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𝚒'𝚖 𝚑𝚊𝚗𝚐𝚒𝚗𝚐 𝚒𝚗 𝚝𝚑𝚎𝚛𝚎, 𝚍𝚘𝚗'𝚝 𝚢𝚘𝚞 𝚜𝚎𝚎?


«PERDIDOS ENTRE NUESTRAS GANANCIAS»

El corazón le latía con fuerza en el pecho mientras metía su ropa y sus pertenencias personales en la maleta. Se movió con rapidez por la sofocante habitación, abriendo de un tirón los cajones de la cómoda y tirando cosas por la habitación, dejando su dormitorio, antes ordenado, patas arriba. Mirando frenéticamente por la habitación, corrió hasta su armario y, arrodillándose, levantó un trozo de suelo, dejando al descubierto un sobre blanco lleno de dinero en efectivo.

La puerta se abrió con un chirrido.

—Celia... ¿qué estás haciendo? —llamó la voz de su abuela desde detrás de ella—. ¿Q-qué...? ¿De dónde ha salido ese dinero en mi mesita de noche?

Cecelia se quedó congelada. Apretando los labios, la noche anterior le vino a la mente en un flash. Sentada en aquella habitación solitaria, contando el dinero extorsionado a aquellos hombres de una extracción reciente. Entonces, de repente, oyó los fuertes golpes, los gritos de los agentes de policía que entraban en el edificio y, a continuación, los rápidos disparos que siguieron de ambas partes. En una fracción de segundo, cogió los dos sobres que había sobre la mesa, llenos de dinero limpio, antes de huir de la escena.

Tenía una ventaja: la gente con la que trabajaba no conocía su verdadero nombre ni sus antecedentes. Todo lo que les había contado sobre sí misma para ganarse su confianza era mentira. Pero la desventaja era que sabían exactamente qué aspecto tenía.

Se giró y miró a su abuela. Su rostro suave y arrugado, que siempre había sido una fuente de consuelo para ella, ahora estaba escrito con preocupación.

—Tengo que irme... E-el dinero, debería bastaros para llegar al año que viene...

Su abuela negó con la cabeza.

—No, no. Celia, no-no vas a ir a ninguna parte—

—Tengo que hacerlo. No tengo elección... Fueron arrestados anoche —le dijo, y los ojos de su abuela se entrecerraron de miedo.

—¿Sabe... saben ellos adónde—

Cecelia negó con la cabeza.

—No. No saben nada, abuela. Te lo juro. Jake y tú estáis a salvo. Pero saben qué aspecto tengo... y tengo que salir de aquí antes de que hagan nada. ¿Vale?

Su abuela frunció el ceño, con los ojos llenos de lágrimas y las manos temblorosas aferrándose a las de Cecilia. ésta se mordió el interior de la mejilla, conteniendo un sollozo.

El sonido de unos pasos surgió de detrás de su abuela, entrando en su dormitorio, su sobrino de catorce años, Jacob. El hijo de su hermana, que abandonó con su abuela poco después de que naciera. Las cejas de Jacob se fruncieron en señal de confusión, su pelo castaño rizado hecho un desastre, indicando que acababa de despertarse.

—¿Qué está pasando?

Cecelia sorbió, apretando brevemente antes de soltar las manos de su abuela. Suspiró, caminando de vuelta a su maleta, metiendo las últimas cosas antes de cerrarla. Cogiendo su sobre lleno de dinero, lo metió en el bolsillo interior del abrigo. Maleta en mano, caminó de vuelta a su puerta donde su familia estaba bloqueando el paso.

—Tengo que irme. Pero juro, juro, que volveré. —Puso la mano en la mejilla de Jacob. Su abuela se giró, intentando contener las lágrimas— Cuida de la abuela, ¿vale? La asistente de cuidado debería estar aquí todos los días de la semana. Asegúrate de llegar puntual a clase todos los días. Y más vale que te portes bien, ¿entendido? —Jacob, aún confuso, se limitó a asentir. Cecelia bajó la mirada, las miradas de sus caras le carcomían por dentro.

Cecelia depositó rápidamente un beso en la mejilla de Jacob antes de volverse hacia su abuela, haciendo lo mismo. Si no se va ahora, nunca lo hará.

—No llaméis a mi teléfono. Me compraré uno nuevo. Os llamaré yo primero a vosotros —dijo, pasando junto a ellos y dirigiéndose hacia la puerta principal.

La siguieron, mirándola fijamente mientras abría la puerta. Con cada paso que daba, se le partía el corazón. Su pie golpeaba el umbral. Mirando por encima del hombro, les sonrió con tristeza. Se repetía a sí misma: «Volveré. Regresaré. Os veré pronto».

Tragó con fuerza, «lo siento», pensó, pero las palabras nunca salieron de sus labios. Salió y cerró la puerta suavemente tras de sí. Dejando a la mujer que la había criado y amado incondicionalmente y al niño que había ayudado a criar desde que era un bebé sin nada más que preguntas.


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