𝟎𝟒. All You Had to Do Was Stay
Habían pasado ya varios días desde su día de cacería y la boda, aún no tenían grandes noticias de los novios, más que que se la estaban pasando muy bien.
Rosanna estaba sentada en el sillón, leyendo una revista mientras que los demás estaban fuera. Ella no conocía el pueblo y aún no estaba segura de querer verlo. No porque pensara que sería feo, sino más bien porque se perdería.
Carlisle llegó y dejó sus cosas en la puerta junto a sus llaves. Rosanna miró hacia arriba para verlo. Su uniforme de doctor le quedaba casi tan bien como su traje negro de la boda.
De pronto sintió toda una energía hogareña, ella esperando a que su esposo llegara, mientras ella estaba relajada después de un largo día. Él llegaría con ella y la besaría antes de acostarse ambos en el sillón, felices de estar juntos, sin importar nada más, como si fueran normales.
El la miró y sonrió levemente, más como un saludo que como si estuviera realmente feliz de verla, eso le dolió, pero intento dejar de lado ese sentimiento y que la revista recuperara su atención. El timbre se escuchó, ella sabía que era para ella, por lo que se levantó, pero Carlisle lo impidió.
—Estas descalza, no puedes atender así la puerta.–Insistió el, a pesar que de ella tenía unas cómodas pantuflas que Alice le había prestado hace unos días. Cómodas no es exactamente como Rosanna las describiría, pero cumplían con su trabajo y la hacían ver bien, así que no importaba.
Carlisle se quedó afuera unos minutos, Rosanna intento escuchar la conversación. Escuchando como el hablaba con el chico del paquete. El le preguntó que si ella estaba ahí, Carlisle contestó que si.
—Necesito que ella firme el paquete.–Aseguró el chico, quien se escuchaba joven, no era un vampiro, eso era seguro. Ella se levantó del sillón, se puso las pantuflas y llegó a ellos, puso su mano en el brazo de Carlisle para moverlo ligeramente del camino. El chico no pudo evitar ver a la mujer, era hermosa, mayor que el sin duda, pero eso no le quitaba lo hermosa que se veía con ese atuendo. Rosanna lo noto, pero no dijo nada.
—¿Dónde firmo?–Lo sacó de sus pensamientos con un sobresalto. Carlisle río ante su comportamiento, era divertido ver el cómo los demás reaccionaban a la mujer.
—O-Oh... es aquí, déjeme...–Empezó a rebuscar en sus bolsillos y saco un bolígrafo.–Aquí tiene... firme... firme aquí, p-por favor...–Ella asintió y firmo. El chico sonrió como bobo y tomó el paquete del suelo antes de dárselo.
—Gracias.
—A usted... si necesita ayuda con el paquete, tal vez yo...
—Yo la puedo ayudar muchacho, gracias.–Carlisle cerró la puerta.–¿Eso te pasa seguido?
—A veces. Pero estoy segura que a ti también, no te hagas el santo.–Llevo su caja a la cocina como si no pesara nada, Carlisle la siguió de cerca.
—Claro que pasa. Pueblo pequeño, soy de los pocos doctores que tienen, es normal que a veces se me acerque alguna enfermera.
—¿Y que haces? ¿Les das falsas esperanzas? ¿O de inmediato les cortas las alas?–Con su uña rasgo la cinta que sellaba su paquete.
—Solamente una se me ha confesado y le dije que no de inmediato.
—¿Nunca te ha pasado que alguien se accidente solo como excusa para poder estar cerca tuyo?–Preguntó con curiosidad, viendo al hombre que se encontraba a su lado. El sonrió divertido.
—Nunca. Pero creo que siempre hay una primera vez para todo.
—Sería divertido ver eso.
—Divertido para ti, no para mi.
—Tal vez no tengas la suficiente edad para que te de risa cuando un humano trata de coquetear contigo, incluso más cuando es un adolescente.
—Siempre se me olvida que eres una anciana.–Se burló.
—No soy una anciana.
—Eres mayor que yo, y eso es mucho decir.
—Antes no te parecía molestar que fuera mayor que tú.–Abrió el paquete y empezó a sacar las nuevas bolsas de sangre que había pedido. Carlisle evitó bajar su mirada a sus labios, evitó con toda su fuerza demostrarle que seguía sin importarle la edad de ella.
—Nunca dije que me molestara. Así como a ti tampoco te molestaba mi edad.
—Al inicio solo eras uno más, después... fue difícil que no te notara.
—Así que tienes algo con los menores.
—Y tú algo con las mayores. ¿Quieres seguir?–Ella lo miró. Noto que tenían aún más cercanía que antes, como si inconscientemente se hubieran estado inclinando más y más hacia el otro. Como en los viejos tiempos, todo era como si nada hubiera pasado. Carlisle miró sus ojos, notó el cómo eso era lo que ella más deseaba, que se inclinara un poco más y la besara como solía hacerlo, que la tomara como solo el sabía hacerlo. Pero no lo haría. Se alejó el y ella tuvo que evitar su mirada, encargándose de nuevo de acomodar las bolsas.
—Pediste bastantes.—Cambio de conversación, tomando una de las bolsas de sangre entre sus dedos, sintiendo el peso y el espesor de esta. No podía admitirlo en voz alta, pero a veces extrañaba el sabor de la sangre humana, no podía negar su verdadera naturaleza, y debía admitir que Rosanna había hecho algo muy inteligente al abrir su propio banco de sangre, así nadie saldría herido en verdad.
—A veces me da hambre en la madrugada.–Admitió sin complejos. El asintió.
—No se donde guardar esto. Hemos tratado de evitar que Jasper se vuelva loco por la sangre, y si ve esto podría tener una recaída.–Ella lo miró. Ella esperaba poder guardarla en el refrigerador, pero ahora tenía que buscar otra solución. Se llevó la mano a la boca y mordió su uña, tratando de concentrarse y buscar una solución. Esto le pareció sumamente atractivo a Carlisle por alguna razón, tal vez por cómo su boca se veía alrededor de su dedo, tal vez eran demasiados recuerdos.
—¿No tienes tu propio consultorio aquí?–El asintió.–¿Tendrás algún congelador?
—Si, pero no se si quepa esto.
—Siempre puede caber.–Ella murmuro y tomó la caja, volviendo a acomodar las bolsas dentro.–Guíame.–El siguió las instrucciones y empezó a guiarla hasta su consultorio en casa, no era muy usado por nadie de aquí, pero era bueno tenerlo para practicar y para cualquier emergencia que tuvieran.
Carlisle abrió el pequeño refrigerador que tenía, estaba casi vacío, lo cual era bueno. Ella empezó a sacar las bolsas de las cajas y empezaron a acomodarlas como pudieron, encontrando espacios en los lugares donde ni siquiera sabían que había uno.
Cuando terminaron, ambos se levantaron del suelo y miraron su trabajo con orgullo.
—Eso fue complicado.–Ella dijo.
—Como dijiste... siempre puede caber, no importa cuan grande sea.–Ella intento no reír al morder su lengua, el la miró y sonrió, tratando de no reír tampoco. Pero el momento se vio opacado por una llamada. Ambos se miraron y Carlisle se acercó a responder.
—¿Quien es?–Cuestiono ella.
—Número desconocido... debe de ser Edward.–Contesto.–¿Hola? ¿Qué pasa? ¿Todo bien?–Preguntó curioso. La sonrisa se borró con rapidez de su cara, cambiando por una mueca indescriptible. Rosanna lo miró sin entender, pero sabía que si Carlisle ponía esa cara, era porque algo estaba mal.
Y si, en efecto, algo estaba más que mal.
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