capítulo siete: pantera
─¿No se te hace extraño? El año pasado parecían llevarse muy mal... ─El comentario de la rubia le hizo alzar la mirada casi por inercia para buscar a la pareja de la que hablaba y un instante después ya se encontraba refunfuñando en su sitio─ ¿Un gatito de ese porte te ganó?
Su burla no se quedó en la corta pregunta ni mucho menos cesó con los minutos, al contrario, ella parecía divertirse mucho y ganaba confianza cuando la pantera le respondía entre gruñidos y con sus típicas expresiones de asco y repugnancia. Es verdad que YoonGi era un tigre de bengala bastante pequeñito para lo que debía de ser pero se le excusaba por el hecho de tratarse de un Omega, su personalidad y todo lo que acarrea su vida le ha dejado en una posición de vulnerabilidad por muchos años pero ahora camina de la mano de un gran Alfa que, lejos de ser un posesivo y arrogante, es más bien cariñoso y delicado con el tigre.
JiMin no ha cambiado de personalidad demasiado, siguen peleando como niños pequeños dentro de la sala veinte y se les escucha discutir un par de veces de forma graciosa y divertida pues la dinámica de su relación es bastante flexible y sencilla. No han abandonado el trato cariñoso que mantienen en casa pero sí que cambian ese contacto íntimo para regresar a sus lugares de trabajo y ser maestros de secundaria.
─YoonGi es un peso liviano si te das cuenta... ─Masticó sus palabras a sabiendas del poder acústico del peligris─ Un problema grave de su parte por culpa de su trastorno es suficiente para que le despidan, no sé, tal vez un incendio por dejar alguna vela encendida, maltrato a los alumnos si éstos le sofocan...
─¿Planeas deshacerte de él?
─Por lo menos en el trabajo...
─No es por aguarte la fiesta pero conozco a YoonGi desde hace un par de años y nunca le ha pasado algo como lo que acabas de mencionar, puede que sea despistado pero ocasionar un incendio son palabras mayores. ─Atrajo un cuenco con patatas y llevó una a su boca, sus ojos brillantes estaban puestos en el Omega que hablaba animadamente con JungKook y NamJoon solo a unas cuantas mesas de ellas.
─¿Qué propones entonces?
La rubia crispó sus labios y con un sonrojo en las pálidas mejillas la vio con palpable ilusión.
─Altera sus hormonas, he oído que no tiene ciclos de celo y nunca ha tenido problemas con los aromas de los alfas... ─Murmuró─ Provócale un ciclo de celo en clase... da clase a los mayores, se le echarán como perros... pobre gatito tonto...
[...]
YoonGi acostumbraba de mala manera a salir un poco antes de sus clases para tener unos minutos libres y así poder ir al despacho de SeokJin y ponerse al día con él ahora que ya no viven juntos, solo ocupa tres minutos para llegar a su acogedora sala y rápidamente la conversación fluye para no perder tiempo en saludos y preguntas típicas. SeokJin siempre estaba en su pequeña sala individual con alguna taza de café y algo para picar mientras atendía llamadas y daba información, su trabajo no era muy complicado pues desde hace un par de años que dejó de ejercer como profesor.
Esta vez el pequeño y juguetón tigre ocupó parte de su tiempo libre para ir a la cafetería y pedir algo de comer, había tenido una mañana caótica con los más pequeños y necesitaba recargar azúcar antes de enfrentarse a los temarios de los más mayores del instituto. Iba animado pese a todo, no le sienta mal gastar energía en los cachorros porque disfruta verles divertirse mientras imparten su asignatura de forma libre, manchándose, ensuciando su zonas de trabajo, probando técnicas que para ellos son lo más cercano a la magia que conocen.
Se plantó frente al mostrador y rápidamente reconocieron aquellas orejitas grisáceas menearse tímidamente, algunas veces le avergonzaba pedir siempre lo mismo.
Había mucha gente y el bullicio le hizo encogerse de hombros mientras esperaba su turno, siempre le decían que tenía prioridad por ser un maestro pero pocas veces se atrevía a tomar esa palabra, no sentía que tuviese más importancia que alguno de los alumnos que se apresuran por llegar temprano para pedir sus almuerzos.
─El profesor Park pasó por tu batido, cachorro. ─Uno de los encargados de la barra le dijo confundido al verle esperar, consiguió que el Omega voltease a verle y le sonrió amigable ─ Hace casi veinte minutos, corre.
─¡Gracias! ─Le gritó a tropezones marchándose entre el alumnado, algunos de sus alumnos le saludaron y él regresó tantos como pudo.
