𝟎𝟑. You Will Love Me Until You Resent Me
Se habían decidido por un traje deportivo; era color azul, de la marca Adidas, lo que quería Esme es que se sintiera cómoda, lo que quería Rosanna era no perder su estilo, y ambas lo habían logrado.
Esme salió para dejar que se cambiara y Rosanna así lo hizo. Escucho como la puerta delantera se abría y como todos salían de la casa mientras reían y bromeaban entre ellos. Era un clan muy unido, fuerte, eso era muy respetable. Se notaba la influencia en Carlisle.
No sabía muy bien cómo había logrado enamorarlo, ella era complicada, egoísta y vengativa, el era todo lo contrario, era una buena persona, se merecía algo mejor que ella, y aún así no podía dejarlo ir. El era el amor de su vida.
Salió de la habitación y se puso a recorrer un poco la parte de arriba, sabía que lo más seguro era que Carlisle sabía que estaba haciendo, pero mientras no le dijera nada, no estaría tan mal.
No entro a ninguna habitación porque eso sería grosero, pero si se paseo por los pasillos, notando pinturas, libros, flores, habían un montón de decoraciones. Era todo muy lindo
Carlisle hacía rebotar su rodilla con impaciencia, no podía soportar el hecho de que ella estuviera allá arriba y el abajo, el estar solos en una casa que era suya, el no poder tocarla o besarla, si quiera mirarla como el quisiera porque se haría muy obvio lo que pensaba, sabía que siquiera pestañeaba mal ella lo sabría, lo ponía nervioso y le encantaba eso al mismo tiempo.
Aún no comprendía como ella había pensado que el se casaría, nunca lo haría, el creía en que los vampiros solo tenían una pareja en toda su existencia, y aquí estaba su pareja, a unos cuantos metros, a un solo piso de distancia, y no poder estar con ella lo volvía loco.
No soporto mas y se levantó de su asiento, no quiso parecerle tan desesperado a ella, por lo que se dio su tiempo al subir las escaleras. La vio de espaldas, llevaba un lindo atuendo que le hizo recordar los buenos tiempos y le hacía desear solo tomarla, llevarla a su habitación y olvidarse de los problemas, pero no podía hacer eso.
Unos pasos detrás suyos se hicieron presentes mientras ella veía una pintura de un sol saliendo detrás de una montaña color rojo oscuro. Pero ella no se movió, se quedó ahí como si no lo notara.
—Es una linda pintura.–Admitió en voz baja.
—Yo la pinté.–Le respondió el doctor.
—Tienes buen pulso.
—He estudiado años para ser doctor, claro que lo tengo.
—No recordaba que pintaras antes.
—No lo hacía. Este fue mi primer y último cuadro.
—...En verdad es lindo, tienes talento.
—El talento no es suficiente cuando no tienes inspiración. Esto fue lo único que logré con la inspiración que tenía y lo dejé después.
—Yo compraría este cuadro.–Esas palabras lo hicieron explotar.
—Deja de tratar de alagarme. Entiendo que quieras mi perdón, pero odio tus mentiras.–Ella se dio la media vuelta para verlo. Error, se veía tan concentrado en ella que sintió que sus piernas fallarían y terminaría de rodillas ante el, él sentía lo mismo por ella.
—No te estoy mintiendo... Si, quiero quedar bien contigo, y si haría cualquier cosa para lograrlo, pero no esto, no mintiéndote, porque se que lo odias y se que otra mentira o escapada de mi parte no te hará quererme más, es más, eso solo me alejaría de ti y es lo último que deseo, créeme.
El suspiró y cruzó sus brazos, evitando su mirada. Ella sintió el ambiente rígido e incómodo y no dijo nada más sobre el tema.
—¿Dónde has... estado todos estos años?–Murmuró el, no sabiendo si quería saber esa respuesta en verdad. Sabía que le podía doler, pero necesitaba respuestas de la mujer que lo había abandonado tiempo atrás.
—Yo, eh... he viajado mucho, nunca me quedo en un solo lugar porque yo no...
—¿No querías que te encontrara?–Ella lo miró.
—Algo así, no quería que nos topáramos, me daba vergüenza el pensar en lo que te había hecho, sabía que eras doctor y que era cuestión de tiempo que supieras quien era la dueña del banco de sangre más grande del mundo... así que me fui, fui de país en país, sin un hogar fijo.
—¿Entonces fue mi culpa que no te pudieras establecer?–Dijo sin una pizca de maldad, sino más de curiosidad.
