todo sorprendido cuando lo vio acorralarme contra la pared. Todos lo sabían. Sabían.
¿Por eso mamá le permitió buscar un Omega incluso antes que al primogénito, Karl? ¿Por el deseo que sentía por mí?
Oí la voz de papá en el celular.
─¿SeokJin?
─Ven a buscarme ─susurré desesperado.
Silencio.
─Voy enseguida.
La llamada se cortó. Papá nunca me preguntó qué ocurrió. Simplemente llegó, bajé con mi maleta y subí a su auto. Mamá no me habló, ni HoSeok, nadie. La sangre seca en mi barbilla fue removida por las manos de papá. Me pregunté si sabía. Si lo sentía en mi piel, en mi ropa. Las feromonas de NamJoon. El deseo de NamJoon. Mi hermano, mi sangre.
Papá no podía hacer nada por mí.
En primavera ChanWoo se casó con NamJoon. Me dejó de responder los mensajes un mes antes. Decenas de preguntas, de llamadas. Yo no me rendí, él me cerró la puerta en la cara.
No duró ni dos meses. Me quebré cuando papá me contó que ChanWoo estaba en cinta. Le pregunté si lo vio. Si lo miró. JiMin dijo que lucía apagado, ido.
No dejé que me consumiera. Vivir con papá fue la mejor decisión que tomé. Lo conocí más, al verdadero él. De vez en cuando traía Omegas a comer a casa. Todos tenían algo parecido. Rizados, rubios, pequeños y frágiles. Nunca era nada serio. Tampoco se quejaba cuando yo metía uno a mi cuarto.
Mis gustos seguían siendo iguales. Pelirrojos, altos, pecosos. Me pregunté muchas veces si era igual con papá. Si alguna vez él quiso a un Omega rizadito, rubio, menudo y suave. Mucho antes de mamá y ahora simplemente buscaba su recuerdo en personas que igualaban una pizca de su fantasma. Papá decía que yo tenía el corazón roto.
Yo no podía tener eso. No. Porque me volvería frágil y débil, un llorón. Era fuerte, pero me volví como un niño cuando ChanWoo se suicidó al segundo mes de embarazo. Lo odié. Odié a NamJoon con todo mi corazón. Detesté su jerarquía, me llené de rabia el cuerpo por culpa de ellos.
Yo estaba en mis veinte cuando mamá vino a la casa de papá. Me miró de pies a cabeza, fría, sin inmutarse un cabello.
─Tu cuerpo ya es el de un Omega ─fue lo primero que dijo. No respondí, traía una remera manga corta y unos shorts negros que dejaban ver mis piernas. Ni siquiera la invité a sentarse─. ¿Está JiMin?
─Salió con su novio ─confesé. Ella entró sin más. Dejó el bolso sobre el sillón más cercano y se sentó.
─¿Novio? ─soltó una risa─. ¿Después de veinte años al fin pudo conseguir uno oficial?
─Sí ─no sé porqué me dio rabia oírla. Papá era una buena persona─. Compró una casita en el campo, le pedirá que se vaya con él. Lo vi, es un Omega bonito y joven. Es extranjero, así que corre la suerte de no saber una mierda sobre ti. No lo quitarás de su lado esta vez.
─Parece serio ─concluyó ella. Asentí, por primera vez en mi vida podía ver a papá más animado.
─¿A qué viniste? ─pregunté.
─Te casarás ─anunció. Me quedé quieto cuando sacó un contrato de su bolso y una fotografía de un hombre adulto. Era grande, parecía tener unos cuarenta años─. Es la mejor opción que encontré. Es rico, tiene muchas propiedades y está ansioso por formar una familia. No le importa que ya no seas virgen, sabe de tus... gustos, así que quiere ser el primer Alfa para ti. Firma aquí y me iré.
─Ah... ─susurré. Tomé el contrato con mis manos─. ¿Al fin puedes casar a tu último corderito?
─Sí.
Ni se gastó en sentirse ofendida. Me dio rabia el verla sonriente. No la veía en años, y ahora se me acercaba para anunciarme que sería el Omega de un Alfa demasiado grande para mí. Me puse blanco cuando leí que quería cinco cachorros y con acceso carnal.