Subió escaleras, atravesó pasillos y toqueteó paredes, desde la mañana no se había topado con el profesor de matemáticas y recuerda perfectamente que el conejito se la pasó la mayor parte de la noche anterior murmurando quejas sobre todo el trabajo que tenía por delante, como si de alguna manera el peso de las páginas disminuyese cuanto más veces repitiese el dolor que le causaba pensar en ellas. No es que fuese perezoso, es que ahora YoonGi y él hacen planes, es decir, tienen citas.
Ya hicieron un paseo antes de que el sol les saludase a lo lejos, el amanecer siempre es más frío y solitario que el atardecer pero a YoonGi le hizo pensar en lo cálido que se sintió tener a JiMin a su lado cuando la luminosidad de la enorme estrella les apuntó.
─No debiste pedir por-
Las palabras cantarinas que quisieron expresar su alegría fueron cortadas en tajos cuando entró a su preciada sala veinte. Visualizó su batido de fresa sin nata en el mismo recipiente de siempre con la etiqueta de todos los días, había una pajita sin abrir a un costado y pudo apreciar también la pequeña caja de cartón donde venían sus bizcochos favoritos. Lo que no llegó a gustarle de entrar a su sala fue ver a SiYeon, la pantera que impartía la misma materia que su novio, sentada en su silla de trabajo. No porque estuviese ocupando su lugar, sino porque había acercado esa misma silla hasta el otro lado de la frontera púrpura que tanto significado tenía para JiMin y para él.
Torció una mueca al captar la atención de ambos y llevarse una sonrisa vacilante de ella y ni un solo movimiento de parte del conejito, simplemente se le quedó viendo cómo en proceso de poder decirle algo.
─Hemos traído tu batido, YoonGie.
Ella era tan bonita. Tenía una voz que podía interpretarse de muchas formas distintas, el tono y la elegancia, su manera dócil de hablarle cuando JiMin estaba presente tenía la capacidad única de revolverle el estómago. Sus acciones delicadas y sus buenos favores hacían más difícil odiarla. Él debía odiarla. Le hizo daño.
Pero JiMin también le hizo daño un día. Sus palabras, acciones y miradas, eso dolió mucho más. Sí, dolió mucho.
¿Así se sintió JiMin cuando HoSeok se presentó en su sala de trabajo?
No. Seguramente JiMin sintió celos y el tigre de bengala simplemente estaba decepcionado, de sí mismo y de su aparente interés en odiar a alguien como si fuese un infante.
─Gracias. ─Dijo. Fingió una sonrisa. Mintió después diciendo que tenía que hacer algo antes de sus últimas clases únicamente para salir de allí.
─Llévate tu batido y tus postres, JiMinie los compró para ti. ─Le recordó.
YoonGi no lo dijo pero le gustaba que JiMin fuese posesivo con él. Así que cuando le vio ponerse de pie imaginó muchos escenarios futuros que podían cumplirse. Y acertó en uno de ellos. El Alfa le abrazó muy fuerte antes de que pudiese cruzar la puerta, balanceándose junto a él mientras restregaba su nariz en la curvatura de su cuello. Estrujándole cariñosamente. Mientras besaba la poca piel que exponía el Omega.
─Te quiero.
Le dijo al tiempo que le soltaba despacito, dándole el tiempo justo para que se replanteara besarle antes de perder esa oportunidad y tenerle demasiado lejos como para pedirle esa caricia en los labios. Y YoonGi tomó la iniciativa por primera vez.
Plantó sus labios sólo un poco, cerró sus ojos y dejó que el conejito se mofara de su tímido beso. Sintió cómo acariciaba por entre sus cabellos y toqueteaba sus orejitas.
─Supongo que esa el la respuesta que buscaba... ─Dijo un poco sorprendido cuando YoonGi estuvo fuera de sus brazos ─ Te espero aquí.
Solo asintió rápido y salió.
─¿Ya son pareja? ─SiYeon preguntó con un mohín abandonando la silla ajena y dejando que vacilara un poco antes de permanecer quieta.
Avanzó hasta posicionarse por delante del escritorio de JiMin y sostuvo sus brazos por encima de su pecho, su cabeza cayó un par de pocos centímetros hacia un lado y por su rostro se dibujó una expresión curiosa y amigable. Brillantes ojos siguieron al conejito que le imitó en cuanto pudo y se apoyó en el escritorio del tigre de bengala. Echó los brazos hacia atrás para dejarse caer un poco.
─Aún no le he marcado, no siento que esté preparado para eso. ─Confesó masticando su labio inferior, como quien confiesa algo vergonzoso.
─¿Tú o él? ─La pregunta no tardó más de tres segundos en llegar a él y esta vez su sistema nervioso envió demasiadas señales a su rostro, dejándolo ver como un lienzo carmín.
─Yo. ─Contestó─ YoonGi es muy importante para mí.