—¡No! Nada de eso, yo... la culpa era mía, siempre ha sido mía y eso no importa ya. Como dije me iré en la mañana y buscaré otro lugar en donde quedarme ahora.
—¿En cuántos países has estado hasta ahora?–Ella tuvo que hacer memoria, no habían sido pocos los años donde habían estado separados y por lo general nunca se quedaba mucho tiempo en un solo lugar, por lo que debían de ser más de cincuenta.
—Brasil, India, Indonesia, Rusia, Singapur, Mexico, Honduras, Argentina... El punto es que fueron muchos, quizás demasiados...
—¿A dónde irás ahora?
—No lo sé aún. Tal vez solo llegue a un aeropuerto y vea cuál es el siguiente destino y ahí iré. No importa realmente.
—Ni siquiera tendrías una casa ahí, ni amigos ni nada.
—No pasa nada, he estado haciendo esto por años y sigo viva.–Le resto importancia, aunque el si tenía razón, se había sentido sola por muchos años, pero lo prefería igualmente.
—Te tengo otra pregunta.–Ella asintió, como diciendo que podía continuar.–¿Por qué no te quedas aquí?–Se había notado lo mucho que había tratado de contener esas palabras en su garganta por el cómo parecían quemarle, ella lo miró con sorpresa ante la sugerencia.
—¿Quieres que me quede?
—No quiero que tengas un futuro incierto y que estés sola.
—No es lo mismo.
—No, no lo es. Pero si crees que me agrada ver cómo terminaste, sin poder estar en un solo lugar, viviendo dependiendo de los vuelos disponibles y sola, estás equivocada, yo nunca hubiera deseado un destino así para ti, porque sin importar nada yo siempre te ame.–Tuvo que ser precavido para no decirlo en presente, pero ella estaba tan absorta en sus demás palabras que no lo noto.
—¿Y que? ¿Ahora me quedaré aquí y quieres que sea parte de tu vida? ¿De tu familia?
—Puedes quedarte lo suficiente para que realmente sepas a dónde vas. Si eso tarda una semana, estará bien, si tarda dos años también. Solo... quiero que seas feliz.–Ambos se miraron a los ojos, ella evitó que se demostrara lo que sentía en verdad, pero era obvio que se estaba reprimiendo.–Hay que irnos antes de que mi estomago empieza a gruñir.–Ella rio y las comisuras de los labios de él se elevaron ligeramente.
—Claro, hambriento.–Empezaron a bajar las escaleras.
—¿Tu no tienes hambre?
—Un poco, pero nunca he probado la sangre de animal y no estoy segura de que me vaya a gustar.–Se sinceró.
—Tiene un sabor parecido, puedes probarlo hoy si quieres.
—Si... tal vez sea hora de dejar viejos hábitos.–Habló y salió por la puerta, volteando para esperar a Carlisle, el le sonrió ligeramente.
—Nunca es muy tarde para cambiar.
[...]
Llegaron con los demás y se escondieron detrás de un árbol, acechando a su presa; un enorme oso grizzly que estaba junto a un arroyo.
Emmett estaba por salir, pero Carlisle lo detuvo.
—Deja que nuestra invitada vaya primero.–Le indico sin mirarlo. Emmett lo miró sin entender.
—Pero... ¿y si necesita ayuda?–Carlisle y Rosanna compartieron una mirada.
—Tu solo observa.–Ella se preparó mentalmente, no porque no pudiera, sino porque probaría un poco de cómo era la vida de Carlisle ahora, y aunque no estaba segura, sabía que esto era necesario. Los demás la miraron expectantes.
Ella se acercó sin ser notada por el animal y lo mató ágilmente, logrando atraparlo sin complicarse y sin tener que usar fuerza demás. Había sido una muerte casi artística y perfecta por los movimientos de ella. Todos la miraron asombrados, excepto por Carlisle, que comprendía sus habilidades mejor que cualquier otro, no por nada ella era la madre de los vampiros.
Rosanna les dio un vistazo y sonrió.
—Claro que puedo contra un oso.–Emmett fue el primero en acercarse.
—¡Wow! Esta chica es asombrosa.–La felicitó y después fue directo a comer, los demás hicieron lo mismo, hasta que ella se quedó con Carlisle.
—Fue increíble.
—Estaba algo fuera de práctica, así que solo estuvo bien.
—Si eso es estar fuera de práctica, no quiero imaginar cómo es con práctica.–Aseguró Emmett. Ella rio.
—No, no quieres verlo.–Susurró Carlisle.
—¿Te impresioné aunque sea un poco?–Le cuestionó la rubia.
—Creo que ya sabes la respuesta a eso.
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