«¿Estás seguro de esto?»

El angel era benévolo.
El angel quería premiar al bermejo.

«Sí». Pero lo único que sabe contestar es sí y no. Hablar unas pocas palabras.
El halo flotó en la cabeza del bermejo.
Y las mejillas del ángel ruborizaron al verlo.

«D-de... »susurró el tímido ángel.
«D-de aho-r-ra en ad-delant-te es t-tuyo ».

El pecoso no cuestionó.
Pero tampoco objetó.

«Gracias»
Eso llamó la atención del angelito.
«¿G-gr-gracias?»

«Sí, por tu regalo»

. . .
«Nunca n-nadie en mi vida me ha dicho "gracias". E-el ser humano es malo, malo, malo ».

Repitió, casi que totalmente dolido.
Y quizá dejó a un pecoso sorprendido.
Mientras que de pies a cabeza lo miró.
Debe admitir que le impresionó.

Ver esos pequeños puntitos rojos.
Nacer en el cuello del chico.
¿Cuántos de esos tenía?

¿De qué eran?
Heridas eran.

«Él me condenó».
Pero luego tampoco continuó.
Tuvo quizá ganas inmensas de preguntar qué pasó.
Pero tampoco obligarlo ocurrió.

Silencio.
El abrumador
Pero tranquilizador
Silencio.

El pecoso despertó en su cama luego de eso.
Su respiración se tornó pesada.
Su expresión pareció angustiada.

Se sentía débil, vulnerable.
Hizo el esfuerzo por levantarse.
Y caminó al baño.

El reflejo en su espejo.
Eso lo hacía sufrir en su momento.
Inquieto, ansioso quizá le quedaba poco tiempo...

Quizás era la muerte que lo llamaba
O un mejor futuro que le esperaba
Pero algo era seguro
Todos sus planes estaban ya de baja.

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