─¿Y qué te impide marcarlo? ─Le dijo y sonrió un poco. ─ Siempre fuiste muy recto con tus sentimientos y tu forma tan particular de entender a la gente, si ya viven juntos y hacen cosas de pareja, ¿por qué te detienes?
Ella le animó a lo lejos, precavida y paciente. Mostrando la misma faceta de tiernas expresiones que suavizaban el corazón de quienes la veían, sus comentarios llenaban de esperanzas y reparaban un poquito a los que se sentían incomprendidos. Siempre fue así de atenta con JiMin, se la vio muchas veces sonrojada por el acercamiento del Alfa cuando iban a la secundaria pero supo que tendría que vivir bajo su sombra cuando sus razas coincidieron y la sociedad le quitó la oportunidad de enamorarse de él.
JiMin avanzó una vez más a su sitio con una temblorosa sonrisa en los labios.
─Aún no sé cómo conservar a las personas que quiero, no sé... nunca me han amado como lo hace él.
Quería decirle, lejos de ese tema tan privado, que no podía comprender exactamente la forma en la que YoonGi le ama. Trata de descubrir absolutamente todos los detalles de ese bonito sentimiento en el pecho del contrario, descifrar si su amor no es tanto como para hacer cosas que realmente no le gustaban y que acabaría cediendo por aferrarse a ese impulso suicida de su corazón.
─JiMin ─Le llamó desde su lugar, su voz cambió un poco, como si quisiese reclamarle minuciosamente que tal vez YoonGi no sea el único que ha llegado a crear esa montaña de sentimientos y sensaciones por él─ ¿Qué te hace falta para entenderlo? ─Inquirió, su cola felina fue trazando un movimiento lento─ YoonGi tampoco sabe cómo retener a las personas que ama, son esas personas las que se aferran a él si de verdad lo quieren.
[...]
La clase que ponía fin a su horario lectivo terminó con un fuerte dolor abdominal. Un extraño calor abatió el aula, los pasillos y los baños de la planta por la cual caminaba entre tropezones y temblores, pasos falsos por sus rodillas débiles y suspiros roncos que nacían desde lo más profundo de su garganta. Sabía exactamente el camino más corto para llegar a su sala de trabajo, de hecho él había inventado darle un uso más cotidiano y obvio a las escaleras de emergencia por las que ya nadie iba.
Y fue preciso que no estuviesen transitadas para que YoonGi pudiera refugiarse allí.
"Jinnie, me siento mal"
Quería avanzar hasta la última planta del edificio, tener la capacidad locomotora de subir las escaleras y plantarse en el despacho de SeokJin para explicarle sus síntomas, sentía las ganas de llorar picándole el pecho, pero había algo que mantenía sus pulsaciones por encima de lo normal. Tenía que encontrar una explicación para las sensaciones que le sacudían el cuerpo, algo que le dijese el porqué sudaba tanto o la razón de sus gemidos, mínimo debía descubrir a qué se debía la sed de JiMin.
"JiMinnie... necesito verte"
Tal vez no fuese solución suficiente, tener al conejito belier a unos pasos de él no podría aliviarle al completo. Sus manos recuperaron la sensación eléctrica y dolorosa que un día experimentó al tocar a JiMin. Sus piernas no pudieron sostenerle y acabó deslizándose por la pared un poco antes de llegar a la puerta de la segunda planta.
Podía quedarse allí un rato más y esperar a que todo volviese a la normalidad. ¿Y si entraba alguien? Probablemente nadie.
Podía gritar. ¿Qué debería gritar? "Hey, necesito sexo" No.
YoonGi lo reconoció hasta entonces. Sus instintos, su cuerpo, su mente, su corazón le repetían el nombre de JiMin sin tomarse un solo segundo de descanso, aturdiendo la poca racionalidad que resguardaba, misma que se había unido al incesante llamado solo un poco después de negarse a seguir intentándolo. En toda su vida, casi veintiocho años, solo había existido un día como ese y fue cuando se acercaba la primavera de las presentaciones, cuando los campos florecen y se mofan con sus colores ardientes, cuando los Omegas se presentan. Tiene recuerdos nítidos de SeokJin ayudándole a bañarse, a tomar pastillas, a moverle, cambiar sus sábanas y a ayudarle a dormir.
Y se sentía como ese maldito día.
Ardiente y sediento, arrinconado contra la pared y rezando por aprender en ese mismo momento a controlar sus feromonas. No llegaría a defenderse si un Alfa entraba, ¿cómo podría reconocerlo? Su naricita estaba incapacitada para percibir y clasificar el olor de los Alfas y de los Omegas.
Sentía que había perdido una batalla en la que le tendieron una emboscada.
