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꧁ Capítulo 4 ꧂

13/07/2023


Si alguien me hubiese preguntado en ese momento cómo me sentía, sin dudarlo habría respondido aterrorizada.

Estaba exhausta de no haber podido descansar, y lo que menos me apetecía en ese momento era correr por un maldito desierto huyendo de unos tíos que comían gente.

Supuse que así se sentirían mis víctimas cuándo las tenía entre la pared y mi cuchillo, atrapadas.

Sabiendo que por mucho que hicieses acabarías muriendo, lenta y agónicamente. Arripintiéndote de no haber vivido tu vida lo suficiente.

Y así era exactamente como me sentía yo mientras corría de la mano de Kiram.

Pensándolo por el lado positivo podría ser peor, podría estar ahora aburrida en la casa que compartía con Lilia jugando a las cartas y ordenando...

- Corre joder, no te detengas. - Sisea Kiram,  y pese a tener la boca apretada en una fínea línea recta y la cara llena de sudor, me recuerda a una serpiente. - Litak, mueve las piernas o nos alcanzarán.

- ¡Estoy corriendo todo lo deprisa que puedo! - Muevo mis cansadas piernas hasta que siento mis pies arder. - Deja de comportarte como un imbécil, no eres el único que está corriendo para salvar su pellejo.

- Cállate y corre. - Por lo que se ve es bueno dando órdenes. Continúo corriendo mientras la caravana se acerca cada vez más y más.

Están a unos metros pero aún así puedo sentir el olor nauseabundo de la carne muerta que almacenan.

- Gilipollas. - Kiram bufa por toda respuesta. Me giro sorprendida cuándo siento que algo se me clava en el hombro.

Con una mueca de terror, contemplo como un horrendo ser desgarra mi brazo y me clava uno de sus afilados cuernos.

En cuestión de segundos pierdo toda la movilidad de mi brazo que se están tornando de color morado, y mi cabeza comienza a palpitar.

- Kiram... - Mi débil voz sale de  entre mis labios resecos mientras ambos caemos al suelo. Los bichos se ciernen sobre nosotros hasta que ya no puedo ver nada más que alas deformes que se agitan en mi campo de visión.

Cuándo consigo abrir los ojos, me encuentro tirada de mala manera sobre un suelo frío y húmedo.

Intento moverme pero me es imposible, no solo por el dolor de los desgarrones de mi piel, sino porque estoy encadenanda.

Observo mi brazo conteniendo el aliento, pero no es tan horrible como pensaba.

Tengo una línea de mordiscos desde la muñeca hasta el codo, en la parte dónde se une con el codo me falta algún que otro trozo de piel pero por lo demás está perfecto.

Mis piernas en cambio no pueden decir lo mismo, pues están todas llenas de moratones, cortes y mordiscos que dudo mucho que se vayan sin dejar marca.

Mis pies están enrojecidos a causa de las altas temperaturas a la que se encuentra la arena, y por eso cuándo consigo levantarme manchan el suelo de sangre.

Me sujeto a la pared mientras me tambaleo mareada.

El mundo gira a mis pies y termino cayendo aparatosamente mientras las arcadas me recorren.

El suelo huele a orina y está lleno de trozos que no dudo que sean de personas.

La habitación dónde me encuentro tiene única ventana por la que sería posible escapar, y lo demás está completamente oscuro.

Mejor que se mantenga así, por que no tengo ganas de ver restos de personas colgando del techo ni nada parecido.

Camino lentamente arrastrando la cadena rodeada a mi magullado tobillo.

Me paso una mano por los cabellos revueltos mientras me percato de que ya no llevo el vestido negro, y que este ha sido sustituido por una larga túnica blanca.

Llego a la pared dónde me apoyo dispuesta a pensar un plan de escape, pese a no tener mis cuchillos ni ningún arma disponible a mano.

Pero para mi sorpresa, acabo tumbada encima de Kiram que hasta el momento estaba callado en un esquina.

- Apártate. - Me grita molesto apartándose. - Todo esto es por tu culpa.

- Ellos iban en caravana y nosotros corriendo, era imposible escapar. - Kiram me ignora y mira para otro lado.

El silencio entre ambos es incómodo por lo que acabo diciendo:

- Perdona, cuándo salgamos de aquí no te molestaré más. - La culpa me revuelve las tripas, y es una sensación tan conocida que me dan arcadas de nuevo.

- Si salimos...

- Saldremos, tú confía en mí. - Le guiño el ojo en un intento por hacerle sonreír, pero solo consigo que ponga los ojos en blanco.

Miro hacia los sucios tablones del suelo sintiéndome triste de pronto, el único amigo que tenía y había tardado poco en perderlo.

Como si supiese lo que estaba pensando, Kiram se inclina y me abraza, provocando qur una mueca de dolor cruce mi rostro lleno de mugre.

La mirada de Kiram desciende por mi cuerpo hasta posarse en mi brazo.

Como ya ha hecho antes, desgarra su camisa larga y fina - al igual que la mía - y me venda el brazo entero.

Si tacto es suave, y sus largos dedos se mueven expertos por mi piel. Cubriéndola con aquella venda improvisada.

Cuándo acaba, me besa la mano en un gesto totalmente infantil que consigue sacarme una sonora carcajada.

Mientras río, los brillantes ojos de Kiram recorren mis facciones, totalmente maravillado.

Su mirada se desliza serena entre mis pómulos salpicados de pecas que intento disimular con maquillaje, por el pelo largo y suave que acaricia mi torso, y por último sube a mis labios, que mira con deseo.

Y mientras realiza todo ese escrutinio imperturbable, mi pulso ha acelerado tanto que casi es imposible que pueda volver a la normalidad.

La sangre corre veloz por mis cenas al igual que sale de las heridas de mis piernas.

Levanta una mano y me acaricia la mejilla, y ese simple roce consigue despertar algo en mí.

Algo que no debería estar sintiendo porque incumpliraría las normas que prometí seguir.

Asustada, me levanto y le digo una mentira que quizás nos cueste la vida a ambos:

- Tengo un plan.

Sin dudarlo, él agarra la mano que le tiendo y se pone en pie.

Puede que sean cosas mías, pero casi diría que está unos milímetros más cerca de mí.

- Confío en ti Litak.

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