─No me acostaré con este viejo.
─Lee bien. Dice en tus temporadas de celo, cuando estás ido y no recuerdas. Ni siquiera recordarás que él pasó por ahí.
─¿Por quién me tomas? ─exclamé con enojo. Al segundo entró papá. Sentí el aroma a limón y chocolate en su cabello. Había estado con su Omega. En días normales le hubiera hecho bromas. Pero incluso su semblante se arrugó cuando vio a su Alfa sentada en el sillón de su hogar.
─JiYoung ─saludó, quitándose los zapatos.
─Apestas a prostituta, JiMin.
─Perdón, es que pasé cerca de tu auto.
Mamá soltó una carcajada.
─Me casará con un hombre que me quiere violar cinco veces ─anuncié. Papá abrió los ojos, su rostro se despabiló y caminó hacia mí para ver el contrato. Su rostro se frunció al instante.
─¿Cinco cachorros? ¿Estás loca? ─preguntó con el ceño fruncido. Mamá se encogió de hombros.
─¿Qué tiene de malo? Es joven y fértil. Sé que SeokJin podrá engendrar esa cantidad.
─Son cachorros, JiYoung. ¿Quieres que SeokJin se mate? A él no le gustan los Alfas. Acordamos que sería un embarazo in vitro, y que solo sería uno ─papá miró el contrato una vez más, su rostro se ponía cada vez más colorado. Sentí en él aquel aroma agradable. Olía feliz, pero sus propias feromonas empezaban a rodearlo de angustia y enojo─. SeokJin no firmará esto, ni yo.
─¿Tienes una mejor opción? ─preguntó ella. JiMin frunció el ceño.
─Te he estado pagando desde que él cumplió dieciocho. ¿Cuánto más quieres? El negocio de ese hombre ni siquiera parece seguro.
─¿Tienes. Una. Mejor. Opción? ─repitió mamá. JiMin se estremeció, me miró y yo abrí los ojos con sorpresa.
─Tengo a alguien ─confesó. Yo me acerqué al instante.
─Bravo, ¿Qué tiene para ofrecer? Debe ser muy bueno ─miré a papá con ansiedad. Jamás me había dicho nada sobre un Alfa, mucho menos uno para mí.
─Papá ─llamé. Él arrojó el contrato.
─Es nuevo en el negocio, es joven, promete demasiado. Tiene buenas ideas. Se llama JungKook, no le importa ofrecer el cincuenta por ciento de todo su capital por SeokJin ─me quedé atónito. Papá sacó su celular, sus labios se movían, hablaban de números, cuentas bancarias. De montos elevados como si yo fuera un objeto que buscaban vender en una subasta. Jamás había visto a papá hablar con mamá sobre mí como en ese instante. Por un segundo, pensé, los dos se parecían.
─Bien. Quiero conocerlo lo más pronto posible ─se levantó, ni siquiera tomó el contrato que papá arrojó. Llegué a la conclusión que el tal JungKook ofrecía mucho más que aquel viejo degenerado─. Buenas noches Jin. SeokJin.
Se fue. Ni bien escuché el seguro de la puerta la primera lágrima me cayó del ojo. Miré a papá con rabia, él alzó las manos.
─Te explicaré ─atajó.
─¿No pensabas decirme nada? ¿Quién mierda es JungKook?
─Es nuevo en mi empresa. Es ambicioso, solo le importa el dinero, SeokJin. En realidad él nunca ofreció nada. Ni siquiera sé si le gustan los Omegas ─se apuró a decir. Yo fruncí el ceño.
─¿Qué fue todo eso? ¿Todos esos números?
─Mi dinero ─confesó─. No... no pongas esa cara. Tengo mucho, SeokJin. Mis papás me dejaron mucho, ¿Por qué crees que tu madre no se divorció de mí luego de veintitrés años?
─Aún puede quitarte más...
─Conocí a JungKook hace tres meses. Lo recomendaron mis empleados. Parece un buen chico, tiene ideas buenas... de todos modos iba a invertir en él. No creo que se niegue a firmar cualquier contrato que tu madre le haga.
