
꧁【𝔘𝔫𝔞 𝔥𝔦𝔰𝔱𝔬𝔯𝔦𝔞 𝔮𝔲𝔢 𝔠𝔬𝔫𝔱𝔞𝔯】꧂
ℍ𝕒𝕔𝕖 𝕞𝕦𝕔𝕙𝕠 𝕥𝕚𝕖𝕞𝕡𝕠...
Los monstruos y los humanos vivían en paz en la superficie.
Un día la guerra estalló entre las dos civilizaciones, y los humanos salieron vencedores.
Los monstruos fueron desterrados al monte Ebbot, donde yacía la entrada al subsuelo.
Con una barrera los aprisionaron y encerraron. La única manera de escapar, era conseguir
7 Almas Humanas
Al pasar de los años, el Rey, había conseguido las almas de los niños caídos, ¡El subsuelo estaba más esperanzado que nunca! Pensaban que por fin podrían salir de su prisión después de tantos años.
Qué equivocados estaban.
Poco les duró la emoción. El Rey había absorbido las almas humanas.
- ¿¡Pero qué?! Mi rey, ¡¿Por qué hizo eso?! - Uno de sus sirvientes le preguntaba con temor
- Cambié de opinión, seguramente los humanos nos encerrarían de nuevo si salimos, además, ya no tendría súbditos fuera de este encierro - Terminó esbozando una marcada sonrisa para absorber cada alma una por una.
El Rey se había vuelto loco. Nadie esperaba eso, nadie pensaba que su propio líder les iba a privar de su libertad por poder y fama. Pero, lo hecho, hecho estaba... Nadie lo podría deshacer... O eso era lo que creían.
Gracias a aquella acción, un joven mago se inició en rituales para alcanzar un nivel más elevado. No le gustaba para nada que el sujeto se creyera tanto como para arrebatarles toda la esperanza que les quedaba. Su hermano, también era mago, pero uno especial y dotado. Lamentablemente no se daría cuenta de ello muchos años después.
En otra parte del subsuelo, se encontraba un niño. Este estaba practicando pociones con su madre, una valiosa hechicera que era amable y compasiva. Quería llegar ser tan experimentado como ella y ayudarle a curar personas en su pequeña enfermería. El último recuerdo de ella fueron unas pociones que se las regaló en un cinturón.
Guardias llegaron, arrasando con la casa. Mataron a la dama sin dudar, asesinándola a sangre fría, todo el suceso fue delante suyo. Corrió y corrió, hasta que llegó a la enfermería perteneciente a su progenitora, pudiendo esconderse en aquel lugar.
Pronto, ya no escuchaba nada. Los guardias se habían marchado. Rápidamente, un mar de lágrimas brotó de sus cuencas oscuras.
- ¿¡Cómo pueden hacer eso?! ¡Simplemente no es justo! - Derramó tantas gotas salinas que al poco tiempo se quedó profundamente dormido, abrazando sus propias piernas a manera de consuelo.
La monarquía era quién había mandado a matar a la "bruja", como era despectivamente llamada en el castillo. Sabía que sus hechizos eran excepcionales y al fin pudo deshacerse de ella. Antes era parte de la corte hasta que supo que eran los planes del Rey, dejando la realeza para poder vivir tranquila con su hijo. Desde ese entonces la odiaba con toda su alma, además, correr riesgos innecesarios no estaba dentro de sus planes.
El hermano del joven rápidamente escuchó la noticia del asesinato de aquella mujer que solía ser la mentora de ambos. Recordó que su familiar se encontraba practicando hechicería y si los guardias estaban en la zona, no tardarían mucho en apresarlo. Corrió lo más rápido que pudo, se maldecía internamente al no poder hacer más que tratar de llegar a tiempo, pero ya era muy tarde. Lo estaban arrastrando. Les dio unos buenos golpes a los hombres en armaduras y peleó hasta el cansancio, pero fue un intento inútil. Se lo llevaron a la fuerza, era la única familia que tenía y lo apresaron en frente de sus ojos no sin antes golpearlo para que deje de luchar contra ellos, los golpes lo dejaron inmóvil, cayendo al suelo inconsciente.
El castillo del Rey estaba lleno de gozo. El consejero real, había tenido un niño. El costo fue su esposa, la mujer había fallecido en el parto. Al pasar de los años, el niño fue creciendo y su papá contrajo una enfermedad que sería de fatalidad. Su último deseo fue que su hijo se convirtiera en el mejor caballero del subsuelo, y así lo hizo. Entrenó noche y día, hasta que cumplió el deseo de su difunto padre, era el caballero más reconocido y honrado dentro de las fronteras del reino. Uno de los hombres más cotizados de todo el lugar, siendo perseguido por chicas y chicos por igual, pero él ya tenía su alma gemela y pronto la encontraría.
En Waterfall, un joven tritón nadaba solitariamente en el enorme estanque que estaba al pie de la cascada. Hace años, tuvo la desgracia de presenciar el asesinato de su hermano menor y de toda su familia, aquello le marcó la vida, se quería vengar de quienes mataron a todos los de su especie, pero no sabía exactamente quién o quienes los habían asesinado. Se llenaba de determinación al tratar de descifrar qué había pasado y aumentando su Lv para tener el suficiente nivel como para llevar a cabo su plan. Todo se convirtió en un círculo vicioso, tristeza que llevaba a venganza, venganza que llevaba a Determinación, Determinación que llevaba a Lv, repitiéndose el ciclo múltiples veces. No se estaba dando cuenta que su propia Determinación sería ahora su perdición. Los niveles eran demasiado altos para un monstruo, empezando a caer en la locura, ya no podía parar, pero al darse cuenta, ya era tarde. Estaba muriendo lenta y dolorosamente y al mismo tiempo, su Determinación ya no le permitía morir. Desesperado, trató de alterar su estado, desmayándose. Al cabo de unos minutos recobró la conciencia, abrazando la bufanda de su querido hermano. Su aspecto era distinto, su ropa blanca marcada ahora con una línea de sangre, no veía bien, su ojo izquierdo había sido dañado, en la comisura de su boca habían varios hilos finos de sangre que al parecer estaba seca.
- ¡Pero si estoy en agua! ¿¡C- Cómo es posible que sangre?! - Se preguntaba un poco alterado por todos sus cambios físicos
- Ok, Ok... Ammm... S- Saldré del agua. Podría morir allí afuera... Sólo aguantaré la respiración y listo - Se convenció a si mismo y así lo hizo, tomó un gran bocado de agua y salió del cristalino lago tocándose el pecho sintiendo si aún emanada sangre, pero ya no, su boca tampoco lo hacía ya. Tomó un espejo olvidado cerca de la orilla para luego observar su rostro, estaba más pálido, con delgadas líneas de sangre hasta su barbilla, su ojo izquierdo se encontraba ¿Derretido? Ni él mismo estaba seguro de aquel dato. Al menos eso era lo que pensaba. Unos segundos después, se estaba quedando sin aire, tenía poco tiempo.
Su último recurso era esa pregunta. - ¿Qué pasaría si respiro aire fuera del agua, sería posible? - Dudaba pero no tenía mucho tiempo como para pensarlo demasiado. Decidió rápidamente y lo hizo. No había pasado nada, podía respirar fuera de su medio conocido. Estaba tan emocionado. Saltó y brincó, podía respirar en ambos ambientes sin preocuparse. Aún se preguntaba como sucedieron tantos cambios en tan poco tiempo, pero dejó esa idea de lado. Se sumergió nuevamente y agarró una caracola del fondo arenoso. Ubicó su ojo izquierdo y se la colocó, ocultando su defecto. Se encontraba realmente contento después de tanto tiempo, ahora estaba dispuesto a explorar todas las costas y ver el mundo exterior del que tantas leyendas había oído. No se detuvo e inmediatamente nadó hacia el otro extremo de Waterfall.
No muy lejos de allí, un carpintero se dirigía a su trabajo, era feliz, pero tenía otra pasión más fuerte que la carpintería. Le obsesionaban los títeres. En su tiempo libre hacía miles de ellos, no se podía contener.
- Me va bien como un simple carpintero, tengo que olvidar esa estúpida idea, enfócate en tu trabajo idiota - Quería cerrar su negocio y vivir de titiritero, pero siempre se negaba. Los días pasaron, convirtiéndose en meses. Llegó un punto donde se hartó. Nunca más volvió a abrir su carpintería, dejando atrás su vida pasada. Abrió un pequeño local y se dedicó a hacer títeres y peluches, estaba más feliz que nunca, al fin estaba satisfecho. Podría realizar lo que más le gusta y le pagaban por ello. Le encantaba ver a los niños comprando peluches y siendo tan felices, le alegraba el alma. Hasta que un día, ya no vino nadie, toda la región se encontraba totalmente vacía.
- Ammmm... Deben estar ocupados, si si. Vendrán mañana, lo aseguro - Trataba de tranquilizarse y pensar que nada malo había ocurrido. Semanas transcurrían y aún nadie llegaba, empezando a desesperarse.
- ¿Pero qué ha pasado? ¿¡Estarán todos bien?! Eso espero... - Iba a buscar a los niños. Al salir no encontraba ninguno, ni a sus padres, ni a nadie...
꧁☆☆FIN DEL PRÓLOGO☆☆꧂
【 Edit: 】
Palabras: 1450 palabras
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