Había dado por hecho que haciéndose bolita, escondiendo su rostro y quedándose en posición fetal, sería invisible para el resto.
Por eso fue raro para JiMin toparse con el tigre tirado en el suelo, acurrucado con su colita tapándole los ojos, dejando ver sus labios fruncidos para evitar suspirar y gemir.
─YoonGie...
Oh, el Omega ya podía hasta imaginarse la voz de JiMin. Que vergüenza. Quería ayuda pero no permitiría que el Alfa le viese en ese escandaloso estado de hambre de sexo. ¿Qué pensaría JiMin de él si le encuentra así? Probablemente YoonGi no pensó que JiMin pasaría por diferentes fases de reconocimiento.
La primera fase fue la preocupación: su Omega estaba arrojado en el suelo con una cara muy muy mala, con sudor en la frente y gimiendo -no sabía si de dolor o de otra cosa-, temblando de pies a cabeza.
La segunda fue alerta: percibía su aroma modificando, la intensidad lograba nublar buena parte de su raciocinio y, aunque el aroma de YoonGi siempre fue fuerte, la oleada que le golpeó no tenía ni un mínimo de comparación.
La tercera fue ternura: ¡estaba acurrucado con su cola grisácea tapando sus ojitos!
La cuarta fue... ¿Uhm? JiMin nunca supo que podía sentirse tan bonito aquello.
Quería cuidarlo.
Cómo cuando el tigre le contó la verdad sobre la historia de sus padres, cuando le relató su infancia, rememoró incluso al peligris hablándole sobre sus fracasos amorosos, también habló sobre la vez que lloró porque sus tortitas se pegaron a la sartén.
Quería cuidarlo en todas esas situaciones.
Quería atraparlo entre sus brazos en ese momento.
Quería darle besos.
Mimarlo.
Quería amarlo un poquito más, tal vez iguale el amor que YoonGi siente por él.
¿Lo logrará? Espera que sí.
Pero no se para a pensarlo en ese preciso momento, no se queda tranquilo hasta que transporta al Omega llorón a su casa y le deja sobre la cama. Prepara pastillas y agua, acondiciona la habitación para que pueda descansar.
Se recuesta a su lado y piensa que es suficiente.
─JiMinie... ─Musita bajito, sus caderas se mueven pegándose al Alfa─ Quiero cachorros. Dame cachorros.
─¿No te han hecho efecto las pastillas? ─El lo primero que pregunta, abre un ojo y ve al de ojitos grises verle con ese brillo inocente y caprichoso, ve sus labios que tiemblan todavía y las mejillas encendidas.
─Sí, creo que ya no necesito sexo. ─Dice tranquilamente, se mueve y JiMin se lo permite, deja que se suba a su regazo aún si está tumbado─ Quiero que hagamos el amor, que tengamos bebés. Muchos. ─Siente palidecer allí mismo, sus síntomas no han reducido lo más mínimo─ Tengamos cinco cachorros. Tigres, por fi.
Baja a atacar los labios del conejito y se sorprende cuando es bien recibido, gime en su cavidad en él momento en el que JiMin acepta su íntima cercanía sujetándole de la cintura y ejerciendo presión para que sus penes se rocen por debajo de la tela. Quiere pensar que aún no le ha convencido pues una de las características de JiMin es decirle que no a todo.
─Quiero un conejito, también.
─Pues felicidades, seremos padres de seis bonitos bebés, todos serán tan lindos como tú...
─¿En serio?
─Siempre te he dicho lo hermoso que eres...
YoonGi no se alza, solo separa sus rostros para percibir la picardía y la ironía en sus expresiones, quiere comprobar que le está tomando el pelo. Pero JiMin tiene los ojitos negros más brillantes del universo, muestra sinceridad en su rostro y sonríe dulcemente.
─¿En serio? ─Repite─ ¿Q-Quieres tener cachorros conmigo?
─Es lo que me llevas pidiendo todos estos meses, ¿no esperabas que aceptara? ─Inquiere, aprovecha su cercanía para peinarle los mechones grises que se pegan a su frente, aprovechando a toquetear sus orejitas ahora sonsas─ Comparto tu deseo de tener bebés, solo que... me faltaba algo de tiempo para amarte un poquito más, tanto como para cuidarte muy muy bien...
YoonGi sonríe.
JiMin vuelve a besarle con la misma facilidad con la que se deshacen de sus prendas, con esa rapidez en la que sus labios se posan sobre la piel ajena para adueñarse sin permiso, pero el ritmo se reduce a la hora de explorar sus cuerpos.
JiMin ama a YoonGi.
Lo ama tanto.
Tanto.
Tanto.
YoonGi ama a JiMin.
Lo ama tanto.
Tanto.
Tanto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro