
꧁【𝔘𝔫 𝔱𝔯𝔞𝔱𝔬 𝔠𝔬𝔫 𝔢𝔩 𝔭𝔢𝔠𝔞𝔡𝔬】꧂
El frío helaba sus huesos. Despertaba lentamente dándose cuenta de que no podía mover sus brazos, estaba encadenado contra la pared.
- Ugh... - Maldijo su migraña en ese momento. - ¿Dónde estoy? - Estiró su cuello sintiendo un pinchazo. Tenía una marca roja. - Una aguja... - Abrió sus cuencas como platos, forcejeando contra las cadenas sintiéndose débil al instante. Un collar relució con la poca luz del lugar. - ¡Maldita sea! - Era un amuleto que absorbía magia, de color azul, correspondiendo al tono característico de las flamas que utilizaba. - Nononononono... - Su claustrofobia le estaba pasando la factura. Al menos cuando era un sitio cerrado podía ocultarse en las sombras, aquellas infinitas manchas que eran su refugio. - Respira, respira, está todo bien, todo va a estar bien. - Su respiración era agitada, casi frenética en este punto. - No puedo quedarme aquí... No puedo, ¡No puedo! - Estiró sus piernas ya chocando contra la otra pared. - ¡Déjenme salir! - Odiaba ese sentimiento de impotencia, esa sensación fue lo que desencadenó su fobia en primer lugar. El no poder hacer nada al respecto, sentirse pequeño a pesar de sus esfuerzos. - ¡¡Sáquenme de aquí!! - Sus fuertes gritos fueron en vano pronto convirtiéndose en sollozos. Sus párpados se sentían pesados. El artefacto parecía darle pulsaciones, extrayendo energía desde su alma.
- Vaya vaya, el caballero está en problemas. - Se colocó de cuclillas para levantar su rostro. - Así que los rumores que tenías una debilidad eran ciertos, te rendiste tan fácilmente sabiendo que tu preciado 'Geno' está esperándote en el lago muy lejos de aquí. Pobre pequeña alma. - Había aparecido de la literal nada, aquel esqueleto azabache con marcas turquesas en sus mejillas y unos cuernos en los costados de su cabeza lo estaba observando con una sonrisa, dejando ver sus colmillos verdes. - Puedo liberarte si eso es lo que deseas. - No se había dado cuenta que su voz sonaba tersa, como un adolescente tirando a adulto joven. - Pero tu más que nadie sabes que todo tiene un costo. - Un contrato y una pluma resplandecieron delante suyo. - Luego te diré que será tu parte del trato, ¿Tenemos un acuerdo? - Le extendió la pluma.
- . . . - Dudó. ¿Era una buena idea hacer un trato con lo que parecía ser un demonio? Lo más seguro era que no, pero su desesperación era mayor que la incertidumbre. Tenía que ver a Geno, al menos una vez más y no le importaba el precio. - Tenemos un trato. - Tomó el objeto entre sus dedos y firmó aquella sentencia.
- Excelente decisión... - Un chasquido fue lo último que escuchó antes de que cayera inconsciente. - Nos vemos luego, mi caballero de juguete... - Se retiró victorioso, otra alma en su colección.
- ¿No te parece que es malo aprovecharse de las penas ajenas? - Antes de que pudiera marchar lo detuvo. - El único que acabará con él soy yo pequeño renacuajo. -
- ¿A sí? Que vas a hacer, ¿Poner una ley para impedir que haga tratos? - Respondió sarcástico mientras sacaba sus lentes y se los colocaba. - Tienes que agradecer que fuiste sabio alguna vez y no firmaste ese contrato, viejo. - El resentimiento era mutuo.
- Yo gobierno estas tierras, tu solo conquistaste personas, yo lo controlo todo. - Sus tres pares de alas se extendieron. - No eres más que una escoria que sigue viva. -
- Mira quién habla. - Le plantó cara. - No controlas las emociones genio, por eso se te escapan individuos y tienes rebeldes que quieren destronarte, ¿Acaso no te parece suficiente como para que te llame "escoria" a ti también? - Gruñó levemente. La diferencia de estatura era notable, demasiado notable.
- ¿Qué planeas hacerle? - Lo miró desafiante.
- ¿Al caballerito? Si a él no se lo dije, menos a ti, Rey de pacotilla. - Esbozó una sonrisa al ver como las facciones contrarias se desfiguraban. - No me digas que te dolió que te llamara "Rey de pacotilla". - Soltó una risita. - Pero qué patéti- Fue callado por unos dientes chocando contra los suyos. Un sonrojo verdoso se apoderó de su rostro, no supo reaccionar a tiempo cuando sintió como abrían su cavidad introduciendo una lengua en esta. Se estremeció, cerró sus ojos dejándose llevar. Escuchó un sonido metálico, pero no le tomó importancia, el potente sabor embriagante del contacto lo tenía rendido.
Se separó. - Si por tu culpa no tengo prisionero. - El fino hilo de saliva se desvaneció. - Entonces tu serás su remplazo. - No podía estar más satisfecho.
- Ngh... - Una ligera descarga lo hizo salir del trance. Un collar de perro rodeaba ahora su cuello. - Eres más inútil de lo que esperaba, esta cosa sirve solo para mortales, si crees que vas a detenerme con este collarín, estás equivocado. -
- No soy tan estúpido querido. - Sacó lo que parecía un control remoto y apretó un botón. - Voy a tenerte aquí como mi puta y no puedes hacer nada al respecto. -
- ¡AHH! - Un choque de alto voltaje golpeó su cuerpo. - Desgraciado... ¿¡Cómo te atreves?! - Dejó ver sus colmillos con molestia.
- Eso te pasa por dejarte controlar por tus deseos carnales chico. - Lo tumbó allí mismo colocándose arriba suyo. - Ahora sabrás las consecuencias... - Le dio un beso apasionado acariciando los costados ajenos.
- Mmm... - Quería separarse pero no podía. Era como si fuera un paralizante y un afrodisíaco al mismo tiempo, peligroso pero ardiente. Nuevamente se dejó llevar, su enojo se disipó, rodeando el cuello con sus brazos y la cadera con sus piernas haciendo chocar sus pelvis. - Nhgh... - Reprimió un suspiro en medio del beso. - Vamos Rey de segunda, ¿Eso es todo lo que puedes hacer? - Terminó con un tono sugerente. "Los que se pelean, se desean", ese refrán no podría ser más cierto en esta ocasión.
- Sabía que los demonios eran seductores, pero no sabía que eran de pierna suelta. - Se retiró su gran capa con borde de colores. - Si te callas un segundo, te daré descargas que te obligarán a gritar mi nombre, ¿Entendiste perra? -
- Hay que ver si puedes hacerme gritar con tu atributo de pequeño tamaño, puto. - Lo acercó nuevamente jalándolo del cuello de su camisa.
꧁☆☆FIN DEL CAPÍTULO☆☆꧂
【 Edit: 】
Palabras: 1069 palabras
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