─¿Crees que él me obligará...? ─empecé. El rostro de papá se alteró y negó rápidamente.
─No. Le cortaré los testículos si te hace algo.
Fui libre por tres años más después que se firmara el contrato. Dean pidió apoyo en su negocio, lo cual tardó un breve tiempo. Papá lo ayudó. Poco a poco me fue soltando. Primero la casa, después mis cosas. No quise irme de su departamento. El Omega con el que había estado lo rechazó tres veces. Le dije que insistiera más, que le mostrara la casa de campo. No fue así. Dijo que era joven. Un Omega que no sabía lo que quería. No volvió a verlo después de eso y me quedé con él hasta que JungKook consiguió su parte. Era hora de que la mía se efectuara.
Era verdad. JungKook era tal cual papá lo había descrito pobremente. Más que ambicioso, estaba lleno de codicia. Lo conocí un sábado por la noche, en un restaurante elegante. Había pedido una mesa alejada, en la intemperie. Era un Alfa alto, grande, le sentaba bien los trajes oscuros porque su piel era muy blanca. Tenía la mirada de un depredador.
─¿SeokJin? ─murmuró. Me estremecí, tenía la voz profunda. Era atractivo, pero había algo en él que me ponía de mal humor. Me di la vuelta cuando el mesero cerró la puerta y nos quedamos solos. La noche estaba tibia y suave. Él hizo a un lado mi asiento, como un caballero.
─Gracias ─murmuré. Elegante, hermoso, varonil. Tal vez, hubiese sido de mi gusto—. Mi padre... ¿te contó?
─Claro ─sonrió, mis mejillas se calentaron. Dientes perfectos. Lo odié mucho más por eso. Sabía porqué papá lo había elegido para mí. JungKook era consciente de sus encantos─. No tengo ninguna objeción ante el pedido, ni... a tus condiciones.
─No quiero que me toques.
─Está bien.
─Me darás a mi cachorro ─anuncié, él asintió con una sonrisa. No le pareció extraño que no dijera tendré a tu cachorro, como normalmente los Omegas hacían─. Pero no me tocarás. Viviremos juntos, pero no te quiero cerca. Cómprate una casa, bien lejos de mí.
─Con gusto.
Me dio rabia. ¿Cómo podía ser que aceptara todo sin más? ¿No tenía orgullo?
─Tendré mi libertad, mis Omegas, todo. Tú haz lo que quieras ─JungKook asintió, bebiendo de su vino. Tenía una sonrisa juguetona. Lo odié. Parecía un demonio.
─Brindemos por la libertad ─alzó la copa. Me quedé estático. Estaba a punto de casarme con un Alfa extraño. Los dos atados de por vida, por un anillo y por un futuro cachorro. Y, sin embargo, alcé la copa para brindar por la libertad.
─¿No te gustan los Omegas? ─pregunté. Él abrió los ojos y sonrió. Dejó la copa a un lado. No era que me interesara él, pero me parecía extraño que un Alfa no reclamara nada con un Omega que sería suyo. No era normal. No era común.
─Ya tengo uno ─me puse pálido, él elevó las cejas al instante─. No me refiero a ti.
─Ah... ─fruncí el ceño─. No puedes preñarlo, ¿lo sabes, verdad? Está en el contrato que firmaste para mi padre.
─Lo sé. No te preocupes por eso ─comentó.
Charlamos un poco sobre las demás condiciones. JungKook aceptaba todo sin más. No parecía importarle nada más que los billetes que nuestro matrimonio podía darle. Papá había conseguido a uno bueno, que no se quejaba para nada.
Cuando terminamos, JungKook me acompañó hasta mi auto. Me abrió la puerta y yo lo miré. Me tendió la mano.
─Fue un placer conocerte ─comentó con palabras suaves, aunque nada de eso se reflejó en su mirada. Tomé su mano, caliente y fuerte. Mi ceño se frunció cuando sentí sus feromonas.
Era una mezcla de picante... y limón y chocolate.
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